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diputados de Cataluña por medio de la siguiente carta, traducida del catalán, habiendo escrito otra en el mismo sentido á los concelleres:

«QUERIDOS Y MUY AMADOS:

>> Nadie ignora los grandes y señalados servicios que nuestro muy querido y amado primo el cardenal de Richelieu nos prestó, y con cuán buenos resultados prosperó el cielo los consejos que él nos dió, y nadie puede dudar que sentiremos como es debido la pérdida de tan fiel y buen ministro; por tanto, queremos que sepa todo el mundo cuál es nuestra pena y cuán cara nos es su memoria, por los testimonios que de ello daremos siempre. Pero como los cuidados que debemos tener para el gobierno de nuestro Estado y demás negocios deben ser preferidos á cualquier otro, nos vemos obligados á tener más atención que nunca, y á aplicarnos de tal modo que podamos marcar los progresos que ahora habemos hasta que quiera Dios darnos la paz que ha sido siempre el objeto principal de nuestras empresas, y para cuyo logro perderemos si es menester la vida. Con este fin hemos determinado conservar en nuestro consejo las mismas personas que nos han servido durante la administración de nuestro primo el cardenal Richelieu, y que le sustituya nuestro muy caro y amado primo el cardenal Mazarini, que tantas pruebas nos tiene dadas de su afecto y fidelidad é inteligencia cada y cuando le hemos empleado, sirviéndonos muy bien y como si hubiese nacido vasallo nuestro. Pensamos, sobre todo, seguir en buena concordia y unión con nuestros aliados; usar del mismo vigor y de igual firmeza en nuestros negocios como hasta ahora, en cuanto permitan la razón y la justicia, y continuar la guerra con la misma asiduidad y con tantos esfuerzos como desde que á ella nos obligaron nuestros enemigos, y hasta que, tocándoles Dios el corazón, po

damos contribuir con todos nuestros aliados al restablecimiento de la paz en la cristiandad, de tal manera que en lo futuro nada ya la turbe. Hemos creído oportuno comunicaros esto, para que sepáis que los negocios de esta Corona irán siempre como hasta ahora, á más de que miramos siempre con particular cuidado cuanto concierne á vuestro Principado de Cataluña para guardarlo de todos los esfuerzos del enemigo. Queridos y muy amados nuestros, Dios os tenga en su santa guarda. San Germán de la Haya, á los 12 de Diciembre de 1642.»

Por lo que toca á Felipe IV, poco después de la batalla de Lérida, en que tan mal paradas habían quedado sus armas, partió para Madrid, y con la llegada del rey á la corte llególe la hora de la desgracia al condeduque de Olivares. Los desastres que España sufría en Cataluña, en Rosellón, en Italia, en Portugal y en Flandes, debidos principalmente á la impericia del favorito, eran ya demasiado escandalosos para que Felipe IV no despertase del letargo en que le tenía sumido su ministro. La misma reina, presentándose ante su regio esposo y señalándole el príncipe Baltasar que llevaba de la mano, le dijo:—«¿Sabéis el patrimonio que para éste vuestro hijo prepara Olivares? La ruina de la monarquía y la miseria.» Á la reina se agregaron cuantos influir podían en el ánimo del rey, y á 17 de Enero de 1643 escribió éste al conde-duque diciéndole: «Que estaba satisfecho de sus servicios, pero que, tomando en consideración los deseos de sus súbditos, quería dirigir por sí mismo los negocios de aquella hora en adelante. »

Al recibo de esta carta, Olivares se retiró á Loeches para acabar su vida en el retiro y en el olvido.

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CAPÍTULO XXX.

Desmanes de los franceses en Cataluña.-Quejas de Cataluña al rey de Francia.-Nombramiento de La Marca.-Batalla de Miravet.—Muer

te de Luis XIII.-Sucesos favorables. -Combates navales.- Victoria de Flix.-Recobran á Monzón los castellanos.-Lamotte cae en una emboscada.

(1643.)

