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gio viejo, es decir, en el antiguo hospital de Santa Lucía; y como luego quedara en muy mal estado y aun por inservible lo derri baran los Padres casi todo con ánimo de reedificarlo, no pudieron ahora utilizar aquellas aulas, ni terminar las nuevas, porque faltaron recursos, a pesar de haber contribuído con treinta mil reales el Ayuntamiento y algunos vecinos, y por fin, en 1831, para evitar las molestias y otros inconvenientes de tenerlas fuera y a cierta distancia de casa, se resolvieron a ponerlas en el colegio nuevo, a pesar de que también esto les hubiera de causar molestia por la proximidad de sus habitaciones (1). Por la escasez de recursos que acabamos de decir, ni se pudo reedificar del todo el colegio antiguo (2) ni continuar la fábrica del nuevo, ni hacer otra cosa de importancia en la iglesia que el altar mayor. Tampoco en la Santa Cueva, su casa e iglesia se pudo hacer, que sepamos, mejora digna de mención.

Lo mismo sucedió en Loyola en lo material del edificio. Lo particular aquí ocurrido fué que, a petición hecha por el Ayuntamiento de Azpeitia en 1826, ofreciendo contribuir con cuatro cientos ducados de una fundación suya destinada a la enseñanza sólo de Gramática, se puso esa y la de Filosofía; y aun fueron más tarde recibidos algunos alumnos internos. Pero como pasados dos años, el nuevo alcalde se negara, con frívolos pretex. tos, a cumplir lo prometido por su predecesor, también el P. Puyal se creyó desobligado a sostener sin dotación alguna las cátedras puestas por el suyo, y así en el otoño de 1828 las suprimió (3). No hubo más enseñanza en aquel colegio en lo restante de este período, y toda la ocupación de los pocos Padres que la habitaban, capaces de trabajar, fué el confesonario y alguna predicación.

10. En Sevilla estuvieron todo este periodo divididas las escuelas, como en el anterior, hallándose las de primeras letras contiguas al colegio de San Luis, en el local de su primitiva fun

(1) Cartas del Ayuntamiento al P. Puyal, 15 de Septiembre de 1820, original en el A. H. N., Jesuítas, leg. 277; del P. Puyal al P. General, Manresa 10 de Abril de 1832; del P. Garcias al mismo P. General, Manresa 28 de Enero de 1833, originales en Cast. II.

(2) El P. Puyal en oficio al Ministro de Fomento de 29 de Septiembre de 1833 daba a entender que fué completa la reedificación; pero tan mal hecha que enseguida hubo que deshacerla. (Alcalá, M. H. 4.862).

(3) Historia del Colegio de Loyola, 1816 a 1840. Documentos Históricos,

tomo cuarto.

dación, y las de Gramática en uno de los patios de la Universidad, antigua casa profesa de la Compañía, pero sin comunicación con las de la Universidad misma. Como los cinco maestros de ellas vivían en San Luis, que distaba de allí bastante, tenían el trabajo consiguiente en ir y venir, y por aliviarle en algo, se dispuso que no volvieran a casa al mediodía, sino que comieran en la Universidad, por más que en nada favoreciese esto a la disciplina religiosa. Pensóse con esta ocasión, a fines de 1827 y principios de 1828, en recobrar todo aquel edificio y poner allí el colgio, reservando San Luis para ser más adelante noviciado; pero no sabemos que llegara a darse paso alguno oficial enderezado a conseguirlo, viniendo a desistir por fin del intento, ya por la resistencia que se preveia de la Universidad, ya por la escasez de personal para abrir una nueva casa (1). En lo que se llegó casi hasta el fin fué en volver a ocupar el antiguo colegio de San Hermenegildo tres años más tarde. Quisieran los sevillanos, con el Arzobispo a la cabeza, que la Compañía pusiera en aquella ciudad un internado semejante al de los Reales Estudios de Madrid, y trataron de ello algunos con el P. Puyal, cuando allí estuvo haciendo la visita en Noviembre de 1829, indicándole que se podría conseguir para ese objeto la antigua Casa Profesa. El P. Puyal admitió la propuesta, con tal que, en efecto, ellos le entregasen la casa convenientemente arreglada y con rentas suficientes. Aquí estaba la dificultad. Pero pareció allanada al poco tiempo; porque habiendo fallecido en Febrero de 1830 una persona acaudalada, y dejado toda su hacienda para obras pías, los testamentarios resolvieron aplicarla a la erección del seminario, no en la Profesa, sino en San Hermenegildo, convertido entonces en cuartel Hubieron de dejar ellos su cargo de albaceas, no sabemos porqué; y recayó la disposición de la herencia en el Capitán general, D. Vicente Quesada, amigo nuestro, que tenía dos hijos, Luis y Genaro, en el Seminario de Nobles de Madrid, y se mostraba deseosisimo, como el que más, de aquella fundación; con lo cual tomaba el asunto aspecto aun más favorable, por lo que su autoridad inmediata podía valer para hacer a las tropas desalojar el edificio. Disputóle el Asistente de la ciudad el derecho de disponer de aquella herencia;

