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culta sevillana, dado que se repartieron invitaciones impresas a nombre de «el Asistente e Intendente general de las Andalucías; el Deán de la Santa Iglesia; el Regente de la Real Audiencia; el Decano del Santo Tribunal de la Inquisición; el Reverendísimo Padre Vicario General de la Religión de San Francisco; el Teniente Hermano Mayor de la Real Maestranza de Sevilla; el Gobernador militar de la Plaza; el Rector de la Universidad y Capellán Mayor; el Procurador Mayor del Excmo. Ayuntamiento; D. Fernando de Medina, Canónigo de la Santa Iglesia, sus hermanos y parientes (en cuya casa se hospedaban los Padres); y el Reverendisimo Padre Comisario General de España e Indias, con los demás Padres de la enunciada Compañia».

Un mes después, el 24 de Mayo, fueron recibidos los primeros novicios, que antes de acabar Junio pasaban de treinta (1); y el dia de San Fernando se celebró la inauguración, oficiando en la iglesia solemnemente una comisión del Cabildo de la Metropolitana. A los pocos días llegó de Trigueros, provincia de Huelva, donde trabajaba por la rehabilitación de aquel colegio, el P. Gaspar de la Carrera, para ser aquí el primer Rector y Maestro de novicios, a quien muy pronto, el 13 de Abril del año siguiente, sucedió el P. Diego de la Fuente, que gobernó la casa ahora y después de la restauración de 1823.

Tres años antes no más del extrañamiento de la Compañía de los reinos de España, el de 1764, se había terminado la funda ción de unas escuelas de primeras letras, empezada por el piadoso caballero D. Nicolás de Robles, y a su fallecimiento encomendada para que la llevase hasta el cabo a su esposa D.a Dionisia de Encinas. El edificio estaba pegado al de San Luis y las escuelas a cargo de la Compañía; mas al salir ésta desterrada de España, la fundadora o ejecutora de la voluntad del fundador, las puso bajo el patronato del Señor Arzobispo. Restablecido el Noviciado, el Excmo. Sr. Mon y Velarde, espontáneamente las volvió a poner bajo la dirección de la Compañía, en 11 de Diciembre de 1817, la cual con maestros, parte coadjutores nues · tros, y parte seglares, las sostuvo hasta la dispersión de 1820, acudiendo a ellas seiscientos, setecientos y hasta ochocientos muchachos con gran provecho de la vecindad, pobre en su inmensa mayoría.

(1) Apuntes.

También fueron puestas otra vez bajo la dirección de la Compañía las clases de Gramática, pasadas después de la expulsión, como dijimos, del colegio de San Hermenegildo al patio chico o más interior de la Casa Profesa, donde aun seguían. En éstas no se pudo, durante el trienio de 1817 a 1820, poner maestro alguno nuestro; y como ni en los seglares, que las tenían, ni en los estudiantes, era posible ejercer el influjo necesario, además de otras causas, por estar lejos San Luis, donde los Padres residian, dejaron no poco que desear.

6. La ilustre Ciudad Ignaciana de Cataluña, distinguida siempre por su ardiente y sincero afecto al santo penitente y apóstol de ella y a sus hijos, no podía ser de las últimas en reclamar a los pies del Trono la vuelta de los jesuitas a su seno. Concordes en este amor a la Compañía y en el deseo y la esperanza de que ella mejor que ninguna otra corporación remediaria la falta de cristiana educación y sus efectos perniciosos en la juventud; ambos Cabildos de la Seo y de la ciudad, pidieron al Rey en sendas representaciones se dignara restablecer en sus estados y en aquella población a los jesuítas (1). Y en tan alto precio estimaban la dicha de tenerlos, que después de enumerar los eclesiásticos los grandes méritos contraídos por los manresanos con el Rey y la nación en la pasada guerra, mayormente en las memorables jornadas del Bruch, tan fatales para los franceses, concluyen suplicando encarecidamente a S. M. que, si los relevantes méritos de la ciudad y del Cabildo son acreedores a alguna gracia, sea ésta: «el que lo más pronto posible se digne admitirlos en sus dominios, y, reclamados, disponer que sin perder momento pasen a habitar los dos edificantes colegios de la Santa Cueva y antiguo hospital de pobres...», que una casualidad inexcrutable había dejado sin destino, y se hallaban actualmente a disposición de S. M.