La desgracia del conde-duque en nada influyó por de pronto para favorecer los intereses de Felipe IV en Cataluña. Llegaba demasiado tarde. Sin embargo, los catalanes comenzaban á manifestarse justamente resentidos de los franceses, quienes, con poco miramiento y mucha sinrazón, se daban aires de conquistadores y descubrían ya á las claras sus designios. «Los catalanes, dice con noble imparcialidad un mismo historiador francés, habían querido probar á los monarcas de la Península que no eran un pueblo esclavo, sujeto á todos los cambios que les pluguiese introducir en sus constituciones: el gabinete francés, ayudándoles en lo que miraba menos como un efecto de impulso nacional en favor de derechos legítimamente adquiridos, que como una rebelión de la cual la política aconsejaba sacar partido en pro de su propia causa, se conducía sólo según estas miras, y ponía poco cuidado en disimular sus pensamientos. >>

Cataluña envió entonces al rey Luis un memorial de sus agravios: en él se quejaba del mal trato de la soldadesca; de que los cabos y oficiales requiriesen de los pueblos á viva fuerza recibos de sus deudas y testimonio de pago para frustrar las reclamaciones de aquéllos;

de que los asentistas franceses hiciesen granjerías enormes y fraudulentas con el cambio de la moneda; de que hubiese sido elegido un francés para el puesto de gobernador de Perpiñán, y no uno del país, como era costumbre y ley; de que, finalmente, no se empleasen ya mas que franceses para el desempeño de otros cargos y oficios que debían llenar los naturales, según la ley de sus pactos y la santidad del juramento. Tales eran las justas quejas elevadas principalmente al rey Luis, dejando entrever el memorial, con ese tacto, prudencia, respeto y delicadeza que nunca abandonaban á nuestros mayores, que podía pesarle á la Francia si las libertades del país no habían de estar más garantidas con ella de lo que lo estuvieran con Felipe IV.

Satisfízose en palabras, ya que no en hechos, á los catalanes, y creyóse poner remedio á su descontento nombrando un visitador general, cargo que equivalía al que tuvo Argenzon, siendo elegido M. Pedro de La Marca, consejero del rey, antiguo presidente en el parlamento de Navarra y recién electo obispo de Coserans 1. Las atribuciones del cargo estaban bien definidas en su propio nombramiento, que se le extendió comenzando con estas palabras: «Informados de que en épocas críticas y cuando se cometen contravenciones notables á las constituciones del país, nuestros predecesores los condes de Barcelona, Rosellón y Cerdaña han enviado y establecido visitadores generales en la dicha provincia, que son oficiales ordinarios, para proceder á la reformación de cualquier abuso y al mantenimiento de la tranquilidad y unión de los pueblos bajo la autoridad real y la conservación de las leyes y usos de la provincia, etc.....» Pedro de La Marca, sin embargo, al llegar

1 Marca había sido casado; perdió á su mujer, y entonces se hizo clérigo. De él se ha hablado ya en los primeros libros de esta historia.

á Cataluña, pareció haber venido á ella más como visitador de archivos que como reformador de abusos. Se cuidó poco de las constituciones quebrantadas, de las leyes rompidas, de los desafueros cometidos, de las quejas expuestas; mucho, empero, de visitar los conventos en busca de libros, pergaminos y papeles viejos, y por cierto que algunos archivos de Cataluña deplorarán siempre la asiduidad de aquel rebuscador en hacerse con todos los documentos que pudieran ser útiles al objeto que se proponía. Los sabios y los literatos podían estar de enhorabuena con la llegada de Marca, pero las leyes del país no advirtieron su llegada. Francia había creído mandar á un magistrado y á un político, y, cuando ya no era tiempo, advirtió, sin duda, que había sólo mandado á un anticuario.

Viva en tanto proseguía la guerra. Los franceses eran dueños de todo el Rosellón, pues Salses se había entregado poco después que Perpiñán, también como esta plaza con honrosos pactos, y la causa catalana continuaba viéndose favorecida por la victoria. Ganosos los castellanos de recuperar las ventajas que perdieran con la batalla de Lérida, habían intentado á 23 de Febrero la empresa de Flix, y no lográndola, se dejaron caer sobre el castillo de Miravet, el cual, bien presidiado, pudo sostenerse hasta la llegada de Lamotte, que el 3 de Marzo salvó la plaza, causando á los enemigos la pérdida de 400 muertos y 1.200 prisioneros 1.

1 He aquí la copia del parte que el mariscal Lamotte envió á Don José de Biure y Margarit portant veus de gobernador de Cataluña:

"Monsieur: Jo vos envio expressament lo aguasil Rius per avisaros per ell com jo he socorregut la plassa de Miravet, ahont he mort quatre cents homens sobre la plassa lo manco, y los he pres los dos canons que ells hi tenian, y he fet mil doscents presoners entre oficials y soldats, que jo fas aportar á Barcelona, entre los quals hi ha algunas personas considerables: jo he fet esta acció ab molt grans avantages, que no he perdut dels meus sino monsieur del Portal. Lo marqués de Agui

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