Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

inscripción rechazada en la primera instancia, el que no ha promovido la inscripción no puede recurrir contra la negativa á practicarla, cuando por ello no resulten atacados sus derechos en otra forma. Fuchs y Arneim sostienen lo contrario, como vimos al principio. Su opinión traducida al lenguaje procesal significa que desestimada una acción pueden apelar contra lo resuelto todos los que hubieran podido intentar la acción. El autor entiende que admitir esto sería tanto como echar por tierra el concepto del recurso en derecho. No todo el que tiene el derecho de pedir tiene el de recurrir. El recurso es la reacción contra la transgresión de un derecho procesal. Supone, por tanto, este derecho, su ejercicio y una decisión que lo ataque. Además, la transgresión del derecho procesal de una persona, no perjudica al derecho de igual clase que otras pueden tener. Sólo cuando la decisión del Grundbuchamt- -en el caso que examinamos-ataque el derecho material de los que no pidieron, pero pudieron pedir la inscripción, tendrán éstos el derecho de promover un recurso, pero de naturaleza distinta del de aquí nos ocupamos.

Fuchs Ꭹ Arneim llegan, por otra parte, como ya hemos dicho, á la conclusión de que si el Registro estima, erróneamente, autorizado á pedir la inscripción, á quien no tiene derecho á ello, pero rechaza su pretensión fundado en consideraciones de otro orden, el recurso habrá de desestimarse como improcedente, no como infundado. Du Chesne tampoco asiente á esta opinión. Si en la segunda instancia resulta que el recurrente no tenía derecho á pedir la inscripción, de aquí no se deduce que no tuviera derecho á recurrir, esto es, á promover un nuevo ó primer examen de los fundamentos de la petición y la negativa, sino que su recurso es infundado, toda vez que la negativa de la primera instancia no ha atacado á su derecho. Por el contrario, el recurso es improce dente, inadmisible, cuando no ha existido negativa de inscribir porque entonces falta el supuesto esencial del recurso. Y por aquí llega también el autor á la conclusión de que el que tiene derecho de pedir y no lo ha ejercitado, no puede recurrir contra una negativa no sufrida por él sino por otro.

RAFAEL ATARD.

ITALIANAS

GINO FARALLI.-Chamberlain y el imperialismo económico frente al libre cambio en la Gran Bretaña.-(Rivista Internacionale di Scienze sociali e discipline auxiliarie.—Febrero, 1911.)

Hacia el final del siglo pasado, Inglaterra, la reina irresistible de los mares, la nación que había alcanzado en la industria y el comercio un grado de prosperidad que ninguna otra había jamás conseguido, pareció abandonarse á un perezoso estancamiento; otràs naciones jóvenes y vigorosas, estaban en camino de sobrepujarla con un repentino y gallardo esfuerzo.

En el exterior se habló como de cosa cierta de la precipitada decadencia inglesa, de la disgregación del imperio; en el interior, los celos de los progresos hechos por las naciones rivales y la impresión por las voces que corrían acerca de su destino, engendraron una morbosa inquietud é Inglaterra acabó por creerse más gravemente enferma de lo que en realidad estaba.

En tal estado de cosas, un hombre se anunció como el salvador de su patria y dijo haber encontrado el remedio á los males que la aqueja ban.

El remedio radical, infalible, según él, consistía en una aproximación comercial á las colonias, en una vuelta al proteccionismo.

La receta no era nueva; sin embargo, hasta entonces no había sido recomendada con tanta insistencia, con tanta habilidad.

Hubo entusiastas de este remedio, pero no fueron los más; é Inglaterra ha rechazado siempre de sus labios la medicina amarga de la protección que Chamberlain le ofreció en la copa áurea y seductora del imperialismo.

¿Acabará por ceder? ¿La patria de Adam Smith y de Ricardo Cobden? ¿La que vió surgir la escuela individualista y fué la primera en adoptar el libre cambio?

¿Haría bien en ceder? Y las demás naciones, Italia entre ellas, ¿podrían ser espectadoras indiferentes de la lucha que se desarrolló en el ánimo de la enferma?

A contestar estas preguntas se encamina el presente trabajo.

I

El triunfo del libre cambio.

La gran reforma de 1832 marca para Inglaterra el principio de una revolución política y económica, quizás sin precedentes en la historia por la sabia y pacífica progresión de sus conquistas.

En menos de medio siglo, la negra Inglaterra de las minas y de las fábricas, consciente de su fuerza, sobrepuja á la verde Inglaterra, de los agricultores y de los ganaderos. En menos de medio siglo caen avasallados por las nuevas ideas de libertad y de progreso todos los privilegios y todas las franquicias, caen los obstáculos al libre juego de las fuerzas naturales, los reglamentos estrechos y vejatorios, las leyes de restricción y de protección.

La Inglaterra medieval de 1830 obtiene rápidamente la libertad religiosa, la libertad de administración local, la libertad de reunión y de asociación; la más completa libertad, en fin, para todas las manifestaciones de la actividad humana en la producción, cambio y consumo de la riqueza.

Ya en 1815 se había dado el primer paso concediendo á algunas naciones privilegios que pugnaban con las actas de navegación; á éste siguieron otros, hasta que en 1847 fueron suspendidas y definitivamente abolidas en 1849.

Roberto Peel, que de proteccionista intransigente, había de trocarse poco a poco en defensor del libre cambio, reducía ya en 1842 las tarifas de 750 artículos de importación y suprimía entre 1844 y 1845 los derechos aduaneros de otros 430 artículos.

Pero la causa de la grave condición económica de la Gran Bretaña estribaba en los derechos sobre los granos; el país, ilustrado por eminentes maestros y divulgadores de los principios económicos liberales, no tardó en comprender la verdadera causa del mal que le atormentaba y en moverse para su redención.

