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marqués de la Ensenada. Aprobó la Audiencia el dictamen del fiscal; y el señor Vera puso en manos del escribano de Cámara el real título que se le pedía, y al que no tuvo ya embarazo en conceder el pase aquel alto cuerpo.

Efectivamente, en cédula del 23 de Agosto de 1745, dada en el real palacio de San Ildefonso, fué nombrado el brigadier don Alonso Fernández de Heredia gobernador de Nicaragua y además comandante general de esa provincia, de la de Costa Rica, de las jurisdicciones del Realejo, Subtiaba, Nicoya, Sébaco y demás territorios y costas comprendidas desde el cabo de Gracias á Dios hasta el río Chagres; en la inteligencia de que, por muerte del brigadier, ó por cualquier causa que retardara su llegada, debía reemplazarle en sus funciones el coronel Vera, y otro tanto se disponía respecto de este último, para que le sustituyese el dicho brigadier en cualquiera de los eventos indicados. (*)

Por más que huelgue advertirlo, cabe aquí hacer notar que las cédulas sobre las demarcaciones respectivamente asignadas al coronel y al brigadier no alteraban en manera alguna los límites acordados por ley al distrito jurisdiccional de la Audiencia de Guatemala y por ende á los gobiernos de Honduras, Nicaragua y Costa Rica. La necesidad de rechazar en esas costas á los enemigos de España, en el caso de un ataque, y la de perseguir el comercio ilícito, determinaron al monarca á conceder por modo provisional ciertas facultades á Vera y Heredia. El poder que en varios territorios les fué conferido era una delegación temporal del soberano para señalados objetos; y así, la jurisdicción ordinaria de la Audiencia y demás autoridades de las circunscripciones que á Vera y á Heredia se fijaron, tenía después que restablecerse, atento el carácter de perpetuidad que por su naturaleza le correspondía.

(*) Folio 202 del volumen de copias de títulos y reales cédulas, que abraza desde el año de 1743 hasta el de 1748.-Archivo Colonial de Guatemala.

Es achaque de la condición humana el empeño de prolongar el goce de una ventaja otorgada ó de un derecho concedido. Así, Colombia apoyándose en una real orden de 1803, expedida por móviles de transitorio carácter, ha pretendido ejercer dominio en territorio costarricense sobre el Atlántico. ¿Qué diría hoy el gabinete de Bogotá si Costa Rica invocara la real cédula de 23 de Agosto de 1745, dada en el palacio de San Ildefonso por Felipe V, para pretender que sus límites territoriales se extendiesen hasta el río Chagres? Más robusto parecería en tal caso el título que alegara Costa Rica, aun cuando fuese de anterior fecha, puesto que se funda en cédula real, que el aducido por Colombia y que sólo nace de la providencia de un ministro, la que nada puede contra el sólido cimiento en que descansa un solemne mandato que lleva la firma del monarca y del secretario respectivo.

El fiscal de la Audiencia, Lic. Holgado, del que va ya hecha mención, desestima la carta orden, ó real orden, que para el caso es lo mismo, del marqués de la Ensenada, Secretario de Estado y del Despacho de Indias, sobre facultades dadas al coronel Vera en lo que hace á Nicaragua, y sólo atribuye precio al real título, ó real cédula, que después se le exhibió para hacer constar el formal otorgamiento de esas mismas facultades. La Audiencia se conforma, en auto del mismo día, con el dictamen del fiscal, y acredita así que nada valen en asuntos de cierta importancia las reales órdenes, ó providencias de índole ministerial.

No se libraban esos despachos sino por negocios de menor interés que el indicado: por ejemplo, quiso el monarca que los oficiales reales de Guatemala le remitiesen detallados informes sobre los créditos activos y pasivos de las cajas; y en tal virtud, el Secretario de Estado y del Despacho de Indias dirigió al capitán general Sr. de Rivera y Villalón, en nombre del soberano, un despacho de aquella clase, fechado en Madrid el 28 de Julio de 1739. (*)

(*) Folio 76, vuelto, libro copiador de reales títulos y cédulas, que abraza desde el año de 1739 hasta el de 1742.-Archivo Colonial de Guatemala.

Como tuviese facultad el coronel Vera para decidir en asuntos de comercio ilícito en Honduras y demás territorios que le fueron señalados, se inhibió la Audiencia del conocimiento de esas causas, y pasó á aquel funcionario los expedientes que tenía en curso, para que él los continuara. Otro tanto hizo respecto de los que correspondían á Heredia en su distrito jurisdiccional.

Autorizado el coronel Vera, según el real título por él exhibido, para encargar el gobierno de Nicaragua á don José Lacayo, envió á éste el respectivo nombramiento, y se quedó por algunos meses más en Guatemala antes de ir á posesionarse de sus cargos en Comayagua.

Lacayo estuvo en el puesto que le fué nuevamente conferido, hasta fines de 1746, en que llegó á la ciudad de León el brigadier don Alonso Fernández de Heredia.

