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II (Cap. XIV).

MEMORIAL QUE SE PRESENTÓ AL REY CATÓLICO

POR EL EMBAJADOR DE LA FIDELÍSIMA VILLA DE PERPIÑÁN

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«La fidelísima villa de Perpiñán, obedeciendo al mandato de V. M. por su Real carta de 13 de Octubre próximo pa– sado, en que como padre, su rey señor natural y monarca tan católico la honra, favorece y consuela con la atención á su remedio (para que conste á V. M. cuán necesitada se halla de él, por los desafueros militares, su hostilidad y obstinada porfía contra su total ruina y desolación. Y que los medios que propone en la conclusión de este papel, parecen ser los más necesarios, eficaces y congruentes á su reparo, al gozo de su prestino estado, y á la seguridad y quietud tranquila de la España; siendo la llave de ella, y quien por sí sola, sin otra ayuda de armas que las de sus naturales, paisanos y provinciales, se ha defendido de los enemigos de su real Corona, las veces que han intentado invadir el país, y cercarla á ella, poniéndoles en afrentosa huída, y costoso escarmiento, como la aclaman las historias) representa á V. M. por su síndico y embajador Luis Ros y de Requesens, lo siguiente:

«Constante y muy sabido es, señor, entre los profesores de la milicia el desvelo y cuidado que mandan aplicar los príncipes, en la guarda y conservación de las plazas de armas y fortalezas limítrofes, concediéndoles muchos privilegios y excepciones, y en particular la de no admitirse en ellas alojamientos, como se estila, y plática en Alemania, Flandes, Italia y Francia, no permitiendo su rey que en Narbona se alojasen soldados, habiéndolo sido por todo el Lenguadoch en las guerras presentes: y procurando siempre tenerlas pertrechadas con numerosa población, copia

de bastimentos y municiones, para que puedan (hallándose sitiadas) resistir, sustentarse y aguardar los socorros que, por más aprisa que acudan, se pasan muchos días.

>>Y concurriendo estas razones y motivos en la fidelísima villa de Perpiñán y con mucha fuerza en esta Era; y sobre asistirla las constituciones de Cataluña y sentencia ejecutoriada para que no se hagan alojamientos, y en su confirmación, órdenes expresas del conde de Santa Coloma, virrey y capitán general de aquel Principado, dadas al marqués Geri de la Rena, gobernador de las armas de V. M. en Rosellón, para que los soldados que estuviesen alojados en dicha villa se subiesen al castillo; y que su gobernador Martín de los Arcos los recibiese allí, y que la demás gente de guerra se fuesen repartiendo en los castillos de Rosas, Colibre y Salsas. Y replicando los cabos del ejército que no podría toda acomodarse en ellos, satisfizo el virrey con prevenir por nuevo mandato, que la que no cupiese en los castillos se abarracase fuera la villa de Perpiñán, en la estrada encubierta y reductos del derredor de ella.

»Sin embargo, señor, la fidelísima villa, posponiendo sus favores, y prerrogativas jurídicas exequibles, llevadas del amor y afectos entrañables de hija legítima de V. M., y instada del celo á su Real servicio, estando el cerco sobre la plaza de Salsas el año de 639, no se resistió (debiendo siquiera por tener, y haber tenido desde el verano continuadamente los hospitales, casas, y calles llenas de enfermos, difuntos, así naturales como los que traían del ejército, y hallarse como doliente de contagio, y faltarle ya sacerdotes para la administración de los sacramentos) en recibir el alojamiento de la caballería: que aunque los quince días primeros fueron parte de ella, luego le acudió toda, tuvo hasta cumplir dos meses, cometiendo enormísimos delitos, en sacos, estupros, robos homicidios, y sacrilegios, sin temor, ni respeto á Dios ni á su cuerpo sacramentado, en cuya presencia cebaban las mayores atrocidades. De forma, que por dejar sin sustento á los vecinos, crecieron más las enfermedades. Y con haber pedido repetidas veces sus cónsules el remedio á estos daños, repre

sentándoles á los ministros cuyo cargo estaba el darle, no aprovechó nada.