(1) Cartas del P. Cordón al P. Rocher de 26 de Noviembre y 6 de Diciembre de 1827, y de 29 de Enero y 4 de Marzo de 1828, originales en la Colec. Sevilla.

pero le fué por fin reconocido. Cuando con esto se disponía a realizar sus planes, ofreciendo grandes ventajas en la fundación del colegio, que había de serlo para internos y externos, le llegó orden de hacer en el cuartel grandes reformas para el mejor acomodo de las tropas. Inmediatamente dió noticia de ella al Padre Casto Fernández, Superior de San Luis, y por su medio al Provincial, para que en Madrid negociara la reversión del edificio a la Compañía, difiriendo él entretanto su ejecución. Esto obligó al P. Puyal a presentar la correspondiente solicitud, aunque por su parte y a causa todavía de la escasez de sujetos quería y encargaba al Superior de Sevilla dar largas en el asunto (1). Fué pasando así todo el año de 30. El 2 de Marzo de 31 escribía el Provincial a Roma que ya se le había comunicado el decreto favorable (al Ministro de la Guerra lo había sido en 6 de Febrero para que mandara salir las tropas del edificio); pero que ahora el Capitán general no mostraba el grande empeño que antes. Si al fin se llegara a establecer aquel colegio, todavía habría de pasar en preparativos todo el resto del año, y así tenía Su Paternidad tiempo para enviarle sus instrucciones (2). El entibiarse el Capitán general pudo provenir de otras causas; pero lo que él dijo, tiempo adelante, al P. Morey, ya Provincial, fué, que el capital de la herencia había sido menester emplearlo en pagar las deudas del difunto. Quedaba todavía la posibilidad de recobrar el edificio de San Hermenegildo; mas, para que las tropas lo dejaran, dice que el mismo Capitán general exigía que se construyese otro cuartel, y esto no era fácil (3). De hecho no se devolvió aquel colegio a la Compañia.

(1) No conocemos el texto de la solicitud del P. Puyal; pero sin duda está resumida en una Real orden de Calomarde al Decano del Consejo de 31 de Octubre de 1830. Es singular que, según ella, el Provincial pedía la devolución de San Hermenegildo, para restablecer alli el Colegio de las Becas, cuyo antiguo edificio estaba exceptuado por ocuparlo la Universidad. El Colegio de las Becas era un seminario o internado cuyos alumnos vivian en él pero iban a las clases a San Hermenegildo. Nada sabemos de sus vicisitudes después de la Expulsión de la Compañía. (Archivo del Ministerio de Gracia y Justicia; Ordenes de Madrid, n. 0.270, fol. 131.)

(2) Cartas del P. Puyal al P. Casto Fernández, Superior de Sevilla, de 18 de Octubre de 1830 y de éste a aquél, de 26 de Abril, 4 de Noviembre y otra sin fecha, pero ciertamente de Octubre del mismo año. Original y minuta en la Colec. Sev.

(3) Carta al P. General de 21 de Mayo de 1831, original en Cast. II.

11. En el de San Luis se volvió a poner noviciado el año de 1833. El deseo de tener alguno más que el de Madrid, para facilitar la entrada en la Compañía a jóvenes de las provincias lejanas, debía ser general desde mucho antes; pero se tropezaba con la mucha escasez de sujetos para dirigirlo y de rentas para sustentarlo. El P. Manuel Gil, escribiendo al P. General como consultor de provincia en Febrero de 1832, se lamentaba del corto número de novicios (pasaban poco de cuarenta los escolares), y daba por causa el no ser la Compañía conocida sino en pocas partes de España y lo largo de los viajes, que unos no podían y otros no querían hacer para venir al único noviciado que había.