Hay que retroceder ahora hasta 1736, para decir que desde ese año hasta el de 1740 había ejercido el mando en Nicaragua don Antonio Ortiz.

Desde Noviembre de ese último año había recaído nombramiento de gobernador en don José Lacayo de Briones. El capitán de milicias Antonio Padilla y otros sujetos deseaban que se diese el mando á don Felipe Gómez Masía, corregidor del Realejo, y decidieron oponerse á la posesión de Lacayo; pero éste, sin arredrarse, entró en el ejercicio de su cargo, posesionándose con la solemnidad de estilo. Padilla, firme en sus planes, no tuvo escrúpulo en dar un escándalo promoviendo un levantamiento de la compañía de milicias que mandaba, lo que era tanto más preñado de peligros cuanto que los ingleses estaban preparándose á invadir la provincia; y Lacayo, dispuesto a sostener el principio de autoridad, lo sometió á juicio y lo condenó á muerte, sentencia que fué debidamente ejecutada.

Para escarmentar á los ingleses tomó Lacayo las necesarias medidas; pero no pudo impedir (Noviembre de 1743) los desmanes cometidos por aquéllos en Jinotega, á donde penetraron por el río Coco.

El castillo y río de San Juan fueron puestos en estado

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de defensa, enviándose con tal objeto á Nicaragua dinero y armas.

Desde tiempo atrás había comunicado al rey el Cabildo eclesiástico de León los perjuicios que se seguían del sistema que estaba en práctica en el remate de los diezmos de la diócesis, solicitando que se le facultara para administrarlos. Pareció justo al monarca acceder á lo pedido, y ordenó al gobernador y á los oficiales reales de la provincia, manifestándolo también por ruego y encargo al prelado de aquella iglesia catedral, que permitiesen y dispusiesen que el Cabildo eclesiástico pudiera tomar las rentas decimales, para manejarlas y administrarlas por sí, libre y francamente, ó por sus colectores, ó como mejor le conviniera, y según lo practicaba el Cabildo de la iglesia catedral de Guatemala, siempre que llenase las obligaciones establecidas, entre las que figuraban los pagos correspondientes á las reales cajas. Así lo dispuso el soberano por cédula del 22 de Noviembre de 1743, despachada en el palacio de San Lorenzo.

Tomando en cuenta el capitán general don Tomás de Rivera y Santa Cruz que había ya cumplido su período (así lo dice el título por él librado) don José Lacayo de Briones, nombró gobernador provisional, en 1744 y por un año, al capitán de Infantería don Francisco de Cáceres y Mollinedo; pero en 1745 tenía otra vez el mando Lacayo, por lo menos en lo militar, como lo demuestran las instancias que hacía en ese año al oidor Alvarez de Castro para que éste, que gobernaba en Honduras, le proporcionase auxilios para defenderse de los ingleses que amenazaban turbar la paz de Nicaragua.

En Diciembre de 1746, como queda dicho, se encontraba ya en la provincia y comenzó á gobernarla el brigadier Fernández de Heredia.

Dióse además á este último, como ya se ha explicado, la investidura de comandante general de Costa Rica.

En lo que hace á esa provincia hay que retroceder también hasta Junio de 1840, en que se posesionó del mando político y militar don Juan Gemmir y Lleonart.

En tiempo de ese gobernador se construyó el fuerte de San Fernando en la desembocadura del río Matina; hiciéronsele dos baluartes y se colocaron en él varias piezas de artillería; pero no fué una obra destinada á subsistir indefinidamente: el terreno al efecto elegido se inundaba con facilidad, y los materiales carecían de solidez; así es que quedó en abandono el fuerte al cabo de algunos años, convirtiéndose poco después en ruinas; y sin embargo, tuvo de coste treinta y nueve mil pesos.

Los padres Andrade, Vela y otros varios, obedeciendo á las inspiraciones de evangélico espíritu y sin cuidarse de los riesgos á que pudieran exponerse, penetraron en tierras de Talamanca, región abandonada de los misioneros desde muy atrás. Fueron bien acogidos por los aborígenes, y se quedaron allí, doctrinándolos allí, doctrinándolos y civili

zándolos.

En 1744 llegó á Costa Rica, con el carácter de visitador de presidios, el ingeniero militar don Luis Díez Navarro. Examinó el fuerte de San Fernando, y respecto de este último, lo mismo que de la provincia toda, elevó al monarca un minucioso informe, extendiéndose particularmente sobre el litoral y puertos del Atlántico. (*)

No eran estériles en buenos resultados las visitas que de tarde en tarde hacían á estas colonias ciertos delegados del rey; algún fruto daban, contribuyendo á llamar la atención del Consejo de Indias hacia necesidades que era urgente remediar, para que se abriese paso la gestión administrativa y con ella el general adelanto de los pueblos.

(*) Montero Barrantes.

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