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cuales concurrían en 1819 doscientos treinta y seis niños, los setenta y seis gramáticos y humanistas y los demás de primeras letras. El Señor Obispo de Barbastro escribía al Rey y al Papa su gran satisfacción por el bien que los Padres hacían, y la de los pueblos, tanta «que no acaban, decía, de bendecir a V. B. por haberlos restituído a la Iglesia, a nuestro católico monarca por haberlos admitido en España, y a mí por el trabajo y solicitud con que he procurado el restablecimiento de este colegio» (1).

10. El de Oñate contaba al salir desterrados los Padres de la antigua Compañía con buen edificio e iglesia y ocho sujetos; y otros tantos tenía al sobrevenir la supresión de 1820, que para él fué definitiva. Pero antiguamente sostenía dos cátedras de Teologia Escolástica y Moral y dos escuelas de Gramática y primeras letras; en los tres años de su restablecimiento no se pudieron rehabilitar las primeras, y en cambio se duplicaron las segundas, estableciéndose dos aulas de Gramática y dos de instrucción primaria, con dos centenares y más de niños en éstas y uno en aquéllas (2).

Había pedido su restablecimiento en 28 de Julio de 1815 el Ayuntamiento, en unión del Cabildo de curas y beneficiados; y esperando ver atendida su petición, no quiso proveer sino interinamente las dos escuelas existentes a la sazón, de Gramática y de primeras letras, para poderlas poner inmediatamente bajo la dirección de la Compañía. El edificio estaba en parte maltratado, como cuartel que había sido de franceses y españoles en la pasada guerra; pero en parte todavía bien conservado y la iglesia en uso frecuente y sin aplicación particular que estorbara su restitución a los Padres. De los bienes no quedaban corrientes sino seis censos, que rentaban anualmente seiscientos reales; sin embargo, con eso, la dotación de quinientos cincuenta ducados de las dos escuelas, que con ellas la villa traspasaría a los nuestros, y con otros seiscientos que del fondo general de temporalidades se le asignaron hasta que quedara corriente otra parte de las antiguas rentas, y con asegurar la misma villa el convenien

(1) Al Papa, copia en el archivo episcopal, 1 de Junio de 1818. Al Rey, 20 de Noviembre de 1817. Original en el A. H. N.; Consejos; Órdenes religio

sas, n. 7.

(2) Catálogos de 1767 y 1820. Memoriae. Carta del P. Echezarraga al Padre Zúñiga, 30 de Abril de 1819.

te aderezo de casa e iglesia para la llegada de los Padres y prometer donativos, que no faltarían, de algunos particulares; se creyó haber la suficiente disposición para el restablecimiento de aquel colegio, y la Real Junta expidió para ello la orden correspondiente en 17 de Febrero de 1817 (1).

El P. Comisario destinó para tomar la posesión y dar princi pio a los ministerios a los PP. José Echezarraga, que había de ser superior, y Juan Arizpeleta. El 22 de Abril llegó de Madrid el P. Echezarraga con un novicio coadjutor, y el 7 de Mayo se le dió posesión en forma. El P. Arizpeleta fué más tarde, y en Octubre otro coadjutor que tomó a su cargo la escuela. Muy pronto creció en ella el número de niños más de lo que solo él podía llevar; y hasta que llegó para compartir sus fatigas otro hermano, alivióselas en lo posible, con singular ejemplo de humildad y caridad el mismo superior, enseñando a leer, escribir y demás ejercicios infantiles a los setenta años de edad. Algo más adelante, un escolar se hizo cargo de la cátedra de latinidad, y en 1819 fué menester, aumentando la asignación, duplicar una y otra para poderlas llevar, por haberse elevado considerablemente el número de niños y estudiantes, que, según oficio del Ayuntamiento de 8 de Marzo, pasaban de trescientos (2).

11. Singulares circunstancias, dignas de memoria, ocurrieron en el restablecimiento del colegio de Cádiz. Pocas ciudades. y pueblos hicieron esfuerzos semejantes para conseguirlo; y con todo, fué la última en lograrlo; en cambio, en el corto tiempo que duró, que no llegó a dos años, alcanzó mayor esplendor tal vez que otro ninguno en las escuelas, y se granjeó más el amor y veneración de las gentes por el sacrificio de sus moradores en servicio de la ciudad.

