Imágenes de páginas
PDF
EPUB

A todos se veía precisado a contestar el P. Cordón que no era posible abrir nuevas casas por falta de sujetos; y luego veremos qué poco se pudo hacer en este punto durante este periodo. La escasez de personal saltaba a la vista. De los Padres antiguos, que volvieron a los colegios en el período antecedente, no quedaban cuarenta; el que menos con setenta y tres años y algunos ajes, y no pocos totalmente inválidos, de suerte que, como decía el P. Silva, poquísimos podrían confesar, menos gobernar, y ninguno enseñar ni predicar (1). De los nuevos sólo una media docena eran sacerdotes, algunos se fueron ordenando después, y pocos más estaban formados, ni en la vida religiosa, ni en las letras para poder enseñarlas, ya por la corta duración y la irregularidad inevitable de la época pasada, ya porque de los capaces de enseñar habían perdido algunos la vocación en los tres años de vida secular. «Toda la Compañía española, escribía el P. Cordón, está compuesta de viejos inválidos, jóvenes principiantes, y dos o tres en buena edad, uno de los cuales nos le ha llevado ahora el Infante Don Carlos (2).

Con tan pocos sujetos había que proveer al gran número de cátedras del Colegio Imperial y a los restablecidos de los del cuadrienio anterior. ¿Cómo tomar otros nuevos? Por lo que luego diremos de aquéllos, se verá mejor la imposibilidad de establecer éstos. De muy mala manera, y con sujetos sin formación alguna, se hubiera podido; pero el escarmiento de lo pasado y alguna mayor libertad de acción que logró ahora, hicieron al Provincial más cauto en eso y más firme, aunque todavía no pudo llegar con las obras adonde con los deseos y propósitos.

5. Razón será exponer sus planes en ese y otros puntos de este nuevo restablecimiento, y la dirección que para realizarlo se le daba desde Roma.

Lo primero, no quiso que hubiera junta de restablecimiento, como los años pasados, y lo consiguió. Aquella junta había tenido a la Compañía «en una dependencia servil, gastaba gran parte de nuestras rentas en sus empleados, y nosotros estábamos hambreando», escribía al P. Asistente (3). Y el P. Silva, que, como secretario del P. Zúñiga, habia palpado más los daños de

(1) Al P. General; Sevilla, 2 de Julio de 1823. Original en Cast. 1.
(2) Al P. General; Madrid, 19 de Mayo de 1824. Original en Cast. I.
(3) Carta de primeros de Junio de 1823. Original en Cast. I.

aquella dependencia, sin haber tratado de ello con el P. Cordón, se proponía por su cuenta procurar lo mismo del Rey a su vuelta por Sevilla, y daba a entender que uno de aquellos daños había sido no poder examinar bien por sí mismos las condiciones del restablecimiento de cada colegio, ni tener plena libertad para admitirlo o rechazarlo, según conviniera (1).

Quitada la junta, que antes había administrado todos los bienes devueltos a la Compañía, fuera de los aplicados a cada colegio, y aun esos con alguna excepción; el Provincial pidió ahora al Rey la entrega de todos y la facultad de manejarlos libremente a su arbitrio; y el Rey la ordenó con decreto de 16 de Diciembre de 1823, que sólo a fuerza de nuevas instancias vino a ejecutarse los últimos días de Febrero de 1824, pasando todo el archivo de temporalidades del Crédito Público, a quien se entregó en 1820, al Procurador general de la provincia (2).

Cuanto a colegios, atendido el corto número de sujetos capaces de sostenerlos, pensó al principio en restablecer dos o tres; pero luego creyó que ni para el Imperial de Madrid, con sus ministerios espirituales y literarios tendría bastantes, y en él trató de reunir toda la gente útil, dejando los otros para enfermerías de los ancianos que en ellos se juntaran, y respondiendo a las ciudades donde hubo escuelas antes de la revolución y ahora pedían maestros, que los buscaran seglares, y de las rentas de las respectivas casas se les daría el salario. Donde hubiera algunos de aquellos Padres ancianos, bajo su dirección estarían esos maestros (3).

