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de nuestros Hermanos estudiantes más fervorosos introdujo y fué el primero en dirigir. Entre los nuestros empezó con el mismo Seminario, pero entre los alumnos más tarde. La forman unos pocos escogidos entre los más piadosos, los cuales han de honrar con particular celo al Corazón divino y reparar en lo posible con su amor y culto las injurias que recibe de la mayor parte de los hombres. A este fin comulgan con frecuencia, y todos el primer viernes de cada mes, sortean entre sí los obsequios que durante todo él han de ofrecerle, y tienen otras prácticas propias de los devotos del Sagrado Corazón» (1).

Hasta aquí la relación del Seminario de Madrid, y semejante a ella tenemos otra del de Valencia. En los externados habia prácticas parecidas y en gran parte las mismas. El insistir tanto en la devoción a la Virgen podrá extrañar a quien no sepa cuántos por ella se han librado de naufragar en el mar agitado de las pasiones, y a cuántos otros ha servido de tabla de salvación en el naufragio.

Con todos esos medios se lograba en los muchachos un proceder moral y cristiano generalmente bueno y en algunos excelente, aunque no faltaron, como ha sido y será siempre, algunas quiebras. Véase cómo se expresa sobre este punto, a continuación de los párrafos anteriores, la relación del Seminario de Nobles. Con estas y otras industrias, dice, y principalmente con el cui dado constante de los nuestros en animar a los jóvenes a la perfección con palabras y ejemplos, se ve en ellos grande enmienda de costumbres y grande aprovechamiento en la virtud, con esperanza de nuevos progresos. No pocos antes indómitos, altaneros e insubordinados, se muestran dóciles, sumisos y aun dechados de piedad; algunos con quienes no podían en sus casas, proceden aquí como mansos corderos; otros que antes no se cuidaban de su alma, comulgan ahora tan a menudo como nuestros Hermanos. Hasta los hay que andan buscando un rato de tiempo para rezar y tener meditación; quienes hacen particular examen de conciencia por la noche, y entre día visitan al Santísimo cuando pueden; hacen algunas penitencias; piden de rodillas perdón y castigo por sus faltas al Padre espiritual; y algunos han rehusado

(1) Tal vez por olvido, o por haberlos mencionado antes, se omiten en esta enumeración los tres dias de Ejercicios Espirituales, que se les daban en los primeros de la semana santa, y cuyo fruto en todos los colegios se veía manifiestamente.

con buen modo acompañar a sus mismos padres a espectáculos públicos. Testimonios semejantes de otros colegios pudiéramos aducir en comprobación de que los Padres generalmente estaban satisfechos del fruto de sus trabajos. También son buena prueba del sólido espiritu cristiano, que reinaba en los alumnos, las vocaciones religiosas suscitadas entre ellos; pues del Colegio Imperial habían entrado en la Compañía para mediados de 1832 unos cuarenta. De los otros no tenemos noticias.

Cuanto a la perseverancia en el bien, el quedar los jóvenes para toda la vida afianzados en el exacto cumplimiento de sus deberes morales y religiosos, e imbuídos en ideas sanas de espíritu católico práctico, que se conserve incontaminado en el ambiente corrompido que respiramos, y ya tocó respirar a aquellos, aunque no tan corrompido; ni es posible negar el fruto de los sudores vertidos en los colegios, ni puede tampoco sino en contados casos, ser señalado con el dedo, ni dejará nunca de haber quejas de que no corresponde al trabajo y a los sacrificios hechos. No es este lugar para discutir hasta dónde son fundadas esas quejas, porqué no es mayor el fruto y si podía serlo y cómo, habida cuenta de todas las circunstancias favorables y adversas. Pero si al decir que el fruto no corresponde al trabajo se pretende, como parece consecuencia natural, que había de dejarse ese trabajo y tomarse otro en que el fruto correspondiera; luego se ve el absurdo, y el ánimo queda sobrecogido de espanto ante la idea de la educación sacada toda de manos de las órdenes y Congregaciones religiosas; porque sin duda hay la misma razón para las otras que para la nuestra. ¡Qué más quisiera la impiedad para ver asegurado, acelerado y facilitado su triunfo!

