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tuvieron en Italia algunos años, han nacido disgustos y el mal indicado arriba (1).

Manifiesto está que el P. Roothaan, por una parte, creyó a los PP. Puyal y Gil tocados de aulicismo, y por otra conoció el imprudente proceder del P. Seguí y le tuvo por la verdadera raíz de la división y malestar que por aquí había.

A los pocos meses, insistiendo en este último punto, preguntaba confidencialmente al P. Morey si el P. Seguí no tomaba las cosas con demasiado calor; si no ponía excesivo empeño en introducir las costumbres de Italia. Lo primero había de ser la observancia de las Constituciones, y eso mismo poco a poco y con prudencia y bajo la dirección del Provincial. Después vendrían las costumbres (2).

Dieron sin duda ocasión próxima a estas indicaciones cinco cartas, que poco antes de escribir la suya había recibido el Padre Roothaan sobre el proceder del P. Seguí. El P. Provincial, que había ido conociendo cada vez más aquel proceder, y habia notado en el sujeto la misma falta de subordinación y obediencia, que tan rigurosamente castigaba él en sus súbditos; aunque hasta entonces muy poco había escrito a Roma sobre esto (3), y aun había dicho en general que el colegio iba bien bajo su gobierno; ahora, tanto por lo que él experimentaba, como por las quejas que recibía, creyó que era necesario advertir al P. General de su modo de ser y de proceder. Habló, pues, a dos consultores de Provincia y a otros dos del colegio, les expuso lo que sabía y pensaba él, y luego les ordenó que cada uno separadamente escribiese de él al General lo que en conciencia sintiese. La carta suya fué la más fuerte, aunque la más breve, porque la escribió algo enfermo, indicando solamente, como dice, los capítulos principales de queja sin pruebas ni amplificaciones: orgullo y prepotencia; poca o ninguna docilidad a sus insinuaciones; espíritu innovador aun en las cosas más insignificantes, introduciendo muchas sin su noticia; inmoderado rigor con todos, especialmente con los coadjutores; hablar ordinariamente mal de todos, y más de los ancianos, como si jamás hubieran conocido y menos

(1) Autógrafa de 9 de Enero de 1830 (por error dice 1829), en la Col. Prov. (2) Original de 11 de Mayo de 1830, id. id.

(3) Véase carta suya al P. General, Palma 30 de Mayo de 1830, original en Cast. II.

observado el Instituto; entrometimiento, queriendo meterse en todo y gobernarlo todo; ensalzarse a sí y deprimir a los otros, principalmente al P. Gil y a él. Añadía con la misma brevedad que los hechos comprobantes eran infinitos y el descontento general, aunque no se atrevía a decir que de todos sin excepción; que algunos le tenían por de buen fondo, y así lo había creído él antes y quería creerlo ahora, pero que haría traición a su conciencia si no manifestara ya fuertes dudas y aun sospecha de lo contrario; que todos le tienen por imprudente, muchos por hipó · crita y algunos por un Nerón. Si no se ha valido con él de su autoridad, ha sido por amor de la paz y por esperar de él muy poco, fundado en la experiencia (1).

El P. Gil, con menos fuerza, nota casi los mismos defectos; pero el juicio capital es más benigno; si hubiera enseñado Gramática algunos años, hubiera salido excelente Superior (2).

Los PP. Garcías y Montemayor diferían poco de él, pero el primero alternativamente partidario y contrario del P. Seguí, da un dato importante y seguro: hablando con él mismo le ha pintado muchas veces al Provincial con colores tan denigrantes, que ha quedado espantado (3).

