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los años inmediatos, y algunos otros más adelante. Influyó en esta pérdida, sin duda alguna, la dispersión de aquellos tres años; y en hecho de verdad a esa aciaga época corresponden las tres cuartas partes de esos infieles a su vocación; pero es imposible desconocer que provino también en parte de haber dado los votos a jóvenes mal probados (1).

Lo mismo que en el recibir parece que hubo también facilidad demasiada en sacar a los jóvenes del noviciado para los estudios y aun para la enseñanza, y a los coadjutores para las ocupaciones propias de su grado. Varios de éstos y aun algún escolar fueron recibidos en los colegios que se iban abriendo, y allí se quedaron por la falta que hacían, sin poner los pies en el noviciado. A otros, a los pocos meses de éstar en él, se los destinaba a los mismos colegios para las faenas de casa o con el cargo de maestros de primeras letras, para el que se los preparaba con clase especial privada en el Colegio Imperial (2). Los escolares parece que ya el primer año comenzaban a estudiar (3), y el segundo eran trasladados de la casa de probación al Colegio Imperial para seguir en él los cursos de letras humanas, lenguas orientales, Matemáticas y Filosofia, si bien en 1819 no había más que veintisiete y algunos menos el año siguiente. De estos últimos solamente tres perseveraron en la Compañía. Aun enseñando aparecen varios en cada uno de los catálogos de aquellos años. Novicios eran los tres maestros de Gramática del Imperial en 1820, y los tres naufragaron en la borrasca de la dispersión.

Reconocido el yerro, no debemos justificarlo, pero sí juzgarlo con toda la benignidad que cabe en la justicia. Era dificilisimo a los superiores no dar en estos extremos y resistir invenciblemente al influjo de las circunstancias en que la Compañía se encontraba. Los pueblos clamaban por jesuítas y por la enseñanza de los jesuítas; y el deseo de poderlos satisfacer cuanto antes hacía recibir como buenos, siquiera en infimo grado, a quienes ni en ese lo eran, y dar por suficientemente formados en el espi

(1) Il peggio si e che parecchi di loro hanno fatto i voti del biennio. (El P. Cordón al P. Vicario, 29 de Junio.)

(2) Cartas anuas. - Apuntes, al fin.

(3) En el primero mes de la entrada tienen tres semanas de Ejercicios, y después empiezan a estudiar.» Diario del P. Arévalo; noticia recibida de Madrid en carta del P. Lázaro Ramos de 1 de Junio de 1818.

ritu y en las letras a los que no lo estaban. Por otra parte, en el abarcar demasiado, en el abrir más casas de las que se podían bien tener y se abrirían en tiempos normales, no sabemos con cuánta libertad procedían los superiores. No se la quitaba del todo, ciertamente, la Junta; pero sin duda se la mermaba, aunque no fuera más que por lo que se les había de resistir dar una y otra vez la negativa a sus deseos y propuestas. De todo resultó que práctica e inconscientemente se prefirió en el restablecimiento la prontitud y el número a la solidez; por más que especulativamente se reconociera que había de ser lo contrario, y se creyera que realmente se hacia. Quizá en todas partes, en iguales circunstancias, sucede lo mismo. A la provincia de Italia, escribía el P. General en 1824, que eso la había asesinado los primeros años, y que tuvo él que hacer alli siendo Provincial lo que aquí el P. Cordón: despedir a muchísimos (1). Por eso nos desagrada un poco ver en las quejas e informes de algunos, conde nada sin atenuación la conducta del P. Zúñiga en este punto, y nos complace la manera con que el P. Arévalo, reconociendo el daño, lo lamenta y en parte lo excusa (2).

También se debe advertir que no en todos los noviciados fué el mal tan grande. Los de Loyola y Manresa, por testimonios de los Padres y datos de los catálogos, se conoce que florecieron menos en el número, pero más en la constancia de los jóvenes en su vocación. En Madrid perjudicó seguramente la presencia de la Junta de restablecimiento, y aun la del Rey, a quienes era fácil temer que pareciese mal ver poco poblado el noviciado; y tal vez también la presencia del P. Zúñiga, de suyo condescendiente y blando en demasia (3).