Estas consideraciones llenan el espacio que quisiéramos mejor llenar con los nombres de alumnos nuestros, distinguidos luego por su fe católica, su vida y costumbres cristianas y aun sus batallas en defensa de la religión. Confesamos que no los conocemos; aunque también es verdad que sólo del Seminario de No bles de Madrid tenemos la lista completa de los alumnos, conociendo de los demás colegios solamente algunos que aparecen en los programas de los exámenes públicos. A uno de estos creemos poder mencionar con elogio de buen cristiano y eminente literato: a D. José María Quadrado, alumno de Mallorca (1). El Señor

(1) En 1827, según la Relación del certamen literario arriba citada, cursaba primeras letras, y obtuvo el primer premio en Doctrina Cristiana.

Pomar y Fuster, mencionando los discípulos insignes de Montesión en esta época de 1816 a 1835, añade al Ilmo. Sr. D. Mateo Jaume, Obispo de aquella diócesis y otros muchos, de los cuales los más dice haber constituído en la Isla la clase directora por su ilustración (1). En el Seminario de Nobles de Madrid estudió seis años el mayor poeta del siglo XIX, D. José Zorrilla; pero hemos dudado si nombrarle aquí, ya que como modelo de virtud no podíamos presentarle, aunque fe y fondo de religión no parece le faltó en su errante y algo descompuesta vida, y su mérito literario en él, más que en ningún otro poeta, no tanto procede del estudio y de las escuelas como de la riquísima vena poética de que Dios le dotó. Con todo, no hay porqué desconocer el influjo que la enseñanza allí recibida hubo de ejercer en su primera formación literaria. Ya entonces debió de sobresalir mucho en literatura entre sus compañeros: porque ninguno obtuvo los premios que él en Bellas Letras (2). Algunos otros nombres dignos de me. moria por diversos conceptos pudiéramos añadir, como los de D. Pedro de Madrazo, «nuestro primer crítico de artes dentro de la escuela romántica» (3): el Marqués de Casa Jara (D. Manuel de Berriozábal), el Duque de Villahermosa (D. Marcelino de Aragón Azlor), también seminaristas de Madrid; y si miráramos como suficientes los títulos nobiliarios, habíamos de trasladar aquí una buena parte del libro de matriculas del Seminario. En algunos programas de exámenes del Imperial hallamos nombrados a D. Cayetano Rosell y a D. León Carbonero y Sol. Al Padre José Artigas, Profesor de Árabe, por lo menos desde 1827 hasta que fué bárbaramente asesinado en 1834, debieron sus conocimientos en aquella lengua, al decir del Sr. Menéndez y Pelayo, D. Serafín Calderón y otros arabistas españoles de la segunda mitad del siglo pasado (4).

7. Pasando ahora al campo de los ministerios espirituales, que para procurar el bien de las almas suelen ejercitar nuestros operarios, notemos que los hay fijos, ordinarios y constantes, de labor generalmente oscura, dificil de relatar de modo que sea

(1) Ensayo sobre la Instrucción Pública en Mallorca, c. X, p. 56, nota. (2) Véase en el apéndice n. 14 la nota de sus estudios, calificaciones y premios.

(3) Menéndez y Pelayo, prólogo a las Obras del Duque de Villahermosa, p. XI.

(4) Heterodoxos, III, 1. VIII, c. I, § I, p. 591.

debidamente apreciada; y los hay extraordinarios, menos frecuentes y más visibles, que si son algo numerosos, fácilmente ofrecen al historiador materia de larga y no disgustosa narración. Ni de uno ni de otro género tenemos nosotros gran caudal de noticias, como ya se deja entender por la escasez de sujetos, sobre todo bien formados, de que en toda la obra nos venimos lamentando. Sin embargo, se ve claro que aquellos pocos hicieron lo que pudieron, atendida la carga principal que sobre si tenían de la enseñanza, y atendido también el nivel medio a que se hallaba la actividad y el movimiento religioso en España. Hoy se trabaja más, no sólo absoluta, sino también relativamente al número de sujetos, esto es, que cada uno, por regla general, hace ahora más que entonces, porque en todos los órdenes se ha multiplicado el trabajo. Ejercitanșe ahora y en mayor número las mismas obras de celo, y además otras muchas que entonces no se ejercitaban; la frecuencia de sacramentos ha aumentado prodigiosamente; la predicación en todas sus formas es sin comparación más frecuente; las congregaciones y asociaciones piadosas con fines, ya meramente espirituales, ya benéficos, que se han ido fundando y que es necesario sostener y promover, muchas más que en aquel tiempo.

