Poetas líricos de los siglos XVI y XVII: Prólogo. Apuntes biográficos. Garcilaso de la Vega. Gutierre de Cetina. Diego Hurtado de Mendoza. Cristóbal de Castillejo. Fernando de Herrera. Francisco de Medrano. Pablo de Céspedes. Francisco Pacheco. Francisco de Rioja. Juan de Arguijo. Baltasar del Alcázar. Juan de Salinas. Pedro de Quirós. Luis de Góngora y ArgoteAdolfo de Castro M. Rivadeneyra, 1872 |
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Poetas líricos de los siglos XVI y XVII: Prólogo. Apuntes biográficos ... Adolfo de Castro Sin vista previa disponible - 1950 |
Términos y frases comunes
abrasa agora ALBANIO alegre ALETIO alma amor Apolo aquesta ardiente ARGUIJO BALTASAR DEL ALCAZAR beldad bella belleza Bétis blando canto céfiro ciego cielo contento contino corazon corona crece CRISTÓBAL DE CASTILLEJO cruel cuidado dama daño deja deseo despojos despues dice dichoso digo divino dolor dulce duro engaño enojos envidia esperanza eterna FERNANDO DE HERRERA fiero FILENO flores fortuna FRANCISCO DE MEDRANO FRANCISCO DE RIOJA Francisco Pacheco frio fuego fuerza GARCILASO gente gloria habia halla hermosa hermosura Herrera honra huye importuna lágrimas leen llanto llorar luciente lumbre mano memoria mira morir mortal muda mudanza muero muerte mundo nieve ninfa ojos olvido ondas osadía paso pecho pena pensamiento perdido piélago pluma porfia pura queda quejas quiero rayos razon Sedano siento sombra SONETO suelo suerte sulcar suspiros tambien tierno tierra tormento triste vano vencido ventura verde versos viento vitoria vivo vuelo zampoña
Pasajes populares
Página 359 - Aquí nació aquel rayo de la guerra, gran padre de la patria, honor de España, pió, felice, triunfador Trajano, ante quien muda se postró la tierra que ve del sol la cuna, y la que baña el mar, también vencido, gaditano.
Página 3 - Y en tanto que el cabello, que en la vena Del oro se escogió, con vuelo presto, Por el hermoso cuello blanco enhiesto, El viento mueve, esparce y desordena ; Coged de vuestra alegre primavera El dulce fruto, antes que el tiempo airado Cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, Todo lo mudará la edad ligera, Por no hacer mudanza en su costumbre.
Página 4 - Corrientes aguas, puras, cristalinas; árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno...
Página 4 - Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan, los árboles parece que se inclinan; las aves que me escuchan, cuando cantan con diferente voz se condolecen, y mi morir cantando me adivinan. Las fieras que reclinan su cuerpo fatigado, dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste.
Página 277 - Bendita, Señor, sea tu grandeza; que después de los daños padecidos, después de nuestras culpas y castigo, rompiste al enemigo de la antigua soberbia la dureza. Adórente, Señor, tus escogidos, confiese cuanto cerca el ancho cielo tu nombre, ¡oh nuestro Dios, nuestro consuelo! ¡y la cerviz rebelde, condenada, perezca en bravas llamas abrasada!
Página 481 - Amor le ofrece su venda, mas ella sus velos rompe para ligar sus heridas : los rayos del sol perdonen. Los últimos nudos daba cuando el cielo la socorre de un villano en una yegua que iba penetrando el bosque.
Página 18 - Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay, tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos.
Página 4 - ¡Ay!, cuánto me engañaba; ¡ay!, cuán diferente era, y cuán de otra manera lo que en tu falso pecho se escondía. Bien claro con su voz me lo decía la siniestra corneja repitiendo la desventura mía. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Página 359 - ... templo: de todo apenas quedan las señales. Del gimnasio y las termas regaladas leves vuelan cenizas desdichadas; las torres que desprecio al aire fueron a su gran pesadumbre se rindieron. Este despedazado anfiteatro, impío honor de los dioses, cuya afrenta publica el amarillo jaramago, ya reducido a trágico teatro, ¡oh fábula del tiempo!, representa cuánta fue su grandeza y es su estrago, ¿Cómo en el cerco vago de su desierta arena el gran pueblo no suena?
Página 359 - Tal genio o religión fuerza la mente De la vecina gente, Que refiere admirada Que en la noche callada Una voz triste se oye que, llorando, Cayó Itálica dice, y lastimosa. Eco reclama Itálica...