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terminada, y que durante el mismo aciago período, habia sido transformada en almacén de viveres, había también con esto sufrido no poco. Pero iglesia y colegio restauraba con grande actividad al tiempo de nuestra vuelta, el Ilmo. Sr. Obispo, D. Manuel Ros de Medrano, que acababa de tomar posesión de su diócesis. Esta circunstancia y la otra de haber, no ya reparado, sino construído una gran parte del edificio sus predecesores, podían infundir algún temor de que opusiera graves dificultades para cederlo a la Compañía. Lejos de eso, él mismo había también solicitado su restablecimiento en la ciudad, y manifestado que estaba pronto a ceder cualquier derecho a nuestra antigua casa, adquirido por la mitra.

Con esto y los informes demasiado favorables, pero poco bien fundados del mismo Prelado y del Ayuntamiento sobre las rentas con que se podía contar; diéronse en 1.° de Abril las órdenes oportunas para la entrega del colegio y bienes, y vencidos algunos entorpecimientos, nacidos en parte de mala inteligencia de ellas, verificóse la formal y solemne toma de posesión el 28 de Julio de 1816, entrando por moradores del nuevo colegio los Padres Diego de la Fuente, nombrado Superior y comisionado por el P. Zúñiga para recibirlo de manos del Gobernador y Ayuntamiento, Francisco Campi y Vicente Calvo (1).

A pesar de haber sido deseados y pedidos los Padres por la ciudad, como en todas partes, principalmente para poner en sus manos la enseñanza y educación de los niños, tan decaída desde la expulsión, que apenas se conocía, al decir del Ayuntamiento; sin embargo, ni se puso a los principios, ni llegó a ponerse en lo que duró el colegio, con gran sentimiento de los padres de familia, por haberse dejado las primeras letras y Gramática con sus Correspondientes dotaciones a cargo de los maestros actuales, hasta que por falta de éstos fueran quedando vacantes. Así, pues, la ocupación de los Padres fueron los ministerios sagrados en la iglesia y fuera de ella, principalmente el de oir a todas horas a los penitentes, y más de una vez desde muy temprano hasta el medio día, sin interrumpirlo ni para desayunarse.

8. Un devoto clérigo promovió y dió principio a la fundación del colegio de Trigueros, villa considerable, próxima a Huelva

(1) Oficio del Ayuntamiento de 7 de Enero de 1816. Carta del P. Campi de 16 Octubre del mismo, autógrafa en nuestro poder.

en el Andalucía, mediado el siglo XVI (1); y un clérigo fué también el principal promovedor y bien hechor insigne de la nueva fundación o restauración de él en 1816.

A la primera noticia del decreto de 29 de Mayo, «el concejo, justicia y Ayuntamiento de la villa y los vecinos más visibles de ella» dirigieron al Rey su representación, con la súplica de que fuera comprendida aquella población en el beneficio de la enseñanza de la Compañía, devolviéndosele para entablarla su antiguo colegio (2). A esta representación siguió inmediatamente otra del clero expresando los mismos deseos; y a entrambas y a los ordinarios informes sobre el estado del edificio, bienes y rentas que aun quedaban de las antiguas, la resolución de la Junta en 30 de Abril de 1816, disponiendo el inmediato restablecimiento del colegio y la devolución de las escuelas a los Padres, no inmediata, sino a medida que por fallecimiento u otras causas las dejaran vacantes los actuales maestros (3).

La simple noticia de esta gracia, llegada a Trigueros el 13 de Junio por la tarde, sacó fuera de sí de gozo al vecindario. Volteo de campanas hasta las diez de la noche; iluminación del campanario, fachada de la iglesia y balcones de las casas; pregón por las calles anunciando la buena nueva; tropas de gente recorriéndolas y dando vivas al Rey; misas el día siguiente en el altar de San Ignacio, y al fin, una solemne con manifiesto y Te Deum, asistiendo todo el pueblo, el Ayuntamiento y el clero; «parecía que estábamos locos», dice un eclesiástico que escribía a los pocos días, y fué de los que con otros compañeros habían subido a voltear ellos mismos las campanas (4). Si así fué recibida la noticia, no hay que decir cómo lo serían los mismos Padres, cuando el 9 de Agosto se presentaron en Trigueros. Eran los Padres Gaspar de la Carrera, de setenta y cinco años, y Manuel Medina, de sesenta y nueve, con el H. Ramón López. A una legua los esperaba el Corregidor con lo más granado del vecindario y toda la clerecía a caballo; y a su entrada en la villa se repitió el campaneo, música, salvas, iluminación y vivas, con tal concurso y entusiasmo de la gente que «fué necesario, dice el P. Medina,

(1) Véase Astráin, Historia de la Asistencia, II, 56.

