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vieron a las nuestras en las mismas condiciones en que las dejamos (1).

Con ocasión del discurso inaugural, que había de leerse el día de San Lucas en la apertura del curso universitario, se declaró aun más y hubo de exacerbarse el mal ánimo de la Universidad. Uno de los puntos de la concordia otorgada entre la Ciudad y la Compañía acerca de las escuelas era, que el profesor de Retórica tendría ese discurso, siempre que la Ciudad gustase de ello; y de hecho le tuvo todos los años sin contradicción, que sepamos. Durante la ausencia de la Compañía túvolo, a lo menos desde 1807, por estar así dispuesto expresamente en el plan de estu dias, el maestro de elocuencia de la Universidad. Vueltas ahora las cosas al estado antiguo, entendió el Ayuntamiento que lo estaban también en este punto, y quiso que leyera el discurso el profesor de la Compañía; pero la Universidad, alegando el plan de estudios, lo encomendó al suyo. Firmes en su propósito ambas corporaciones, llegó el día de San Lucas, y terminada por la mañana la función religiosa, leyó su oración inaugural el profesor universitario; pero por la tarde, ante concurso convocado por el Ayuntamiento, leyó también la suya el P. Buenaventura Prats, buena y bien, como escribía el P. Masdeu (2), aunque no sin protesta de la Universidad, representada por su Síndico. Sino que contra la protesta de la Universidad protestó la Ciudad «queriendo ser la última en protestar y contraprotestar», y negándose a dar al Sindico la certificación que pedía de su protesta, por no haber exhibido poder en forma para hacerla (3). Para los años siguientes pidióse declaración a la Junta de restablecimiento; y ésta resolvió que se hiciera en paz lo que ahora se había hecho sin ella, esto es, que el universitario leyera su oración inaugural por la mañana y el jesuíta por la tarde. La del jesuíta la imprimió a sus expensas el Ayuntamiento, y aun dos veces esta primera de 1816.

Otro pleito movió la Universidad al colegio sobre las horas de leer en él la Teología. Existía una antigua concordia sobre este punto entre ambas corporaciones, para evitar encuentros; y la

(1) Biblioteca de la Universidad de Valencia; Manuscritos, n. 519: Oficio del Secretario de la Junta de 11 de Octubre de 1816.

(2) Torres Amat, Escritores Catalanes, art. Prats.

(3) Archivo del Ayuntamiento; Juntas de Patronato de la Universidad de los años de 1814 a 1827.

Universidad quería que se observase ahora al pie de la letra; pero el Rector del colegio, con oficio redactado por Borrull, la convenció de que, ni se había observado así antiguamente, ni se conseguía, antes bien se frustraba el fin de ella si ahora se observaba (1). De hecho la Teología no llegó a leerse en nuestras aulas a ninguna hora, como queda indicado, por no haberse presentado estudiantes. ¿Fué sólo temor de la Universidad, que veian tan adversa a la Compañía? ¿Hubo además otras causas de ese tan general alejamiento? Lo ignoramos. Los que empezaron allí el estudio de la Teología Moral el curso de 1819 a 20 fueron algunos de nuestros jóvenes, con intento de que, recibidas las órdenes sagradas, pudieran trabajar en los ministerios espirituales, de que los ancianos iban siendo incapaces. Pero esto y todo lo demás quedó deshecho el 23 de Septiembre de ese último año con la supresión del Colegio.

En él había fallecido el célebre P. Juan Francisco Masdeu, bien conocido como autor de la Historia Crítica de España y de la cultura española. Entrado muy joven en la Compañía y desterrado siendo teólogo, se ordenó y terminó sus estudios en Italia con acto general de Teología. Ejercitó su vivaz ingenio en multitud de materias, sumamente varias, como la Política y la Religión, la Gramática y la Historia, la Arqueología, la Música, la Ascética y la Poesía, y, si no fundó, sostuvo en gran parte un semanario publicado en Bolonia con el nombre de Memorias enciclopédicas. Pero lo que le dió nombre fué su Historia Crítica, ya por su mérito real, ya por sus mismos defectos. El principal consiste en presentar a la Iglesia de España en los once primeros siglos casi como independiente de Roma, y en dar por legitima esa situación, lamentándose de que desapareciera. Este mal espíritu de la obra debió de ser mucha parte para que la patrocinara el gobierno español, dando a su autor, como premio y subsidio con que continuarla, mil pesos anuales, en vez de los ciento, que como pensión alimentaria daba a todos los sacerdotes desterrados, o doscientos o trescientos, cuando más, que por méritos literarios había concedido a algunos. En cambio, años adelante, el de 1826, fué prohibida en Roma, donec corrigatur. No era esto en él,

