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tonces también, a 29 de Marzo, se dió a la Compañía la posesión formal de la casa, aunque sin estar vencidas las dificultades que la habían retrasado tanto, a saber, el mal estado del edificio, el no poder asignar dotación competente y estar en litigio el patronato de la iglesia, que por la fundación había tenido en lo anti guo el Rector del colegio y a la sazón poseía la condesa de la Mora. Había fallecido el 10 de Septiembre de 1817 el P. Miguel Macías, y quedó al pronto solo el P. José Gallardo. Este fué ahora nombrado Rector y maestro de novicios, y autorizado por el P. Comisario para tomar la posesión del colegio en nombre de la Compañía. No tuvo tiempo de prosperar la nueva planta; pues antes de año y medio la arrancó, para no volver más a su lugar, el huracán revolucionario (1).

13. En los tres catálogos que se imprimieron antes de la dispersión de 1820, se encuentra, además de los domicilios ya enumerados, el de Badajoz, con nombre de residencia en 1818 y con el de colegio en los dos siguientes. Pero no mereció ni una ni otra denominación, dado que los dos Padres y un coadjutor, que allí estuvieron, no llegaron a habitarlo.

El Sr. Arzobispo-Obispo de aquella diócesis, D. Mateo Delgado Moreno, había solicitado el restablecimiento en general de todos los colegios de la región y principalmente del de Badajoz, y en esta última parte apoyaron su petición ambos cabildos de la capital. Recibidos los primeros informes sobre edificios y rentas, el P. Zúñiga, para obtenerlos más seguros y activar las cosas, envió allá en Marzo de 1817 a los PP. Julián Enriquez y José Zambrano con un coadjutor; y los tres fueron hospedados caritivamente en su propia casa por un digno eclesiástico, D. Andrés Trinidad, que los tuvo en ella por espacio de casi tres años.

No ofrecía dificultad la devolución de la iglesia, estando dispuestisimo el prelado a quitar la parroquia, trasladada alli después de la expulsión; ni la del colegio, habitado por vecinos, y una casa contigua que ocupaban las escuelas. Pero el colegio estaba tal, por haber servido de cuartel y de casa de vecindad, que necesitaba grandes y costosas reparaciones; y los bienes, que quedaban, eran tan pocos, que juntos los de Badajoz, Fregenal, Cáceres, Llerena y Plasencia, no bastaban para dotar sólo el primero, y era preciso contar, como se contaba, con la liberalidad

(1) Apuntes. Memoriae. Relación del P. Gallardo.

de D. Andrés, quien prometía primero costear los gastos de reparación de edificios y provisión de ornamentos de iglesia y mueblaje de casa, y después dejar toda su hacienda al colegio, donde pensaba retirarse para acabar sus días.

La Junta, estudiado el asunto, propuso el restablecimiento de la Compañía en Badajoz, donde por entonces se podria arreglar habitación para cinco o seis sujetos, que se encargasen de la Gramática y primeras letras y se sustentasen con los doscientos ducados, que por estas cátedras les había de dar el Ayuntamiento, como se los daba actualmente a los maestros seglares, y mil pesos que sumarían las rentas antiguas de aquel colegio y de los de Plasencia, Llerena y Cáceres, contando además con lo que tenía ofrecido el Sr. Trinidad (1). En Octubre de 1818 dió el Rey su aprobación: el 24 de Noviembre pasó la Junta las órdenes correspondientes para la entrega de edificios y bienes, que parece se hizo, aunque en Abril siguiente aun no había dado cuentas el administrador.

Asi las cosas, murió de repente y sin tener hecha la donación prometida el presbítero D. Andrés Trinidad el 8 de Diciembre de 1819, y sus herederos aun hicieron salir de casa a los Padres, que todavía vivían en ella por no estar acabado de reparar el colegio. El Señor Obispo los llevó a su palacio y allí los tuvo algunos meses, hasta que no viéndose manera de consolidar aquella fundación, la abandonaron y salieron para Sevilla en el verano de 1820, con gran sentimiento del prelado y del pueblo (2).

Además de estos colegios, que más o menos formalmente fueron restablecidos, estuvo decretado ya por el Rey que lo fuese el de Orihuela, y la Real resolución se la comunicó la Junta al P. Zúñiga el 10 de Agosto de 1818. Conformóse él con lo resuelto por S. M. indicando solamente una ligera modificación, que aceptó la Junta; pero de aquí no se pasó y el colegio no llegó a ser restablecido, no sabemos por qué causa.

Bastante adelantados estuvieron, aunque no tanto, los expedientes de algunos otros, como los de Cervera y Santiago. No ha

(1) Consulta de la Junta en el A. H. N.; Consejo de Castilla; Órdenes religiosas, n. 7.