Dejando, pues, a un lado el oir confesiones, a que en nuestras iglesias se atendía, más en unas que en otras, según el concurso de fieles y el número de operarios, he aquí cómo da cuenta el P. Puyal de lo que en el Colegio Imperial se hacía, que era con algunas diferencias lo que en todas partes. «En este Colegio Imperial, dice, se ejercitan en la iglesia los ministerios propios de las Casas Profesas. Todos los domingos hay sermón con el Santísimo expuesto, según costumbre de la ciudad. Acude mucha gente, y no menos a los santos sacramentos. En la cuaresma, además de la novena de San Francisco Javier con sermón cada dia, y del triduo de carnaval, en que se tienen las cuarenta horas y también se predica, se da misión una semana con plática doctrinal de media hora y sermón, que suele ser de una. A esta misión y al ejercicio de la agonía de nuestro Redentor el Viernes Santo es tal la concurrencia, aun de las personas más distinguidas, que desde la calle, abiertas las puertas, suele haber gente oyendo el sermón. Todos los meses hay un día de retiro en obsequio del Sagrado Corazón de Jesús, predicándose mañana y tarde. Los panegíricos durante el año son, de la Circun

TOMO I.

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cisión, San Javier el 12 de Marzo, último de la novena, los Dolores, Corazón de Jesús, San Luis Gonzaga, San Ignacio, Beato Alfonso Rodríguez, San Javier el 3 de Diciembre y el día último del año. Le hay también los días de la Anunciación y de la Inmaculada Concepción, por los cultos de la congregación mariana de estudiantes» (1). Nada dice de lo que trabajaban los Padres fuera de casa; pero sabemos que tuvo que ponerles freno en el salir a predicar, y que él mismo, a pesar de sus ocupaciones de Provincial, lo hacía con frecuencia.

Ni se crea que este trabajo era sólo en Madrid y en otras grandes capitales. Véase lo que escribía el P. Ildefonso Valiente, Superior de Manresa, al P. Segui. «Aquí, Padre mio, nos ve mos abrumados de gente que viene a este colegio a participar de los misterios de Dios. En los días festivos y domingos es increi ble la multitud de gente que viene a confesar y comulgar aun de pueblos de dos, tres, cuatro y aun podría decir siete horas de aquí. Yo puedo decir a V. R. de mí, que varios días, y no ha mu chas semanas, que me he tenido que ir a comer sin desayunarme, por no alejarme un momento en que me estuviesen los fieles esperando. De los otros podría yo decir lo mismo, si no fuesen a desayunarse por seguir mis consejos. Al hospital vamos frecuentemente y con tal fruto, que apenas tenemos ya que trabajar alli; porque casi todos se confiesan de ocho o de quince en quince días. A la cárcel hemos ido y vamos, y hoy mismo les hemos platicado para prepararles a confesar antes de Navidad, en cuyo día pensamos darles una comida espléndida de las limosnas que ya hemos recogido ostiatim (de puerta en puerta), con alforja al hombro y seguiremos recogiendo. Mañana, por ser día de vacación, me ha importunado el P. Hernández que le permita salir a pedir limosna, e igualmente el H. Delgado, y por no disgustarles, se lo he permitido. Yo le podría decir algo de lo edificada que está la ciudad de esta manera de pedir y trabajar; pero el rubor me lo impide y me hace decir: Servi inutiles sumus. A nuestros sermenes concurre también abundancia de gente, y tanto, que el cuarto domingo del mes pasado, en el que se hizo un sermón moral, y acostumbra hacerse en honor del Corazón Sagrado de Jesús, se llenó la iglesia extraordinariamente» (2).

(1) Al P. General, 8 de Octubre de 1829, original en Cast. II. (2) Original de 14 de Diciembre de 1830, en nuestro poder.

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