En la conveniente formación religiosa de nuestros jóvenes se proponía tener la mano firme, para evitar los escollos descubiertos en el periodo antecedente. El noviciado tuvo algún pensamiento de no ponerlo en Madrid, donde la experiencia había mostrado que no estaba tan bien, sino en Loyola o Villagarcía (4); pero fué pensamiento pasajero, y en Madrid lo puso, tal vez por no dejar de recobrar el edificio, ni poderle dar otro destino, una vez recobrado, o acaso por considerar después a Loyola y Villa

(1) Carta de fines de Junio de 1823, al P. General. Original en el mismo lugar.

(2) Decretos del Rey, VII, 243.-El P. Cordón al P. General, 23 de Febrero de 1824. Ibid.

(3) Cartas de 23 de Junio, 1 y 21 de Julio, 4 de Octubre de 1823. Ibid. (4) Carta de 16 de Junio de 1823.

garcía muy a trasmano para gran parte de España. Cuanto a lo formal de él, la Congregación general de 1820, o por haberse notado en todas partes los mismos males que en España, o simplemente por temerlos y precaverlos; había mandado que no se admitiera en la Compañía sino a jóvenes bien probados, examinados, aptos para ella, y por regla general con la Gramática y Retórica concluídas; que se cumplieran exactamente los dos años de noviciado, y en el segundo no se dejara estudiar a todos sin distinción, sino sólo a los que no hubieran de recibir con eso daño en el espíritu; y enseñar o ser inspectores en los colegios, ni en segundo año a quienes no fueran ya sacerdotes; finalmente, que aun éstos habían de pasar un año entero en la casa de probación y no ocuparse durante él en los ministerios sagrados (1).

Este decreto se le recordaba ahora al Provincial desde Roma, y por su parte prometia cumplirlo. No habría la facilidad en recibir novicios, que había habido antes, sino que se excluiria a todos los ineptos; ninguno estudiaría el primer año, y el segundo repasarían el latín los que pudieran sin menoscabo del espiritu, pero no serían empleados en la enseñanza; y todos se ejercitarían en cuanto prescriben las reglas del maestro de novicios. Lo de que generalmente entren ya retóricos, no es posible en España. «Aquí las escuelas están en suma decadencia; y si hemos de esperar pretendientes, suficientes gramáticos, y que no tengan necesidad de nuestra instrucción en esta parte, podemos cerrar el noviciado» (2).

El General, no sólo aprobaba estos intentos; sino también encargaba muy encarecidamente la firmeza en llevarlos a la práctica. Si piden colegios; que no y que no, y firme en que no. «Así lo hago yo»; que teniendo que poner en ellos gente sin formar, se arruina la provincia (3). Por ahora Madrid y no más, escribia a 3 de Marzo de 1824; pero ya antes y también poco después, por devoción al H. Alonso Rodriguez, cuya beatificación veía ya próxima, encargó se conservara el colegio de Mallorca y que en él se restableciera la enseñanza (4). Sujetos, pocos y buenos, con espíritu de la Compañía y aptitud para sus ministerios: que el

(1) Decreto 12. Institut. Soc. Jesu, t. II,

p. 471.

(2) Cartas de 4 de Octubre de 1823, 4 y 17 de Marzo de 1824.

(3) Carta de 18 de Febrero de 1824, autógrafa en nuestro poder.

(4) Cartas originales del P. Monzón de 12 de Julio de 1823 y del P. Fortis de 27 de Marzo y 19 de Septiembre de 1824, en nuestro poder.

ansia de tener pronto muchos ha hecho gran daño también en Italia los años atrás. El primer año, puro noviciado, aun para los sacerdotes; y ni el segundo enseñe ninguno sin su expresa licencia; estudiar podrán dos horas cada día (1). Toda la educación religiosa de los novicios sea conforme al espíritu y costumbres de la Compañía, y su maestro, no un cualquiera, sino de las prendas que requiere oficio tan delicado. Acuérdense de los PP. Álvarez, La Puente, Rodríguez y, en los últimos tiempos, Idiáquez (2).

6. No pudieron cumplirse al pie de la letra tan buenos propósitos y recomendaciones; pero mucho se hizo, y mucho condujo para poner la provincia en mejor pie que se iba poniendo al sobrevenir la revolución. Digamos ahora solamente del punto de admitir colegios. «No dude V. P., escribía contestando sobre él el P. Cordón al P. General, no dude V. P. de mi constancia y firmeza en decir que no y que no. Lo he dicho ya a muchos Obispos y ciudades, y con el debido respeto aun al mismo Rey» (3). Sin embargo, aquella idea de quedarse por entonces sólo con el Imperial, tuvo que abandonarla.