(2) Real orden de 30 de Junio de 1815. A. H. N.; Estado, 3.517.

(3) Registro de las órdenes.

(4) Carta sin firma, Junio de 1816, en nuestro poder.

nos llevasen, principalmente a mí, entre dos, agarrado por los brazos y haciendo largo (sitio), porque no nos atropellase» (1). Dióseles luego, el día 13, la posesión de todo: iglesia, colegio, bienes y derechos, obligándose los Padres a levantar las cargas a ellos anejas, especialmente la de la enseñanza. Pero ¿en qué estado se hallaba todo? La iglesia, sí, como quedó a la salida de los jesuítas en 1767; arruinada por el gran terremoto de 1755, célebre por la destrucción de Lisboa, pero que extendió sus estragos a otras muchas partes. El colegio, destinado oficialmente para aulas y viviendas de los maestros de primeras letras, Latinidad y Retórica, sirvió quizás para eso en los principios; pero después, o juntamente con eso, fué «casa de vecindad de todas clases de gentes y de escándalos» (2), y algún tiempo alojamiento de las tropas francesas en la guerra de la Independencia. Con esto debió de consumarse su destrozo, pues el gran patio se convirtió en «bosque de zarzales que llegaban casi a los tránsitos altos, higueras bravías y muchísimos otros yerbazos»; y la casa quedó sumamente maltratada, hundidos en todo o en su mayor parte los techos y pisos, sin que hubiera una sola pieza habitable cuando los Padres llegaron (3). Al pedirlos, tanto en informes oficiales como en cartas particulares, se había pintado como muy hacedera la reparación de la casa y aun la de la iglesia, que en doce años, de 1755 a 1767, no habían podido emprender los antiguos Padres, haciéndose grandes ofrecimientos de dinero, de materiales y de brazos para la obra. Empezóse ésta poco después de la llegada de los restauradores, concurriendo efectivamente muchos vecinos, unos con limosnas, otros con maderas, otros con su trabajo, especialmente el clérigo antes dicho, que era D. Hermenegildo de la Vega; pero al poco tiempo se tuvo que interrumpir por falta de fondos y no se habían podido disponer sino cuatro aposentos mal acomodados en la planta baja.

Diez meses pasaron allí los dos Padres, y no llegaron a entrar en ellos, sino que estuvieron todo aquel tiempo caritativamente hospedados en casa de uno de los favorecedores, D. Manuel Cerero. Trasladados en 1817 a Sevilla para la fundación del

(1) Carta de 15 de Agosto, en nuestro poder.

(2) Carta del P. Gálmez, Superior, de 20 de Febrero de 1818, al P. Parada. (3) En la misma carta.

Noviciado, vino a ocupar su puesto el P. Rafael Gálmez, de setenta y dos años, pero novicio todavía, por haber sido de los que en la gran tormenta de 1767 a 1773 naufragaron, abandonando la Compañía antes de su extinción. Éste, con dos hermanos coadjutores pasó luego a vivir en el colegio y continuó al frente de él hasta la dispersión de 1820. Con cuánta estrechez y pobreza, lo diremos tal vez más adelante. Baste saber ahora que todo lo que se pudo hacer en este tiempo, fué transformar en capilla o iglesita la sacristía de la antigua iglesia, perdonada por el terremoto, y componer de algún modo la escuela de primeras letras, para dar principio en aquella a los ministerios espirituales y en ésta a los literarios. Ayudaban generosamente al Padre en los primeros algunos devotos sacerdotes, y en los segundos al Hermano, que corría con ellos, esos mismos sacerdotes a los principios y después un ayudante asalariado. Y en unos y en otros era copioso el fruto que se recogía y grande la satisfacción que el pueblo tenía. La clase de Gramática siguió a cargo de un profesor seglar.