Salió el decreto de 29 de Mayo; y aquel Ayuntamiento se creyó más obligado que ningún otro cuerpo de España a dar por él las gracias al Rey y a pedirle que, mientras volvían los desterrados de Italia, les concediera de los ya existentes en la Península, no dos o tres, sino el mayor número posible, para que tomaran posesión de sus antiguas casas y se dedicaran a la enseñanza (2).

(1) No hemos visto la del Ayuntamiento. La del Cabildo está en El Procurador General de 2 de Diciembre de 1814.

(2) Este memorial se insertó en el acta de posesión, de que tenemos copia.

Las casas que allí había tenido la Compañía eran dos, en los dos puntos que principalmente había santificado San Ignacio con su presencia: el hospital de Santa Lucia, donde moró, y la Cueva, en que frecuentemente oraba y hacía penitencia. El hospital lo había adquirido la Compañía a principios del siglo XVII, transformándolo en colegio con la unión de algunas casas inmediatas, y junto a él se comenzó a levantar otro de nueva planta con su iglesia a mediados ya del XVIII; por lo cual, ni el templo estaba terminado sino en su parte exterior al tiempo del extrañamiento, ni del colegio más que uno de sus cuatro lados y el piso bajo de otro. La casa de la Santa Cueva si que estaba terminada, y de la iglesia sólo faltaban los altares y las torres, que nunca han llegado a levantarse. Durante nuestra ausencia, el colegio fué, ya casa de estudios, ya hospital militar; y su iglesia, unas veces pajar y otras teatro. Así lo leemos en un borrador de historia del colegio. Casa de estudios, ciertamente, fué el nuevo, y lo era al tiempo del restablecimiento, con aulas de latinidad y habitaciones para los maestros establecidos en él (1). Del templo de la Santa Cueva se escribía en 1813 que comenzado y casi concluido para ser casa de oración, había servido hasta entonces para unos destinos y usos tan diversos, contrarios y profanos. Tan diversos y tan contrarios como los de caballeriza del ejército francés, alojado, cuanto cabía, en la casa de la misma cueva (2).

Habido en la Junta el oportuno conocimiento del estado de estos edificios, de las rentas y demás medios de subsistencia con que se podía contar; expidióse al Ayuntamiento en 27 de Mayo de 1816 la orden correspondiente disponiendo: que se entregasen a los Padres ambas casas e iglesias con todos los bienes a ellas. anejos; que se pusiesen bajo su dirección las escuelas de primeras letras, como pedía el Ayuntamiento, aunque no lo estuvieron antiguamente, y las de Gramática y Retórica, vacantes a la sazón o servidas por maestros interinos, reuniéndolas todas en el colegio viejo; que tomasen también sobre si las otras cargas afectas a aquellos bienes; y que la ciudad les pasase por las escuelas elementales, la asignación señalada a los actuales maes

(1) Borrador de Historia del Colegio. Carta del Ayuntamiento al P. Provincial, Mariano Puyal, de 15 de Septiembre de 1830. A. H. N.; Jesuitas, leg. 277,

(2) Fita, La Santa Cueva, pp. 168 y 252.

tros, pero percibiéndola éstos mientras quisieran seguir con ellas; en fin, que de todo se formase la correspondiente escritura y se enviase a la Junta para su aprobación (1).

Designó el P. Zúñiga, para recibir aquellas casas en nombre de la Compañía y para gobernarlas, al P. Juan Tronco, vuelto de Italia en Diciembre anterior y detenido hasta entonces en Barcelona; y con esta noticia, se nombró en la ciudad una junta de eclesiásticos y legos para entender en la venida y recibimiento de los Padres, que se hizo de esta manera.

