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esta tierra treinta jornadas, hallando tierras muy bien asombradas (1) y al parescer fértiles para cualquiera cosa; llegué á unos pueblos de indios que eran de los guaranies que habian venido en conquista como los demás, y se habian quedado en aquella tierra. Antes de llegar á ellos cinco jornadas, hallé una sierra no muy alta, de donde un soldado me traxo un pedazo de metal que parescia pura plata; y en el Perú, como lo vieron, me dixeron que era plomo; pero que allí habria minas de plata sin duda, porque aquello era seroche, que llaman en el Perú. Estos indios que hallé en estos pueblos, tenian amistad con Nuflo de Chaves, y le ayudaban contra los miserables indios de la tierra, que era donde pobló á Santa Cruz de la Sierra, y hacian tan á su voluntad sus cosas y eran tan temidos, que no era parte Nuflo de Chaves para los estorbar que no tomasen y llevasen cuantos quisiesen. Allí paré ocho dias á reformar mi gente y caballos, dó supe nuevas de Santa Cruz, como estaban muy aprestados, porque unos indios desta nacion de guaranies que estaban poblados en la sierra del Perú, que en la ciudad de la Plata llaman chiriguanaes, que tambien se habian quedado allí en aquellas sierras, viniendo á conquistar como los otros sus parientes, habian llevado y muerto un pueblo de españoles, que Nuflo de Chaves habia poblado en las aldas de las cordilleras del Perú, junto á un rio llamado Guapai, que serian hasta veinte hombres poco mas o menos; y muertos estos, se pusieron en camino los dichos indios para dar en Santa Cruz, dó estaba la demás gente. Y sabido por un Theniente que Nuflo de Chaves habia dexado, junctó cierta gente y sa

(1) Es decir, en que habia mucha sombra.

cando fuerzas de flaqueza, porque con esta gente requiere no mostrarla, porque luego son perdidos, salióles al camino, estando los indios descuidados en sus alojamientos, y dió en ellos de tal manera, que no quedó indio con indio, ni pudieron tomar sus arcos y flechas, y ansí los rompió haciéndoles meterse huyendo por los bosques; tomóles los caballos que habian tomado en el desbarate del pueblo, y otras muchas cosas de armas y ropas de los españoles muertos. Con esta suerte se tornó á Santa Cruz, lo cual yo cierto no hiciera, sino seguir el alcance, que hiciera muncho efecto y evitára muchos inconvenientes que despues sucedieron. Tomada esta relacion, me parti de allí para Santa Cruz, dó llegué á cabo de once dias, donde fuí muy bien recibido del mesmo Nuflo de Chaves y su gente, que se habia adelantado un dia antes á urdir lo que despues hizo; y ansí luego, el dia siguiente, me notificó una provision que habia procurado haber en el Audiencia de los Charcas, y otra para la gente que conmigo iba, en razon de que no pasase al Perú, sopena de la vida y de cien mill castellanos, que la habia ganado diciendo é informando á aquellos señores, que yo queria venir con trecientos arcabuceros á tomar la posesion de Santa Cruz y de Santo Domingo de Arrioja, ques dó mataron á Andrés Manso, y pasar á Potosí y tomarle, diciendo ser todas tierras pertenecientes al rio de la Plata, cosa que por el pensamiento á hombre de aquellas partes nunca le pasó; y temiéndose de mí que habia de informar al Audiencia de las cosas que él habia hecho en el rio de la Plata, porque este fue el principal capitan que entró á prender al adelantado Cabeza de Vaca, y á él fue encomendada la gente. Y ansí puesto en execucion su propósito, me dexó preso y requirió á la gente

que le obedeciesen; y de á pocos dias se partió para el Perú, llevando consigo al Obispo y oficiales del Rey, que conmigo habian salido, habiendo entre ellos héchose gran confederacion; é yendo por el camino, le mataron los indios chiriguanaes veinte y más españoles, y le desbarataron.

