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almirante al punto de acostarse, y azorado y temeroso de perder la vida al ver derribadas las puertas de su palacio y arrollada la guardia que las defendia, pudo salvarse en los desvanes del mismo, dentro de un rollo de esteras, despues de apoderarse de un par de pistolas, un puñado de oro y un panecillo, resto de la cena; lo que demuestra su serenidad de espíritu y carácter arrojado. Amaneció el dia 18, y publicó el rey el decreto siguiente:

«Queriendo mandar por mi persona el ejército, he venido en exonerar á D. Manuel Godoy, príncipe de la Paz, de sus empleos de generalísimo y almirante, concediéndole su retiro donde mas le acomode.»>

La publicacion de este decreto valió estrepitosos vivas á los reyes que, poco avezados á las revueltas populares, se juzgaron seguros de otra tempestad que les hiriese en la cabeza.

No conocian aquellos cándidos monarcas que el brillo de la corona fascina desde niño los ojos y la mente de un príncipe héredero, y que el pueblo, que una vez se desboca, no se contiene ya en su rápida carrera hasta que se ahoga en los lagos de sangre que derrama, ó se estrella en la valla de una salvadora dictadura.

Por eso Fernando no dejó de anudar aquel dia los numerosos hilos de la conspiracion, así como el victorioso populacho, á pesar de su alegría, en vez de dedicarse á sus quehaceres, ocupóse en afilar las armas, melladas en la anterior refriega.

El casual descubrimiento de Godoy al dia siguiente volvió á encender la mal apagada hoguera de la revolucion. No pudiendo el desgraciado ministro resistir los rigores de una sed abrasadora, y á las treinta y seis horas de indecibles tormentos, salió de su escondite y fué reconocido por un centinela.

Cercado de la rabiosa muchedumbre, pudo librarse aun de los mil puñales asesinos que le amagaban, gracias á la intervencion de Fernando, rey ya de hecho en aquel instante, y al generoso y desesperado esfuerzo de un piquete de guardias de Corps que le condujo á su cuartel sin poder evitar que aquel desatentado populacho martirizase á su víctima por el camino, pinchándole con sus sables y picas por entre los pies de los caballos, y haciéndole sufrir mil tormentos en tan larga y dolorosa travesía,

Los reyes conocieron por fin aquella tarde las aspiraciones é influencia popular de su hijo, su propia debilidad para seguir reinando, y que la revolucion no se satisfaria si no le arrancaba y pisoteaba la corona. Quitósela, pues, de sus sienes el apocado monarca, y colocóla con aparente satisfaceion y reconcentrado disgusto sobre las del moderno Sancho el Bravo.

Solo con este sacrificio salvaron los reyes la amenazada existencia de su querido Manuel, así llamaban al favorito, y acaso las suyas propias. A las siete de aquella tormentosa tarde, al entregar su diadema al impaciente heredero en presencia de los ministros, firmaba Carlos IV este decreto:

Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por mas tiempo el gran peso del gobierno de mis reinos, y me sea preciso, para reparar mi salud, gozar en un clima mas templado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado, despues de la mas seria deliberacion, abdicar mi corona en mi heredero y mi muy caro hijo el príncipe de Asturias. Por tanto es mi real voluntad que sea reconocido y obedecido como rey y señor natural de todos mis reinos y dominios.

Y para que esté mi decreto, de libre y espontánea abdicacion, tenga su exacto y debido cumplimiento, lo comunicareis al Consejo y demas á quien corresponda.-Dado en Aranjuez á 19 de marzo de 1808. -Yo el rey.-A D. Pedro Ceballos.»

Arrepentido á los dos dias el destronado monarca de su espontánea determinacion, y con la esperanza de recobrar mas adelante la abandonada corona, remitió á Napoleon la siguiente protesta, allanándole con tan imprudente paso el camino de la proyectada usurpacion :

"Protesto y declaro que mi decreto de 19 de marzo, en el que he abdicado la corona en favor de mi hijo, es un acto á que me he visto obligado para evitar mayores infortunios y la efusion de sangre de mis amados vasallos, y por consiguiente debe ser considerado como nulo.-Carlos.· Aranjuez 21 de marzo de 1808>>

El célebre motin del Real sitio, que hizo pedazos un trono, causó una herida morial al órden público y al principio de autoridad de que todavía no han curado. Eu las sangrientas revueltas de aquella época hállase el origen de las tendencias trastornadoras de las masas proletarias de España, dominando el pais,

unas veces á nombre del despotismo, tiranizándolo otras á la sombra de la libertad; ayer obligados del fanatismo religioso: impelidos hoy por una militar dictadura; siempre ostentando en su mano el cetro de hierro de la opresion y la anarquía.