9. Es Graus, villa situada en las montañas de Aragón, provincia de Huesca, y obispado de Barbastro, a corta distancia de esta última ciudad, una de las muchas poblaciones de segundo y aun de tercer orden, en que antiguamente tenía colegios la Compañía de Jesús, con inmensas ventajas del vencindario y de las regiones comarcanas. Aunque, expulsada la Compañía, entraron a ocupar las escuelas de leer y escribir, de latinidad y Retórica otros maestros y continuaron hasta nuestro regreso; sin embargo, la villa, como tantas otras, echaba de menos la enseñanza y con ella los demás ministerios de los jesuitas. Por eso recurrieron al Rey en 11 de Diciembre de 1814, pidiendo que se les alzara el largo destierro y se les permitiera volver a ocupar su antiguo colegio de la villa; y apoyados con semejantes y muy vivas representaciones del nuevo Obispo de Basbastro, Ilmo. Señor D. Juan Nepomuceno de Lera y Cano, afectisimo a la Compañía, obtuvieron en Diciembre de 1816, la ansiada orden de restablecimiento de aquel colegio.

Fueron señalados para encargarse de él los PP. Mariano Arascot, como Superior, y Juan José Cenzano para maestro de Gramática y Humanidades, quienes parte en un carro bien desacomodado, parte en un jumentillo», hicieron su viaje de Madrid a Zaragoza en seis días y medio. Detenidos allí unos quince, y

otros tantos en Barbastro, hospedados con grande amor por el Señor Obispo en su propio palacio, pasaron en esta última ciudad la semana santa, y notaron esta singular coincidencia. Vino allí para saludarlos y darles la bienvenida, una comisión del Ayuntamiento, clero y pueblo de Graus; «y llegó la diputación, dice el P. Cenzano, justamente al entonarse en la catedral de Barbastro el Gloria in excelsis el Sábado Santo, época cabal del paso de los Padres de Graus, cincuenta años antes por el mismo Barbastro, camino del destierro (1). Dos canónigos de aquel cabildo catedral se unieron a la comisión de la villa para acompañarlos ahora cuando a ella se dirigieron el dia 11; y con ellos y con la gente, que hasta dos leguas salió a esperarlos, y el Ayuntamiento, que también se adelantó a recibirlos, entraron en Graus, donde todo era fiesta y alegría, gentes festivas en las calles y ventanas; cohetes, morteros, escopetas, el son de todas las campanas; un baile hermoso de los más bellos jóvenes vestidos de blanco y flores; gigantes y otras máscaras; todo manifestaba el mayor contento». Dióseles al día siguiente, 12, formal posesión de iglesia, escuelas y colegio; trasladose el 13 de la parroquia en solemne procesión el Santísimo Sacramento y hubo grande y concurridísima fiesta con Te Deum al fin y sermón que predicó el Abad benedictino de San Victoriano, recibido en la Compañía antes de la expulsión. No más de ocho días sobrevivió a tan alegre suceso el P. Arascot; pues falleció el domingo inmediato, 20 de Abril, a los sesenta y nueve años y medio. Fué luego por compañero del que quedaba otro de los ancianos, el P. Ignacio Abad, que falleció también antes de un año; y en Septiembre dos novicios, estudiante el uno y coadjutor el otro, con que se pudieron abrir las aulas el 4 de Octubre, a cargo, la de primeras letras, del coadjutor, Gregorio Sánchez; la de Gramática, del estudiante, Mariano Puyal; y la de Humanidades, del P. Cenzano, que hacía además las veces de Rector (2).

Cuando en 1820 se cerró el colegio, le había sucedido en ambos cargos el P. Sebastián Sancho, sacerdote mallorquín, entrado en la Compañía en 1817. El personal no pasó de dos sacerdotes y tres coadjutores, ni las clases de las tres indicadas, a las

(1) No se entienda que también eincuenta años antes fuera Sábado Santo aquel día, 5 de Abril.

(2) Copia de las noticias, del P. Cenzano.

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