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ron á Turquía en 1840 tenía por base la necesidad de salvar la libertad y la independencia del imperio otomano y de preservar de todo atentado el equilibrio europeo. Desde este punto de vista esta intervención está justificada en principios, como la que originó la batalla de Navarino. En 1839 la condición del imperio turco era en efecto desesperada: el sultán estaba amenazado de dos peligros igualmente serios: sucumbir bajo los ataques reiterados y victoriosos de un vasallo rebelde, Mehemet Ali, pachá de Egipto, ó sufrir el protectorado humillante é interesado de una nación cristiana, la Rusia. En uno y otro caso el equilibrio europeo fundado por los antiguos tratados, estaba roto y la situación general del continente comprometida para siempre.

Se encontraba Turquía entonces sin recursos ni fuerzas para sostener su bandera, y Rusia para afianzar su preponderancia en el diván ó consejo supremo del imperio turco, prometió al sultán Mahmud la ayuda de sus ejércitos y escuadra contra el bajá de Egipto.

116. La situación de los Estados europeos con respecto á Turquía, era la siguiente: La Inglaterra que desde largo tiempo consideraba la existencia del imperio otomano como necesaria para la seguridad de sus posesiones en el Indostán, había firmado un tratado en 1839 con la Turquía. El fin que se proponía la Gran Bretaña en aquel tratado fué dar al imperio turco la fuerza moral que le faltaba. Sin embargo, el tratado no estipulaba una alianza defensiva; todas sus cláusulas tenían un objeto puramente comercial y su base era la de una reciprocidad absoluta; extendiéndose á todas las posesiones inglesas y austriacas. Rusia como hemos dicho, prestaba su apoyo al sultán, con miras interesadas; Prusia y Austria buscaban la oportunidad para renacer rivalidades antiguas y poner en vigor los principios consagrados en 1818 por el Congreso de Aixla-Chapelle, y la Francia apoyaba al virrey de Egipto.

Después de las victorias de éste, la situación se empeoró más. El gabinete inglés que había impelido á la Turquía á la guerra, temió por la preponderancia que estaba alcanzando el bajá de Egipto. Un tratado hecho con el exclusivo objeto de anular el protectorado que la Rusia se había atribuido con respecto á Turquía, ligaba á Inglaterra, á Rusia, á Francia, al Austria y á Prusia. El

gobierno inglés preocupado por los intereses comerciales pactado en el tratado ya dicho, procuraba mantener las comunicaciones con sus dominios de la India, y no podía ver con indiferencia elevarse en el litoral del Nilo y de la Siria, una potencia independiente; y temeroso por otra parte del apoyo que á Egipto prestaba la Francia, acordó obrar sin el concurso de ésta; firmándose en 15 de Julio de 1840 un convenio entre Inglaterra, Rusia, Austria y Prusia, en el que se hacían árbitros del Oriente, sin el consentimiento de Francia, haciendo constar en él dichas potencias, que se habían aliado animadas del deseo de «velar por el mantenimiento de la integridad é independencia del imperio otomano, en interés de la conservación de la paz de Europa.» Adoptaron enseguida medidas coercitivas contra el bajá de Egipto é hicieron intimidaciones á Mehemet Ali, llegando una gran fuerza naval á las costas de Asia, delante de Alejandría, y bombardeó á Beirut.

El ejército egipcio en diferentes épocas invadió la Siria, sitió á San Juan de Acre, y derrotó al ejército turco que acudió á socorrer la plaza. El tratado de 1840 y la acción poderosa ejercida por la escuadra inglesa, dieron por consecuencia que volviera la Turquía á entrar en posesión de la Siria, y encerrar al bajá de Egipto dentro de los límites del territorio heredado de sus antepasados.

117. La exclusión de la Francia del tratado de 1840, produ jo una gran exitación en toda Europa. Francia había venido á ser el teatro de una ajitación incesante. Los partidos trabajaban por encender las pasiones haciéndole cargos al gobierno, á quien acusaban de haber vendido el país á la Inglaterra; deploraban las desdichas de la patria, gobernada, según decían, por hombres indignos é incapaces que estaban dilapidando el tesoro. Los comunistas, falausterianos, furieristas y fusionistas, desacreditaban el sistema de gobierno ajeno, y propagaban el propio como único capaz de salvar al país. Se insultaba á Melbourne, jefe del gabinete francés, por haber perdido con su política la alianza que siempre Inglaterra había prestado á Francia, y se pregonaba la guerra para dejar á salvo el prestigio de la nación francesa, con la que no se había contado para el tratado de 1840.

Se encontraba además á la sazón con un trono recien establecido, que le importaba defender y afianzar, con instituciones nuevas

y mal comprendidas y atacada con un encarnizamiento extremado. En Inglaterra una agitación tan viva como en Francia se produjo. El partido tory pidió al gabinete francés estrecha cuenta de su conducta política. Para los más, parecía demostrado que los esfuerzos del ministro ingles Lord Palmerston, en Oriente, vendrían á parar en el rompimiento de las alianzas anglo-francesa y el entronizamiento del poderío del imperio ruso en Oriente. La mayoría de la nación no estaba conforme con el papel de satélite de Rusia que se hacía desempeñar á Inglaterra, y una gran mayoría del partido tory protestaba contra la injusticia de querer disponer de los asuntos de Oriente, sin el concurso de la Francia, sosteniendo que el gabinete francés había comprometido tibiamente, una alianza honrosa y útil para ambos Estados.

