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antes de llamar estos tales, escribí sobre esto al Sr. Rey (que está en gloria) mi Tío y tu Padre; el qual (aunque su respuesta no fuera de entera aprobación) no se opuso non obstante en modo alguno a quanto yo había pensado de hacer; con que entonces me dispuse a llamar los Ex-Jesuítas mis Nacionales, lo que executé después de algún poco de tiempo, y los empleé en reparar a los gravisimos desórdenes del ya referido Colegio, como por gracia de Dios lo he logrado felizmente y siempre más se logrará. Al mismo tiempo, como infinito me importaban los demás súbditos mios, ni podía yo tener tantos Ex-Jesuítas Nacionales para este fin, fundado yo sobre de otra semejante carta del sobredicho Rey, mi Tio, mientras era esta una cosa que yo había ya preveida, pensé llamar otros non Nacionales, en los quales se hallan también algunos españoles. Dios se ha dignado bendecir estas diligencias mías (como ha hecho la del Colegio de Nobles) tanto en Parma como en Plasencia, a frente de quanto haygan podido inventar y hacer la malignidad y la maldicencia.

Viendo yo tan felices progresos y que el Señor me asiste en la obligación muy estrecha que tengo de defender a la Religión, ya tan maltratada, y en destruir la ruina hecha en el corazón de los hombres por la Philosofía y por las máximas sediciosas que corren; es verdad que pedí a la Imperatriz de Rusia que me embiase dos u tres de aquellos que estaban en sus Estados, pero son Italianos. Esto lo he hecho (persuadido del Aprobo del Papa en favor de los mismos) con la secreta mira de que estos con las debidas aprobaciones venidas, estableciesen con los otros la forma de sus Religiosos Arreglamentos, pero en el modo menos apparente que fuera posible hasta que Dios lo hubiese querido.

Sí, Hermano querido, bien vees estar yo en deber (por la constante seguridad que tengo sin duda ningunima que Dios quiere que sea restablecida la C.ía de Jesús) de hacer quanto yo más pueda para secundar y obedecer a sus voluntades; y además de eso, con todo el corazón, con todas mis fuerzas, con todo el cariño y ternura te ruego, no sólo que secundes este deber mío, sino que hagas lo mismo en tus propios Reynos, asegurándote de la gran necesidad en que estás de hacerlo.

Asimismo te aseguro, Hermano mío, que los Enemigos de los Jesuitas son los enemigos de la Religión y de los Soberanos. Tú mismo y todos ahora ya deberían y deben conocer la verdad de esto. Si quieres que sea bendita tu familia, que lo sean también tus Reynos y triumphar de tus pérfidos enemigos; hazlo así. Créeme y créelo, que los muchos Hijos después de tantas lástimas y penas (pues te moriban todos los Varones) Dios te los ha dado para que creas que El aun mira a la España con ojos de benignidad, si harás quanto con mucha gana hubiera hecho el Rey difunto, quando compareció al Tribunal de Dios.

Perdóname, Hermano mío, si esta carta ha venido tan larga; pero no he podido a menos, y hubiera yo creido de faltar a mi

deber y también al afecto que te tengo, si hubiera ometido de decirte estas cosas.

Adios, Hermano querido, consérvame tus bondades y tu cariño y créeme siempre de V. M. el más af. Hermano, que de veras le quiere,

Colorno, 23 de Mayo de 1794.

FERNANDO.

Querido Hermano:

Con quatro correos que nos han llegado, recibo la tuya de 30 del pasado y te doy infinitas gracias de lo que me dices por la que te escribí por Pasqua y año nuebo. Mis Hijas te quedan también infinitamente reconocidas y se ponen a tus pies.

No puedo negarte, hermano mío, la aflicción que me ha causado la misma tuya, no tanto por verte constantemente opuesto a querer dar impulso a un negocio de suma gloria de Dios y de bien universal, cuanto porque no puedes sino disgustar al mismo Dios que lo quiere; y tu Augusto Padre y Tío mio a esta hora ya lo hubiera hecho, ya que fué por horrible traición inducido a destruir la C.ía.

En la fuerte pena que tengo, tengo non obstante un consuelo, y es que por parte mía no he faltado de hacer quanto yo debía y podía para que se executase la voluntad de Dios, y para dar a mis súbditos aquellos auxilios más oportunos para conservarlos fieles a Dios, a la S.ta Iglesia y a mí.

