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rica y Griego (1). Estaba, pues, en planta otro colegio, y solamente Loyola, entre las casas abiertas en este nuevo restablecimiento, no lo era todavía a principios de 1825. El Provincial tuvo que arrepentirse de haber cargado tan pronto con tantos, como expresamente decía al Superior de Manresa. «Cada día veo las fatales consecuencias de no haber estado firme en mi propósito de no abrir por ahora otra casa que ésta, sin hacer caso de las importunas instancias de los nuestros y de los extraños. Pero, en fin, a lo hecho, pecho» (2).

En el Imperial, para lo poco que del curso faltaba cuando tomaron los Padres posesión de él, solamente se continuaron las clases de Gramática y Retórica; en el próximo de 1823 a 24 hubo que añadir las de lenguas y estudios mayores, las más de ellas con profesores seglares (3), y el siguiente ya todas quince cátedras las tenían los de casa, escolares los más y algunos sacerdotes (4).

Otras enseñanzas se habían puesto ya entonces en manos de la Compañía más importantes, más honoríficas, y más costosas también que todas las reseñadas. El Infante D. Carlos, cuyo afecto a la Compañía ya hemos dado a conocer en otra parte, pidió al Provincial un Padre para preceptor de su primogénito, D. Carlos Luis, que cumplió seis años en el de 1824. Bien se ve que era imposible negárselo; y por otra parte, el bien inmenso, que se podía esperar de la buena educación del heredero de la Corona, compensaba el sacrificio; pero sacrificio fué consagrar casi exclusivamente a eso el hombre de más valer con que contaba la provincia: el P. Mariano Puyal (5). Sus cuidados se extendieron después al segundo Infante, D. Juan Carlos, y a la dirección espiritual de los dos en el confesonario; y al dejar en 1828 el cargo de educarlos, por haber sido nombrado Provincial, y en 1832 el de confesarlos, por pasar a ser Rector del colegio de Manresa, entraron en su lugar, para preceptor, el P. Ramón José de Frías,

(1) Carta original del P. Cordón a él, de 16 de Abril de 1825, en nuestro poder.

(2) Carta original, de 22 de Junio de 1825, en nuestro poder.

(3) El P. Cordón al P. General 17, de Junio de 1824, original en Cast. I. (4) Carta original del P. Cordón al P. Prats, de 4 de Mayo de 1825, en nuestro poder.

(5) El P. Cordón al P. General, Abril (sin día) y 5 de Mayo de 1824, originales en Cast. I.

y para confesor el P. Rafael de la Calle. Compañero y ayudante del P. Frias en el desempeño de su cargo fué el escolar, Antonio Gálvez (1); y el P. Mariano Berdugo tuvo que ser también profesor del Infante D. Sebastián, que con su madre, la Princesa de la Beira, prima de Fernando VII, vivía en la Corte de España. En 1825 fué necesario dedicar otros dos Padres a otro ministerio singular, por disposición del Gobierno. Cuando en 1764 fundó Carlos III en el alcázar de Segovia la Real Academia de Caballeros Cadetes de Artillería, bajo la dirección del Conde de Gazola, fué nombrado profesor de Matemáticas y señalado para leer el discurso de apertura en el solemne acto de la inauguración, el P. Antonio Eximeno, y la dirección espiritual de los alumnos se encomendó a otro jesuita, el P. Isidoro Cervantes. Cuando ahora se erigió en el mismo punto el Colegio General Militar, también fueron pedidos para capellanes y profesores dos jesuítas, y destinados por el Provincial los PP. Manuel Gil y Francisco Saurí; y también tuvo el P. Gil la oración inaugural el 1 de Junio (2). Él era el primer capellán y como párroco del colegio, teniendo además la cátedra de religión y la de bellas letras, y el P. Sauri venía a ser su teniente o vicario, con las clases de Historia, Cronología y Geografía. De grande importancia era en verdad arraigar hondamente en los corazones de toda la nueva oficialidad del ejército la religión y la fidelidad, cuya falta en una parte de la antigua era bien conocida. Y en los cadetes, para recibir bien esas ideas y empapar sus ánimos en tales sentimientos, encontraron los Padres generalmente buena disposición; pero era gran estorbo el mal gobierno y el mal ejemplo de profesores y directores, que no pudieron remediar. Y no queriendo que recayera en ellos ni en la Compañía el descrédito consiguiente; apenas pasado año y medio, en Febrero de 1827, se retiraron del colegio (3).

7. La confianza, que en llevarlos a él había mostrado el Rey para con la Compañía, sus visitas al Imperial y otros colegios, con algunos favores más, que iremos viendo, son prueba

(1) El P. Puyal al P. General, Madrid 5 de Febrero de 1829. Original en Cast. II.

(2) El P. Cordón al P. General, 7 de Abril de 1825. El discurso corre impreso.

