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colegio fué muy pronto cuartel, y en 1777, sacada la tropa, se trasladó a él la Universidad, que lo ocupó veinte años, hasta que de nuevo el Gobierno se lo quitó para cuartel (1). No sabemos que en el primer período de nuestra historia, ni en los primeros años de este segundo, trataran nuestros Padres de recobrarlo, aunque podía haber dado ocasión el memorial del Ayuntamiento al Rey en 1824, que arriba mencionamos. En la primera mitad de 1827 se fué de allí la tropa; y el P. Cordón, considerando aquel punto como el más a propósito para sus intentos, reclamó el 1 de Junio su devolución; la obtuvo del Rey el 14; tomó posesión de él el dia de San Pedro; y lo hizo habilitar para poner allí los estudiantes el curso siguiente (2). Estando ya habitable en Octubre, allá se trasladaron, primero algunos jóvenes de Madrid, después una parte de los que había en Valencia, y el 2 de Noviembre quedó en forma constituído el colegio. Aquel año no hubo más cursos que el de Retórica; pero los siguientes, hasta la nueva supresión de la Compañía en España el año de 1835, casi todos hubo además el precedente de Humanidades. El curso de 1828 a 29 estuvo aquí también el primero de Filosofía; pero luego toda ella se tuvo en el Imperial, fuera del último año, que por los trágicos sucesos de 1834, los que habían de haber ido a Madrid se quedaron a estudiarlo en Alcalá. Hubo, pues, alli todos estos años cursos regulares de Humanidades, Retórica y Griego, y por regla general los siguieron normalmente nuestros jóvenes según iban saliendo del Noviciado.

El primer Superior o Vicerrector fué el P. Cayetano Ignacio Segui, otro de los jóvenes que en Italia se detuvieron hasta terminar sus estudios, vuelto a España el año anterior, y Ministro hasta entonces en Valencia con el P. Frías. A los dos pensó traer a Alcalá el P. Cordón con los mismos cargos que allá tenian; pero luego creyó necesario dejar al P. Frías al frente del Seminario de Nobles (3). Dos años gobernó el Colegio de Alcalá el P. Seguí, uno el P. Morey y los cuatro últimos el P. Torroella, entrado el año veinticuatro y ordenado el veintinueve. Al principio todavía adolecieron los estudios de inestabilidad en los

(1) La Fuente, Hist. de las Univers., t. IV, c. XVI, p. 92 y c. LIII, p. 245. (2) Histor. Colleg. Complut., Soc. Jesu. - Carta de 30 de Julio al P. General. -Alcalá, M. F., 2.489. Aquí está original la petición y la concesión. (3) Cartas de 10 de Septiembre y 10 de Diciembre de 1827 al P. General originales en Cast. I.

maestros, que además eran jóvenes, y no habían ellos mismos. estudiado con regularidad y enseñaban por vez primera; al fin ya habían empezado a ser estables y mejor formados. En los estudiantes también iba siendo más general el orden en el seguimiento de sus cursos sin alterarlo ni interrumpirlo. Para el espíritu fué también gran ventaja no ir los jóvenes del Noviciado al Imperial; y aunque en la disciplina religiosa y modo de tratarlos hubo en Alcalá quizá más que en otra parte exceso de rigor y celo indiscreto, de que luego hablaremos; todavía puede asegurarse que aquel Colegio contribuyó no poco a adelantar la observancia regular, como adelantó y era necesario.

Los estudios mayores de Filosofía y Teología corrieron la misma suerte que los de Letras humanas, y sufrieron más aún los daños de la irregularidad a que en seguirlos obligaba la imprescindible necesidad de aplicar a los jóvenes a la enseñanza. Ya hemos visto cómo ni en una ni en otra ciencia se empleaban más de dos años; y aun con menos y sin la Moral necesaria para oir confesiones, recibieron algunos el sacerdocio. Se atendía con esto a urgencias del momento, y se dejaba para cuando hubiera algún desahogo el completar esos estudios; pero ese tiempo para muy pocos llegó, y así hubo algún examen para el grado con los cursos o incompletos o hechos a medias, y más hubo sujetos que no lo dieron, porque al tiempo en que habían de haberse preparado, fué menester ponerlos en otra ocupación, e imposible luego sacarlos de ella. Aun a enseñar la Teología fué destinado uno de aquellos jóvenes que la habían estudiado en dos años, y este era el medio propuesto por el P. Cordón para suplir los otros dos que no habían estudiado y el Instituto requiere para la profesión (1). En cambio antes, en 1825, por algún tiempo tuvieron que enseñar dos ancianos, el Rector y el mismo Provincial, porque no había otros (2).

