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Adviértase que cuando esto escribía el P. Roothaan, hacia algunos meses que tenía en Roma consigo al P. Gil, formando parte de la comisión encargada de revisar el Ratio Studiorum; y adviértase además que en esa misma carta y en otras del mismo tiempo a otros sujetos, pide el General informes para nombrar Provincial nuevo. Por eso dijimos antes que el quitar ese cargo al P. Puyal, y el sacarle de la Corte, nos parecia provenir de la poca satisfacción que de él tenia el P. Roothaan. Dióle, sin embargo, el rectorado de Manresa, como queda dicho; y el P. Gil volvió de Roma al comenzar su gobierno el P. Morey, y siguió de director del Seminario de Nobles, pero por él mismo sabemos que el P. Roothaan pensó en que no volviera a España y aun llegó ya a hablarle de ello (1).

En el nuevo Provincial no hallamos que notara nunca el General falta de espiritu y de virtud; pues nada de eso suponen ni significan las advertencias repetidas que en sus cartas le hacía y vamos a ver, ni de tal cosa hay otro indicio alguno.

Del P. Segui pensó bien en un principio. A raíz de su elección para General, como el P. Puyal le significara la necesidad absoluta de quitar el gobierno del Imperial al anciano P. Alcoriza, y no le propusiera ningún otro para sucederle, él, sin pedir ni esperar de aquí esa propuesta ni otro informe, nombró al Padre Seguí, conjeturamos que por las noticias de su celo en reformar la disciplina religiosa, sacadas de sus propias cartas, escritas al P. Fortis y al P. Peña y proporcionadas por éste. Al Padre Morey escribía en Febrero de 1830 que se alegraba de que se entendiera bien con el P. Seguí en lo tocante a nuestras Constituciones; añadiendo como cosa relacionada con eso, que tenía grande esperanza de que poco a poco se había de renovar y crecer en esta Provincia el verdadero espíritu de nuestra vocación (2). Pero empezando por notar en él poca prudencia y celo indiscreto, como ya lo había notado y siguió notando y reprobando cada vez con

scripsit; supponere enim non possum ignorare Reverentiam vestram quas în A. A. (Assistentibus) dotes Constitutiones nostrae requirant. De P. G. (Gil) minor esset difficultas, si tamen docendi T. (Theologiam) sit capax. (Original de 8 de Marzo de 1831, en la Col. Prov.)

(1)

Siccome V. P. mi significo in Roma tre o quatro anni fa voler ritenermi in Italia non so con qual disegno (29 de Octubre de 1834, original en Cast. II).

(2) Original de 9 de Febrero de 1830, en la Col. Prov.

Toyo I.

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más insistencia (1), luego pasó a descubrir además algo de mal espíritu, como lo significó en carta de 15 de Octubre, contestación a la gravisima del P. Morey, ya Provincial, de la cual y de otras posteriores trasladamos aquí algunos pasajes, que manifiestan su modo de pensar, no sólo sobre el P. Seguí, sino en general también sobre lo que aquí ocurría, y contienen prudentisimos y oportunísimos consejos.

A los desmedidos elogios y justificación absoluta del P. Segui, hecha en aquella carta, contesta que no puede persuadirse de que en nada pase la raya. Temo que exija demasiado; por ejemplo, que exija como de obligación lo que es de supererogación. Temo que lo exija demasiado apretadamente, sin la debida consideración a tiempos, lugares y personas. Temo que quiera conseguir de una vez demasiado, y sobre todo, que de su espíritu y sus ideas de reforma hable más de lo justo y casi, casi haga humildemente vana ostentación. Yo estimo no poco al P. Segui; pero no puedo quitarme de la cabeza esas dudas y temores; tanto más cuanto que le veo notablemente cambiado en la manera de escribirme, desde que le hice algunas advertencias, bien necesarias, tocantes a la discreción. Parece que esto le ha disminuído la confianza y el afecto; y eso no puede nacer de buen espiritu. Me alegro, sí, del bien que se ha hecho en las almas (recuérdese cuánto lo ponderaba el P. Morey); pero, lo confieso, tengo mis recelos de que no se pueda juntar bien tanto trabajo exterior con el gobierno interior, sobre todo en un colegio como ése. Repitele aquí, y repitióle después otras veces, aquel aviso de no dar ocasión a que le crean todo del P. Seguí, y añade: Por amor de Dios, persuádase que aun algo menos de perfección en lo demás, pero con algo más de unión y caridad, dará en suma una cantidad mayor de bien ad majorem Dei gloriam. Si al fortiter, no acompaña el suaviter, imposible hacer nada (2). Poco más de un mes había pasado cuando volvió a escribirle que habia recibido del P. Seguí una carta con manifiestas señales de un ánimo sumamente enconado. Ha confirmado mis sospechas. A mi no me gustan esos Santos, que en todo hacen su gusto, y que si en la menor cosa se les pone algún reparo, luego comprueban

