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Andovieron en las minas nueve meses de demora; sacáronse hasta sesenta mill castellanos ó poco más; acordé de despachar á los capitanes Alonso de Monroy y Juan Bautista de Pastene con su navio, para quel uno por tierra y el otro por mar, trabajasen de me traer socorro de gente, caballos é armas. Y en este navio envié á un Antonio Ulloa, natural de Cáceres, por ser tenido por caballero é hidalgo, por mensajero con los despachos para V. M. En ellos daba relacion, de lo que hasta allí habia de qué darla, de mí y de la conquista, poblacion é descubrimiento de la tierra. Entre los tres, y otros dos mercaderes que tambien fueron á traer cosas necesarias, se distribuyó el oro, que se habia sacado para que el Ulloa tuviese con que ir á V. M., y los capitanes é los mercaderes algund resollo (1) para traer el socorro que pudiesen.

En lo que entendí con la gente que tenia, en tanto que parte della atendia al sacar del oro y guardia de nuestras piezas, fue en poblar la ciudad de la Serena, á la costa de la mar, en un muy buen puerto en el valle que se dice de Coquimbo, por ser en la mitad del camino que hay del valle de Copiapó á donde está poblada la de Santiago, que es la puerta para que pudiese venir la gente del Perú á servir á V. M. á estas provincias sin riesgo. E fuí á ella é fundóse el cabildo y justicia, y puse un teniente; y de allí á los 4 de Setiembre de 545 años, despaché á los mensajeros é nao dicha, con quedar confiado que al más tardar ternia respuesta de Alonso de Monroy dentro de siete ó ocho meses. Y para esto llevó indios desta tierra, que se ofrescian á venir del Perú á don

(1) Resollo, por resuello.

de yo estoviese, con cartas, en cuatro meses y en menos.

Hecho el navio á la vela de la ciudad de la Serena, dexando buena guardia en ella, dí la vuelta á la de Santiago. El Enero adelante de 547, dí órden en que se tornase á sacar algund oro, como en la demora pasada, porque ya aquel año se cogió más número de trigo que los pasados. Y porque me pareció no podia tardar el socorro, determiné entrar descubriendo 50 leguas la tierra adentro, por ver donde podia poblar otra ciudad, venidos que fuesen los capitanes que habia enviado á por gente. Apercebí sesenta de caballo, bien armados y á la ligera, é puse por obra mi descubrimiento, dexando recaudo para que se sacase oro en tanto que iba é volbia con el ayuda de Dios, teniendo para mí estaba más lexos el principio de la tierra poblada, de donde la hallé.

A 11 de Hebrero de dicho año, partí é caminé treinta leguas, que era la tierra que nos servia y habiamos corrido; pasadas 10 leguas adelante, topamos mucha poblacion, é á las diez é seis, gente de guerra que nos salian á defender los caminos y pelcar. Y nosotros corriamos la tierra, y los indios que tomaba los enviaba por mensajeros á los caciques comarcanos, requeriéndolos con la paz. Y un dia por la mañana salieron hasta trescientos indios á pelear con nosotros, diciendo que ya les habian dicho lo que queriamos, y que éramos pocos y nos querian matar; dimos en ellos y matamos hasta 50, é los demás huyeron.

Aquella misma noche, al cuarto de la prima, dieron sobre nosotros siete ó ocho mill indios, y peleamos con ellos más de dos horas é se nos defendian bárbaramente, cerrados en un escuadron como tudescos: al fin dieron lado, y matamos muchos dellos y al capitan que los guia

ba. Matáronnos dos caballos, é hirieron cinco ó seis y otros tantos cristianos. Huidos los indios, entendimos lo que quedaba de la noche en curar á nuestros caballos y á nosotros; y otro dia anduve cuatro leguas é dí en un rio muy grande, donde entra en la mar, que se llama Biubiu, que tiene media legua de ancho. Y visto buen sitio donde podia poblar, y la gran cantidad de los indios que habia, y que no me podia sustentar entrellos con tan poca gente; y supe ademas que toda la tierra, desta parte é de aquella del rio, venia sobre mí; y á sucederme algun revés, dexaba en aventura de perderse todo lo de atrás, dí la vuelta á Santiago dentro de cuarenta dias que salí dél, con muy gran regocijo de los que vinieron conmigo é quedaron á la guarda de la ciudad, viendo y sabiendo teniamos tan buena tierra cerca y tan poblada, donde les podia pagar sus trabajos en remuneracion de sus servicios.