Tres representaciones, una tras otra, a que se agregó la del Obispo, cuando más tarde le hubo, fueron dirigidas al Rey en Septiembre, Octubre y Noviembre de 1814, por el Vicario Capitular, Sede Vacante, D. Mariano Esperanza, aquel valiente defensor de la jurisdicción eclesiástica contra los atropellos de las funestas cortes generales y extraordinarias, por el Ayuntamiento de la ciudad y por el Cabildo eclesiástico, en las cuales cla

(1) Original, en nuestro poder.

(2) Copia auténtica en nuestro poder. Actas de la Junta, de 4 de Junio de 1819.

maban todos por la reposición de la Compañía en España y en aquella ciudad, una de las más trabajadas por el espíritu irreligioso y revolucionario en los últimos años (1). Y cuando por el decreto de 29 de Mayo vieron atendidos sus ruegos, se apresuraron a dar gracias a Dios con solemne fiesta religiosa celebrada en la iglesia catedral por acuerdo y con asistencia de ambos cabildos, y, en lugar preferente, de dos sacerdotes y un coadjutor, antiguos jesuítas, que había en la ciudad (2). El Ayuntamiento no se contentó con dar gracias a Dios; se las dió también al Rey; y como previendo las dificultades, pidió juntamente a S. M., por decirlo así, el auxilio de su brazo para vencerlas. No otra cosa parece que significaba terminar diciendo, después de indicar el actual destino de nuestra antigua iglesia y colegio: «A V. M. suplica encarecida y rendidamente el Ayuntamiento de Cádiz, que removiendo cualquiera débil obstáculo, que intente oponerse a la libre e integra restitución, se sirva mandar: Que dicha iglesia y colegio con cuanto les pertenece y existe, les sea entregado a los jesuítas en formal posesión y propiedad; que ninguna persona o cuerpo, sea de la clase o dignidad que fuere, se oponga ni contradiga esta justa restitución, por causa o pretexto que pueda alegar» (3).

Estas últimas palabras aluden sin duda al Señor Obispo y a los dos cuerpos de eclesiásticos, que ocupaban el colegio y tenían a su cargo la iglesia. Obispo de aquella diócesis era desde Marzo de 1815, D. Juan Acisclo de Vera y Delgado, Arzobispo de Laodicea, título con que había sido «coadministrador» (4) del Cardenal Borbón en el Arzobispado de Sevilla, Vicepresidente de la Junta de aquella ciudad y vocal de la Central al empezar la guerra de la Independencia. A su entrada en Cádiz encontró la iglesia de nuestro colegio desde 1769 o 70, erigida en parroquia con feligresia separada de la del Sagrario, que sus curas tuvieron

(1) La del Vicario se imprimió; pero sólo hemos visto copia manuscrita. La del Ayuntamiento se balla en el Libro Capitular, n. 171, fol. 425. La del Cabildo, impresa en las Notas puestas a la Oración del P. Lazo de la Vega, pág. 67.

(2) Relación de la solemne acción de gracias, manuscrita, en nuestro poder.

(3) Copia con la Relación de la solemne acción de gracias, 7 de Julio de 1815.

(4) España Sagrada, t. LI, Obispos titulares.

por demasiado extensa y numerosa; y el colegio mismo desde el año de 1780 hecho seminario conciliar, habiéndose transformado en viviendas y así arrendado el antiguo. De aquí nacieron las dificultades o causas de tardanza para la restitución de uno y otro a la Compañía.

