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y contraria al sistema de la Compañía, y ordenó que se asignaran a cada colegio los fondos que necesitase, y que ellos por sí los administrasen, quedándose la Provincia como tal, sin bienes algunos, conforme al Instituto (1). Hubo en ello no pocas dificultades, como las tenía también la cobranza de aquellas rentas, consistentes por la mayor parte en censos de poco valor, radicadas en gran número de pueblos de toda España, y cargadas con multitud de pensiones, obligaciones de pias memorias y cosas semejantes: en fin, bienes que no se habían vendido, por las condiciones en que se encontraban, poco favorables para los compradores. Oponiase además una razón no desatendible. Si todos esos. bienes se distribuían entre los colegios actuales, cuando más tarde acaso se restableciera algún otro de los antiguos, a que algunos de esos bienes pertenecían, habría que devolvérselos, y aun se le deberían aplicar otros de aquella región, como se había hecho con los ya restablecidos. A esta dificultad se obviaba en parte dándolos ahora, no en propiedad, sino en usufructo y administración. Así se hizo, cuando, a pesar de las dificultades, el P. Puyal, cumpliendo órdenes de Roma, ejecutó aquella repartición. He aquí ese Nuevo plan para la administración de las rentas de la Compañía de Jesús en España.

Colegio de Sevilla. Todas las administraciones pertenenecientes a la provincia de Andalucía.

Mallorca. Las administraciones de Barcelona, Gerona, Ori

huela.

Manresa. Las administraciones de Calatayud, Huesca, Graus, Lérida, Zaragoza, Seo de Urgel, Cervera, Granollers, Censo del Conde de Villel.

Valencia. Las administraciones de Gandia, Segorbe, Onteniente, Albacete, Tarragona.

Noviciado. Todas las administraciones de la provincia de Toledo, censo del Excmo. Sr. Duque de Frías, Conde de Miranda, Villa de Chinchón, fábrica de Recuenco.

Loyola. Las administraciones de Vitoria, Orduña, Santander, Salamanca, Soria, Tudela, Villafranca del Bierzo.

Alcalá. Todas las administraciones de la provincia de Castilla, menos las aplicadas al Colegio de Loyola.

(1) Cartas autógrafas de 3 de Julio de 1824 y 14 del mismo mes de 1827, en la Colec. Prov.

Oficio de Provincia. Los censos contra la casa y estados de la Excma. Sra. Condesa Duquesa de Benavente» (1).

Por indicios de cartas posteriores se entiende que no se pudo sostener lo hecho. Ya antes, aun el P. Seguí, Superior entonces de Alcalá, escribía que ese método era sin duda el más conforme al Instituto; pero que prácticamente tenía, a su parecer, muy muchas dificultades (2). Debió de suceder con todos los colegios generalmente, lo que el P. Puyal había también escrito de algunos antes de esta división. «Es el caso, decía, que si el P. Sancho les administra las rentas, y les proporciona en metálico lo que les corresponde, gritan que los tiene a media ración, que tienen muchos déficit, que ellos se lo administrarían con mayor economia, etcétera, etc. Si se les aplican fondos, como ha sucedido más de una vez, para que ellos se los administren, claman que no pueden cobrar nada, que están pereciendo de hambre, etc., etc.; y aun algunos han pedido que vuelva otra vez el P. Sancho a encargarse de la administración de sus bienes (3).

No sabemos a cuánto subían esas rentas recogidas de toda España. Lo que sabemos es que para las obras, principamente de reparación del Seminario de Nobles de Madrid y para otras atenciones, fué necesario contraer deudas considerables; que en algunos colegios las había todavía contraídas antes del año 20, y tan sagradas, como que los acreedores eran las obras pías fundadas en ellos y en sus iglesias, cuyas rentas, por no tener absolutamente otra cosa, habían aplicado los superiores a remediar necesidades imperiosas, con ánimo y esperanza de cumplir más adelante las cargas correspondientes, cuando pudieran disponer de algún dinero. Así lo iban haciendo en los últimos años; pero tal vez no estaban acabadas de pagar estas deudas al sobrevenir la supresión del año 35.

Téngase presente que la enseñanza en los colegios era gratuita, no pagando pensión alguna sino los alumnos internos por razón de los alimentos y otros gastos propios suyos. Tampoco se recibían estipendios algunos por misas y ministerios de predicar,

(1) Copia auténtica con cartas del P. Puyal de 19 y 29 de Diciembre de 1828, originales en Cast. I.

(2) Carta al P. Ildefonso de la Peña de 7 de Julio de 1828, original en Cast. I.

(3) Carta al mismo P. Peña de 9 de Junio de 1828, original en el mismo lugar.