En Sevilla, los deseos de la ciudad y los no menores del Padre Silva, residente en aquella su patria desde la dispersión, y del P. Diego de la Fuente, último Rector de aquel noviciado, contrariaron los planes del P. Cordón, y así se abrieron aquellas escuelas de Gramática y primeras letras con maestros de casa, y uno de ellos novicio acabado de recibir (4). Las instancias del Provincial, apoyadas por el General, sobre todo en orden a no consentir que al novicio le valiera como tiempo de noviciado un solo día de los pasados en Sevilla, hicieron venir a Madrid a ése y a otros varios escolares que allí habia, dejando sólo a tres como indispensables para las clases, que, una vez abiertas, no se creyó prudente cerrar, y algunos coadjutores aun novicios,

(1) Cartas de 18 de Febrero, 27 de Marzo y 20 de Abril de 1824; originales las dos primeras en la Col. Prov.; copia la última en el Registro. (2) Minuta sin fecha en Cast. 1.

(3) Carta de 17 de Marzo de 1824, en el mismo lugar.

(4) Hablando de algunas dificultades nacidas más adelante, decia el Padre Cordón a 4 de Marzo de 1828: Y ¿qué remedio? Seria necesario preguntárselo a los que sin darme parte y aun contra mi voluntad abrieron ese colegio y tomaron esos estudios, habiendo yo declarado que por ahora no había de haber abierto otro colegio que éste.» (Al Vicerector, P. David Rocher. Original en nuestro poder.)

necesarios también para la enseñanza de primeras letras y para los oficios de casa. «Maestros seglares, decía el Rector, capaces y morigerados, no es fácil hallarlos, como se ha visto por la experiencia» (1). Efectivamente, la experiencia lo había mostrado antes en Sevilla y lo mostró ahora en Valencia.

Tampoco allí era voluntad del P. Cordón que se restableciesen tan pronto ni colegio ni seminario, como no fuera el primero para enfermeria. A instancias de la ciudad, y acaso más de D. Francisco Javier Borrull, que le habló en Madrid, consintió en que el P. Manuel Riera tomara a su cargo el seminario con profesores seglares; pero a los dos años hubo que despedirlos, y el Provincial luchó todavía con grandes dificultades para sustituirlos con jóvenes nuestros (2). Aumentaba la dificultad el haberse abierto también en el colegio o antigua casa profesa a principios de 1825 una clase de Gramática y otra de primeras letras, que muy pronto, por el gran concurso de niños, tuvieron que duplicarse (3).

Por el mismo tiempo se pusieron también en Manresa. Hasta fines de 1824 estuvo solo allí el H. Ramón Tort, que dijimos tomó la posesión del colegio. Pensó luego el P. Cordón en enviar dos Padres ancianos con uno o dos coadjutores «para guardar aquel santuario» (4); debió de hacer instancias la ciudad, para que tomaran las clases; hízolas también el P. Prats, uno de los dos allí destinados; y no sabiendo negarse, envió, sí, los dos ancianos, él y el P. Carchano, pero también con ellos un Padre y un escolar jóvenes, el P. Miguel Pascual y el H. Esteban Estruch, para que se encargaran de dos clases de Gramática, y un coadjutor, el H. José Delgado, para la escuela (5). El P. Prats, que iba de Superior, llegó después de la Inmaculada de 1824, en tal estado, que le hubieron de llevar en hombros al colegio, por no sufrir su delicadeza ir en ruedas por aquellas calles; y con todo, repuesto algún tanto, se encargó de la enseñanza de Humanidades, Retó

(1) Carta original, de 15 de Enero de 1824, al P. Cordón, en nuestro poder. (2) Dos cartas, originales del P. Cordón al P. General, sin fecha (sou de Agosto y Octubre de 1825).

(3) Histor. Colleg. Valent., a 18 Jul. 1816... ad ann. 1832 exclusum. (4) Carta de 13 de Septiembre de 1824.

(5) Papel suelto y cartas del P. Prats al P, Cordón, Barcelona, 12 de Noviembre, y del H. Delgado al mismo, Manresa, 9 de Diciembre de 1824, en nuestro poder.

« AnteriorContinuar »