El P. La Calle, más moderado que todos los demás, reduciendo su informe a las mejoras hechas en el Imperial por el P. Seguí, a los defectos que se le achacan y a lo que él juzga de su conducta, viene a decir sobre lo primero que para corregir las faltas anteriores, no de grande importancia, había establecido desde los primeros días de su gobierno las prácticas de Alcalá sin las dificultades que se imaginaban, bien que no dejaba de haber descontentos, por culpa únicamente del Superior, según algunos, pero a su juicio, quizá en mucha parte por la de los súbditos; sobre lo segundo, no hace sino enumerar aquellos defectos, dando a entender que hay quienes nada tienen contra él; y por lo que hace a su dictamen, le parece que si fuese «algún tanto condescendiente en cosas de poco momento, como son llevar las manos de este u otro modo, servir, ayudar (a misa), etc., sin pretender innovación alguna, como no sea en puntos importantes; si nunca se le oyese decir, yo, yo haré, dispondré, etc., se le

(1) A 15 de Abril de 1830, id. id.
(2) Carta de la misma fecha, id id.
(3) A 19 del mismo mes y año, id. id.

amaría más y tal vez no habría tantos descontentos»; todavía, los talentos y virtudes que tiene para gobernar sobrepujan con gran exceso a los defectos (1).

No seguiremos paso a paso todos los que dió este asunto en España y en Roma. Dado a entender en qué consistía, como nos parece haberlo hecho con claridad, bastará indicar sumariamente su curso hasta el fin y sólo detenernos algo más en pocos puntos particulares de especial importancia, ya bajo ése, ya bajo otros aspectos.

Sumariamente diremos que el General tuvo por demasiado fuertes y aun injuriosas algunas de estas cartas, y que por la suya y por otras cosas que ignoramos, mostró algún sentimiento e hizo advertencias que suponían faltas de su parte en el gobierno al P. Puyal (2); que también dió sus quejas y avisos al Padre Seguí, y tanto por la conducta que éste observó con él desde entonces, escribiéndole muy de otra manera que antes y con poca confianza (3), como también, sin duda, por lo que otros le siguieron escribiendo acerca de él, fué cada vez más inclinándose a dudar de su buen espíritu y a creer casi todo lo que de él se decía (4), mientras él protestaba que nada había hecho sin aprobación de sus Superiores y con mucha circunspección y prudencia; se afirmaba en que sólo su celo por la observancia le hacia odioso a los pocos que no la querian; aseguraba que cuantos la amaban en toda la Provincia y eran hombres espirituales, deseaban vivir bajo su gobierno; y se aplicaba, sugeridas, según decía, por el P. Morey, las palabras del Salvador: Beati eritis (estis) cum dixerint omne malum adversum vos (5); que cumplido su trie(1) A 15 del mismo, id. id.

(2) Non unas istarum (quae scriptae fuerunt et a me et a meis consulto. ribus in negotio P. Segui) scriptas fuisse cum nimia animi commotione et ira, unde non mirum si manifestas exaggerationes, injurias, quin et terminos contineant, qui religiosum virum minime decent.-Commendo Reverentiae Vestrae fidelitatem in rebus exponendis, quae tanti sunt momenti... Commendo quoque ut in posterum circumspectius agat in consiliorum delectu; maxime caveat ne independenter a suo Generali agere res velit. Estas últimas frases son de carta del P. Roothaan que no conocemos; pero las copia el P. Puyal en una suya de 12 de Agosto de 1830. Véase otra de 9 de Febrero de 1831 en Cast. II. (3) Autógrafa del P. Roothaan al P. Morey de 15 de Octubre de 1831, idem id.

(4) Véase la misma carta acabada de citar.

(5) S. Math. V, 11.- Carta de 22 de Noviembre de 1830, original en Cast. 11.

nio de Provincial, quitó al P. Puyal del gobierno, probablemen te por creerlo bastante culpable en lo que de él escribían los Padres Morey y Seguí, y no tan duramente algún otro, y aun quiso que dejase la corte y su cargo de confesor del Infante, enviándole por Rector del Colegio de Manresa; y en fin, que le dió por sucesor en el cargo, esperando que en él haría de Ángel de paz al P. Morey (1). El haberse puesto ya antes y declarado ahora más resuelta y cerradamente de parte del P. Seguí, no era lo más a propósito para poder hacer tal oficio de Ángel de paz, si bien por carácter y por virtud decía de él el P. Lerdo que era blando y como imagen de la humildad misma. El celo excesivo, según él, le hacía ser algo más duro en el gobierno; y eso por impulso ajeno del P. Seguí (2).

