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to de Broglie en su bellísimo libro "Le dernier bienfait de la monarchie".

He aquí la cáustica y profunda observación de Talleyrand dirigida á una señora, aficionada, por lo visto, á la política Internacional: "Señora; le decía, la no intervención es una palabra diplomática y enigmática que significa casi casi lo mismo que intervención". No encierra, sin duda, esta humorada, como advierte con su gravedad habitual el Dr. Valverde, "una máxima ó sentencia de derecho internacional",aunque advierte él mismo que casi la reproducen en términos técnicos tratadistas como Funck Brentano y A. Sorel, y como Pradier Foderé, que no difieren mucho, en verdad, del famoso Príncipe de Benevento, aunque espresen la misma idea en forma razonada y científica. Cada Estado en sus relaciones con los demás obra siempre según la propia conveniencia: interviene, 6 no interviene, ó lo hace solo para no dejar á otro intervenir, según aquella le aconseja. El interés del interventor ántes que el del intervenido explica siempre fundamentalmente el hecho de la intervención, aunque ésta se justifi. que por móviles más ó ménos desinteresados y se revista de pretestos más ó ménos plausibles, según los casos y carácter más ó ménos popular de las instituciones de cada país; pero de un modo ú otro vá siempre cada uno derecho á su fin, si otro más fuerte no lo impide.

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Más con eso y todo es evidente que la independencia y el respeto recíproco que se deben las naciones no consiente á los fuertes el derecho de intervenir en los asuntos de los débiles, ó mejor aún, á los unos en los de los otros, sino en casos escepcionales de notoria justificación,

y

dentro de límites muy precisos y ciertos. El Sr. Valverde los expone con imparcialidad y tino, con erudición tanto más sólida cuanto ménos ostentosa, consignando las opiniones favorables ó adversas de los autores de más no

ta, é indicando por su parte, los puntos de vista que principalmente deben tenerse en cuenta para estudiar el asunto. Pero no se le oculta ni deja de hacer constar claramente que el factor dominante en esta materia será siempre el factor político. Las naciones no se determinarán jamás sino por motivos de interés económico, mejor ó peor cohonestados por motivos de humanidad y de liberalismo ó "por el interés general de la civilización”, á intervenir en el régimen y gobierno de otros Estados; en la resolución de las contiendas interiores que libren, ó de las diferencias 6 cuestiones en que se vieren comprometidos con otros de igual ó mayor poderío. Jamás, en ningún tiempo, han procedido ni han podido proceder de distinta suerte las naciones. No intervinieron los Reyes de España en las guerras de Francia ó en las contiendas desastrosas de Portugal, solo por razones religiosas ó dinásticas; ni los Reyes de Inglaterra en las sublevaciones de los Países Bajos ó de Portugal contra España, por platónico amor á la independencia de estos Estados ni al derecho de sus príncipes ó magistrados, ni aún siquiera por simpatía religiosa ó política, aunque de tales pretestos se echase mano para conmover y entusiasmar á las muchedumbres, 6 para disfrazar miras de otro orden; y no hay historiador sério que sobre el particular haya abrigado ni abrigue la mas pequeña duda. No intervino Napoleón en las contiendas interiores y exteriores de los pueblos de Europa, sino por móviles de ambición y espíritu de supremacia y predominio, que también sabía disimular su diplomacia, pero que no disimulaba de ordinario el "superhombre" que diría Nietsche, ántes bien lo proclamaba á veces con arrogancia y altanería nunca vistas, como si columbrase que era la personificación inconsciente de una ley de la historia, el instrumento providencial de grandes destinos humanos. Aún en la intervención de la Europa cristiana,