Además, en contraposición a tantas defecciones como hemos notado, acaecidas en la dispersión, merecen y deben consignarse los ejemplos heroicos de amor a la vocación que dieron otros, novicios y estudiantes y coadjutores. Tres catalanes emprendieron el camino de Italia pidiendo limosna para reunirse allí a la Compañía, y hubieran hecho asi todo el viaje, si en Toulouse no los hubieran provisto de un regular socorro (4). Otros tres vas

(1) Al P. Cordón, 18 de Febrero. Autógrafa en nuestro poder.

(2) Al P. Vicario, 22 de Junio de 1820. Original en Cast. I.

El P. Arévalo, carta citada.-El P. Cordón al P. Vicario, 28 de Junio.
El P. Cordón, 19 de Octubre de 1822. Original en Cast. I.

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congados con el mismo intento se fueron a Nápoles, resueltos, si allí no fuesen recibidos, a dirigirse a Francia. Varios pasaron los Pirineos y se acogieron al seminario de nuestros Padres de Aix en la Provenza, donde esperando ser admitidos en la Compañía, estuvieron algunos meses sirviendo como criados, y no logrando su intento, pasaron a Roma. Sin salir de España, y superando los gravisimos peligros e inmensas dificultades que ofrece a todos, y más a los jóvenes, la vida fuera de su centro religioso, perseveraron otros constantes en su vocación y continuaron sus estudios, y hubo quienes de Valencia, voluntariamente, pasaron a Tortosa a asistir a los heridos de peste en aquella ciudad el año 1821, de que murieron cerca de dos mil personas (1).

2. De estudios nuestros en aquella primera y tan corta época apenas hay que hablar. Como según el estado que entonces tenía la enseñanza en España, la principal que se había de dar en los colegios y que expresamente pedían los pueblos era la de Gramática y Humanidades, en estas materias era necesario tener instruídos desde luego a los jóvenes, para que pudieran cuanto antes enseñarlas. Y unos por haber estudiado poco o nada a causa de su corta edad, otros por haberlo estudiado mal, según lo deshecha que toda instrucción andaba entonces, casi todos estaban sumamente necesitados de formación en esta parte. Apuntado queda que novicios en bastante número vivían en el Colegio Imperial, y seguían en él, unos los cursos de Filosofia, de Matemáticas y de lenguas orientales, que se explicaban a los de fuera, y otros los de letras humanas en clase particular, bajo la dirección del P. Cordón; y con esto por sí mismo se entiende que aun hechos los votos continuaban sus tareas escolares alli mismo y en la misma forma. En el noviciado hubo también, a lo menos los primeros años, clases de Humanidades; pero aparecen suprimidas en el catálogo de 1820, aunque quizá no lo estuvie ran en la realidad. Con el fin también de preparar operarios jó. venes, que ejercitasen los ministerios espirituales con los prójimos, teniendo siquiera la disposición indispensable, los superiores aplicaron igualmente al estudio de la Moral a algunos escolares, cuya edad y conocimientos previos lo permitian. La Junta, de concierto, sin duda, con el P. Zúñiga, trataba en Octubre

(1) Memorias del H. Gregorio Sánchez.-Anales o historia de Tortosa, por D. Jaime Fernández y Domingo.

de 1819 de establecer «Colegios de Estudios», y miraba este asunto como urgente y próximo a su realización (1). No tenemos más datos acerca de este proyecto, que probablemente se refería a las facultades mayores de Filosofía y Teología. Lo que sabemos es que no se llegó a poner por obra, desvanecido, como todo lo demás, por el huracán revolucionaric.

3. Fuera de lo dicho tocante a la formación religiosa de los nuevos jesuítas, en lo demás la observancia regular no parece que tuviera quiebras de consideración; bien que en los colegios, donde no hubo más de tres, cuatro o seis sujetos, no pudiera guardarse con grande exactitud la disciplina externa en cosas de menor momento, y aun en todos estuviera todavía sin acabar de entablarse. Pero reinaba la caridad y unión de los ánimos, al decir del P. Silva, aunque tan descontento del gobierno del Padre Zúñiga (2) y.la más estrecha obediencia, a pesar de notar en los superiores algunos de los súbditos los defectos indicados arriba en la admisión y formación de sujetos (3); había en las más de las casas, como luego diremos, no poco ejercicio de pobreza y se llevaba con ánimo alegre; y generalmente escribía el Padre Zúñiga, después de visitar varios colegios, que en todas partes encontraba observancia, actividad en los ministerios y abstracción de los negocios del mundo (4).