(2) Cartas del P. Enriquez y otros; oficios de la Junta y contestaciones del P. Zúñiga; informe del administrador de temporalidades. Carta del P. Cordón al señor Obispo y su contestación. Todo en nuestro poder.

biendo tenido el término deseado, nada diremos de ellos ni de los demás, cuya negociación hubo de cesar en sus mismos comienzos, por estar enajenados los edificios, por no quedar bienes algunos para la dotación, y por otras semejantes dificultades. No era la menor la falta de sujetos, que destinar a nuevas fundaciones; aunque no nos consta que por esta escasez dejara de hacerse alguna.

CAPÍTULO III

NUEVA JUNTA Y SU ACTUACIÓN

1. Renovación de la Junta.-2. Su gestión económica. –3. Nuevos noviciados. -4. Memoriales de América pidiendo jesuitas y formación de Juntas allá dependientes de la de Madrid. 5. Proyecto de enviar extranjeros. —6. Otro de nacionales con el ejército expedicionario.-7. Juramento en las Universidades contra la doctrina de la Compañia.-8. Negociaciones de la Junta para abolirlo. 9. El titulo y cargo de Comisario mal visto en Roma y en Rusia y tenido por necesario en España.

1. En lo que va de esta historia y particularmente en los últimos capítulos, hemos visto a la Junta creada por el Rey para entender exclusivamente en el restablecimiento de la Compañía, en el ejercicio de sus funciones consultando al Rey, recibiendo y comunicando las Reales órdenes para su ejecución, a la manera de los consejos, y entendiéndose con nuestros superiores, con las autoridades locales, con los administradores de nuestros bienes, tanto del fondo central de Madrid como de los situados en otras partes, y con cuantas personas era necesario tratar para el restablecimiento de los colegios y sus resultas. Recuérdese que se formó, como el decreto decía, porque el Consejo de Castilla, a quien tocaba, no podia dedicar a este asunto su atención distraída y el tiempo ocupado necesariamente en otros muchos y gravisimos de la monarquía; pero principalmente, aunque el decreto lo callaba, por verse en aquel alto tribunal ánimo poco bien dispuesto a secundar los deseos del Rey y de los pueblos, y voluntad, más de impedir el restablecimiento o entorpecerlo que no de promoverlo.

Pues tampoco la Junta llenó las esperanzas que en ella se habían puesto. Las quejas que de ella tenían nuestros Padres se referían casi exclusivamente a la administración económica. Nada que tocase al gobierno interior, sino la exigencia de saber las mudanzas de sujetos de un colegio a otro, sin tomar a su

cuenta los gastos del viaje. Echaban también de menos su acción eficaz para hacer dejar enteramente libres los colegios devueltos a la Compañía, pero ocupados todavía en parte y aun casi en todo, como el de Murcia, por otras corporaciones. Lo demás eran deficiencias en la dotación cierta, segura y estable de los colegios; no remediar esas deficiencias sino con socorros pasajeros, de prestado, exigiendo por menudo razón de entradas y gastos, y tal vez mortificando a los superiores con dar fácilmente crédito a los administradores de las temporalidades en sus quejas contra ellos; dejar subsistentes esos mismos administradores, aun donde se habían restablecido los colegios, encargándoles la cobranza de atrasos en favor del fondo general, en vez de aplicarlos a cubrir los muchos gastos de instalación de la comunidad, y a veces aun la de las rentas corrientes aplicadas ya a ésta, y dando así pie para que tardaran en rendir cuentas y entregar papeles y para otros rozamientos con los superiores locales; quedarse con la administración de todos los bienes no asignados como dotación de los nuevos colegios y emplear en ella gran número de dependientes que trabajaban poco y cobraban mucho; no hacer valer su autoridad o impetrar la del Rey para obligar al pago a grandes deudores, como las casas de Oñate, Alba y Altamira, la Villa de Madrid y la misma Real Hacienda en lo del juro de Granada, de que hablaremos más tarde. Estas y algunas otras análogas eran las quejas que de la Junta tenían los Padres y en mucha parte hacían recaer sobre la Contaduría general, como interesada en seguir con el manejo de aquellos bienes. Por algunos de los muchos oficios del P. Zúñiga en que exponía la triste situación de los colegios, las tergiversaciones de los administradores locales para no hacer entrega de bienes y. papeles, y otros lances pesados y graves apuros en que los superiores y sus comunidades se veian, se entiende la amargura que aquel estado de cosas le causaba y lo que les costaba tener que estar continuamente acudiendo a la Junta con lamentos y peticiones de socorros (1).

(1) Véase sólo esta muestra tomada del oficio del 19 de Mayo de 1818 sobre Badajoz. «No puedo menos de repetir con dolor que parece empeño inseparable de los administradores locales el de oponerse a nuestros restablecimientos y ejercitar con molestias los ya establecidos» (Borrador en nuestro poder.)

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