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otros, áncora de todos y timón de aquella nave que á él principalmente debió la salvación en tan deshecha bo

rrasca 1.

La imprevista retirada de M. de Espernan había obligado al teniente general de Cataluña D. Francisco de Vilaplana, por no perder la poca gente que tenía, á retirarse á Martorell y abandonar á Villafranca del Panadés, en donde estaba reconociendo los lugares vecinos con sólo tres compañías de caballos ligeros. Esto hizo que el duque de San Jorge, que llevaba la vanguardia del ejército real, pudiese adelantar sin obstáculo y ocupar á Villafranca sin oposición, esperando allí al marqués de los Vélez, que con lo restante del ejército llegó pronto y asentó por el momento su campo en aquella villa.

Iban por su parte reconcentrando los catalanes sus fuerzas en Martorell y sus inmediaciones 2; y como se vió que el Dr. Ferrán, oidor eclesiástico, no reunía la suficiente ciencia militar al patriótico y acendrado celo

1 En estos momentos, el día 4 de Enero de 1641, fueron presos en Barcelona D. Pedro y D. Antonio de Aragón, hijos del difunto duque de Cardona, siéndolo, al decir de Feliu de la Peña, para seguridad y en rehén de los embajadores catalanes que estaban detenidos en la corte. El Dietario del archivo municipal, que he consultado, habla en efecto, con referencia al 4 de Enero, de este suceso; pero no dice el motivo, que bien puede ser el indicado por Feliu. El dietario añade que también la duquesa de Cardona fué arrestada en su propia casa, poniéndole guardias de vista. En cuanto á sus dos hijos D. Pedro, marqués de Povar, y D. Antonio, fueron llevados en un coche á las cárceles reales. Con referencia al día 19 del mismo mes, hallo también en el dietario, que por parte del Consejo de Ciento se renovaron las órdenes de tener estrechamente guardados é incomunicados en las cárceles públicas á los dos hermanos, no permitiéndoseles ver ni hablar á nadie.

2 Es preciso tener en cuenta que Martorell era en aquella época el verdadero punto estratégico, pues sólo allí se podía cruzar el Llobregat por medio del puente llamado del Diablo, no existiendo aún el de Molíns de Rey, que se de moderna construcción.

que le impulsaba, creyó oportuno la diputación dar el mando del campo de Martorell al diputado militar Don Francisco de Tamarit, general de las armas catalanas, que á la sazón se hallaba en el Ampurdán. Al recibo de su nuevo nombramiento, encargó éste la defensa de aquellas fronteras á los maestres de campo Don Tomás de Banyuls, D. Garao de Alemany, D. Bernardo de Montpalau, D. Antonio Cassador, D. Juan de Senmanat y el vizconde de Joch, y partió para Barcelona, y de allí en seguida para Martorell, con las compañías de caballos del comendador Enrique Juan, el bayle de Falset y Manuel de Aux. Parece que cobró el pueblo más aliento con la llegada de Tamarit, en quien se tenía mucha confianza, y mayor fué aún el regocijo por haber entrado casi al propio tiempo los capitanes franceses Plesis y Serignan con un regimiento de infantería y 300 caballos, enviados por Espernan, no comprendidos en la capitulación de Tarragona 1.

Luego que el marqués de los Vélez hubo descansado su gente en Villafranca, púsose en movimiento, ordenando que la vanguardia se adelantase á tomar el pueblo de San Sadurní de Noya, que era como el antemural de Martorell. Resistió bien el pueblo, confiado en la proximidad del socorro; pero el empeño con que fué embestido por fuerzas sobradas, le obligó á rendirse antes de llegar el auxilio.

Mientras el ejército real se iba adelantando hacia Barcelona, uno de los jefes catalanes, D. José de Biure y Margarit, llevó á cabo una arriesgadísima y afortunada expedición. Hallábase situado en las cercanías de Montserrat con los migueletes de los capitanes Cabanyes y Casellas, y creyó oportuno el momento para acercarse á Tarragona y picar el ejército por la espalda. Parece

1 Melo, lib. V, 32.

que la primera idea de Margarit fué la de intentar un golpe de mano sobre la misma Tarragona; pero como se hallaba ésta con fuerte y prevenida guarnición, decidió dejarse caer sobre la villa de Constantí, situada á una pequeña legua de aquella ciudad, y convertida por las tropas reales en hospital de sus heridos y cárcel de sus prisioneros.

Su empresa fué coronada del mejor éxito, y embestida la villa de noche, hubo de entregarse, lo propio que el castillo, á las primeras luces de la mañana, después de haber ofrecido porfiada y brava resistencia. Melo, cuya autoridad en este punto es innegable por pertenecer á contrarias banderas, elogia el valor de los catalanes en este trance, y cita particularmente el esfuerzo de un sargento catalán llamado Juan de Torres. La empresa hubiera sido más gloriosa si los nuestros, irritados sin duda al recuerdo de las víctimas de Cambrils, no hubiesen manchado el brillo de la victoria con pasar desastradamente á degüello á los enfermos y heridos que se hallaban en el hospital. Refiere el suceso el historiador citado, y con indignación debe reprobarse, que no es bien hacer resaltar las maldades de los contrarios ocultando las cometidas por los propios.