Una cosa puede llamar un poco la atención en algunos de los Padres antiguos vueltos otra vez a la Compañía, y que por los casos de que tenemos noticia conjeturamos que era usual, aunque no estuviera generalizada entre ellos. Los PP. Arévalo, Silva, Campi, Calvo, y de alguno otro hay bastantes indicios, se reservaron con licencia de los superiores la libre disposición de los libros, alhajas, dinero y cuanto tenían suyo al volver a la Com. pañía, y eso no para deshacerse de todo y distribuirlo siquiera al hacer o renovar la profesión o votos de coadjutores espirituales formados, sino para conservarlo en su poder indefinidamente y aplicarlo a los fines honestos que quisieran y cuando quisie

(1) Sesión del 12 de Octubre. Academia de la Historia 11-12-1-86 (253); decreto original de la Junta.

(2) El P. Silva al P. Fortis, 30 de Junio de 1820. Original en Cast. I. (3) El P. Fortis al P. General 25 de Febrero de 1819. Original en nuestro poder.

(4) Al P. Vicario, 15 de Octubre de 1819. Original en Cast. I.

ran (1). Y así habla el P. Cordón como de cosa muy natural, del peculio de los PP. Campi y Calvo, que acabamos de mencionar, algún tiempo después de haber ellos fallecido; y el P. Zúñiga, en carta al superior de Murcia escribía: «Dinero, ninguno debe tener consigo, sino en aquella pequeña cantidad que el superior le permita; lo demás debe tenerlo en depósito el superior (2). Vése por estas últimas palabras que todos podían tener dinero, aunque en manos del superior y no usando de él sin su licencia, lo cual ya sería contra el voto. Hacían esto aquellos Padres, según creemos, por haberlo visto hacer así en los últimos años que ellos alcanzaron de la antigua Compañía. El uso de peculios en aquel tiem po consta por diversos documentos. Baste citar el siguiente párrafo del P. Luengo. Entre varias cosas acaecidas en la expulsión generalmente a todos los colegios de Castilla, nota ésta: «La tercera, que en punto de peculios, o dinero de los particulares, hemos salido mucho mejor los de Galicia que los de otras partes; pues por orden expreso de la corte se ha dado a todos lo que era de su peculio, aunque lo tuviesen depositado en la procuración; y los de los otros colegios, generalmente hablando, o por la mayor parte, los han perdido, aun los que estaban en el depósito regular del P. Ministro» (3).

Terminemos este punto con una reflexión que el P. General hacía al P. Zúñiga, cuando comenzaba a gobernar la Provincia de Sicilia en 1809, y parece que quería llevar las cosas a punta de lanza. «Por ambos extremos se puede pecar, le decía, como no ignora V. R.: por exceso de rigor y por exceso de blandura. En los principios mismos de la Compañia son ejemplos de esta verdad el P. Simón Rodriguez y el P. Mirón. La virtud está en el medio. Después de un trastorno tan grande, después de tantos años pasados en vida seglar, hay que ir poco a poco, empezando por las cosas sustanciales y pasando luego a las más perfectas, unas después de otras» (4).

4. En lo que no se advierte remisión ni casi la debida mesu

(1) El P. Silva al P. Fortis, 5 de Febrero de 1828.—Sobre los PP. Campi y Calvo el P. Cordón al P. Monzón, Asistente, 25 de Enero de 1823. Originales en Cast. I.

(2) Minuta, sin fecha, en nuestro poder.

(3) Diario, t. I, p. 118; 18 de Mayo de 1767.

(4) San Petersburgo, 24 de Noviembre de 1809. Registro, donde se advierque estas palabras fueron de mano del P. General.

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