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rante tristeza y resignación de su existencia, sus amores de puro instinto y en tal forma inconscientes, que se ha dado el caso ver. daderamente asombroso de desconocer uno de estos infelices el nombre de su esposa después de quince años de matrimonio (1), su cultura nula, hasta el punto de que casi ninguno sabe leer, escribir ni aun contar; su absoluto aislamiento y su despego á toda innovación y enseñanza; su costumbre de ser siervos del cuerpo y del espíritu; sus juegos brutales (2), sus odios sangrientos y hasta su alimentación y su vestir misérrimos, hacen de estas capas ínfimas de estos pobres pueblos uno de los grupos de población más atrasados de la Península, mantenido por el desprecio y abandono en que los tienen los caciques, los reyes de esas villas para los cuales son tan respetables la vida y la cultura de sus sometidos, como puede serlo para un kaid en Guelaya, ó para un japonés en Korea. Haremos notar, por último, que como nota característica de las costumbres de esta capa de población agrícola, aparece la crueldad y el desprecio á la vida, unido á un valor personal considerable y sereno, lo que explica el hecho de la vida de completo aislamiento que suelen hacer en cortijos perdidos en lo profundo de temibles barrancos y el predominio, entre ellos, de la criminalidad violenta aunque lo habitual sean los pequeños hurtos.

c) Como verdaderas INSTITUCIONES SOCIALES que viven en este ambiente primitivo, aparecen tres, entre otras que guardan íntima relación con el crimen que estudiamos: los caciques, los instruídos y los curanderos. De los caciques, plaga andaluza, nada diremos aquí, aunque su influencia es para la criminalidad en estos pueblos la más grande é importante; los instruídos son ciertos individuos de esos pueblos que tienen fama entre la población agrícola de saber mucho de tal ó cual cosa, y que siendo por lo general hombres de entendimiento, se aprovechan de esa fama en favor del cacique y del curandero; y por último, los curanderos merecen, en nuestro concepto, tanta atención, que vamos á dedicarles el espacio que nos queda disponible, afirmando de pasada que nos daríamos por altamente satisfechos si con este trabajo consiguiéramos fijar la pública atención sobre estos verdaderos delincuentes, cuya criminalidad causa más daño que las explosiones criminosas de los que manifiestan su maldad en hechos insólitos por lo violentos y amenazadores. Y para demostrarlo, cite

(1) Tenemos relatos y documentos con los cuales podemos probar este hecho verdaderamente increíble.

(2) La barra y la pelota.

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mos algunos hechos que hablen á todos con su lenguaje elocuente. Ante todo, y como hecho general, diremos que en todos esos pue. blos, por obra y gracia de los curanderos, y sobre todo de las curanderas, los que cometen delitos contra el honor están perfectamente garantidos de las consecuencias que tener pudieran, siempre que tengan dinero para pagar el servicio. Generalmente, el medio más usado es el de que cuando el estuprador se apercibe de que su acción ha producido fruto, aprovechando la por lo general completa ignorancia de la infeliz labriega que ha sido su víctima al primero de los trastornos naturales que su nuevo estado la produce, le hace creer que tiene cualquiera enfermedad, cuyo nombre por lo general se inventa y la induce (cosa facilísima, dada la ciega fe que en ellas hay) á que someta su dolencia á tal ó cual curandera reputada, que de seguro habrá de darle la apropiada medicina. Fácilmente convencida la infeliz, va en busca de la miserable, la cual, pagada y prevenida de antemano, la receta una medicina, que no es otra cosa que un abortivo, ó la somete á una operación, que no es más que un procedimiento, abortatorio, operación ó medicina que, por lo general, dejan dañada para siempre la salud de la paciente, cuando no acaban con su vida, cosa más frecuente de lo que pudiera imaginarse. Otras veces el camino recorrido es más directo. La muchacha sabe que está en cinta, y el seductor, aprovechando sus naturales temores, la convence de que se entregue á la curandera, la cual, por un procedimiento operatorio siempre brutal, «le destroza la cría» (1) y todo (estupro, crimen, aborto) queda en el misterio más profundo y en la impunidad más indignadora. Después viene, como forma de criminalidad, la de las revelaciones y los filtros amatorios. Pasando por alto los primeros, que sólo constituyen simples formas de estafa, es muy necesario fijarse en los segundos, que son verdaderos atentados contra la vida y la integridad de las personas. Hace algún tiempo (ya bastante) se descubrió en el Barrio Alto de Almería, casa de una curandera, un gran saco de huesos humanos, recogidos Dios sabe dónde. La opinión alármase, suponiendo ver en ese hecho la revelación de uno ó más crímenes; pero luego después se demostró plenamente que el objeto de los mismos era confeccio nar con su polvo un filtro amatorio «para los que eran fríos y poco decididos en el querer». Más tarde, en Huercal, se encontraron, casa de otra profesional de esa especie, una porción de asquerosas

. (1) Palabras tomadas de la declaración de una de estas profesionales en un reciente proceso.