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si no era alguno que otro que de antiguo tenía fundación, como la misión anual en la iglesia del Colegio Imperial de Madrid. Por otra parte, de las rentas recaudadas por la Procura general habían de salir las pensiones que seguían cobrando los antiguos jesuítas residentes en Italia; que si bien iban muriendo y así dejando cada vez más libres los bienes de los de acá, pero los primeros años todavia montaban aquellas pensiones a la suma anual de 6.000 y 7.000 duros (1).

Manejó esta hacienda, por decirlo así, común, además de la Procura del Colegio Imperial, desde el nuevo restablecimiento de la Compañía hasta casi un año antes de la nueva supresión, el P. Sebastián Sancho, de quien iban quejas a Roma, porque no daba cuentas a nadie de su administración, bien que los más no dejaban de hacerse cargo de lo complicada y difícil que era. Y con todo, al mismo P. General remitió en 1826 el resumen general de rentas y cargas (2), y en 1832 un balance de cuentas, que aunque notado de absoluta igualdad, poco creíble, entre los ingresos y los gastos (3), manifestaba que no las tenía embrolladas y abandonadas.

El P. Morey, en la carta de edificación que escribió al tiempo de su muerte, ocurrida el 18 de Abril de 1834, elogió su talento, actividad y destreza para recabar del Gobierno la entrega de aquellos bienes, y para organizar después la administración de ellos, no menos que su trabajo y paciencia en atender a peticiones, reclamaciones, quejas de tantos interesados, y atribuyó a su buena industria y diligencia el haber ido mejorando el estado económico de la provincia, y mucha parte del apoyo y protección que le prestaron los primeros personajes de la Corte y aun el mismo Consejo Real (4). Ni sólo el P. Morey entonces y antes, sino también generalmente los consultores de provincia, lamentando no poder informar al P. General del estado económico de ella, reconocían, por la idea vaga que tenían de la administra

(1) Unos 7.350 decía el P. Cordón en Septiembre de 1824 al P. General. Original en el mismo lugar.

(2) Con carta del P. Cordón al P. Furtado de 14 de Agosto, original allí mismo.

(3) Carta del P. Lerdo al P. General, Palma 30 de Julio de 1833, original en Cast. II.

(4) Ipsa suprema curia.

ción del P. Sancho, que era dificilísima, que no iba mal y que sólo él era capaz de llevarla.

Parece que por lo tocante a nuestras casas de formación, novicíados y estudiantados, este período puede considerarse y tener su importancia como período de transición del sistema antiguo de bienes y rentas fijas y propias de cada una, manteniendo los sujetos a que alcanzaran, al moderno de una caja central, que les suministra lo que necesitan según el número mayor o menor de sujetos que hay en ellas.

Igualmente creemos ver los comienzos de los internados modernos para colegiales en el Seminario de los Reales Estudios y en los proyectos, aunque no realizados, de otros semejantes en Sevilla y Barcelona.

CAPITULO III

VIDA INTERNA DE LA PROVINCIA EN ESTE PERÍODO Y NOTICIA DE ALGUNOS SUJETOS DIGNOS DE MEMORIA

1. Los Superiores mayores.-2. El Noviciado.-3. Nuestros estudios.-4. Tercera Probación.-5. Estado de la observancia regular.-6. Sujetos dignos de memoria. El P. Faustino Arévalo.-7. El P. Pedro Cordón.-8. Ei Padre Francisco de los Rios.-9. Los escolares P. Vicente Morera, H. Carlos López Alda, Mariano Creus, Miguel Aldasoro y Daniel Morey.

1. Empezaremos dando alguna noticia de los Superiores mayores que en este período tuvo la Compañía universal y la Provincia de España, y de ciertos asuntos generales relativos a una y otra.

Ya la dimos al fin del período anterior de la elección del M. R. P. Fortis para Prepósito General, hecha en los mismos días que la Compañía era suprimida en España. Jesuita ya once años antes de la extinción, había vuelto a serlo de la manera que podía en Parma y luego en Nápoles; y restablecida en todo el mundo la Compañía por Pio VII, había sido algún tiempo Provincial de Italia y Vicario del General residente en Rusia. El P. José Pignatelli, que le tuvo de súbdito en Colorno y en Nápoles, le había pronosticado que sería General de la Compañía (1); y fuélo para gran bien de ella por espacio de ocho años, en los cuales, así como apenas elegido propuso a la Congregación que declarase, y efectivamente lo declaró, tener ahora no menos que en lo antiguo toda su autoridad y vigor las Constituciones, decretos de las Congregaciones generales, reglas y demás partes de nuestro Instituto (2); así procuró diligentemente su más perfecta observancia, como en muchas cosas lo veremos adelante.

Fallecido él a 27 de Enero de 1829, hubo de reunirse la Con

(1) Nonell, t. II, 1. IV, c. IV, p. 319.

(2) Instit. Soc. Jesu, t. II, Decreta Congr. gen. XX, dec. 6, p. 468.

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