(1) Véase atrás páginas 511 y 512 y lo que decía en cartas de 9 de Enero y 11 de Mayo de 1830. Además las de 7 de Junio, 9 de Julio y 16 de Agosto. (2) Autógrafa de 15 de Octubre de 1831, en la Col. Prov.

aquello de tange montes et fumigant. Temo el celo, que ni va con discreción ni la admite, si los superiores la recomiendan. Y se refiere sumariamente a cierto suceso ocurrido por entonces en Portugal. Un consejo vulgar y general da también en esa carta, sugerido tal vez por lo acontecido en Alcalá, o por lo que vamos a referir, muy necesario a aquellos Padres. Por amor de Dios. dice, distingamos bien entre respetos humanos viciosos y razones de discreción y prudencia. Aquéllos se han de detestar y pisotear; pero éstas son imprescindibles ad majorem Dei glo riam (1).

El P. Morey, por razones fáciles de adivinar, dado su modo. de pensar en esas cosas, dispuso que el P. Frías y el escolar Antonio Gálvez, profesores de los Infantes; mientras estuvieran en Madrid, fueran a asistir a los enfermos en los hospitales una vez a la semana. El P. Frías, apenas recibió esta orden, creyéndola incompatible con su cargo, y su ejecución expuesta a un serio disgusto de parte de las personas Reales; escribió en derechura al P. General exponiéndole su parecer, porque a los actuales superiores, esto es, al P. Morey, Provincial, y al P. Segui, Rector del Imperial, donde él vivía, mis razones, dice, les parecerían razones de política humana, detestable, según el Instituto. Y es que además de las generales, había la gravísima y reciente de haberse contagiado varios y llegado a morir dos jóvenes nuestros por visitar y asistir a los presos de la cárcel (2). El Padre Roothaan escribió inmediatamente al Provincial prohibiendo tal cosa. Razones humanas, le decía, no viciosas, sino justas, la prudencia y la discreción no consienten que se ocupen en eso» (3). Un día antes que el General esas palabras, escribía el Provincial estas otras, hablando en general de los que entraban en Palacio. Así se llenan del espíritu del mundo y tienen a menos ir a los hospitales y a dar misiones. N: S. Padre, San Francisco Javier, el P. Fabro, Simón Rodríguez, el P. Pignatelli, que en las cortes procedían como verdaderos jesuítas ¿no iban a los hospi tales? (4).

«

Una carta más del General aduciremos tocante a estos asun

(1) Original de 22 de Noviembre del mismo, id. id.

(2) A 3 de Noviembre de 1831, original en Cast. II. (3) Autógrafo en la de 22 de Noviembre.

(4) Original en Cast. II.

