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estudio, habían perdido varios la salud y algunos la vocación (1).

3. Otro daño iniciado en la Provincia, y de que ya en lo dicho se ven algunas manifestaciones, fué la división introducida entre los principales sujetos de ella. División de pareceres en lo que unos llamaban novedades, nimiedades, imprudencia y dureza del P. Seguí, y otros reforma imprescindible, prácticas legiti mas, celo ardiente y bien dirigido de la observancia. División también de los ánimos, aunque menor, y que en lo exterior no pasó de alguna tirantez en el trato de unos con otros. Estas divergencias no tardaron en nacer, puesto que ya en Enero de 1828, escribiendo al P. General, notaba el P. Gil como faltos del espíritu de la Compañía a ciertos sujetos venidos recientemente de Italia, a los cuales nada parece bien sino lo que ellos dicen y hacen, con ser que la yerran muchas veces, por no conocer el país y faltarles experiencia (2); y en Mayo del mismo año se lamentaba el P. Frías de las contradicciones sufridas, como dijimos más arriba, y comenzadas ya antes de acabar el de 1826 (3).

El P. Cordón parece que apenas vió en los dos jóvenes reformadores sino el celo de la observancia, y estaba de ellos sumamente satisfecho, como antes indicamos. Su sucesor, el P. Puyal, también mostró en los principios aprecio de ellos, dando al Padre Frías, aunque no con plena satisfacción, el puesto que él dejaba de maestro de los Infantes, y llevando consigo de Socio al P. Seguí en la primera salida que hizo para visitar las casas de Valencia y Manresa en 1829; y esto, al decir del mismo P. Seguí, con el fin de poner uniformes todos los colegios (4). Es cierto que las prácticas, instrucciones y avisos, que él puso en Alcalá, el P. Puyal las quiso ir poniendo en todos ellos, con algunas variaciones indispensables, precisamente por las mismas ra

(1) Al P. General, Alcalá 30 de Abril de 1832. Inter scholares mos obrepsit ut, qui extremo loco consedit in aula, quasi scabiosus segregatur genuflexus tamdiu, donec aliquem dejiciat a superiore sede, vincens illum in objectione seu conflictu argutae quaestiunculae; quod genus supplicii tam violentum totius corporis compagini, interdum sine interruptione perdurat in longas duas horas... alter e suggestu criminatur tamquam linguax et garrulus; eo quod ex contubernali erogitavit lectionem a magistro signatam, poena adjuncta dentibus mandendi palum inter coenam vel prandium. Y otros casos cuenta peores. (2) 14 de Enero de 1828, original en Cast. I.

(3) El mismo al P. General 30 de Diciembre de 1826, id. id.
(4) Al P. General, Alcalá 6 de Febrero de 1829, original en Cast. II

zones en que para impugnarlas se fundaron otros: por ser muy menudas y abrazar las cosas más triviales, y por estar en todo o en gran parte tornadas de las costumbres de Italia, y así suponerlas conocidas y aprobadas por el P. General (1). Tal vez no había conocido todavía todo lo que había de reprobable en su conducta, y lo que conocía lo disimulaba en atención al bien que hacía con la reforma de la disciplina. El P. Gil fué quien, o vió más claro o disimuló menos, y por eso el P. Seguí le miró siempre como su más declarado adversario y como el más necesitado de la reforma, que él trataba de hacer en la Provincia.

En Roma el P. Fortis, ya directamente, ya por medio del Padre Peña, había recibido de los PP. Frías y Seguí exagerados informes de lo mal que aquí estaba todo y de lo mucho que ellos iban remediando, con quejas en general de la oposición que experimentaban, y en particular de la conducta y proceder de los PP. Gil y Puyal no sólo en ese punto, sino en otros tocantes a la vida religiosa, si bien del P. Puyal más de una vez mostró el Padre Seguí estar muy satisfecho (2). En cambio éstos apenas habían escrito de los primeros por entonces sino el párrafo del Padre Puyal, inserto poco ha, en que les atribuía la culpa de aque. lla especie de aversión, que aqui empezaba contra los italianos, y los dos renglones del P. Gil, copiados algo más atrás. La división no se hizo aquí tan marcada ni alli se tomó casi en consideración, ella y los fundamentos en que cada parte se apoyaba, hasta algunos meses después de elegido General el P. Roothaan, que lo fué como dijimos, el 9 de Julio de 1829.

