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gún parece, el proyecto general de otras en América, sujetas a ella; a la que allí estaba ya formada se le pasó la Real cédula mandándolas erigir, sólo para su gobierno, juntamente con las instrucciones que la acompañaban. Dávila atribuye a esta cédula el más fatal influjo en el restablecimiento de aquella provincia, por lo complicado de la administración que establece para las temporalidades y por la sujeción de aquella Junta a la de Madrid. Nos parece que no hay tal cosa, ni la prueban los párrafos que aduce de cartas del P. Cantón (1). El no haberse devuelto y entregado a éste los bienes aun subsistentes de los antiguos colegios, ni siquiera los del restablecido de San Pedro y San Pablo, procedió de las causas antes indicadas; y de ellas también, por tanto, el no poderse recibir más novicios, si fué por falta de re

cursos.

7. El aumento de la provincia con nuevas fundaciones no era fácil, dada la escasez de sujetos. Hiciéronse dos, sin embargo, en Durango y en Puebla, de la manera que ahora veremos.

A Durango pidió autorización al Rey para llevar jesuitas el Obispo electo, Sr. Castañiza, el 31 de Julio de 1815, aun antes de tener noticia del decreto de restablecimiento en España; y poco después que él, conocido ya el decreto, acudió también a la Corte el Arcediano de aquella catedral, D. José Esquivel, representando su deseo de fundar un colegio de la Compañía, comprobando la gran necesidad que había de él con testimonios, que remitía, de Ayuntamiento, Cabildo, Intendente y Comandante General, y suplicando fuese preferida aquella provincia a todas las demás, por muchas razones que presentaba (2). Para esa fundación ofrecía por sí 85.000 pesos, y en nombre de otro ecle. siástico, D. Vicente Antonio Fierro, otros 50.000. No sabemos que aquí se diera paso de consideración para promoverla; ni en Méjico tampoco lo vemos dado hasta Abril de 1818. Mediado aquel mes, el Obispo presentó al Virrey, con copia de todos los documentos antes dirigidos a Madrid, y apoyada por el Ayuntamiento, el Gobernador y el Comandante General, una larga exposición de las gravisimas necesidades de su diócesis, por falta de operarios para la enseñanza y para los ministerios sagrados,

(1) II, c. VII, p. 215; apéndice n. IV, p. 365.

(2) A. H. N.; Jesuitas, 116. Durango.-Real Junta de restablecimiento de Jesuítas.-1816. Original de 5 de Noviembre de 1815.

especialmente para su seminario, que entregado a los jesuítas, no sólo volvería a florecer, como floreció en sus manos antes del destierro, sino que por lo mismo proveeria a aquellos pueblos de celosos y bien instruidos sacerdotes (1). Como el fiscal de lo civil, a quien pidió informe el Virrey, fué de dictamen que conforme a las últimas órdenes de la Junta de Madrid era necesario formar un expediente sobre la aplicación de edificios, bienes y rentas después de la expulsión, su estado actual, cargas y obligaciones que sobre ellos pesaban, y vista la posibilidad y conveniencia de restablecer aquel colegio, dar cuenta de todo a la Junta para que ella determinara; el P. Cantón, que veía lo interminable de sernejante procedimiento, y estaba resuelto a enviar dos Padres a Durango, aun sin fundación ninguna, a acompañar al Señor Obispo, que se los pedia instantemente (2); presentó memorial al Virrey diciendo que, pues aquel expediente requería largo tiempo, y entretanto podría pasarse el plazo señalado para la aceptación de los 153.000 pesos ofrecidos por los dos eclesiásti cos, Fierro y Esquivel; le autorizase para aceptarlos y fundar con ellos colegio en Durango, dejando para cuando pudiera resolverse, el punto de devolución del antiguo, su iglesia y bienes (3). A esta petición no se opuso el fiscal, y así, otorgada, aunque con ciertas reservas, el 17 de Noviembre de 1818, luego a fines de Enero de 1819, salieron de Méjico para Durango los Padres Francisco Mendizabal, Superior, e Ignacio Lyón, con el Hermano Coadjutor, José Hernández, destinados a dar principio a aquella fundación.