(1) Copia de oficio de la Universidad al P. Rector, de 15 de Diciembre de 1816 y borrador de contestación sin fecha. Biblioteca de la Universidad; Manuscritos, n. 519.

como en los jansenistas y regalistas de su tiempo, aversión a la suprema potestad eclesiástica; era una especie de manía de españolismo, nacida, o a lo menos muy acrecentada, de ver a su patria despreciada por desconocida en plumas y lenguas extranjeras. De ahí un proyecto que trazó de Monarquía Española, otro de Religión Española; de ahí haber puesto en Valencia una academia o clase para los días festivos y de vacación, de Gramática española, Ortografía española, Elocuencia española y Poética española, como expresamente decia el anuncio de ella. En Diciembre de 1815 volvió a España con su hermano, el P. Baltasar y otros varios; el día de San Ignacio de 1816 hizo la profesión; fué luego destinado a Valencia; y allí murió el 11 de Abril de 1817 (1).

Casi todo este período fué Rector del colegio el P. Vicente Peris, pues sucedió al P. Soler ya el 20 de Octubre de 1816, y el 4 de Julio de 1820 dejó el gobierno al P. José Ruiz. Las gruesas limosnas de su familia suplieron en mucha parte la falta de rentas en que se vió el colegio.

Casi el mismo tiempo gobernó el seminario el P. Antonio Conca. Tomó posesión de él, autorizado por el P. Comisario General y lo empezó a regir el P. Francisco Javier Bouzas; pero muy pronto, en 23 de Septiembre se hizo cargo de él el P. Conca y lo dirigió hasta su muerte, acaecida en 16 de Febrero de 1820. Fué muy corto el número de seminaristas en esta primera época, y apenas tuvieron tiempo los Padres para entablar convenientemente la disciplina, de que había gran necesidad; porque a los cuatro años, el 18 de Septiembre de 1820, se intimó a la comunidad la supresión decretada por las Cortes.

5. Sevilla fué, como dijimos antes, la primera ciudad que sepamos haber acordado pedir a Fernando VII el restablecimiento de la Compañía en España el 25 de Junio de 1814 (2). Siguióle algunos meses después haciendo la misma súplica a S. M. el cabildo eclesiástico; debió de hacerla también el señor Arzobispo, D. Romualdo Mon y Velarde, y el Ayuntamiento la repitió cuando se publicó el decreto de 29 de Mayo de 1815, pidiendo fuera Sevilla comprendida entre los pueblos a quienes se había otorgado la gracia solicitada (3).

(1) Algunos datos más en nuestra obra La Provincia de España, parte tercera, capítulo IV, pág. 228 y siguientes.

(2) Archivo del Ayuntamiento, Actas capitulares de 1814.

(3) Archivo del Ayuntamiento, Siglo XIX. Escribanía de Cabildo. 1.a-J-53.

TOMO I.

23

A pesar de haber sido la primera en pedir jesuítas, no fué sino la penúltima de las quince poblaciones que los obtuvieron; y habiendo tenido allí la Compañía al tiempo de la expulsión siete casas, hubo no poca dificultad en recobrar una sola. Eran antiguamente las principales la Casa Profesa, el Colegio de San Hermenegildo y el Noviciado de San Luis. De la Casa Profesa la parte principal era ahora Universidad, y en lo restante se habían instalado las clases de Gramática trasladadas del colegio y servidas durante nuestra ausencia por profesores seculares. El colegio lo destinó el Consejo Extraordinario para hospicio general, con separación conveniente de hombres y mujeres y niños; pero no fué sino asilo de los niños llamados Toribios, del nombre del fundador, y desde 1802 cuartel, como sigue siendo todavia. El Noviciado o Casa de probación de San Luis, que es del que aquí tenemos que tratar, fué por el Rey destinado a seminario clerical, previa conformidad del Arzobispo, Cardenal Solis; pero sin llegar a serlo, fué cedido para convento en 1784 a los religiosos franciscanos de San Diego, que veían el suyo amenazar ruina a consecuencia de una gran riada, y estos le ocupaban al tiempo de nuestro restablecimiento.

