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por los nuestros hasta sus trincheras, tras de las cuales tuvo que refugiarse precipitadamente para sostener á su vez el ataque que había salido á dar. Gloriosos hechos de armas se efectuaron durante el asedio: los soldados de la Coronela se portaron como bravos veteranos; el príncipe de Darmstad alcanzó con sus hazañas y esfuerzos una merecida reputación de valiente, y el vecindario de Barcelona, cada vez más constante, cada vez más decidido, mereció que se le igualara á los antiguos numantinos por sus deseos de no ceder sino sepultados entre escombros y ruinas (XVI).

El aspecto feliz que habían dado por nuestra parte al asedio las derrotas repetidas de los franceses, no tardó en trocarse de una manera amarga. El duque de Vendome mandó atacar repentinamente á las tropas del virrey Velasco, acantonadas en San Feliu de Llobregat. Afortunado fué para el enemigo este ataque. Destrozó completamente al ejército español, menos los tercios de D. Francisco Pingarrón y del conde de Tilli, que resistieron aguerridos y efectuaron su retirada en completo orden; saqueó los pueblos de Esplugas, Cornellá, Hospitalet y San Feliu; recogió un abundante botín; hizo infinitos prisioneros, entre ellos personas de dignidad y consideración, y tornó victorioso á acamparse bajo los muros de Barcelona, habiendo conseguido que Velasco retirase su cuartel general de Martorell y fuese á ponerlo en Esparraguera.

Á este triunfo se siguió otro. Se había por fin abierto brecha entre el baluarte de San Pedro y la Puerta Nueva, y el enemigo intentó apoderarse de estas dos fortalezas. Desesperada resistencia halló, ríos de sangre corrieron, la muerte diezmó las filas de los sitiadores; pero la plaza perdió estas dos fortificaciones, no obstante su heróica defensa y el ataque que hubieran de sufrir los franceses de los paisanos, quienes sin orden

bajaron de la montaña, arrojándose sobre ellos para conseguir sólo una muerte segura, aunque gloriosa, en defensa de sus hermanos.

Los somatenes hubieran indudablemente podido hacer más y auxiliar á la plaza en distintas ocasiones; pero todos sus deseos, planes y maniobras fueron siempre inutilizados por el virrey Velasco que, obedeciendo sin duda secretas órdenes, parecía conspirar para la pronta caída de la ciudad.

Viendo los jefes castellanos que mandaban en Barcelona el mal aspecto que iban tomando las cosas, decidieron capitular entrando en pactos con el enemigo, para tratar de lo cual suspendieron las hostilidades. Al saberse esta noticia, dice Feliu de la Peña, testigo de vista, no cabe en la relación el sentimiento y dolor extraordinario del pueblo de Barcelona. No sólo hombres, sino mujeres y niños, recorrían las calles gritando: antes morir que entregar la plaza; el príncipe Darmstad opinó por la no rendición, ofreciéndose á verter hasta la última gota de sangre con sus regimientos alemanes en defensa de la ciudad; los concelleres se negaron también á la capitulación en nombre del vecindario de Barcelona; pero el conde de Corzana avivó las negociaciones de la entrega, convencido como se hallaba, al decir suyo, de que el francés tenía trabajadas unas minas que iban á causar gravísimo daño á la ciudad si llegaban á volarlas.

La entrega de la plaza quedó fijada para el 15 de Agosto, siendo las bases de la capitulación sumamente honrosas para los barceloneses (XVII).

Poco permaneció Barcelona en poder de Francia. Antes que pasaran dos meses, á primeros de Setiembre, se firmó el tratado de paz llamado de Ryswik. Luis XIV se mostró en él generoso con la España, pero fué esta generosidad sólo para captarse la voluntad del débil y

raquítico Carlos II, y lograr así que hiciese testamento á favor de su familia, ya que no tenía hijos. El mónarca francés, por el tratado de Ryswik, se comprometió á restituir todas las provincias y ciudades que había conquistado desde la paz de Nimega, restitución que comprendía á Gerona, Rosas y Barcelona, y en Flandes las ciudades de Mons, Charleroy, Ath y Courtrai.

Ya nada más hay que referir de Cataluña por lo tocante al siglo XVII, que acabó viendo próximo á descender al sepulcro al enfermizo Carlos II, el cual, en efecto, murió en el primer año del siglo siguiente, dejando por herencia á los que fueron sus súbditos la larga y desastrosa guerra llamada de sucesión.

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CAPÍTULO XLIII.