osamentas de animales, en las que se maceraban plantas extrañas; los jugos obtenidos tenían un destino opuesto: el de hacer olvidadizos á los demasiado ardorosos ó apegados. Después de ésta viene la forma de criminalidad más usual en esta canalla sin conciencia: la de las medicinas absurdas é irracionales. Para no ser prolijos, citaremos algunos casos. Un aparcero de una finca de Pechina denominada «La Alcorra» fué á que le curara un curandero de Huercal la picadura de un alacrán, desdeñando el uso del amoniaco que su amo le recomendara. El curandero le hizo tirar el álcali, diciéndole que esas eran medicinas de señores, y le recetó un emplasto de ajos machacados, que combinando la acción irritativa del veneno con la de su jugo, le pusieron en trance de perder un brazo. La mujer de otro aparcero de un cortijo cercano al anterior amamantó á uno de sus hijos después de un gran susto, el niño, por lo nocivo de la leche, enfermó. La dolencia la atribuyeron á que una mendiga le había hecho mal de ojo, y sin atender á las razones de sus amos, presentes al caso, llevaron al niño á un curandero de Huercal, el cual le recetó unos polvos y le dió una soba, de cuyos resultados falleció la criatura á las veinticuatro horas. La mujer de un tartanero de Viator pidió á un curandero algo para que su marido, alcohólico inveterado, aborreciese la bebida; el curandero le dió unos polvos que, tomados por el marido, le originaron una dolencia misteriosa, de la que falleció al año y medio. Y basta ya de hechos; los casos como los arriba citados se podrían multiplicar en aterradoras cifras, y los más leves con daño siempre de los pacientes, hasta el infinito, sin que nada sirva para desengañar á los labriegos, los cuales someten á esos meicos verdad todas y cada una de sus dolencias, ejecutando con ciega fe sus mandatos como si proviniesen de seres infalibles.

y

Un estudio especial de estos criminales, que nos parece curioso é instructivo, con su vida, su recetario y sus delitos, lo tenemos en preparación, ayudados por la colaboración valiosa de varios compañeros, algunos bien conocidos por su cultura y talento (Agustín Salcedo Cano, Juan José Ruiz Sánchez, por ejemplo), y pensames darlo al público lo antes posible; mas ahora no podemos sustraernos al deseo de pedir una represión viva para esos miserables (con tan poca razón incluídos tan sólo por L. Ferriani entre los delincuentes asturos y afortunados contra la propiedad, pues es así que lo son contra las personas), verdadera plaga de los pueblos andaluces, que á costa de la general incultura, lucra y vive entre atávicos respetos, sobre la vida, la integridad personal, la salud y el honor de los infelices, que son, por superstición

y por ignorancia, sus indefensas y seguras víctimas. Y para ver el fundamento de nuestra petición, no debe olvidarse ni un instante que el crimen de Gador, tan espantoso y tan horrendo por su forma y por su fondo, es, tan sólo y únicamente en su origen y contenido, el crimen de un curandero.

Resumen.

Del estudio del crimen de Gador surgen algunas conclusiones importantes. En su parte antropológica no se comprueban algunas leyes tenidas por infalibles (la de la exageración del tipo étnico en el índice cefálico de los criminales, por ejemplo); y en su parte social, él nos enseña las monstruosidades que pueden nacer de la incultura; nos dice que en nuestra población hay extratificaciones formadas por individuos absolutamente primitivos y salvajes; nos demuestra que los vicios nacidos de un régimen inmoral, pueden ser en último extremo dañosos hasta para la vida de los individuos ajenos al mismo; y nos hace, por último, pedir una mirada de compasión para estas pobres villas más olvidadas y abandonadas de gobernantes y poderosos, que los lejanos y sangrientos aduares de Nador ó de Tres Forcas.

JOSÉ VÁZQUEZ SANTISTEBAN,

Doctor en Derecho.

Granada y Octubre, 1910.

CRÓNICA

Real Academia de Jurisprudencia.-Discurso del Presidente, Excelentísimo Sr. D. Manuel García Prieto, en el acto solemne de la inauguración del curso de 1910-1911.- Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. -Discurso del Excmo. Sr. D. Javier Ugarte y Pagés, en el acto de su recepción.

Con la solemnidad de costumbre y presidido el acto por el Ministro de Gracia y Justicia, Sr. Ruiz Valarino, se verificó en la Academia de Jurisprudencia la noche del 25 de Enero último, la inauguración del curso académico de 1910 á 1911.

Es la Academia de Jurisprudencia el primero de nuestros centros donde la verdadera cultura jurídica resulta adoctrinamiento muy fructuoso de jóvenes jurisconsultos, bien pronto maestros en las lides del Foro, y que evidencia que no es extraño á nuestra patria el culto fervoroso á los nuevos ideales de las dos ramas del saber humano, la Sociología y el Derecho, que al decir de Fulci, gobiernan hoy el mundo por entero.

Claro es, que el tema planteado en la tésis doctrinal del Discurso del Sr. García Prieto, es un problema muy complejo, que no solucionan los eclecticismos de ciertos temperamentos formalmente doctrinarios, ni menos los radicalismos de feministas, que resultan empujados por las corrientes del llamado modernismo, manifestación tal vez morbosa, como aspecto de desequilibrio evidente en el funcionar de los organismos sociales. Si la familia, en la pureza de sus legítimos orígenes, es institución debida, no á la momentánea y pasajera comunicación de funciones fisiológicas entre el hombre y la mujer, sino á laboración meritísima por lo educativa del varón y de la hembra; si el corazón de los hijos y la elevación moral de su espíritu se forman por las viriles enseñanzas del padre, templadas por la dulce intervención cuotidiana del afectuoso sentimiento de la madre, y finalmente, si, como recuerda un escritor insigne, cada madre es una escuela en sí misma, la pretendida desigualdad entre los sexos por la superioridad del hombre, es insostenible, porque la mujer y el marido, en esto

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