Tomando en cuenta esta indicación, escribió el P. Roothaan al Provincial que mirara si se podría abrir algún otro; lo cual sería ir poniendo también los fundamentos de otra provincia, convenientísima en territorio tan extenso como toda España (1). Tratado en Madrid el asunto, todos convinieron en que cuanto antes y en Sevilla; pero había dificultades para proveerle de rentas. Vencidas éstas, se instaló en San Luis el día de Pascua de Resu rrección, 7 de Abril, con cuatro novicios llevados de Madrid por el nuevo Maestro, el P. José Castellet, celebrándose en la iglesia solemne fiesta religiosa, a que asistió el Cardenal Cienfuegos (2). No llenó los deseos y las esperanzas concebidas, aun relativamente a lo poco que duró. Solamente seis novicios entraron en él; y de esos, murieron dos y salieron tres antes de terminarlo. 12. Dos palabras sobre el estado económico de nuestras casas y sobre la manera de atender a su subsistencia.

Como en 1823 la Regencia del Reino restituyó las cosas al estado que tenían en 1820; la Compañía hubo de recobrar, no solamente los edificios de los colegios, que entonces ocupaba, sino también los bienes, que cada uno de ellos poseía. Sin embargo, los vendidos como nacionales por el Gobierno constitucional durante esos años, no sabemos que se recobraran, a pesar del decreto que expresamente anulaba aquella venta. Así, el Colegio de Loyola se quedó sin la mayor parte de las fincas que tenía, entre ellas la huerta misma, situada a sus espaldas (3). En gene

(1) Carta al P. Gil de 10 de Marzo de 1832, original en nuestro poder. (2) Cartas del P. Morey de 19 de Mayo y 25 de Octubre y del P. Castellet de 5 de Agosto de 1832 al P. General, originales en Cast. II.

(3) Historia del Colegio desde su restablecimiento en 1816 hasta su supresión en 1840.

ral aseguraba el P. Cordón que aquellos restos de nuestros antiguos bienes habían sufrido ahora grandes mermas (1); y como ya dijimos en el libro anterior cuán escasa fué la dotación de los colegios restablecidos; por ambas causas, aun los últimos años de este período, los de Loyola, Mallorca, Sevilla y Manresa, con el nuevo de Alcalá, no la tenían sino para muy corto número de sujetos, menor del que necesitaban y mantenían. En Manresa no llegaban las rentas a 20.000 reales, con que no había ni para ocho individuos a 2.500 que se calculaba necesitar cada uno (2). En Palma, con poco más de 30.000 tampoco había para más de once o doce (3). Lo mismo sucedía en Loyola y Sevilla y sin duda en el Noviciado de Madrid. ¿Cómo se atendia al sustento de los demás? Recuérdese que en el período anterior, además de los bienes asignados a cada casa restablecida, quedaba una masa común, cuya administración se reservó la Junta de restablecimiento, dando de ella algunos socorros, ya determinados y anuales, ya eventuales y arbitrarios, a las comunidades que los necesitaban. Recuérdese también cómo la mayor parte de los frutos, que esa masa de bienes producía, quedaba en manos de los empleados en su administración, por los muchos que eran y buenos sueldos que tenían. Està fué una de las causas por las cuales el Padre Cordón en el nuevo restablecimiento de la Compañía no quiso que hubiera junta, y pidió y obtuvo que bienes, rentas y documentos a ellas referentes, se entregaran todos a nuestros superiores y fueran por ellos libremente administrados sin intervención de nadie, como los suyos por los demás religiosos. En efecto, de la administración de todos esos bienes fué encargado, como procurador de Provincia, el P. Sebastián Sancho, y de ahí se sacaba lo necesario para cubrir los gastos de los colegios a que no llegaban sus propias rentas.

Cuando el P. Fortis tuvo noticia de esta administración central de tanta parte de nuestros bienes, la reprobó como ruinosa

(1) Si fece prima e si è fatto adesso un guasto orribile. (Cartas al P. General de 23 de Febrero y 17 de Marzo de 1824, originales en Cast. I.)

(2) A. H. N.; Jesuítas, leg. 277. Cartas del P. Carchano, Superior de Manresa, al P. Sebastián Sancho, de 6 de Marzo de 1826, y del P. Marti, Procurador del mismo Colegio, al P. Rubio, Procurador de Provincia, de 29 de Marzo de 1834. En Manresa, Loyola y Alcalá se calculó el gasto de cada sujeto en 2.500 reales; en Sevilla en 2.800; en Mallorca en 2.130.

(3) Compendium Historicum Collegii Montesion.

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