Las demostraciones de amor y veneración, que recibieron en su largo viaje al pasar por los pueblos, ponían de manifiesto cuán viva y grata memoria quedaba en ellos de nuestra antigua Compañía, aun después de medio siglo de expulsión de ella y de re

C.

VI, n. 9, pp. 149-152.

(1) A. H. N. lugar citado. -Decorme, l. I, (2) Carta a los PP. Arrieta y Serrato, de 2 de Septiembre de 1818, en Prov. Mexicana.

(3) El P. Cantón escribía al P. Arrieta, que el fiscal se habia opuesto a que la Compañía tomara a su cargo el seminario conciliar, por ser cosa propia del Obispo y Cabildo, y que a eso renunció él de buena gana, por no creerlo conveniente (Carta de 2 de Diciembre de 1818). En la copia auténtica que hemos visto, de su informe, el fiscal no dice nada del seminario (A. H. N.; Jesuítas, 116. Testimonio del expediente relativo a la licencia concedida... para aceptar ciento treinta y cinco mil pesos...).

presión de aquellos sentimientos por parte de las autoridades civiles y aun eclesiásticas. Hubo personas que llegaron al extremo de besar las huellas de sus pies (1). La entrada y recibimiento en Durango no pudo ser más solemne y afectuosa. Hiciéronla el Domingo de Ramos, 4 de Abril, por la tarde, saliendo del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, a corta distancia de la ciudad, en el coche del Comandante interino, Excmo. Sr. D. Antonio Cadena (2), y con escolta de dragones, y dirigiéndose a la parroquia de Santa Ana. Alli vino luego a recibirlos el Ayuntamiento, que los llevó consigo a pie a la catedral, donde a un tiempo, a su llegada, se echaron las campanas a vuelo, rompió en armoniosa música una banda militar, y estalló en salvas la artillería de la plaza. El concurso del pueblo era de los nunca vistos. A la puerta los recibió el Cabildo; en el presbiterio, bajo dosel y de capa, el Señor Obispo, que luego hizo un discurso propio del caso y entonó un solemne Te Deum. De la catedral, bien acompañados en los coches del Prelado y del Comandante, fueron conducidos, primero a casa de éste, que de toda gala y con su más lucido acompañamiento, los recibió en su salón con un estrecho abrazo y las más vivas expresiones de satisfacción y de amor a la Compañía. De aqui al palacio episcopal, luego a casa del Intendente o Gobernador con igual o parecido agasajo, y por fin a la que para ellos estaba preparada, que era un colegio cle. rical, bien que sólo vivía en él el Rector, iluminado y engalanado con colgaduras y composiciones poéticas en grandes carteles. Al poco tiempo se presentaron allí el Obispo, el Comandante y el Intendente, que presidieron el suntuoso banquete preparado de antemano. El Comandante regaló allí mismo a los Padres la banda de su uniforme de seminarista en el de Nobles de Madrid antes de la expulsión. Otras muestras de grande y sincero afecto a la Compañía recibieron de este excelente jefe militar (3). De todo lo hecho hasta aquí se dió cuenta a la Junta de España, y todo lo dió por bien hecho.

Instalados provisionalmente los Padres en el colegio clerical de corrección de San Luis Gonzaga, trataron de arreglar formal

(1) Decorme, 1. I, c. VI, n. 12, p. 154.

(2) Cadena leemos en los documentos del A. H. N. El P. Decorme escribe Cordero.

(3) Decorme, 1. I, c. VI, n. 12, copiando la relación hecha por el P. Mendizábal.