Seis comisionados, en representación de los canónigos, de los beneficiados, del Ayuntamiento y del pueblo, fueron a Barcelona, y con el superior ya designado y los PP. Francisco Catalá y Francisco Juan y Sevilla, salieron de allá para Manresa el 17 de Julio y, pasada la noche en Esparraguera, llegaron mucho antes del mediodía siguiente al Bruch o Casa Masana, donde ya los esperaba gran número de gente. «¡Qué escena presenta este lugar, dice el anónimo, cuya relación extractamos, tan diferente de la de Junio de 1808! Manresa corría entonces llena de sustos y zozobras, por saber se iban acercando a aquel sitio las huestes enemigas; hoy corren, se apresuran, se disputan la antelación, por ser los primeros en gozar de la vista de los hijos de su compatrono San Ignacio, de aquel por quien piamente debemos creer se ganaron tan extraordinarios triunfos. » Siguiendo por la tarde su camino, por todo él fueron encontrando grupos de gente que salía a recibirlos; en Nuestra Señora de la Guía, al pie de la ciudad, inmenso pueblo con un estandarte del Corazón de Jesús; en el puente nuevo, el caballero Gobernador y el Alcalde Mayor; en la puerta de Valldaura, el Deán en representación del Señor Obispo de Vich, y comisiones del Ayuntamiento, Cabildo, beneficiados y Junta de restablecimiento. Lo que de Manresa faltaba, esperó a la puerta de la iglesia de la Seo, donde recibidos solemnemente y conducidos al presbiterio los Padres se entonó el Te Deum y lo prosiguió la música. «Pero ésta no podía oirse, dice el cronista, porque las lágrimas y sollozos, que exprimía la interior alegría, impedían sus armoniosos ecos.» Terminada esta función, llevaron a los Padres con multitud de invitados a las casas consistoriales, les obsequiaron con un refresco y los acompaña

(1) Oficio del Secretario de la Junta, inserto en el acta o escritura de posesión.

ron luego a las tres casas de distinguidos sujetos que los hospedaban.

Hecho los días siguientes el inventario y preparada la toma de posesión, verificóse ésta con gran solemnidad el 25 de Junio; se trasladó el Santisimo de la iglesia de la Seo a la antigua del colegio con procesión igual a la del Corpus la víspera de San Ignacio; y hubo los dos días siguientes en la primera solemnísimas fiestas al Santo Patriarca, y los tres por toda la ciudad colgaduras y luminarias.

Pasado un mes o poco más, ya en el de Septiembre, tomaron a su cargo los Padres la enseñanza en dos escuelas de primeras letras, dos de Gramática y una de Retórica, aunque solamente esta última era desempeñada por uno de ellos, el P. Juan Urigoitia; las demás, por falta de sujetos de la Compañía, las siguieron teniendo bajo su dirección profesores seglares hasta la dispersión de 1820. En Mayo de 1819 concurrian a las de primeras letras cerca de doscientos niños, y a las otras, poco menos de ciento.

7. En la ciudad de Tortosa dejó la Compañía, al salir desterrada de España, un colegio, sólo en parte edificado, pero habitado ya en aquella parte y con clases de Gramática, una de Filosofía y otra de Teología Moral. Bien al contrario de lo que frecuentemente sucedió, hallar o destruídos o muy maltratados los edificios antiguos; en Tortosa tuvieron la buena suerte de encontrar terminado el que dejaron comenzado. Habiase destinado después del extrañamiento, por cédula de 21 de Agosto de 1769, para seminario sacerdotal, esto es, para habitación de sacerdotes que se dedicaran a toda clase de ministerios espirituales con el pueblo y el clero, y mantuvieran el culto en la iglesia con el cumplimiento de las memorias de misas y demás fundaciones en él es tablecidas. Solamente las aulas, con el espacio necesario para vivienda de los nuevos maestros, se habían de separar del seminario (1).

Terminóse, pues, el colegio durante nuestra ausencia, y sir vió de seminario sacerdotal desde 1770 hasta 1808, que fué convertido en cuartel u hospital de tropa. Quedó libre muy poco antes del restablecimiento; pero harto maltratado por la acción del tiempo y de los hombres. La iglesia, que a nuestra partida estaba

(1) Colección de providencias, parte tercera.

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