El P. Puyal logró, por fin, en su provincialato, ordenar también estos estudios. En 1830 no pudo poner más que dos cursos de Filosofía y dos de Teologia; pero el año siguiente ya están completos el trienio y el cuadrienio, y se empiezan a añadir a la Escolástica y Moral el Hebreo, la Sagrada Escritura, la

(1) Carta de 7 de Abril de 1828, original en el mismo lugar.

(2) Carta del P. Roca al P. General de 25 de Enero de 1825, original allí mismo.

Historia Eclesiástica y el Derecho Canónico. Un año después, en 1832, fijaba el P. Morey el Plan y distribución de materias en ambas facultades, con el tiempo destinado a cada una, las repeticiones, actos públicos y Academias correspondientes. Puede verse en el apéndice núm. 12. El texto de Escolástica, cuando se reducía a dos años, era el curso de Antoine; después fué la Suma de Santo Tomás.

Lo que parece haber durado hasta el fin fué el oir nuestros estudiantes algunas de las materias accesorias de la Teología, y tal vez todas las de Filosofía, juntamente con los alumnos seglares que las cursaban, y atender algunos de los teólogos como inspectores o vigilantes al cuidado de los internos.

4. La última y muy principal parte del período y sistema de formación señalada en las Constituciones de la Compañía para los escolares, terminados ya sus estudios, y llamada tercera probación, consistente en un año de vida semejante a la del noviciado, dedicada toda al espíritu; ésa no pudo llegar a entablarse, sino muy imperfectamente, en todo este tiempo. La Congregación Provincial de 1829 lo veía tan imposible en muchos años, que presentó a la General el siguiente postulado: «No habiendo hecho nadie todavía en esta Provincia la tercera probación, y no habiendo esperanza de que en mucho tiempo la pueda hacer por las muchas ocupaciones de los colegios, que no pueden dejar, por falta de otros que las tomen; esta Congregación pide a la General disponga la manera de salvar esta dificultad; porque si no, en muchos años apenas podrá tener la Compañía de España profeso alguno» (1). Acrecentaba la dificultad el decreto octavo de la Congregación General anterior, disponiendo que, aun los entrados con los estudios ya hechos y aprobados, no pudieran recibir el grado si no habiendo tenido al principio un año de verdadero noviciado, o después el de tercera probación (2). En este caso se hallaban los PP. Carasa, Montemayor, Rius y la Calle. La respuesta del P. Roothaan fué que no podía dar una dispensa general de esa obligación, punto en cierto modo sustancial de nuestro Instituto; puesto que si los sujetos no se forman bien conforme a él en el espíritu de su vocación, nunca llegarán a ser como la Compañia los quiere y con toda razón exige. Por tanto,

(1) Acta Congregat. Provinc., postulado tercero, fol. 4. (2) Institut. Societ. Jesu, t. II, p. 470.

que el Provincial ponga todo su empeño en que todos los años hagan la tercera probación, o a lo menos la mayor parte de ella, algunos, más o menos, según lo permitan las circunstancias. Si éste o el otro, ni eso pudieran en manera alguna; acudan a él y verá (1). Hicieron, pues, de algún modo la tercera probación unos treinta sujetos, alguno que otro en el Noviciado, los demás en los colegios, más o menos desembarazados de otras ocupaciones, pero generalmente no del todo, si no fué de las clases, y aun eso con alguna excepción.