y definitivamente la fundación. El Sr. Fierro, por sí y como ejecutor testamentario del Sr. Esquivel, ya difunto, otorgó la escritura de los 135.000 pesos, el 18 de Agosto, no sabemos en qué términos y con qué condiciones, porque no hemos visto ni su texto ni relación de su contenido. El antiguo colegio, ahora seminario conciliar, y la iglesia, destinada a ayuda de parroquia, no pudieron recobrarse; ésta, porque el Obispo y el Cabildo exigian la reintegración de más de 40.000 pesos gastados en ella; aquél, quizá por razón semejante, pues estaba en construcción al tiempo del extrañamiento, quizá por no tener el Señor Obispo a donde trasladar su seminario. Una casa grande, contigua al mismo colegio y su iglesia, propiedad en otro tiempo de la Compañia, fué lo que el prelado les entregó; y en ella, considerándola capaz para doce sujetos, las clases y una capilla semipública, vinieron a establecerse el 5 de Junio de 1820; pero enseñanza no llegó a haber en el poco tiempo que la Compañía subsistió. El mismo día de la inauguración de aquella casa llegaron de Méjico otros tres sujetos, novicios todavía; el P. Luis Traslosheros; el escolar, Cipriano Montufar, que luego se ordenó de sacerdote; y el coadjutor, José María López. La ocupación de los Padres fueron los ministerios espirituales de confesar, predicar, visitar enfermos, cárceles y hospitales, enseñanza del catecismo y dirección de congregaciones piadosas, a lo menos de la Pia Unión del Sagrado Corazón de Jesús. En eso tuvieron bien que traba jar; y tanto, que cuando estaban todavía solos los Padres Mendizábal y Lyón, el P. Cantón, enterado, tuvo que poner tasa en las fatigas.

El año siguiente a la de Durango hízose la fundación, o mejor, restablecimiento de Puebla de los Angeles. Aunque la memoria de Palafox no había dejado de tener fervientes devotos en aquella ciudad, cuyo nombre quizá por ninguna otra cosa resonó más en el mundo que por las reñidas controversias de aquel prelado con todas las religiones, especialmente con los jesuítas; y aunque para aumentar el número y fervor de tales devotos, y con eso el de enemigos de la Compañía, había hecho cuanto había podido el Ilmo. Sr. D. Francisco Fabián y Fuero, Obispo de Puebla al tiempo del extrañamiento; sin embargo, quedaron siempre en aquella población muchos amigos de los desterrados; y el gran vacío que en la enseñanza y en los ministerios dejaron, y en vano con falso celo trabajó por llenar el Obispo, hubo de

contribuir, si no a convertir obstinados, tal vez si a desengañar a adversarios de buena fe, y ciertamente a avivar el sentimiento de los bien afectos y su deseo de ver alli repuesta la Compañía.

El 8 de Noviembre de 1817 la pidió al Virrey el Ayuntamiento; y aunque el P. Cantón, a quien fué pasada la súplica, respondió que por entonces no era posible enviar sujetos a parte alguna, por no haber más que novicios, y pocos; todavía indicó que, siendo su ánimo atender aquella solicitud cuanto antes pudiera, convendría que la oficina de temporalidades dispusiera el informe de los bienes subsistentes, propios de aquellos colegios. Renovó la instancia el Ayuntamiento casi dos años más tarde, el 27 de Agosto de 1819, y la oficina no había presentado el informe. Como ahora el P. Cantón podía y quería restablecer la Compañia en Puebla; la Junta de protección ya instalada, parece que sin esperar aquel informe ni pedirlo al administrador de aquella ciudad, decretó el 4 de Noviembre y ordenó el 22 a las autoridades civiles y eclesiásticas la devolución a la Compañia de los colegios, casas e iglesias, que en ella había tenido antiguamente, con los bienes a ellas anejos.

Una condición indispensable había puesto el P. Cantón para realizar el restablecimiento en Puebla: el consentimiento expreso del Señor Obispo. Entonces fué cuando expuso lo que más arriba indicamos, en oficio reservado, dirigido al Ayuntamiento. «Estando en Madrid, decía, en el año de 1815, y consagrado. ya Obispo de esta Santa Iglesia, me mandó el Rey Nuestro Señor (q. D. g.) que expusiese con perentoriedad y reserva mi consentimiento sobre admitir o no en esta diócesis el restablecido Instituto de la Sagrada Compañía de Jesús. Por la via reservada, que lo era entonces la Secretaria universal de Indias, y poco después por el Real y Supremo Consejo de las mismas, tuve el honor de exponer a S. M., que no sólo consentía de grato y rato en que los RR. PP. Jesuitas se restableciesen, como estuvieron en sus colegios de esta ciudad y de la de Veracruz, sino que también traería con especial gusto a los que destinasen para este obispado, y estuviesen listos al tiempo de mi embarque. Invariable en mis principios y cada día más convencido de la utilidad que en todo sentido debe resultar a este público respetable, ratifico mi consentimiento, le doy todas las solemnidades necesarias, y clamo cuanto puedo por la más pronta restitución de unos ope

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