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version á que el pueblo de Cádiz se muest ra siempre muy aficionado.

Bien pronto el regocijo y animacion de aquel dia se convirtieron en angustia y sobresalto. La noticia de haberse propagado la fiebre amarilla en Gibraltar y costas inmediatas á la de Cádiz, aterró á todos al dia siguiente.

Viendo la regencia por los últimos partes é indagaciones de los buques recien llegados que el peligro era inminente, resolvió trasladarse ocultamente al Puerto de Santa María, para desde allí determinar segun las circunstancias.

Fácil es de comprender la alarma que la nueva de este viaje causaria en Cádiz. Amotinóse el pueblo, tratando de impedir la salida del gobierno, creyendo unos en la realidad del contagio; soзpechando otros era un pretesto para trasladarse las Córtes á Madrid.

Los diputados celebraron juntas particulares, y ni ellos, ni la regencia, ni el pueblo atinaban el modo de calmar la ansiedad general avivada por momentos con la exageracion de las noticias, tan propia en semejantes casos.

El único modo de resolver algo era reunir las Córtes. Parecia un tanto ilegal la medida, pero el peligro la legitimaba. Si la regencia hubiera sido un verdadero poder ejecutivo; si no hubiese desempeñado el papel de delegada, segun ya indicamos, en vez de reunir las Cortes para que discutiesen si la enfermedad era ó no contagiosa, ó si existia ó no, lo que era altamente ridicule é inconveniente en un cuerpo legislador, hubiese adoptado medidas rápidas y eficaces para evitar el contagio ó aminorar sus estragos.

Atemorizadas las Córtes, mas por el aspecto amenazador del populacho de Cádiz, que no queria la trasla cion de ningun modo, que por la proximidad de la fiebre, despues de acaloradísimos debates, optaron por la permanencia del gobierno en Cádiz, dejando la resolucion de este grave asunto, grave por la falta de energia de la regencia y por el miedo de aquellos altivos reformadores á disgustar al pueblo gaditano, á la definitiva decision de las Córtes estraordinarias.

No por eso se calmó la inquietud, siendo Cádiz teatro de nuevas asonadas y desórdenes.

La irritacion de los ánimos, alborotados en aquellos dias hasta el estremo de que peligraseda existencia del ídolo del populacho, D. Agustin Argüelles, por creérsele partidario de la traslacion; el terror natural que siembran siempre los primeros síntomas de una epidemia, y un viento sofocante que sopló por espacio de cuarenta y ocho horas, contribuyeron al rápido desarrollo de aquella peste que atacó á mas de sesenta diputados, y eso que eran muchos los que habian abandonado la ciudad.

Algunos de los mas distinguidos bajaron al sepulcro, como Lujan y Mejía, encargándose la muerte de desmentir la asercion del último, hecha en las mismas Córtes, de que no existia entonces allí la fiebre amarilla.

En tan angustiosas circunstancias, cerraron sus sesiones las Córtes de Cádiz, cuya existencia se vió siempre rodeada de desgracias y peligros.

De admirar será siempre el valor con que acometieron reformas tan trascendentales, y la calma y serenidad con que discutian y legislaban en un estremo de la península, ocupada casi toda por un ejército usurpador y aguerrido.

La época de las Córtes estraordinarias, fué un período en la historia de nuestra pátria de gloria y de mortandad, de hazañas y desventuras, de agitacion y de altivez, de ilustracion y de audacia. Período político-parlamentario que empezó por una monarquía medio destruida, y terminó con una república medio edificada; que fué inaugurado por las bombas y granadas enemigas, y despedido por los horrores de una peste.

Lazo de continuidad entre una sociedad fanática y una nacion que quiere despreocuparse; eslabon que en la inmensa cadena de los siglos y de las ideas une lo antiguo con lo moderno; el derecho divino con la soberanía nacional, el exagerado absolutismo de los reyes con la libertad desmedida de los pueblos.

Si bien precipitadas é imprudentes las Córtes de Cádiz en casi todas las reformas políticas, son dignas de completa alabanza por sus mejoras económico-administrativas.

Sus innovaciones en el ramo de tribunales, organizando la tramitacion civil y criminal y suavizando nuestra ruda legislacion, en

lo tocante á penas y castigos; en el ramo de Hacienda, igualando los impuestos, centralizando la recaudacion, quitando trabas á la agricultura y á la industria; en el ramo de la Guerra, ordenando los suministros y evitando el fraude de los contratistas, modificando la táctica y estableciendo premios militares; sus innovaciones, finalmente, en todas las materias de la pública administracion, llevan el sello de la sabiduría y del acierto.