En 1838, Ricardo Cobden, un hilador de algodón, funda en Manchester una asociación que al poco tiempo llega á ser importantísima: la «Anti-corn-law-league». La gran metrópoli algodonera se convierte en centro de agitación, que por medio de numerosos comités que surgen en todas partes por obra de la liga, gana en breve toda Inglaterra; de todo el Reino Unido llega el oro á la liga para sostener la campaña. Bajo la presión de la opinión pública, presenta Roberto Peel, en Enero de 1846, el proyecto para

abolir gradualmente los derechos sobre los granos en el transcurso de tres años.

Para auxiliar la causa de los librecambistas acude una terrible casualidad. Como dice elocuentemente J. Bright, «el hambre, contra la que hemos combatido, viene en nuestra ayuda».

La carestía hacía estragos en Irlanda, y era necesario tomar medidas urgentes para evitar que la población irlandesa pereciese

toda de hambre.

La suspensión de los derechos sobre el grano llegó á ser inevitable, y el Parlamento, en Mayo del mismo año, recurrió á la disposición más radical de abolirlos definitivamente. Sin esperar á que el viejo edificio proteccionista se derrumbe en toda Europa al desplomarse los prejuicios que lo sostenían aún, Inglaterra continúa y cumple desde 1816 á 1860, en su solar, la obra tan felizmente comenzada. Su situación geográfica la convierte en el depósito general, en el intermediario obligado de los mundos. Pero no se limita á este papel la actividad y la ambición de Inglaterra. La naturaleza le ha concedido otra función más elevada, escondiendo en sus entrañas inextinguibles reservas de fuerza y de energía. <<Si invita á sus hijos á las negras recolecciones de la profundidad, mil veces más ricas y más fecundas que las cosechas doradas de la superficie, será para siempre el gran centro creador del trabajo y del progreso industrial del universo» (Gazeau, L'imperialisme anglais). El éxito corona los esfuerzos. Ricardo Cobden, el apóstol del librecambio, aclamado igualmente en Moscou, en París y en Florencia, lanza á todos los vientos del continente los prime ros elementos de la «Buena Nueva». Basta de fronteras impenetrables, nada de murallas infranqueables, fuera las prohibiciones. anticuadas á la entrada y salida de las personas y de las cosas, á la emigración de los brazos y de las artes, á la introducción de los productos de la industria extranjera.

Decae la política de la prohibición absoluta. Las tarifas simplemente protectoras que la sustituyen van atenuándose progresivamente.

En el año 1860, que se inaugura con la conclusión del famoso <<Cobden Treaty» negociado entre Francia é Inglaterra, se abre este nuevo período de libertad comercial. El ejemplo de Francia es pronto seguido por los demás países. El Zollverein alemán, Bélgica, Holanda, Austria, Rusia, todos los estados europeos abandonan el proteccionismo.

Los acontecimientos parecen confirmar las enseñanzas y las previsiones del programa libre-cambista. La superioridad pro

ductora del trabajo inglés promete á Inglaterra un reinado eterno y pacífico sobre un mundo voluntariamente tributario.

En la segunda mitad del siglo pasado, se abre en efecto, para Inglaterra un período legendario de «inexampled prosperity» que llegará hasta 1874. Cuando las naciones vecinas más avanzadas están todavía en el período de las tentativas y de las pruebas, el comercio y la industria británicos crecen con saltos desconcertantes <«<With leaps and bounds». De 1855-59 á 1870-74 las medias quinquenales de las importaciones pasan de 169 á 346 millones de libras esterlinas. Las exportaciones de 116 á 235. Las del comercio total de 305 á 636 millones. De 1854 á 1874, á pesar del crecimiento de la población que sube de 27 á 32 millones, la media por cabeza de objetos importados y exportados pasa de 10 á 19 libras esterlinas.

De 1854 á 1874, el tonelaje total de los buques entrados y descargados en los puertos ingleses crece en 27 millones de toneladas inglesas, el de las naves con bandera británica en 1.700.000 toneladas, el número de sus marineros en 40.000.

Las exportaciones á Alemania y á Francia se doblan, á los Estados Unidos se triplica, se cuadruplica á Rusia.

Y esta actividad comercial corre parejas con la actividad industrial; la producción del carbón (61 millones de toneladas ingle. sas en 1854 contra 125 millones en 1874), la del hierro (tres millones de toneladas por seis) doblan en veinte años. Las exportaciones de piezas de tela doblan en cantidad y valor. Las importaciones de algodón aumentan de valor en los períodos de 1855-59, 1860 64, 1865 69, en 40, 49 y 28 por 100. La industria de la lana toma el mismo incremento. La actividad de los cerebros aumenta como la de los brazos; en 1860 se expiden 2.563 patentes de invención, en 1874 se conceden 3.162.

Las fortunas sometidas al «Income tax» de 1854 á 1874 pasan de 287 millones de libras esterlinas á 515; igualmente las cantidades depositadas en el Banco de Inglaterra de 17 á 34 millones; la cifra de los negocios ultimados en la Cámara de compensación de los banqueros de Londres, pasa de 1868 á 1873 de 3.425 millones á 6.071. De 1863 á 1874 los valores postales suben de 16 á 28 millones.

La elocuencia de los hechos hace aumentar el número de los partidarios de las doctrinas y los lleva de golpe hasta las consecuencias extremas, absolutas, de los principios enunciados por los maestros. La Inglaterra verde de los campos y de los prados debía resignarse á desaparecer ante la ciudad universal del comercio y de la industria (el extranjero proveerá al alimento de su pueblo

« AnteriorContinuar »