Por fortuna en Francia prevaleció el partido de la paz, y volvióse otra vez sobre la cuestión de Oriente en 1841, según veremos á continuación, y en 10 de Julio de ese año los plenipotenciarios de Austria, la Gran Bretaña, Prusia, Rusia y Turquía, celebraron en Londres una conferencia, donde declararon que importaba esencialmente consagrar en los términos mas formales, el respeto debido á la antigua regla del imperio otomano, en virtud de la cual ha estado siempre prohibido á los buques de guerra de las potencias extranjeras entrar en los estrechos de los Dardanelos y del Bósforo. Esta declaración que no era necesaria, produjo una convención firmada en Londres en 13 de Julio del mismo año de 1741, que tenía por objeto hacer entrar de nuevo á Francia en el concierto europeo, de donde se vió vergonzosamente excluida por el tratado de 15 de Julio de 1840.

118.

VI

Intervención dE TURQUÍA (1854)

Por concesión del gobierno de Turquía, los súbditos de las naciones cristianas estaban autorizados para visitar los lugares santos, ó las iglesias construidas en los puntos donde se desarrollaron los más notables acontecimientos de la vida de Jesucristo. El espiritu de partido dividía sin embargo á los sacerdotes encargados del culto, y las rivalidades entre el rito latino y el rito griego, se hacían cada vez más notables. Dificil sería fijar de una manera

clara los derechos que competían á los latinos y á los griegos sobre la posesión de los lugares santos En 1850 los latinos habían llegado, por concesiones que progresivamente les habían arrancado, á verse excluidos de nueve iglesias, entre ellas la de Belén y la de la Tumba de la Virgen. Los padres de la Tierra Santa dirigieron sus reclamaciones á Francia. Ellos pedían, que se devolviera á los religiosos latinos de Belén las llaves de la puerta principal de la iglesia, para poder entrar sin necesidad de pedir permiso á los griegos; que se colocara de nuevo en el santuario del nacimiento la estrella de plata que fué robada en 1847 con su correspondiente inscripción latina; que los religiosos franciscanos pudieran celebrar los santos misterios en el sepulcro de la Virgen á su vez, y según su rito, y que se permitiera á los mismos religiosos reedificar la iglesia del barrio de Bestdjellas.

El gobierno francés encargó á su embajador, el Marqués de Lavalette, que hiciera la reclamación, y entonces España, Bèlgica, l'iamonte y Nápoles, se unieron á Francia, invocando Austria sus tratados y permaneciendo neutral y descontenta la Inglaterra.

El gobierno otomano no sólo accedió á la reclamación hecha por Francia, sino que el sultán compró dos casas contiguas al convento latino é inmediato al santo Sepulcro, é hizo donación de ellas á los religiosos.

Estas concesiones no satisfizo mucho al gabinete ruso, y dirigió reclamaciones encaminadas á obtener una reparación pronta y cumplida; y deseando dar á entender la importancia que daba á este asunto, envió á Constantinopla al principe de Menschikoff, ministro de marina, que después de revistar la escuadra rusa del mar Negro, entró en Bizancio con una legación muy numerosa, alojándose con un lujo extraordinario. La arrogancia que ostentaba en todas partes, y el profundo desprecio con que se sobreponía á las leyes de la etiqueta, hacían comprender el deseo del embajador ruso de provocar un conflicto, cuyas instrucciones parece llevaba. La Rusia tenía razón para quejarse de la ligereza cometida por el gobierno turco concediendo á Francia privilegios que no pudo conceder sin el beneplácito del gabinete de San Petersburgo; pero este motivo no era suficiente para que Rusia tomara la actitud que asumió El gabinete ruso se dió cuenta exacta de la situación que atravesaba Turquía y quiso aprovecharse de ella.

El imperio otomano se encontraba en aquella época en condiciones muy desfavorables. En el interior, atravesaba por una de esas crisis económicas que llevan á las naciones á una bancarota segura, y sostenía, sin fuerza para ello, la rebelión de Montenegro y de los rusos. Los partidos políticos intrigaban sin descanso, creando dificultades serias al gobierno; causas todas que hacían de la Turquía, como ha dicho un escritor, un casus belli permanente, como un miembro gangrenado de la gran familia europea. (1)

119. El príncipe de Menschikoff dirigió en 16 de Marzo de 1853 al gabinete turco una nota, en la que el embajador ruso aseguraba que su emperador había recibido con mucha satisfacción la carta de 10 de Febrero de 1852, en la cual el sultán declaraba la solución definitiva de la cuestión de los lugares santos, v que esta satisfacción había subido de punto al recibirse la noticia de la promulgación de un firman y de un khatti-gerife imperial que confirmaban completamente la declaración indicada; pero que posteriormente el gabinete de San Petersburgo había sabido que todas aquellas promesas habían dejado de cumplirse.

El embajador ruso hacía la relación enseguida de los acontecimientos que tuvieron lugar en Jesusalén con motivo de los privilegios otorgados á los latinos; manifestaba la sorpresa que habían experimentado los representantes del gobierno imperial de Rusia cuando el comisario otomano se negó á llevar á cabo la ejecución de dicho khatti-gerife, diciendo que no tenía noticia de este documento; quejábase amargamente de la grave ofensa que se había inferido con este acto á la magestad del emperador de Rusia y á las consideraciones debidas á su persona; deploraba el desacuerdo que con este motivo se había producido entre los dos gobiernos, y deducía, como consecuencia de tamaño ultraje, la necesidad de concluir un arreglo estable y definitivo que tranquilizara las conciencias de las poblaciones griegas y que les diera para lo sucesivo una garantía segura é inviolable. «Inútil fuera sin embargo, de

cía la nota, fundar este arreglo en una promesa incompleta que pudiese quedar esteril é ilusoria: el sincero acuerdo que conviene establecer entre los dos gobiernos requiere un compromiso solemne

(1) Poujuolat: Historia de Constantinopla. Cap. 53.

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