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de Comisario General. Así lo espero del celo de V. P. M. R. y de toda la Compañía, por el bien y honor de ella; en lo que tendré la mayor satisfacción y la tendrán los demás señores de la Junta, sin embargo de que nada los he dicho, porque la especie no se divulgue y llegue a noticia del Gobierno» (1).

El General no se dió por vencido. Asegura en su contestación que no tiene quejas del gobierno del P. Zúñiga; pero insiste en que, estando expresamente prohibido en la Compañía como ordinario, y sólo permitido para algún asunto particular y por poco tiempo, el titulo y cargo de Comisario General, y llevando ya más de tres años el P. Zúñiga; en fuerza de su obligación de mirar por la observancia del Instituto, recomendada en la bula de restablecimiento, y deseada, seguramente, por S. M., se ve precisado a suprimirlo y a entablar la forma regular de gobierno practicada con tan buen éxito por más de dos siglos. Si al Rey se le hace ver el asunto bajo este aspecto, sin duda lo tendrá por bien. Si todavía creyese que debería diferirse algún tiempo la supresión del título de Comisario; muy de grado, dice, vengo en ello, teniendo el mayor gusto en dárselo a quien tantos favores ha hecho y sigue haciendo a la Compañía (2). Esta carta, escrita el 29 de Julio de 1819, no había llegado a Madrid el 19 de Octubre, en que el P. Zúñiga escribía cuánto la deseaba, esperando con ella la solución definitiva de este negocio, para nadie más espinoso que para él. Veía con toda claridad el riesgo que en la mudanza había (3). Pero ¿cómo representarlo sin infundir sospechas de ambición? Y es bien seguro que no la tenía. Este bendito título de Comisario, escribía al P. Perelli el 15 de Octubre, corre por España, Italia y Rusia; va y vuelve; y aun no se sabe en qué ha de quedar... Yo desde la primera orden dada ya no lo empleo sino cuando no se puede menos. Alguno de los nuestros, creo que por noticias recibidas de Roma, me da el de Provincial, y lo recibo sin chistar, como lo haría aunque me diese el de pillo. Por dicha suya, el P. General no temió jamás en esta parte cosa alguna, ni dudó de su sólida virtud y de la rectitud de su ánimo, hasta esperar de él que haría lo posible para

(1) Carta citada, original en Cast. I.

(2) Copia en el registro correspondiente.

(3) Al P. Perelli, 30 de Marzo y 30 de Abril de 1819.

desvanecer, como se lo encargaba, la oposición que al cambio se temia de fuera (1).

Ignoramos el fin de este negocio, y si la negociación tuvo término o la cortó la muerte del P. Zúñiga y los sucesos de 1820. Sólo sabemos que el Comisario murió con este título y el titulo con él; porque no se volvió a usar desde entonces.

(1) Al P. Perelli, 12 de Agosto de 1818 y al P. Fortis 1 y 5 de Enero de 1819.

CAPITULO IV

VIDA INTERNA, VIDA EXTERNA Y ESTADO ECONÓMICO DE LA COMPAÑÍA EN ESTE PERÍODO

1. Formación religiosa de los nuevos jesuítas.-2. Formación literaria. 3. La observancia en general.-4. Ministerios espirituales.-5. El culto del Sagrado Corazón de Jesús.-6. La educación de la juventud.-7. Apuros económicos en los colegios.-8. En el Imperial.-9. Cortedad del fondo general de temporalidades.

1. La composición del cuerpo religioso de la Compañía en estos primeros años de su restablecimiento no podía ser más singular: un centenar de ancianos, religiosos en su juventud, seglares, aunque involuntarios, hacía más de cuarenta años, que volvían a la antigua vida religiosa; y dos centenares de jóvenes que ahora la empezaban. Poco a propósito eran estas condiciones de las personas para entablar en todo su vigor desde un principio la observancia regular y la perfecta disciplina; y todavía otras circunstancias exteriores vinieron a acrecentar la dificultad de una obra ya de suyo y aun en las mejores condiciones dificultosa. Así, no tanto se ha de extrañar lo que por diversas causas se pueda notar de defectuoso en los ejercicios de la vida. religiosa interior o doméstica y exterior de ministerios con los prójimos, como admirar lo que en uno y otro hicieron aquellos heroicos ancianos y los jóvenes que se aprovecharon de sus ejemplos y enseñanzas.

La obra capital de la restauración de la Compañía había de ser, como queda indicado en otra parte, la formación de nuevos jesuitas en el espíritu y modo de ser de los antiguos. Para realizarla debidamente inculcaba el P. General al P. Zúñiga el ir despacio, no tomar al principio muchos colegios, porque no habia gente para ellos; y expresaba su temor de que, abarcando

que, abarcando demasiado, sufriera algún daño esa formación de los jóvenes en virtud y en letras (1).

Esta requería, entre otras cosas, parsimonia y selección en el admitir sujetos, madurez y lentitud en su educación religiosa y literaria, y severidad, aunque ejercida con blandas maneras, en amoldarlos a la disciplina regular. Para poderles dar esa buena formación era necesario no aplicarlos a otra cosa hasta que la tuvieran; y consiguientemente no tomar entretanto otras casas ni abrazar otros ministerios que los que pudieran sostener los Padres antiguos.