Con mi vuelta, aseguraron los indios que servian á la ciudad de Santiago y los de los valles que servian en la Serena, que estaban algo alterados con mi ida adelante, y tenian por cierto, segund eran muchos los indios y nosotros pocos, nos habian de matar á todos; y con esto estaban á la mira y en espera, para en sabiendo algo, dar sobre los pueblos y tornarse á alzar; quiso Dios volver sus pensamientos al revés. Luego envié á la Serena á que supiesen de mi vuelta, con la nueva de la buena tierra que habia hallado, de que no se holgaron poco. El Mayo adelante hice sembrar gran cantidad de trigo, teniendo por cierto no podia tardar gente, porque toviésemos todos en cantidad que comer; y asi hicimos, con el ayuda de Dios, gran cantidad de simenteras.

Habia siete meses que partieron mis capitanes al

Perú, y no tenia nueva cierta ni carta dellos; é un barco que habia hecho hacer para pescar en el puerto con redes, le hice aderezar de manera que pudiesen ir al Perú siete ó ocho hombres cuando conviniese.

Yo repartí esta tierra, como poblé la ciudad de Santiago, sin tener noticia verdadera, porque así convino para aplacar los ánimos de los conquistadores; y dismembré los caciques para dar á cada uno quien le sirviese; é como despues anduve conquistando la tierra trayéndola de paz, tove la relacion verdadera, é ví la poca gente que habia, y que estaban repartidos en sesenta y tantos. vecinos los pocos indios que habia; é á no poner en esto remedio, estuvieran ya disipados y muertos los más, acordé para la perpetuacion de los naturales y para la sustentacion desta ciudad, por ques la puerta para la tierra de adelante, y donde se rehace la gente que ha venido é la que viniere á poblarla é conquistarla, de reducir los sesenta y tantos vecinos en la mitad, y entre estos repartir todos los indios, porque tuviesen alguna más posibilidad para acoger en su casa á los que vinieren á nos ayudar. Hicelo esto por la buena tierra que habia descubierto, y que podia dar muy bien de comer á los vecinos que quité los pocos indios que tenian para repartirlos en los que quedaron, certificando á V. M. no se podia hacer cosa más acertada ni más provechosa para que la tierra se perpetúe y sustente á V. M., é los naturales no se disipen.

Era por Agosto, pasados once meses, y no sabia nada del Perú. Con el oro que habian sacado unos indezuelos mios, y lo que los vecinos por su parte tenian, que todos me lo prestaron, parte de buena gaua, despaché otro mensajero á V. M. que se llamaba Juan Dávalos, natural

de las Garrubillas, con los despachos duplicados que habia llevado el Antonio de Ulloa, y con lo que habia de nuevo que decir de la jornada que habia hecho, é tierra que habia hallado; y para que diese socorro á alguno de mis capitanes, si los topase de camino con alguna necesidad.

Partió este barco, como digo, llevando los que en él iban, mios y de particulares, casi sesenta mill pesos, que á ir á otra parte que al Perú, era gran cosa; pero como aquella tierra ha sido y es tan próspera é rica de plata, estimarian en poco aquella cantidad, y acá tenía, mosla en mucho por costarnos cada peso cient gotas de sangre y doscientas de sudor. Hiciéronse á la vela del puerto de Valparaiso por el mes de Septiembre del año dicho de 546.

Como esperaba de cada dia socorro, mi cuidado é deligencia era en hacer sembrar maiz é trigo en sus tiempos, y en sacar el oro que con la poca posibilidad que habia se podia, para enviar siempre por gente, caballos y armas, que esto es de lo que acá teniamos nes cesidad, porque lo demás que venimos á buscar, como gente no falte, ello sobrará con el ayuda de Dios.

Trece meses habia quel barco era partido del puerto de Valparaiso con el mensajero Juan Dávalos, cuando llegó á él de vuelta del Perú el piloto y capitan Juan Bautista de Pastene, con gran nescesidad de comida, en un navio que no traia sino el casco dél, sin tan solo un peso de mercaderia, ni otra cosa que lo valiese. Estando sin esperanza de verle más, teniendo por cierto, pues habian tardado tanto, que eran ya pasados veinte é siete meses que habian partido destas provincias, y no habia tenido nueva ninguna dellos, que el navio é todos se

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