El brillante resultado que dió el asalto de Constantí fué la libertad de 300 catalanes, prisioneros en aquella villa desde la triste jornada de Cambrils.

Al tenerse noticia en Tarragona de lo que pasaba en Constantí, mandóse salir toda la fuerza disponible de caballería é infantería, y tuvieron estas tropas un choque con los migueletes de Cabanyes, encargados de proteger la retirada de Margarit, el cual, conseguido su objeto, abandonó la villa, ya que, por otra parte, su conservación hubiera sido inútil é imposible.

Queda ya dicho cómo se había dado el mando del campamento de Martorell á D. Francisco de Tamarit. Al

llegar este hábil y experto jefe al puesto de honor y de peligro que la patria le confiaba, observó que no había fuerzas bastantes para resistir al ejército castellano, y envió por lo mismo á pedir nuevos socorros á Barcelona. Grande alarma movióse con esto en la ciudad, la cual acudió á todas sus parroquias, conventos, cofradías, gremios y universidad, mostrándose otra vez más el celo y patriotismo de los barceloneses en tan apurado trance, pues todos se ofrecieron al peligro para el remedio de la patria. Los eclesiásticos por sí solos formaron algunas compañías, disponiéndose á salir al campo en defensa de las libertades del país. Presenció entonces Barcelona el sublime espectáculo de ver á los clérigos y frailes abandonar el altar y el coro para empuñar un arma; á los niños, ancianos y enfermos acudir presurosos á solicitar un puesto; á las mismas mujeres presentarse en tropel á reclamar que se las permitiese compartir con los guerreros las fatigas y la vigilancia. Era la hora del peligro para la patria y la libertad, y todos eran iguales en aquel momento supremo, todos rivalizaban en celo y entusiasmo, todos se hallaban dispuestos á sacrificar sus vidas y haciendas en aras de los idolatrados objetos que justamente intentaban sostener.

El día 21 de Enero, por disposición del Consejo de Ciento, se alzó el pendón llamado de San Raimundo de Peñafort, y el mismo día á las once de la mañana partió dicho pendón para Martorell con 400 mosqueteros, entre ellos canónigos, frailes y capellanes, habiendo ya marchado antes mucha más gente, pues que iban haciéndose partir las compañías á medida que se formaban 1.

1 Dice el Dietario del archivo municipal: "A 21 de Janer deliberació del Concell de cent perque se arborás lo pendó de Sant Ramon de Penyafort per socorrer als catalans de Martorell: per est efecte se feu embaxada á Santa Catarina, y se portá dit pendó á benehir al senyor

Pero desgraciadamente á las cinco de la tarde del mismo día 21, llegaron á Barcelona dos correos con la infausta nueva de haber roto el ejército real las trincheras de Martorell, penetrando en esta población, donde la furia enemiga no perdonó edad ni sexo, sacrificando infinitas víctimas y haciendo de aquel pueblo un lugar de horrores, desolación y miseria. No le valió por cierto á Martorell ser del señorío del marqués de los Vélez. Antes bien, por esta causa pafeció cebarse más cruelmente en él la venganza del invasor.

Si hemos de dar crédito á Melo, testigo de vista, como ya se sabe, Tamarit hizo cuanto pudo y estuvo en él para la defensa de Martorell, hasta que, viendo imposible la resistencia, determinó abandonar el lugar, efectuándose la retirada de las principales tropas catalanas á la vista del enemigo, contenido por la caballería y artillería hábilmente dispuestas para el caso por el de Tamarit. Esto no obstante, tuvieron los catalanes una pérdida de 2.000 hombres, siendo también de consideración la de los contrarios, quienes hubieron de llorar, entre otras, la muerte de D. José de Saravia, teniente de maestre de campo general 1.

El conceller tercero de Barcelona, Rosell, consiguió retirarse con 3.000 hombres y la bandera de Santa Eulalia á Mata de Mura, en el Vallés; Tamarit, con algunas tropas de caballería, se vino precipitamente á Barcelona, en donde entró al anochecer de aquel mismo día, y lo restante de la hueste catalana se corrió por el Vallés, ocupando los lugares de Tarrasa, Sabadell, Cal

bisbe, acompanyantlo tambors de guerra, y se arborá en una de las fines. tras de casa la ciutat, y lo mateix dia á las 11 del matí partí de la ciutat dit pendó, portantlo un frare religios de dominicos, y marchá ab 400 mosqueters, entre canonges, religiosos, capellans y particulars, pera dit exercit de Martorell.,

1 Melo, lib. V, 48.

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