5. Por lo dicho hasta aquí del personal que componía la Provincia, viejos y jóvenes, sin un núcleo de hombres de buena edad y bien formados en la vida religiosa; sobre las dificultades que de esa y otras circunstancias nacieron para la buena formación actual; sobre los defectos e irregularidades que hubo en la religiosa de los novicios y en la literaria de los estudiantes; finalmente sobre el remedio que poco a poco se fué poniendo a esos males haciéndolos desaparecer en su mayor parte; se puede conjeturar a qué altura estuvo en general la observancia de la disciplina religiosa. En esto, como en lo demás, se ve claro por toda la correspondencia de superiores y consultores con el General, que hubo los primeros años bastante desconcierto en que no ponian mucho reparo aquellos Padres ancianos que entonces gobernaban. Según sus informes, la observancia era perfecta, y apenas notaban algún defecto insignificante, y aun ese castigado. Con todo, parece claro que la modestia, el silencio, la incomunicación de unas clases con otras, las pláticas de comunidad, la instrucción catequística y religiosa de los hermanos coadjutores, el dar penitencias por las faltas y otras cosas semejantes, eran más o menos descuidadas. Pero transgresiones notables de los votos, de las reglas, de todo lo que constituye el organismo de la vida y de la disciplina religiosa, no las encontramos, o junto a ellas está el castigo hasta de expulsión. En Valencia, algunos jóvenes, con falsos pretextos intentaron conseguir su traslado a otra parte, por huir de la disciplina, quizá algo rígida, del P. Frías, y descubiertos, sufrieron, aunque arrepentidos, una buena penitencia (2). Esta observancia sin quiebras notables en

(1) Acta Congregat. Provinc.; Epistola Secretarii Societatis, qua respondetur ad postulata Provinciae.

(2) Carta del P. Cordón al P. General de 16 de Abril de 1827, originales en Cast. 1.

ella la atestiguan expresamente más adelante aun los que por otra parte representan la Provincia muy decaída en el espíritu. Así, en 1829 el P. Garcías, Vicerector del Noviciado, tocando la necesidad de reforma que veía en el Imperial y esperaba del nuevo Rector, P. Seguí, y pasando a hablar de toda la Provincia, nota que no se ve en muchos, tanto sacerdotes como estudiantes, el proceder totalmente jesuitico que convendría; pero que faltas de consideración no las hay (1). Así, en 1832, el P. Seguí, aunque riguroso hasta el exceso, como luego veremos, después de decir que son poquísimos los que spiritualiter vivant, según la explicación de estas palabras hecha por el P. Lancicio, añade que, esto no obstante, la disciplina doméstica y la guarda de los votos, sustancialmente va bien en todas nuestras casas (2). Así, un año después el P. Lerdo, lamentando la misma falta de aplicación a las cosas espirituales, pero aun en eso confesando que en todas las casas hay alguna que otra excepción; todavia reconoce que en lo exterior y generalmente se observan las reglas y se mantiene la disciplina religiosa (3). Bien que un año antes, ni esa aplicación a la vida espiritual había echado de menos, pues escribió que en el amor de la oración y en el ejercicio de las virtudes habia entre todos una santa emulación, con las excepcio nes inevitables, y que la disciplina doméstica, aunque en algunas partes no andaba tan bien, en ninguna creía estar tan relajada que pudiera decirse que no había observancia; que la guarda de los votos y la vida común estaba en su vigor (4). Solamente el P. Puyal, apenas tomado el gobierno interino de la Provincia, escribía que había habido faltas notables, y no tal cual vez, sino constantemente, sobre todo en punto de modestia y silencio; y pone por ejemplos el andar a prisa y aun corriendo por los trán. sitos; llevar las manos caídas; hablar por casa y entrar unos en los aposentos de otros; criticar las disposiciones de los superiores y no proponerles los negocios hasta tenerlos medio acabados, cuando ya es forzoso dar su consentimiento (5). No creemos que todos los hombres prudentes y celosos de la Compañia tengan todas esas faltas por tan notables como parece el P. Puyal. Lo

(1) Al P. General 23 de Septiembre de 1869, original en Cast. 11.

(2) Id. 9 de Julio de 1832, ibid.

(3) Id. 30 de Julio de 1833, ibid.

(4) Id. 31 de Enero y 4 de Julio de 1832, ibid.

(5) Id. 9 de Junio de 1828, ibid.

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