en favor de Grecia, contra Turquía, la intervención más noble é idealista de todas las conocidas, no cabe desconocer que influyeron los fines permanentes de las diversas naciones en la llamada cuestión de Oriente, entónces como ahora vital para ellos, tanto ó más que la poderosa corriente de entusiasmo, y el espíritu de abnegación, alimentado por el romanticismo, á la sazón imperante. Cuanto á las demás intervenciones y muy especialmente á las de Inglaterra en Asia y Africa y á las de los Estados Unidos en América, obedecen harto claramente á la política do minante en las dos naciones anglo-sajonas y á sus intereses fundamentales, según sus mismos Gobiernos, con harta repetición, los han definido, para que de buena fe pueda nadie explicarlas de ninguna otra manera, por muy crédulo é ignorante que sea. El Sr. Valverde las caracteriza con particular acierto; expone con sobriedad y tino todos los datos necesarios; analiza, con especialidad, la intervención de los Estados Unidos en esta Isla, que de tan profunda trascendencia ha sido, no solo para nosotros sino para el universo, por que determinó el advenimiento de los Estados Unidos á la política Internacional ó mundial como ahora se dice, por las adquisiciones que hizo en América y Asia y su intervención subsiguiente, con un cuerpo de ejército expedicionario, el mayor después del alemán, en acción colectiva de las grandes potencias en China. El Sr. Valverde demuestra que la intervención armada de los Estados Unidos en Cuba, en el momento y forma en que se realizó, no puede justificarse ante el Derecho Internacional, sea cual fuere la opinión que se tenga sobre las consecuencias que haya tenido ó tenga en definitiva para Cuba. (págs. 185-187). La circunspecta, pero concluyente demostración del jóven publicista no sólo acredita su saber y sana crítica, sino la independencia de su criterio, y la entereza viril de su devoción á la ciencia.

Termina la obra con un brillante bosquejo de las doctrinas mas autorizadas en materia de ocupación militar de un territorio extranjero, sus efectos en cuanto á las personas y en cuanto á los bienes, y los límites en que debe encerrarse. Tampoco parecen convenir muy mucho con las enseñanzas de la ciencia los hechos que en Cuba se han realizado, lo que no empece al juicio favorable que desde otros puntos de vista pueden merecer algunos.

Difícil será que en el terreno científico se opongar objeciones serias al criterio general del Dr. Valverde. Las que en otro sentido se le suscitasen, serían inadmisibles. El Sr. Valverde no ha escrito para la política del día: ha tomado de ella un tema de interés permanente y universal, en la esfera de la ciencia jurídica, y lo ha dilucidado con la misma impasibilidad con que el comentarista explica una institución del derecho de familia ó del de las obligaciones, sin curar de los afectos y emociones individuales con que pueda estar-en tal ó cual caso-relacionada.

Así es como deben tratarse doctrinalmente las cuestiones de esta índole. El público ó parte del público puede no atender más que á los resultados y calificarlos á su guisa; el hombre de ciencia tiene que examinarlos como razón ó fundamento de una doctrina. La historia abunda en hechos que el filósofo y el jurista tienen que examinar con criterio muy distinto del de la frágil y mudable opinión. Ésta solo mira á lo presente y á lo particular, según los demuestra el interés ó la pasión del momento. La ciencia del Derecho Internacional examina los hechos, los aprecia por su influencia favorable ó adversa al progreso de las ideas de justicia, equidad y mutuo respeto, en las relaciones de los pueblos entre sí. Utópica ó no, esa aspiración es una de las más nobles que puede abrigar el alma humana; y aunque no pueda realizarse sino

en favor de Grecia, contra Turquía, la intervención más noble é idealista de todas las conocidas, no cabe desconocer que influyeron los fines permanentes de las diversas naciones en la llamada cuestión de Oriente, entónces como ahora vital para ellos, tanto ó más que la poderosa corriente de entusiasmo, y el espíritu de abnegación, alimentado por el romanticismo, á la sazón imperante. Cuanto á las demás intervenciones y muy especialmente á las de Inglaterra en Asia y Africa y á las de los Estados Unidos en América, obedecen harto claramente á la política do minante en las dos naciones anglo-sajonas y á sus intereses fundamentales, según sus mismos Gobiernos, con harta repetición, los han definido, para que de buena fe pueda nadie explicarlas de ninguna otra manera, por muy crédulo é ignorante que sea. El Sr. Valverde las caracteriza con particular acierto; expone con sobriedad y tino todos los datos necesarios; analiza, con especialidad, la intervención de los Estados Unidos en esta Isla, que de tan profunda trascendencia ha sido, no solo para nosotros sino para el universo, por que determinó el advenimiento de los Estados Unidos á la política Internacional ó mundial como ahora se dice, por las adquisiciones que hizo en América y Asia y su intervención subsiguiente, con un cuerpo de ejército expedicionario, el mayor después del alemán, en acción colectiva de las grandes potencias en China. El Sr. Valverde demuestra que la intervención armada de los Estados Unidos en Cuba, en el momento y forma en que se realizó, no puede justificarse ante el Derecho Internacional, sea cual fuere la opinión que se tenga sobre las consecuencias que haya tenido ó tenga -en definitiva para Cuba. (págs. 185-187). La circunspecta, pero concluyente demostración del jóven publicista no sólo acredita su saber y sana crítica, sino la independencia de su criterio, y la entereza viril de su devoción á la ciencia.

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