El Ayuntamiento de Sevilla en un informe, que suponemos fué el pedido por la Junta generalmente sobre la aplicación que a nuestras casas y bienes se había dado después del extrañamiento, y del estado en que a la sazón se encontraban; había in dicado que podrían ir ahora a ocupar nuestros Padres la parte de la Casa Profesa que no tenía la Universidad. No fué de ese parecer la Junta, o por creerla de corta capacidad, o por otras causas que ignoramos. Ello es que en consulta dirigida a S. M. en 24 de Octubre de 1816 propuso el restablecimiento del Noviciado de San Luis en su antiguo edificio, para plantel de jesuitas «que propagasen la instrucción de la sólida piedad y de las letras en estos reinos y en los de Indias, trasladándose los religiosos de San Francisco al convento de San Pedro de Alcántara o repartiéndose entre los demás de su provincia (1). El Guardián, que sospechó o supo confidencialmente de lo que se trataba, antes de que se dieran las órdenes correspondientes, y quizá aun antes de que el Rey hubiera aprobado lo propuesto; acudió al Ayuntamiento; recordó la fundación de su primitivo convento hecha por

(1) A. H N.; Consejo de Castilla; Órdenes religiosas, n. 7.

él, que quedó por patrono; lo mucho que desde entonces le había favorecido; la traslación a San Luis, apoyada también por Su Excelencia; el mucho bien que en aquella parte de la ciudad habian hecho y seguían haciendo sus religiosos; y cómo el pasar a San Luis dejando a San Diego, había sido una verdadera permuta, de modo que de éste había quedado propietario el Rey y de aquél la comunidad. Suplicábale, por tanto, que informase en esta conformidad a la corte y pidiese no se les privara de su actual residencia (1). El Ayuntamiento, examinado el asunto por su Procurador mayor, tuvo por fundada la súplica, juzgando que cogian a San Luis las dos excepciones puestas por el Rey en el punto de devolución de edificios a la Compañía, a saber, que había sido enajenado a título oneroso y que no podía ser devuelto sin menoscabo de la pública utilidad; porque no podrían los jesuitas prestar los servicios que prestaban los franciscanos. La vuelta de aquéllos la había solicitado y de nuevo la solicitaba el Ayuntamiento; pero podría dárseles la parte de la Casa Profesa no ocupada por la Universidad, o, si ésta fuese pequeña, el Colegio de San Hermenegildo, sacando la tropa (2).

Esta representación dirigida al Rey debió de cruzarse en el camino con la orden dada en 29 de Noviembre de 1816 para que se desocupara San Luis y se devolviera a la Compañía; y el Ayuntamiento resolvió obedecer y cumplir lo que S. M. mandaba. No así el Guardián de San Francisco, que estuvo a punto de obtener la suspensión de la orden por cuatro meses; mas, aunque extendido ya el despacho, fué detenido, y en 5 de Febrero de 1917 se confirmó la primera resolución, y se pasó luego a eje

cutarla.

El mismo día, 5 de Febrero, entraron en Sevilla, por disposición del P. Comisario, para ir haciendo los preparativos convenientes, los PP. Antonio Villavicencio y Domingo Betancourt, residentes hasta entonces en Jerez y Cádiz, con un Hermano coadjutor; y cuando la casa estuvo libre, pasó de Madrid a Sevilla el mismo P. Comisario, para tomar por si la posesión y dar orden en la instalación del Noviciado. La posesión se la dió el Excmo. Sr. Arzobispo, comisionado por la Junta, el 23 de Abril, debió de ser con extraordinario concurso de toda la población

(1) Archivo del Ayuntamiento, Siglo XIX. Escribanía del Cabildo. 2.a-C-19. (2) El acuerdo en el mismo lugar.

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