La comisión nombrada por el Ayuntamiento para intervenir en el asunto, y formada en un principio por los Sres. D. José Serrano Sánchez, D. Martín de Irazoqui y D. Joaquín Antonio Gutiérrez de la Huerta, si tardó algún tiempo, en cambio presentó en 26 de Junio de 1816 un informe cumplidísimo y bien documentado sobre iglesia y colegio, y bienes de uno y otra, tanto existentes todavia en las temporalidades, como aplicados ya a diver sos destinos. Como de él resultaba que la mayor parte de ellos, juntamente con los edificios, los disfrutaban el seminario conciliar y la nueva parroquia; la Junta de restablecimiento encargó por una parte al Señor Obispo, de quien todo eso dependía, y por otra al cuerpo municipal, que amigablemente estudiaran en uno el mejor modo de allanar las dificultades que había en dejar bienes y edificio así los curas como el seminario. Por una larga ausencia del prelado no se tuvieron estas conferencias hasta Diciembre; y el 24 de aquel mes remitió él mismo a la Junta el dictamen que decía haberse formado de común acuerdo. El P. Zúñiga tuvo por inadmisible aquel proyecto, en que no se devolvía a la Compañía sino una parte del colegio, continuando en lo restante de él instalado el seminario, y las rentas de colegio e iglesia quedaban en mucha parte inciertas y poco seguras. Transmitidas sus observaciones por la Junta al Señor Obispo y al Ayuntamiento el último día de Febrero de 1817, el prelado, como que sólo de él dependía en último término la decisión del asunto, contestó por sí en 25 de Abril determinando más y haciendo más seguras las rentas y prometiendo trasladar el seminario a otra parte, si la Junta así lo disponía, para dejar totalmente libre el colegio, aunque aquel traslado perjudicara notablemente al seminario, por los gastos de la traslación, por los de arreglo del nuevo edificio y por la falta de dotación de sus cátedras, quitándosele la que tenía de los bienes de la Compañía. La comisión del Ayuntamiento, que no había aprobado el primer proyecto pasado por el Obispo a la Junta en 24 de Diciembre, como Su Ilustrisima por una falsa inteligencia creyó y afirmó, sino que había pedido y esperaba de él ciertos documentos para esclare

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cer algunos puntos; aunque sorprendida al saber lo ocurrido, todavía, una vez que los recibió, pasó a conferenciar de nuevo con él, y en estas conferencias, celebradas los días 8 y 10 de Mayo, fué donde de común acuerdo determinaron las condiciones, que parecían equitativas para el restablecimiento del colegio.

Eran estas en suma: cuanto a la iglesia, que se entregara a la Compañía con todos sus bienes, muebles e inmuebles, volviendo la parroquia a unirse con la del Sagrario, y que a sus actuales ministros se proveyese con ciertas capellanías de patronato del colegio, tomando ellos sobre si las obligaciones correspondientes; y cuanto al colegio, que el seminario lo dejara libre trasladándose a otro edificio cuando la Junta lo dispusiera, y se devolvieran a la Compañía todas las rentas antiguas, destinadas a sostener las cátedras, asegurándose al seminario en compensación de sus pérdidas y gastos la unión de cierto beneficio simple. Remitido a Madrid este convenio para su aprobación, mientras alli andaba de oficina en oficina, se levantó contra él una fuerte oposición en Cádiz. El día 30 de Julio presentó el administrador o mayordomo del seminario al Síndico Procurador del Ayuntamiento un memorial, en que ponderando los grandes bienes que el seminario había producido y seguiría produciendo, aseguraba que trasladarlo a cualquiera otra parte sería arruinarlo completamente; y que por tanto el edificio que ahora habitaba no se había de restituir a la Compañía, conforme al decreto de S. M., que expresamente exceptuaba los que aplicados ya a otros establemientos públicos, no pudieran ser devueltos sin daño de los mismos y ofensa de la común utilidad. A este escrito acompañaba una Demostración evidente de la total ruina del Colegio Seminario conciliar y diocesano de San Bartolomé... verificada su traslación a cualquiera otro edificio, si antes no se trata de medios y arbitrios para evitarla. Consistia esta demostración en sacar por sus cálculos, que, añadiendo a la deuda actual del seminario y al déficit anual ya existente, lo que perdería dejando el colegio y sus rentas, más cien mil reales para las obras indispensables en el nuevo edificio, treinta mil anuales por su alquiler y veinticinco mil por los gastos y detrimentos que ocasionaria el traslado, sumaria todo doscientos ochenta mil reales; y esto era manifiestamente la ruina casi total del seminario. Al Ayuntamiento correspondía acudir al Rey para estorbarla.

Parece que más correspondia al Obispo. Como quiera que fue

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