4. Entonces entró en escena el P. Morey, que habiendo pasado a Italia sin concluir el noviciado en 1821, y vivido como operario lo más del tiempo en la isla de Cerdeña, volvió a España ese mismo año y fué destinado a Vicerector del colegio de Alcalá, a donde llegó el 31 de Octubre. Entonces también o poco después, empezó a conocer el P. Roothaan la verdadera raíz del mal y a tratar de remediarlo. El P. Morey tuvo orden suya, pero general, que nada en concreto señalaba, de hacer sus observaciones en Madrid y en todas las casas por donde pasara, y de

(1) Carta al P. General, 4 de Diciembre de 1828, id. id.

(2) Consta por las cartas de unos y otros de 1828. A una del P. Frias, en que iban algunos puntos de acusación contra N. (el P. Puyal) llama el General en su contestación l'altro pasticcio di lettera.

escribirle cuanto notara en ellas, bueno y malo, si lo había (1). En cumplimiento de esta orden escribió una larga carta, en la cual, sobre la disciplina, la observancia y el espíritu religioso en general daba informes que creemos bastante acertados, indicando las deficiencias que en eso había y disculpándolas en mucha parte. Por lo que hace a la materia de que ahora tratamos, es de notar que mucho tiempo antes, queriendo el P. Fortis enviarle a España, lo que impidieron sus enfermedades, le encargaba entre otras cosas, que aquí se uniese con los que procedían bien y laudablemente, de los cuales los más eran de los educados en Italia. «No necesito nombrar a ninguno: ex fructibus eorum cognoscetis eos; esta es señal que no engaña» (2). Además en Madrid, donde estuvo tres o cuatro días antes de ir a su destino de Alcalá, no vió a los PP. Puyal y Gil, que estaban haciendo la visita del colegio de Sevilla; y en cambio, por eso mismo hubo de conversar más largamente con el P. Seguí, Rector ya del Imperial. Esto y cierta semejanza de espíritu que con él tenía y se verá en diversos puntos adelante, hizo que de los PP. Puyal y Gil diera informes sumamente desfavorables, y del P. Seguí sumamente encomiásticos. Los dos primeros son hombres de excelentes prendas, aunque diversas, y hoy por hoy la Compañía de España sin ellos no puede ir adelante. Al P. Puyal, poco recogido, poco observante, con poco espiritu genuinamente jesuítico, frecuentando la Corte se le ha pegado el mundano y cortesano; los nuestros de Madrid estiman sus talentos, pero están poco satisfechos de su conducta y gobierno. El P. Gil, aunque más com puesto, es demasiado indulgente, y además cree que las cosas de la Compañía se han de llevar por via de grandeza humana, es decir, que hay que dar la vela al viento del mundo para hacer andar la nave. El P. Seguí es quien ha puesto algún orden en varios colegios; el Imperial lo ha reformado en pocos meses con pasmo de todos, y fué inspiración de Dios ponerle V. P. en ese cargo. En Alcalá fué otro Villanueva (3), y esta casa está destinada por la Providencia para modelo de todas, y el P. Seguí para reorganizar esta provincia y ponerla en todo como pide nuestro

(1) Autógrafa de 31 de Agosto de 1829, en la Col. Prov.

(2) Carta del P. Morey al P. Roothaan, Madrid 25 de Enero de 1830, original en Cast. II.

(3) Varón insigne, fundador de aquel colegio, uno de los primeros que la Compañia tuvo en España.

Instituto. Lo conoce como pocos en toda la Compañia; y no sólo el Instituto, sino también las costumbres antiguas, que aquí ha sabido encontrar manuscritas con otros documentos; está informado de las prácticas actuales del colegio Romano; es además tan fervoroso e incansable, que parece imposible poder hacer él solo lo que ha hecho y hace (1). Poco después, habiendo visto ya a los PP. Puyal y Gil, ratificaba su primer informe diciendo, que el P. Seguí en obras y en palabras, en todo iba totalmente conforme con el Instituto y con el espíritu de San Ignacio, y el resultado eran frutos copiosísimos de virtud, de santificación y de edificación en los de casa y en los de fuera. En cambio el hablar y el proceder de los PP. Puyal y Gil consigo y con otros, todo le parecía opuesto al espíritu de la Compañía, y el fruto, disipación, inobservancia, espíritu de mundo, de grandeza, de jaulicismo. Se creían las dos columnas de la Provincia (y todos lo creíamos); ha venido el P. Seguí a echar por tierra su sistema mundano; ven que todos se van con él siguiendo el verdadero camino, y no pudiéndolo sufrir, se han declarado contra él, bien que el P. Puyal es más callado y le deja hacer (2).