No dexa también de confortarme el pensar, que Tú mismo un día no te debas apercibir y claro conocer, si me he interesado en esto gran negocio inducido o no por medios vulgares, quiero decir por Consejo de unos Partidarios de la C.ía; pero no quisiera (como se lo ruego al Señor de corazón) que esto sucediera mediante algún golpe de la mano de Dios.

Adios, Hermano mio; consérvame siempre tu bondad y tu cariño y créeme inalterablemente de V. M. el más afecto Hermano, que de veras le quiere,

Colorno, 30 (de Enero) de 1795.

(Arch. Hist. Nac.; Estado, leg. 3.518.-Autógrafas.)

FERNANDO.

TOMO I

52

N. 2.

(Lib. I, cap. I, n. 6, p. 30.)

Carta de Pío VI al Duque de Parma para que procure con la corte de España el restablecimiento de la Compañia.

PIUS PP. VI.

Dilectissime in Christo Fili Noster

Salutem et Apostolicam benedictionem.

Essendo imminente la partenza da Roma dell'Arcivescovo di Seleucia, Confessore della Maestà della Regina Cattolica, ed avendogli Noi seriamente parlato della repristinazione della Società dei Gesuiti, ei si è mostrato dispostissimo ad interessarcisi, ed essendo soggetto di ottime intenzioni e pari buon senso, non sappiamo dubitare, che non sia per cooperarvi con attività e destrezza. Prima che egli parta da V. A. R., abbiamo stimato di prevenirla di quanto abbiamo fatto, acciò gliene parli ancor Lei, giacche avendo la Regina la maggior influenza nel governo della Monarchia, deve essere pressochè cosa certa la riuscita di un esito felice. Se V. A. R. aggiungerà le premure al Sig. Infante suo Figlio, e questo a la di Lui sposa, di cui la Regina Madre è tenerissima, tanto più si accresceranno le nostre speranze. Non rileviamo i motivi dei mali incalcolabili prodotti dall'abolizione dei Gesuiti, perchè sono troppo noti e sperimentati; direm solo che la mancanza dell'educazione et il rissorgimento del Giansenismo fanno sentire all'Europa i disastri, che noi proviamo. Alla fine, se la Spagna non vuole i Gesuiti, faccia a Noi constare che non ripugna che li rendiamo a chi li desidera; che tanto ci bas terà, perche in ultimo dovremo volerli tutti, inclusivamente alla Spagna istessa.

Finiamo con supplicarla a rinvigorire il suo zelo in affare di tanta importanza, che continuamente raccomandiamo al Signore, mentre restiamo dando all'A. V. R. ed a tutta la sua Real famiglia la Paterna Benedizione. Dat. Romae apud S. Mariam Majorem 17 Septembris 1797, Pontificatus Nostri anno XXII.

PIUS qui supra.

(Impreso del autógrafo en la Ponencia sobre el P. Pignatelli, P. I, n. XII, pág. 17.)

PIO PP. VI

Amadisimo en Cristo Hijo nuestro:

Salud y apostólica bendición.

De un día para otro saldrá de Roma el Arzobispo de Selencia, confesor de Su Majestad, la Reina Católica; quien, habiéndole Nos hablado seriamente

lel restablecimiento de la Compañía de Jesús, se ha mostrado muy dispuesto a promoverlo; y como es hombre bien intencionado y no menos juicioso, no podemos dudar que cooperará a él diestra y activamente. Hemos creido oportuno advertir a Vuestra Alteza Real de lo que Nos hemos hecho, antes de que se le presente el Arzobispo, para que también Vuestra Alteza le hable del asunto; porque teniendo la Reina tanta parte en el gobierno de la monarquia, se ha de dar por casi cierto su feliz despacho. Si Vuestra Alteza Real lo reconienda además encarecidamente al Señor Infante, su hijo, y éste a su esposa, tan tiernamente amada de su augusta Madre; tanto mayores serán nuestras esperanzas. No hacemos notar los fundamentos de la pretensión, es decir, los daños incalculables causados por la abolición de los jesuitas, porque son demasiado sabidos y experimentados; solamente diremos que la falta de buena educación y el desarrollo del jansenismo han acarreado a Europa las desgracias que nos afligen. A lo menos, si España no quiere jesuitas, diganos que no se opone a que se los devolvamos a quien los desea, y esto Nos bastará: que al fin todos tendremos que buscarlos, incluso España.

