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ciertamente comportarse mejor, de manera tal, que me tiene absorto la conducta de estas gentes, que pasaban, sin embargo, por los más españoles de toda Cataluña 1.»

Cuando el virrey, marqués de Villena, quiso acudir en socorro de Gerona, ya no era tiempo, y deshizo el camino andado, dejando de gobernador del castillo de Hostalrich á un ingeniero, quien correspondió tan bien, que le rindió en el espacio de nueve horas el mismo día 19 de Julio, que fué el de la llegada del francés al pie de la plaza.

La intención del duque de Noailles era la de dirigirse á poner sitio á Barcelona; pero como no se le habían mandado los refuerzos que pidiera, y al mismo tiempo llegaba á estos mares la armada holandesa é inglesa haciendo retirar á la de Francia, hubo de formar otro plan de campaña. Á este efecto, dejando bien presidiado el castillo de Hostalrich, que en vano intentaron tomar los españoles por el mes de Setiembre, se dirigió á Castellfollit, de cuya plaza logró apoderarse.

El año terminó viniendo el marqués de Castañaga á reemplazar en su cargo de virrey al de Villena, que se marchó con gran contento de los catalanes, y quedando el ejército francés apoderado de la Cerdaña, del Ampurdán y gran parte de la provincia de Gerona.

La fortuna, fiel á los franceses por espacio de tres años, les abandonó en 1695. Habiéndose negado la villa de San Esteban de Bas á pagar una contribución que se le había impuesto, el gobernador de Gerona, llamado Saint-Silvestre, mandó á M. de Juigné, que lo era de Castellfollit, para que con 1.300 hombres de las guarniciones de Castellfollit, Figueras, Bañolas y Besalú, pasase á sorprender y castigar á aquel vecindario. Partidos durante la noche del 8 de Marzo, los franceses

1 Memorias del duque de Noailles, págs. 266, 67 y 68.

se disponían á incendiar la villa de San Esteban, cuando cayeron sobre ellos de 650 á 700 hombres entre migueletes y somatenes, mandados por el veguer de Vich, Raimundo de Sala, y José Mas de Roda.

Rechazados vigorosamente los enemigos, se dirigieron á Olot, perseguidos siempre por los migueletes, y allí se refugiaron en el convento del Carmen, al cual pusieron sitio y fuego sus perseguidores, abriendo una brecha y penetrando en él. Los sitiados, viendo á su jefe Juigné mortalmente herido, pues sucumbió á los dos días, rindieron las armas y se entregaron, después de haber perdido 260 hombres. Hicieron los migueletes y paisanos en esta brillante jornada más de 800 prisioneros, con los cuales entraron triunfantes en Barcelona el día 15 de Marzo (XV).

No fué única esta derrota por parte de los franceses. Los migueletes y somatenes fueron los verdaderos héroes de la campaña de aquel año, é hicieron prodigios de valor á las órdenes de sus respectivos cabos Raimundo de Sala, José Mas de Roda, Valerio Saleta y Blas Trinxería, hijo sin duda de aquel otro famoso jefe del mismo apellido que tanto se distinguiera en las pasadas guerras. Debióse al valor de estos aguerridos cuerpos el que los franceses fuesen derrotados el 19 de Marzo con pérdida de 300 hombres cerca de Blanes; el 5 de Abril en Arguelagués, con pérdida de otros 300; pocos días más tarde en San Lorenzo de la Muga, cuya guarnición cayó toda prisionera; el 14 del mismo Abril junto á Castellfollit, con pérdida del convoy que intentaban hacer entrar en este fuerte, y en varios otros encuentros durante los meses siguientes. No es, pues, de extrañar que, como dice Feliu de la Peña, agasajase á estas milicias con extraordinarias demostraciones el virrey, marqués de Castañaga, el cual, en cuanto veía llegar á una compañía de estos paisanos, bajaba de palacio para re

cibirla, «y en otras ocasiones mandaba subiesen á su palacio y tocasen los caracoles marinos, subiendo estos clarines al mayor aprecio, del ínfimo y aborrecido desprecio que tuvieron en los gobiernos del marqués de Leganés y duque de Villahermosa.»

Como para defender á Cataluña había llegado á primeros de Agosto un cuerpo de tropas austriacas é irlandesas al mando del príncipe Jorge de Hesse-Darmstad, los franceses abandonaron las plazas en que les costaba sostenerse, demoliendo antes sus muros y fortificaciones. Así fué como convirtieron en un montón de ruinas las de Castellfollit, Hostalrich y Palamós.

Con esto terminó el año 1695, preparándose ambas naciones para emprender con nuevo brío la campaña siguiente.