PROGRESOS DE LA CIVILIZACIÓN.-Lengua y letras catalanas.—Universidad de Barcelona.-De Lérida. -De Vich. -De Tortosa.- Cátedras fundadas en Manresa. -Certámenes poéticos. — Teatro. — Obras dramáticas. -Impresiones.-Poetas que escribieron en catalán.-Poetas que escribieron en castellano.- Historiadores. -Escritores políticos.-Literatos.-Jurisconsultos.-Teólogos y filósofos. -Médicos.-Autores de obras varias.-Marina, comercio, industria y artes.-Bellas artes.-Pintores.-Escultores.-Monumentos.

(SIGLO XVII.)

Toda la actividad, toda la robustez, toda la fuerza. vital de Cataluña se emplea durante el siglo XVII en hacer esfuerzos titánicos y verdaderamente infructuosos. para salvar sus libertades y su independencia, que habían de acabar á principios del siglo siguiente, después de una lucha desesperada que asombró á la Europa. Ante la libertad de la patria en peligro enmudece la lira

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de sus poetas, y sus hombres de corazón y genio son ó cronistas que narran la historia de los tiempos pasados para ejemplo de los venideros, ó jurisconsultos que con la fuerza del raciocinio y de la lógica defienden palmo á palmo el alcázar de las libertades, ó teólogos y oradores religiosos que convierten el púlpito en cátedra política, ó generales y guerrilleros que se aprestan á sostener en el campo de batalla la bandera nacional.

Asombra de todas maneras el gran número de escritores, algunos muy insignes, con que cuenta Cataluña en este siglo, y ello prueba la importancia de las letras en nuestro país, el culto que aquí se rendía á los progresos de la civilización.

Los concelleres de Barcelona, protectores natos de la universidad de esta capital, se ocupaban de ella con solícito cuidado y no titubeaban en hacer cuantos sacrificios podían para su esplendor y acrecentamiento 1.

Brillaban, al par que ésta, las otras universidades y escuelas del Principado, y en todas partes, gracias al saludable impulso de las corporaciones populares, se abrían nuevas fuentes al ingenio y nuevas vías á la civilización. Floreciente se hallaba la universidad de Lérida, y resonaba en su claustro, para loar á los paheres que la protegían y al rector y profesores que la ilustraban, la voz de Vicente García, popularmente conocido por el rector de Vallfogona, quien, en estro levantado y armoniosos versos catalanes, recitaba una oración panegírica con motivo de la elección de rector de aquella universidad en la persona de D. Felipe de Berga y de Alinyá 2.

Establecida ya y confirmada por Felipe III la universidad real y literaria de Vich, correspondió á la in

1 Rúbrica de Bruniquer, tomo II, pág. 30.

2 Poesías del rector de Vallfogona.

tención de sus fundadores, siendo, ha dicho el cronista moderno de aquella ciudad, una garantía del acierto en la elección de profesores, un estímulo para la juventud aplicada y la causa de la pujanza del establecimiento el que se dieran por oposición las cátedras, como se puede ver en el acuerdo tomado en 1604, por el cual se prohibió dar voto en dichas oposiciones á los doctores que no hubiesen recibido el grado en el colegio de la misma universidad 1.

También la de Tortosa logró en 1645 el real privilegio para conferir grados, habiéndolo muchos años antes conseguido pontificio 2.

Como en el siglo anterior, continuaron abriéndose escuelas públicas en varias poblaciones del Principado, fundadas, ya por los consejos, ya por particulares celosos y buenos patricios. De Manresa se sabe que el Dr. Mauricio Parera, paborde de Castelltersol, instituyó y fundó dos cátedras, una de filosofía en 1649, otra de teología en 1661, las cuales dotó con dos censos consignativos de capitalidad 1.000 libras catalanas cada uno, nombrando patrono al municipio. En las escrituras de fundación se lee este artículo: Que lo catedrátich ha de ensenyar en las aulas de la ciutat estant en tot y per tot subjecte á la ordinació del Consell general de la ciutat, observar aquellas de la manera será ordenat per lo rector del Estudi 3.

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Hubo durante este siglo en Barcelona muchos certámenes poéticos, pero ya sin el carácter tradicional de los juegos florales. Muy al contrario; si por su resultado hubiese de juzgarse, miserable idea nos formaríamos de la literatura. Certámenes escolásticos, más que poéticos, prueban ellos el pésimo gusto que la influen

1

Salarich: Historia de Vich.

2 Feliu de la Peña, lib. XX, cap. VIII.

3 Mas: Ensayos históricos sobre Manresa, pág. 150.

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