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tos, omitiendo alguna otra. El 31 de Mayo de 1832 renovaba al Provincial las quejas que allá le iban del rigor con que se procedía en el Imperial, y más en Alcalá, y le encargaba que pusiera a ese mal pronto y eficaz remedio; porque si tal espíritu seguía prevaleciendo, perdería seguramente a muchos. «Al Maestro de novicios he recomendado que trate a los jóvenes con amor y confianza; porque sabía que hay algunos muy persuadidos de ser ellos los que tienen el espíritu genuino de la Compañía, y la verdad es que en esto están muy equivocados. Esa recomendación al P. Berdugo no era sino aprobación de lo que él había escrito al P. General. Yo educo a los novicios como a mi me enseñaron, es decir, tratándolos con confianza y paternalmente; porque quisiera que todos tuvieran muy en el corazón el proceder ingenuo y franco, que siempre he oído desear en sus hijos la Compañía. Digolo porque he notado que los que dicen tener el espíritu de la Compañía y de San Ignacio, andan con no sé qué doblez» (1). Finalmente, el P. Roothaan en esa carta, habiendo escrito de mano ajena que el P. Segui cumplía mal su obligación de escribirle, añadió de la propia estas palabras: «Non placet animae meae. De este Padre no puedo menos de confirmar lo que otras veces he escrito a V. R.» (2).

9. Llegó entretanto el tiempo de celebrarse la congregación provincial, comenzada precisamente el mismo día 31 de Mayo de 1832, en que se escribía esa carta, y en ella se hubieron de tocar algunos puntos relacionados con éste de que tratamos. Lo primero, fueron elegidos, Procurador, el P. Puyal por casi todos los votos, y Sustituto, por simple mayoría, el P. Gil, para el caso de no poder ir a Roma el primero. Luego se puso a deliberación si había de hacerse o no al P. General una petición, a primera vista, extraña y singular: que recomendara mucho a los superiores el honor y buen nombre de los Padres antiguos, restauradores de la Provincia, y el severo castigo de los que en eso faltasen. Por lo que en las páginas anteriores queda dicho se entenderá suficientemente quiénes eran. Todavía debemos añadir aquí, que en la misma congregación, según refiere el P. Lerdo, dijo el P. Seguí tales cosas contra sus predecesores en el gobierno (todos de los antiguos), que si los demás Padres allí reunidos

(1) A 9 de Abril de 1832, id. id.

(2) A 31 de Mayo de 1832, en la Col. Prov.

hubieran sido más irritables, se habría levantado una fiera borrasca (1). Casi todos los Padres apoyaron la proposición, indicio bastante de que era oportuna o aun necesaria; y la respuesta del P. General fué que recomendaba encarecidamente al Provincial no dejara sin castigo aquella falta (2).

No menos significativa es otra proposición hecha y aprobada también después de larga discusión, de que se pidiera al General hiciera entender a los superiores locales cuán obligados están a mirar por sus súbditos, y haberse con ellos paternalmente, ya en el modo de hablarlos y tratarlos, ya en el proveerlos de lo necesario en el alimento y vestido. No se discutió seguramente la tesis en abstracto; pero la necesidad o conveniencia de tal petición, sin duda hubo de ser muy debatida. Deber es del Provincial, respondió el P. Roothaan, a este postulado, atender a eso, y sobre todo en las visitas de los colegios instruir a los superiores y hacerles ver por las reglas y Constituciones, que han de juntar con la rectitud la suavidad, y no consentir que a los súbditos les falte nada de lo que la necesidad y la caridad exigen. Sobre todo ha de haber modo en los avisos, corrección y penitencias por las faltas (3).

10.

Otro punto se trató detenidamente en la congregación, del cual es necesario dar algo más larga noticia: las costumbres de la provincia.

Se entiende aquí por costumbres, ciertas cosas no determinadas por el Instituto, pero sí por el uso o por expresa disposición de los superiores para un colegio, para una provincia o para varias, y que allí se observan o deben observarse, como la distribución general del tiempo u horas de levantarse, acostarse, comer, cenar y demás; el ajuar de los aposentos; la calidad de las diversas prendas de vestir, y otras muchas ya tocantes a todos, ya a cada una de las diversas clases de sujetos, sacerdotes, estudiantes, coadjutores y novicios, v. gr., qué días y qué horas y dónde han de tener recreación los estudiantes para descansar de sus trabajos literarios, en qué cosas ajenas de sus estudios podrán o debe rán ocuparse sin perjuicio de ellos, y así otras muchas y muy diversas en casa, iglesia, en el trato con propios y extraños, en

(1) Al P. General a 7 de Julio de 1832, original en Cast. 11.

(2) Copia simple de las Actas, y auténtica de los postulados y respuestas. (3) En el mismo lugar.

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