CAPÍTULO XLII.

Apuros del gobierno.—Ocupa el francés muchos lugares de la marina. -Nombramiento de nuevo virrey.-Llega el francés á la vista de Barcelona.-Sitio de Barcelona.-Capitulación de Barcelona.-Paz con Francia.

(DE 1696 Á 1699.)

Seriamente alarmado el gobierno de Madrid con las derrotas sufridas anteriormente en Cataluña, afanábase por allegar recursos y gente. Echó mano primero de los empréstitos, sin que le reportaran gran cosa; vendió el empleo de virrey de Méjico, y lo mismo el del Perú, por 5.000.000 de reales cada uno, con lo cual abrió ancho camino á la inmoralidad y corrupción; exigió de los grandes que mantuviesen en campaña 100 hombres cada uno, y pidió socorros á sus aliados, de cuyas resultas fué la llegada del príncipe Jorge de Darmstad á Cataluña.

Al frente del ejército que el francés tenía operando en nuestro país se hallaba entonces el duque de Vendome, que por enfermedad del de Noailles le había reemplazado en el mando. Era el duque de Vendome un militar distinguido, que después de haber pasado por todos los grados como un simple oficial de fortuna, había alcanzado el de teniente general. Sus primeras operaciones en esta campaña le fueron favorables, y dieron crédito á sus armas: á vista de nuestro ejército bajó por el Tordera y mandó ocupar los lugares de Blanes, Malgrat, Pineda y Calella con otros pueblos de la costa.

Descontentos los catalanes, enviaron sentidas representaciones á Madrid contra el virrey, marqués de Castañaga, exponiendo que las ventajas del francés se debían á los desaciertos de aquella autoridad superior en no haber querido seguir el consejo del príncipe de Darmstad y en haber mandado retirar los somatenes y migueletes. Fué el virrey destituído, y en su lugar se nombró al general D. Francisco de Velasco, que tiempo hacía estaba empleado en la guerra de Cataluña.

No eran circunstancias muy favorables las en que el nuevo virrey se encargó del mando. El duque de Vendome tenía abierto el camino de Barcelona, y efectivamente, el 5 de Junio de 1697 llegó á la vista de esta plaza con un ejército de 18.000 infantes y 6.000 caballos, al propio tiempo que aparecía también por mar una escuadra de 14 navíos, 30 galeras, tres balandras para arrojar bombas y 80 embarcaciones menores. El virrey D. Francisco de Velasco se salió de Barcelona dirigiéndose á Martorell, transformada en plaza de armas, y quedaron en aquélla para defensa el príncipe de Darmstad, el conde de la Corzana, el marqués de la Florida, el conde de la Rosa, varios otros generales con sus respectivas divisiones, y un tercio de más de 4.000 hombres, que tenía por coronel al conceller en cap.

Fuerte y valiente resistió Barcelona á la armada y ejército francés, siendo su memorable defensa otra de sus páginas de gloria. El 15 de Junio se rompieron las hostilidades. Mientras la flota hacía llover una tras otra las mortíferas é incendiarias bombas sobre la ciudad, una gruesa batería trataba de abrir brecha en el lienzo de muralla que unía la Puerta Nueva con el baluarte de San Pedro. La plaza efectuó una salida con objeto de clavar la artillería; pero no pudo conseguirlo, y la partida de 800 hombres que á tal intento se había arrojado hubo de retirarse rechazada.

Barcelona, que no cesaba de enviar embajadas pidiendo auxilio al virrey Velasco, que tranquilo permanecía en Martorell con sus tropas como simple espectador del caso; Barcelona vió un día las vecinas montañas coronadas de paisanaje que había despertado á la voz del somatén y que bravamente acudía al auxilio de la capital. Es fama que tembló el francés al verse preso entre las tropas del virrey, los paisanos, cuyo número parece que ascendía á 20.000, y los muros de la ciudad. La ocasión se presentaba propicia para derrotar al enemigo. Habíase combinado una salida de la plaza con un ataque y embestida de los somatenes; una y otra estorbó el virrey Velasco diciendo que no era tiempo aún, que esperasen, pues pretendía dar un buen día á las armas españolas; «pero este día no llegó,» dice el analista Feliu de la Peña, que era otro de los defensores de la ciudad.

Los franceses, que habían temblado un momento, continuaron con actividad las maniobras del asedio, ofendiendo á Barcelona con todo género de proyectiles y de privaciones. Encarnizados y tenaces combates tuvieron lugar al pie de las murallas. El francés avanzó distintas veces para el asalto, pero cada vez fué rechazado y cada vez con pérdida, siendo un día perseguido

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