La exaltacion al trono de Fernando VII llenó de inmenso regocijo á los españoles, alterado sin embargo en casi todas las provincias con punibles escesos y desmanes.

En Madrid fué saqueado el palacio de Godoy y quemados públicamente sus muebles, como en Aranjuez. Iguales escesos se cometieron en las casas de su madre y de su hermano D. Diego, y en la de algunos ex-ministros y altos personajes, sus amigos y hechuras.

Así concluyó el reinado de Carlos IV, y tal fin tuvieron la irritante dominacion y escandaloso valimiento del príncipe de la Paz. A su ineptitud y mal gobierno debió España la degradacion y la impotencia en que á la sazon yacia. La guerra impolítica con la Francia en el año 93; la paz vergonzosa del 95; la inconcebible y absurda alianza que siguió á esta; las dos guerras marítimas con Inglaterra, tan imprudentemente iniciadas como torpemente sostenidas; la indolencia de la corte; el despilfarro del gobierno; la pésima administracion del favorito; consumieron el ejército, destruyeron la armada, y aniquilaron el Tesoro, el crédito y los recursos. Cien mil hombres de guerra, ciento veinte navíos, cuarenta fragatas de línea y una Hacienda floreciente, fueron la herencia que, con la paz y un buen gobierno, recogió el apático sucesor de Carlos III.

Todo se deshizo en las manos de su privado. Así es que cuando Napoleon atacó la peninsula con toda la astucia de sus artes maquiavélicas y con todo el empuje de su poder colosal, la encontró sin tropas, sin navíos, sin almacenes, sin dinero, sin recursos. Era, en suma, la nacion española un pais perdido, como el decia, que con su mismo abandono se le ponia en las manos.

El nombre de Trafalgar, de triste é inolvidable recuerdo para los españoles, es la síntesis de tantas desventuras, el resúmen de la desastrosa historia de la dominacion de Godoy, el compendio del infecundo reinado de Carlos IV..

REINADO DE FERNANDO VII.

CAPÍTULO VII.

Alzamiento nacional de 1808.

SUMARIO.

Entrada triunfal de Fernando en Madrid.-Nuevos planes de Napoleon.-Reclama la espada de Francisco I.-Su fingido viaje á la península.-Credulidad del pueblo.-Marcha Fernando á Bayona á recibirle.-Síntomas del alzamiento de Madrid.-Fué un acto nacional, no de partido.-No fué su objeto la política, sino la propia defensa.-Trata Bonaparte de legalizar la usurpacion. Conducta despótica de Murat.-El infante D. Antonio.--Debilidad é ineptitud de la Junta Suprema.-Libertad de Godoy.-Salida de los ancianos reyes para Francia.-Descontento de los madrileños.-Necia consulta de la Junta.-Desamparo del pueblo de Madrid.-Imprudente conducta. de Murat.-El 2 de Mayo.-Sublévase la capital.-Trábase la batalla.-Mueren Daoiz y Velarde.-Traicion de Murat.-Fusilamientos del Retiro.-El alcalde de Móstoles.-Desmanes en las provincias.-Alzamiento de Valencia. -Mueren cuatrocientos franceses.-Astucia del magistrado Manescau-Son ahorcados los asesinos.-Fatales consecuencias de la justicia popular.

La entrada en Madrid del nuevo monarca fué la ovacion mas espontánea y satisfactoria que ha recibido rey alguno. Si Fernando VII hubiera sido tan gran rey como grande era el pueblo español en aquella época, ni contaríamos en nuestros fastos nacionales. el glorioso á par que fúnebre Dos de Mayo, ni se hallaria España en la decadencia y anarquía en que actualmente se halla, merced á sus guerras civiles y políticas revueltas.

Deslumbrado el jóven monarca con el brillo refulgente de la ambicionada corona, no vió en los vítores y aclamaciones de aquel

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