¡Ojalá que en lo político hubieran sido aquellos legisladores tan sábios y acertados!

Sus debates se resienten de inesperiencia parlamentaria. Sus discursos, leidos muchos de ellos, eran mas bien disertaciones de academia, que peroraciones de parlamento. Salvo algunas escepciones, hablaban mas aquellos diputados con la cabeza que con el corazon; discutian mas que declamaban; pensaban mas que sentian.

Su oratoria era una oratoria natural, sin reglas, sin formas, sin adornos. Tenia en lo general algo de hinchazon y de pedantería; habia en ella mas de sutileza, que persuacion; mas de escolasticis. mo que de doctrina; mas de raciocinio que de entusiasmo; mas de sabiduría que de elocuencia.

Lo que no puede negarse á los constituyentes de Cádiz, en los primeros tiempos de las Córtes, fué el deseo del acierto, la pureza de sus intenciones, la imparcialidad de sus juicios, el patriotismo de sus palabras, la buena fe de sus actos; cualidades y y virtudes que oscurecieron y mancharon despues el interés de partido, él esclusivismo de las opiniones, la vanidad de la política.

Pero lo que sobresalió siempre en todos tiempos y en todos los diputados, fué su honradez y probidad, su abnegacion, su desinterés. El mayor lauro de los soberanos constituyentes de Cádiz es el haber vuelto á sus hogares, despues de tres años de ejercer el gobierno supremo de España, sin una cruz, sin una gracia, sin un destino.

A pesar de lo nuevo de sus ideas, todavía aquellos hombres no pertenecian á la moderna sociedad, corrompida por la ambicion, cancerada por el egoismo y gangrenada por la inmoralidad. Eran los antiguos caballeros de la edad media, nobles, generosos, espi

ritualistas; no eran aun los políticos modernos, mezquinos, materialistas y especuladores.

Era la España caballeresca de ayer, no la España comercial de hoy; eran los honrados y altivos procuradores de Segovia, de Valladolid, de Salamanca y de Toledo; no eran los diputados moderados ó progresistas, que solicitan con sus discursos una cruz ó un destino; que adulan bajamente al trono, ó se arrodillan ante el pueblo.

CAPÍTULO XXI.

Córtes ordinarias de Madrid.

SUMARIO.

Languidez de sus primeras sesiones.-Carácter de los nuevos diputados.Desorganizacion de los partidos.-Principios de venganza reaccionaria.Favorables sucesos de la guerra.-Traslacion de las Córtes à Madrid.— Derrota de Napoleon.-Su caida.-Pasagera resurreccion del imperio francés.-Negociacion ente Bonaparte y Fernando VII.-Contradictoria conducta del último.-Tratado de Valenzay.-Mision secreta del duque de San Carlos.-Falta de cálculo en el partido liberal.-Imprudente contestacion de la regencia.-Renuévase en las Córtes el encarnizamiento de los partidos.-Supuesta conspiracion de Oudinot.—Inauguran las Córtes sus sesiones en Madrid.-Empieza su lucha con Fernando VII.-Impremeditado decreto de las Córtes.-Necias ilusiones del bando liberal.-No comprendió entonces la situacion y el carácter de la nacion española.-Sagacidad de los realistas.-Osadía del diputado Reina.-Atrevida proposicion de Martinez de la Rosa.-Triunfal regreso de Fernando.-Cuál era entonces y es ahora el verdadero pueblo español.-Principia el rey á ejercer su soberanía.-Imprevision de los constitucionales.-Era imposible oponerse al absolutismo del monarca.-Proclama su soberanía el general Elio.-El periódico Lucindo.-Representacion de los persas.-No podia dejar Fernando VII de ser absoluto.-Indolencia de los liberales del año 14.-Son desairadas las Córtes por el rey.-Trasládanse al palacio de doña Maria de Aragon.-Prision de los regentes y principales diputados.Violenta disolucion de las Córtes ordinarias.-Desenfreno del pueblo bajo de Madrid.-Carácter y conducta del populacho en todas épocas.

Cumpliendo lo acordado en las Córtes disueltas, instaláronse las ordinarias en Cadiz en 1.° de octubre de 1813, siendo muy escaso el número de diputados por el terror que todavía inspiraba la fiebre

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