(3) Cartas del P. Gil al P. General, de 13 de Agosto de 1825 y 25 de Julio de 1826; y del P. Cordón, de 8 de Febrero de 1827.

segura de su benevolencia para con ella; y aunque no en todos los que le rodeaban, veía el Provincial la misma disposición de ánimo (1); todavia, mientras él vivió y gobernó, apenas podrá señalarse en sus ministros un acto de verdadera hostilidad contra nosotros. Un gravísimo mal, sí, amenazó, aunque no sabemos cuánto, ni de parte de quién: el querer otra vez cortar la dependencia que la Compañía de España tenía del General. Lo indicaba el P. Cordón a fines de 1824, y lo repetía el P. Puyal a mediados de 1828, como meramente intentado, añadiendo el primero expresamente que antes arrostrarían un nuevo destierro, y aun la misma muerte, que consentirlo; lo que sí haría, si se le pidiera cosa que no pudiera él, sino sólo el General, conceder, sería rehusarlo con otras razones, para no descubrir esa dependencia (2). Tampoco creemos que fuera general de los gobernantes la alta idea de la Compañía y el favor que significan estas palabras referidas por el P. Cordón: «El gobierno, al restablecernos, nos ha dicho que fia de nosotros el restablecimiento de la fe y costumbres» (3). No conocemos documento oficial en que se lean esas palabras, que probablemente fueron dichas de viva. voz por alguno de los ministros de la Regencia, puesto que cuando el P. Cordón las escribía a Roma, estaba todavía el Rey en el Puerto de Santa Maria. En 1814 y 15 era bastante general esa esperanza en los buenos; diez años después, aunque no faltaban quienes la abrigaban, la mayoría no podia forjarse ilusiones, viendo a qué poco estaba reducida la Compañía española.

Ésta por su parte se mostró sinceramente afecta al Rey; y en los comienzos de esta nueva existencia legal en España, quiso hacer públicos formalmente, aunque bien conocidos eran, sus sentimientos en esta parte, en un suelto que insertó El Restaurador en su número de 1 de Enero de 1824. Helo aquí.

«La Compañía de Jesús, que jamás olvidará los muchos y grandes favores recibidos de su benéfico protector, D. Fernando VII, nuestro Rey y Señor (q. D. g.), mira como singular gracia del cielo, hecha a sí misma, la restitución de S. M. al trono, y restablecimiento en todos sus derechos. Por lo que a impulsos

(1) Carta de 30 de Diciembre de 1824.

(2)

1828.

El P. Cordón, carta últimamente citada; el P. Puyal, 3 de Julio de

(3) Carta al P. Asistente, de 4 de Octubre de 1823, original en Cast. I.

de su gratitud y reconocimiento, unida con el M. R. P. Luis Fortis, su Prepósito General, celebra en todas partes donde se halla este grande y dichoso acaecimiento. El R. P. Cordón, Provincial de la Compañía de Jesús en España, ha ordenado a todos sus súbditos sacerdotes diez misas, y a los no sacerdotes diez coronas en acción de gracias al Altísimo, por la libertad de nuestro augusto Soberano y toda su Real familia, y para alcanzar del Señor la continuación de sus bendiciones, y que en los dominios de España reflorezca, se aumente y perpetuamente se conserve la religión, las buenas costumbres y la paz y armonía entre los ciudadanos, a todo lo cual los jesuítas procurarán contribuir con todas sus fuerzas. Perpetua quedará en los fastos de la Compañía la memoria del día 29 de Mayo de 1819 (1), en que S. M. decretó su regresó después de medio siglo de destierro, maquinado por los enemigos del altar y del trono, y el día 1 de Noviembre de este año, en que nuestro justísimo Soberano la restableció en su ser y derechos con las otras religiones suprimidas y oprimidas por un desgobierno revolucionario» (2).

El P. General escribió también a S. M. una carta afectuosisima, uniendo su voz y aclamación y la de toda la Orden, a la de sus fieles vasallos por la recuperación de su soberanía; reconociéndole una vez más por restaurador de la Compañía en estos reinos; representándole suavemente que en aquellos principios no se podía exigir de ella sino el «formar con la regular educación religiosos virtuosos, obreros evangélicos, en preparación al general cultivo de la escogida viña del Señor»; e implorando, por tanto y esperando de S. M. paciente protección para ella y los auxilios que para eso necesitara (3).

La contestación del Rey fué muy expresiva. «No dudo, decia en ella, que las oraciones de la Compañía de Jesús habrán contribuído a inclinar en mi favor al Dios de los Reyes; y la Compañía debe estar persuadida de mi afecto hacia un Instituto, cuya falta privó a la juventud cristiana de la educación sana y politica que él proporcionaba; al pueblo católico de la doctrina pura

(1) Errata evidente, por 1815.

(2) No conocemos este decreto de 1 de Noviembre, y tal vez quisieron decir de Octubre, por el que generalmente se anulaban todos los actos del gobierno constitucional y aprobaban los de la Junta de Oyarzun y de la Regencia.

(3) Véase en el apéndice n. 10.

con que era alimentado en las misiones continuas a que se dedicaba; y a los infieles de los celosos propagadores de la luz evangélica que producía (1).

Expuestos ya los principios de este segundo restablecimiento de la Compañía en España, pasemos a ver su corto y lento desarrollo y sus trabajos en los ministerios, tanto espirituales como literarios en los colegios.

(1) Véase en el apéndice n. 11.

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