Terminamos rogando a Vuestra Alteza que reanime su celo en un asunto de tamaña importancia, que Nos continuamente encomendamos al Señor, y dando a Vuestra Alteza y a toda su Real familia nuestra paternal bendición. Roma, cabe Santa María la Mayor, 17 de Septiembre de 1797, de nuestro Pontificado el XXII.

Pio suprascripto.

N. 3.

(Lib. I, cap. I, n. 7, p. 37.)

Real orden del Príncipe de la Paz al Gobernador del Consejo para que a los exjesuítas que vuelvan a España se los recluya en conventos solitarios.

Excmo. Señor.

Las turbulencias de la Italia y providencias tomadas por el nuebo govierno de Génova contra los Ex jesuítas españoles han hecho que estos se determinen a venir a España, huyendo de las persecuciones y aun de la muerte. Enterado el Rey de esto por varias representaciones de los mismos Ex jesuitas, que han llegado a nuestros puertos, y siendo muy propio del benigno corazón de S. M. protejer esta parte de sus vasallos, que se ven en el día sin pais donde poder subsistir; se ha servido S. M. resolver que luego que vayan arribando a España, se les destine a los conventos más oportunos, y que allí se les pague la pensión hasta que mueran.

Lo que de Real orden participo a V. E. para su inteligencia y la del Consejo, y a fin de que éste me proponga los conventos de más soledad, donde podrán acomodarse dichos Ex-jesuítas, en términos que no haya muchos unidos. Dios gue. a V. E. m.a a.§. S." Lorenzo, 29 de Oct.re de 1797.

EL PRÍNCIPE DE LA PAZ.
(Rubricado.)

S.or Obpo. Gov.or del Consejo.

(Arch. Hist. Nac.; Estado, leg. 3.526.-Original.)

N. 4.

(Lib. I, cap. I, n. 8, p. 40.)

Carta de Pio VII a Carlos IV sobre el restablecimiento de la Compañía, que muchos le piden y sería importantísimo; espera la aquiescencia de S. M.

PIUS PP. VII.

Carissime in Christo Fili Noster, salutem et Apostolicam be nedictionem. Le singolari dimostrazioni di compiacenza date dalla Real Maestà Vostra nel ricevere l'avviso della nostra esaltazione, siccome fin d'allora ci manifestarono apertamente la parzialità del figliale suo animo verso la nostra persona, così invitano ora il paterno amor nostro a scriverle di proprio pugno la presente colla piena fiducia di veder appagatti i nostri e comuni desiderj.

Dalla propria bocca del piissimo Real Infante di Parma, che ci onorò con la sua R. Famiglia di una sua visita pocchi giorni prima della nostra partenza da Venezia, abbiamo saputo che la Maestà Vra. avea stabilito di aprire con la gloriosa memoria del nostro immediato Predecessore carteggio sull'oggetto importantissimo, del quale andiamo a parlare, di cui niun'altro ne fosse inteso che la Mtà. Vra., il prelodato Sommo Pontefice, e lo stesso R. Infante, onde conseruare con tutta sicurezza il segreto tanto necessario al disbrigo di un'affare, da cui dipende il rimedio più pronto alle calamità che ci circondano per ogni parte. Animati da si santa disposizione del Real suo animo, che non potè allora effettuarsi, attese le luttuose vicende dello stesso nostro Predecessore, abbiamo pensato d'essere Noi il primo ad aprire il suddetto carteggio con la Real Maestà Vostra, affine di ottenere al più presto possibile l'adempimento de' nostri voti, diretti a porre. un'argine all'universale disordine, in cui, inalzati pe' Divini giudizj, contro ogni nostro merito, all'Apostolica Sede, abbiamo ritrovato tutto il Cristianesimo.

Ci riempie d'orrore la sola idea della nostra terribile situazione. Le sedizioni, le guerre, le rivoluzioni, i sacchegi, le fellonie, lo spirito d' anarchia tendente a niente meno che alla disoluzione d'ogni ben stabilita società, sono ai dì nostri divenuti comuni, ma non sono dell'età nostra i mali maggiori. La corruzione delle massime, il libertinaggio sfrenato, il disprezzo insultante della Religione, l'apostasia, l'ateismo in trionfo, la preva. ricazione propagata in ogni sorta di persone, sono le vere calamità desolanti e formidabili dei dì nostri, che come cagioni delle prime, sono più da temersi, e rivolger devono a se l'attenzione

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