5. Doloroso es tener que poner entre los primeros actos de su gobierno, uno desacertado y ruidoso, a que antes aludimos, intimamente relacionado con lo que vamos exponiendo, y por eso propio de este lugar.

Tomó posesión de su cargo el 4 de Agosto; y antes de terminar aquel mes sucedió el caso que vamos a referir, parte copian. do y parte extractando la relación de él, escrita por el Vicerector del Colegio de Alcalá, el P. Pablo Torroella.

«El dia veinticuatro de Agosto vino de Madrid N. R. P. Provincial acompañado del P. Segui, Rector del Colegio de Madrid. Salió la comunidad con manteo a la puerta para recibir a su nuevo Padre. Todo el día se pasó en discurrir maneras extrañas de pisar el mundo. Es de advertir que en esta ciudad era la gran fe· ria concurrida de todas las provincias de España.

Se dispuso, pues, que al otro día, que era el segundo de la feria, saliese por la mañana, allá a las nueve, que es tiempo de más concurrencia, un hermano con sotana parda y muy corta, con el sombrero más viejo de casa, a vender cilicios por las calles. Se lo acomodaron de este modo. Le ataron una cesta al cuello con una cinta, de modo que le cayese un poco más abajo del pecho, y dentro de la cesta llevaba los cilicios y también algu nos botes vacíos de tabaco y algunas cajas, que ya no podían servir de viejas. El que salió era el H. Martin, novicio todavía.

(1) Autógrafa de 9 de Julio de 1831, en la Col. Prov.

(2) Cartas al P. General de 31 de Enero y 4 de Julio de 1832; originales en Cast. II.

Las injurias y palabras, que tuvo que escuchar, piénselas cada uno consigo mismo. Por la tarde se dispuso saliese uno con un gorro azul, sotana vieja y corta y una caña de disciplinas. Salió el H. Michelena. Item, dos con un cántaro y un cestillo con un vaso, igualmente con gorros azules, a vender agua. Item, dos con un borrico, armado con su serón, una espuerta y azadón a recoger estiércol en la calle, y otros dos con un carretón a recoger el que había delante de la porteria. Salieron a vender agua los Hermanos Félix Gómez y Felicitas Trapiella. Con el borrico, Joaquín Suárez y Federico Camps. Con el carretón Domingo López y Angel Arcal. Todos los que fueron a vender hicieron cuartos, principalmente los del agua. Los más burlados fueron los del borrico, carretón, y principalmente el de las disciplinas.

No se puede explicar la alegría con que los jóvenes recibieron los insultos. Todos pedían volver al otro día. Es de advertir que muchos al verlos de aquel modo, acusaban a los superiores que los habían enviado, diciendo que cómo no salían ellos, antes que enviar a unos niños a unas pruebas tan fuera de la prudencia. Como esto contaron los jóvenes al volver, el P. Segui, Rector del Colegio Imperial, coge las disciplinas, que era lo que más había chocado, y deseoso de oprobios y de acallar las bocas de los maldicientes, sale y se pasea por la calle principal, va a la feria fuera de la ciudad, y después se planta en la Plaza Mayor. Seguíale inmenso concurso; conocíale la gente de Madrid y la de Alcalá, donde había estado también de Rector. Fué mucha la admiración que causó en el pueblo esta salida. Pero apenas había vuelto el P. Seguí, cuando se entra el señor Vicario en la iglesia, que se había abierto para que entrase la gente, que seguía al P. Seguí a la doctrina, entra digo, el señor Vicario pidiendo por el P. Rector. Es de advertir que los que más habían ladrado en todo el día contra nosotros, eran algunos religiosos y otros letrados y gente grave de la universidad; y como vieron que no nos ahuyentaban ni atemorizaban ladrando, trataron de mordernos por medio del señor Vicario. Baja, pues, el P. Vicerector a la sacristía, en donde le esperaba el señor Vicario, y después de las salutaciones de cumplimiento, comienza el señor Vicario su intimación de esta manera.»

No trasladaremos el breve discurso que el Vicerector pone en boca del Vicario. La sustancia de él se reduce, después de protestar de su amor a la Compañía, a recordar que cuando dos años

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