>Rendida la plaza de Salsas, le alojó luego el tercio de los aragoneses, agregándosele muchos más soldados, y casi todos los del castillo, receptándolos en esta forma hasta 4 de Junio, que los del preboste general siendo provinciales (con pretexto de haber oído decir al Dr. José Balet asesor de la capitanía general, en una casa de juego de la villa, donde á la sazón se hallaba, que se trataba de dar alojamiento en ella á la gente de guerra que venían caminando desde Cataluña) conmovieron la plebe, irritándola de manera, que con mano armada intentó matar á los cónsules, y á los demás que la tenían en el gobierno, obligándoles á esconderse, y no salir hasta el otro día, que haciéndoles lado la nobleza, y patricios, les llevaron á la casa consular. Y viendo que no podía su enojo de la plebe hacer presa en sus personas, quiso pegar fuego á algunas casas, é hizo otros muchos daños, impelida del dolor, y hostigada de la afrenta, con la pérdida de haciendas, vidas y honras, ejecutada por los que hasta entonces había sufrido su paciencia, por la atención al servicio de V. M. Mayormente teniéndose entera noticia de los estragos é insultos que acababan de perpetrar en Cataluña, y blasonando publicando públicamente, así capitanes como soldados, que en entrando en Perpiñán la habían de saquear y quemar.

>Y aunque la tormenta de esta alteración (cayendo su primer ímpetu sobre los cónsules) pudiera olvidarles la guarda de ajenas vidas, con el fluctuar riesgo tan manifiesto las suyas, no fue así. Porque para que no llegase á ofender la plebe sublevada al marqués Geri de la Rena, gobernador de las armas de V. M. en Rosellón, le enviaron luego una escuadra de soldados confidentes de la villa, que asistió en guarda de su casa y persona. Y por haber trabado escaramuza los del preboste, y hallados el dicho día cuatro de Junio por la tarde, con los soldados de la puerta de San Martín, mandó el marqués Geri disparar algunas piezas de artillería y arrojar bombas contra la villa, haciendo en ella no poca riza y ruina.

>> A los II (seis días después) llegó el ejército á la puerta de San Martín de la villa de Perpiñán: y en ejecución de las amenazas que venían publicando, repitiéndolas allí mismo, derribaron los molinos los soldados, no perdonando vida de cuantos topaban, robando todo lo que podían hacer presa, hasta ganados, así de acarreo para el sustento de la villa, como es de la labranza.

>>Con esta salva el mismo día 11, el marqués Geri, y demás cabos del ejército, llamando al gobernador de los condados, le pidieron alojamiento dentro de la villa sin mostrar orden ni mandato de ministros á quien tocase su distribución y forma, según el estilo en todo tiempo allí observado. Y satisfaciendo el gobernador con representar que no podía hacerlo, siendo en contravención de los del conde de Santa Coloma, arriba referidos y del mayor servicio de V. M. respondió el maestre de campo del tercio de los napolitanos, en presencia del obispo de Elna, que habían de entrar por fuerza en Perpiñán, saquearla, quemarla y hacer otros fracasos indecibles. El día siguiente de 12 los mismos marqués Geri y cabos, por medio de un papel repitieron el pedir alojamiento á los cónsules de la villa, dándoles de término para la respuesta, solas cuatro horas. Ella fué que se sirviesen (suspendiendo el entrar la milicia) de consultar con V. M. el caso representándole ambas partes los motivos de justicia y equidad en que fundan su mayor y más reconocido Real servicio, ofreciéndose que en el ínterin procuraría no faltase al ejército los víveres y demás necesario, en cualquiera parte en que se hallase.

>> Y estando en esto, llegó á la casa consular Martín de los Arcos gobernador del castillo y dijo á los cónsules fiasen de él, que no entrarían en la villa los soldados, teniendo prestado Sacramento y homenaje, así por ella, como por el mismo castillo; y que procurasen con el gobernador de los condados, diese alojamiento á los cabos en las villas muradas y circunvecinas de Perpiñán, con que quedarían contentos: lo cual hicieron y ejecutó al instante el gobernador.

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