Visto esto, el Obispo y oficiales del Rey, con la demás gente, se volvieron á dó yo estaba, diciendo ser esto permision divina por el agravio y traicion que se me habia hecho; y él no osando volver, se fué con veinte hombres la vuelta del Perú. Volviendo el Obispo con la demás gente á Santa Cruz, me hallaron enfermo y á la muerte; procuraron confederarse conmigo, diciendo conocer el agravio que me habian hecho, pero yo á todo respondi convenir al servicio de S. M. que yo guardase la prision que me era puesta, hasta tanto que otra cosa se me mandase. El Theniente, visto el agravio que se me habia hecho, y que no habia nueva de Nuflo de Chaves, y que la gente que conmigo habia salido me pedian que fuese al Perú, tomó por remedio confederarse conmigo en amistad, y que yo saliese y llevase la gente que para mi seguridad fuese neceseria. Y ansí, movido parte por el Theniente, parte por el Obispo y la demás gente, medeterminé salir de Santa Cruz, é ir á dar cuenta á los Señores de la Audiencia de los Charcas destos negocios, pidiendo primero al dicho Theniente me diese un memorial de las cosas de que tenia necesidad para la fortificacion de aquel pueblo; y ansí me lo dió firmado de su nombre, en que me pedia y pidió le diese pólvora, plomo, arcabuces y otras cosas, de que yo llevaba. É yo le dí y partí con él todo cuanto pude, y rogué á un sacerdote de Sevilla que se quedase en el pueblo para que

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ayudase á un fraile que allí tan solamente habia, porque mi deseo fue siempre sustentar aquel pueblo; que cierto, si yo no hobiera venido á él y socorridole y estado en él, fuera imposible sustentarse, porque no tenian municiones, ni hombre alguno osaba salir al Perú por miedo de los chiriguanaes. Dexándole, pues, de mi hacienda todo lo que me pidió para su reparo, lo cual me tuvieron aquellos señores del Audiencia en mucho, me partí no permitiendo salir conmigo más de hasta cien hombres, dexando en el pueblo docientos y treinta con armas, caballos y lo demás que pude; llevé al Obispo y oficiales de S, M., pidiendo al Theniente que con cincuenta hombres saliese con nosotros hasta fuera del término, y que mirase si algun agravio se hacia á los indios naturales, y que me avisase dello para que yo lo castigase; y desta manera me partí de Santa Cruz, y caminé cinco jornadas por tierra poblada de muchos indios labradores, gente muy doméstica. Llegué dó se apartaban dos caminos, el uno que iba á Guapay, que era el camino ordinario por donde Nuflo de Chaves iba y venia, y el otro era el camino por donde se iba á Santo Domingo de la Nueva Rioja, que era lo que tenia poblado el capitan Andrés Manso, que habia salido del Perú por ordenacion del Audiencia de los Charcas, á poblar allí, por evitar que los indios chiriguanaes de la sierra no hiciesen mal aquella miserable gente de los llanos, porque aquellos perros son tan crueles y malos, que tenian en aquellas sierras carnicerías públicas de hombres, para comer. Y entendido esto, aquellos Señores del Audiencia proveyeron esto, que á mi juicio era una de las cosas con que más Dios y S. M. se servian en aquellas partes; mas como el demonio procure siempre hacer su oficio, y los

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chiriguanaes estar sentidos por habelles evitado que no pasasen adelante con aquella maldad, tomaron por remedio fingir grande amistad con Andrés Manso y su gente sirviéndole, que en esto, como son traidores, tienen grande estremo; y el pobre hombre, paresciéndole ser muy sus amigos, descuidóse confiando tambien en la reputacion perulera, que está cierto tenia muncha, porque era muy buen soldado y valiente; pero más lo quisiera yo recatado, para dar buena cuenta de lo que tenia á su cargo. Así como los indios le vieron descuidado, y que no se recataba dellos, una noche dieron en él y en los demás, y matáronlos sin quedar sino uno solo portugués, que como oyó la grita se metió en camisa en una breña, y ansí se fué por los montes hasta el Perú, que lo tuve por cosa de mucho ánimo y que mostró Dios con él miraglo.

Tomando pues este camino de Santo Domingo, por evitar algunos inconvenientes que se pudieran recreser, y por enterarme de lo que se decia de Andrés de Manso, y ver el asiento del pueblo y su tierra para dar razon dello á aquellos señores, aunque no llevaba guias tan bastantes como convenia, caminé y anduve por despoblado catorce jornadas; que me paresce ternian cincuenta leguas, sin hallar indio ni gente mas de los pueblos quemados, porque ansí como los demás que hallé desde el rio á Santa Cruz, se habian absentado de temor destos carniceros. Al cabo de todo esto, llegué á un rio muy ancho aunque bajo, y pasélo con muncho recatimiento, porque los indios nuestros amigos, que iban delante iempre descubriendo el campo, me habian venido á decir cómo de la otra banda habian visto gente, y ansí pasamos. Y subiendo una cuesta no muy alta, dimos en el Томо ІV.

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