No parece que se tuvo bastante fuerte la mano en ninguno de estos puntos, sino que se abarcó demasiado y hubo alguna anchura en recibir novicios, en sacarlos prematuramente del noviciado y en educarlos mientras en él permanecían. De esto último no tenemos datos concretos, pero sí quejas de varios sujetos autorizados, suficiente, aunque indirectamente confirmadas por lo que que iremos diciendo (2). Pero de la excesiva facilidad en admitir a los pretendientes sin duda es prueba irrecusable el

(1) Coeterum scit R.a V.a optime quomodo sit faciendum. Festinate lente; bene tyrones instituite in spiritu, postea in litteris; paulatim est formanda Societas, quae vobis succedat, aemula patrum antiquorum. Initio non adeunda possessio multorum nimis collegiorum, quia non inveniemus socios, (22 de Enero de 1817.)-Gavisus sum vehementer 60 esse tyrones Matriti, Hispali vero 40. Rogo per Jesum Christum ut hae plantulae, quae excrescere debent in proceras arbores, bene irrigentur pietatis, post doctrinae rore et imbre; hae enim sunt spes futurae Societatis ac semina futurorum missionariorum ac martyrum. (25 de Octubre de 1817.) – Accepi tum nostrorum qui sunt Romae, tum Reverentiae Vestrae litteras, et ex utrisque intelligo quam pauci sitis et quantum curetis plures habere socios ad satisfaciendum officiis, quae una cum antiquis vel novis domorum et Collegiorum aedibus suscepistis. Hinc timeo ne plus susceperitis quam possitis praestare. Timeo ne tyrones nostri non bene formentur in spiritu et in litteris, et ne ita imperfecti, ita immaturi in omnibus prodeant aliqui ad operandum in vinea Domini et ad docendum in scholis; quod quidem nec gloriam Dei majorem juvaret, nec antiquam Societatis existimationem. Incedamus lente, mi reverende Pater: destructa fuerunt omnia; instauremus res, sed incipiamus a Nostris, adlaborando ut primorum spiritus patrum, deinde litterae in omnibus nostris reflorescant. (28 de Julio de 1818 )

(2) A questo ha contribuito ancora la troppa indulgenza e pocca attentione all' osservanza. (El P. Cordón al P. Vicario, 29 de Junio de 1820). —Non fu essaggerato cio che si scrisse intorno al numero senza scelta, all' inosservanza, ed alle ristretezze economiche. (El P. Silva al P. Fortis, 30 de Junio del mismo.) -Cosa importa che vi siano cento e trenta novizii, se poi escono cinquanta;

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mismo número total de los admitidos al noviciado, que llegó al pie de quinientos en cuatro años, y el de los recibidos sin la edad reglamentaria de quince, que fueron más de ochenta, y de éstos más de la mitad de doce y trece años cumplidos solamente. Otros en cambio tenían más edad de la conveniente, dado que venian sin estudios ningunos o sólo con pocos y malos de Gramática, y a sus años era difícil emprenderlos con provecho (1). Por eso apenas muerto el P. Zúñiga, su sucesor, el P. Cordón, convencido por sí y advertido de Roma por quejas allá idas, de que entre los doscientos y tantos novicios, que por entonces se contaban, había mucha turba inútil; comenzó a separar el grano de la paja, sirviéndole de pretexto para colorear y suavizar tanta despedida, el temor no fingido de que las Cortes le obligaran pronto a enviarlos a todos a sus casas, como sucedió (2). «Yo voy despidiendo aquí, escribía al Rector y Maestro de novicios de Sevilla, yo voy despidiendo aquí todos aquellos cuya distribución favorita era el refectorio y la recreación. Verdaderamente ha habido una gran facilidad en recibir, y algunos de ellos me han confesado que habían venido sin vocación, por un antojo o sin saber por qué. Si V. R. tiene algunos de esos, no hará mal en deshacerse de ellos» (3). Igual manera de obrar aconsejó a los demás, comunicándoles la carta recibida de Roma; pero la dispersión sobre venida de allí a poco dejó sin duda muy atrás los proyectos del nuevo Superior de la Provincia; pues durante ella quedaron definitivamente fuera de la Compañia harto más de la mitad de los que estaban en probación.

Más de lamentar es que, no sólo al noviciado, sino a los votos, se admitiera sin justo y saludable rigor. De los quinientos, poco menos, que sabemos haber vestido la sotana en aquel perio- · do, pasaron adelante haciendo los votos del bienio unos ciento ochenta; pero casi la cuarta parte faltaron a su vocación pidiendo ellos o dándoles los Superiores merecidamente las dimisorias

entrano senza saper Grammatica, e poi studiano pocco, non si attende alla virtu, e non s' acquista ne l'uno ne l'altro? (El P. Battier al P. Fortis, Madrid 4 de Marzo de 1819. Originales en Cast. I.)

(1) El P. Battier en la carta citada.

(2) El P. Arévalo al P. Vicario, 22 de Junio de 1820. Original en Cast. I. -El P. Cordón al P. Diego de la Fuente, 11 de Agosto del mismo año. Origi. nal en la Col. Sev.

(3) Carta citada de 11 de Agosto.

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