¿Qué había de verdad en todo esto? Verdad era, y ya queda dicho, que el P. Seguí había hecho y seguía haciendo mucho en poner en vigor la disciplina religiosa. Verdad era que conocía mucho del Instituto, de la historia de la Compañía, cartas de Generales y otros documentos, de que era avidísimo; pero abusaba de ellos, triunfando en todas sus cosas con señalar alguno en que se encontraban prescritas, sin atender a que las circunstan cias pueden exigir en un tiempo o lugar lo contrario que en otro. Triste y ruidosa aplicación de ese criterio veremos luego. Verdad era que ejercitó por sí con grande actividad los ministerios con los prójimos y los promovió entre sus súbditos del colegio Imperial, aun estudiantes, que frecuentaron mucho, quizás demasiado para estudiantes, cárceles y hospitales, y que de esto el pueblo se edificaba y aprovechaba. Verdad era que con todo eso y con su hablar continuo, vivo y persuasivo de la Compañia, de su Instituto, de la observancia, del aborrecimiento del mundo y cosas semejantes, había atraído totalmente a sí a algunos de los Padres, que no descubrían lo falso e indiscreto de tanto celo, el

(1) Alcalá 29 Noviembre-16 Diciembre de 1829, original en Cast. II. (2) Madrid 25 de Enero de 1830, íd. íd.

excesivo rigor a que conducía, y la pueril vanidad que lo acompañaba. La relajación, el aulicismo de los PP. Puyal y Gil se apoya en datos equívocos, y así queda dudoso y sin pruebas. La más fuerte es que el P. Puyal, cuando al ser nombrado Provincial, dejó el cargo de maestro de los Infantes, pudo dejar también el de confesor del primogénito, y no lo hizo; pero tal vez no pudo sin violencia, dado que D. Carlos le pidió que no lo dejara (1). El juicio de los PP. Seguí, Morey y otros tales vale poco en esto, porque manifiestamente erraban en condenar por mundano el proceder que exigían las circunstancias y no era incompatible con el espíritu de nuestro Instituto. Puede ser que como ellos ciertamente declinaron a un extremo, los otros declinaran algo al otro; pero seguramente no en el grado que se les atribuye. Cierto parece que muchas de las cosas que en bien de la obser vancia hizo el P. Seguí, las pudieron hacer ellos y no las hicieron.

La respuesta del P. General a esta carta del P. Morey, omitiendo lo que no toca a este punto, merece conocerse. «Yo he creido, dice, y sigo creyendo, que debo ir muy despacio en estas cosas, para obtener eficaz, pero suavemente, lo que se desea. Tanto más, cuanto que, generalmente hablando, me parece ver buena voluntad, a pesar de esos defectos nacidos más de ignorancia que de otra cosa, y que alguno por su celo imprudente, ha irritado los ánimos y despertado el espíritu nacional, que, de no apagar sus primeras centellas, acarrearía las más dolorosas consecuencias... Lo que más me aflige es el Seminario de Nobles de Madrid, que en verdad ha empezado mal y me parece muy difícil ponerlo en el orden debido. Cuando se empieza, se puede hacer lo que se quiere; después ya toda reforma es odiosa y muchas veces imposible, como el cambiar de cauce a un río ya formado. Basta; encomendémoslo a Dios. Como el estar algunos de los nuestros demasiado. metidos en la Corte; miseria que tantas amarguras causó en la antigua Compañía. Encomendémoslo a Dios. No necesito recomendar a V. R. mucha discreción en censurar las cosas dignas de censura que ahí observare y en alabar las costumbres de Italia. Bien sabe que una cosa son las reglas y otra las costumbres; y que las primeras son las mismas para todos los países, y las segundas pueden variar según la diversidad de ellos. Creo que de no distinguir estas dos cosas alguno de los buenos Padres que es

(1) Carta del P. Puyal al P. General de 3 de Julio de 1828, id. id. Tomo I.

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