Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO XXIX.

Toma de Colibre.-Se estrecha el bloqueo de Perpiñán.-Llegada de Luis XIII al campo. --Ataque de Tortosa y toma de Monzón.-Combate naval á la vista de Barcelona.- Nuevo combate delante de Sitges.—Llegada de Felipe IV á Zaragoza.—Torrecusa nombrado para socorrer á Perpiñán.—Capitulación de Perpiñán.-Artículos de la capitulación.—Se proyecta el sitio de Lérida.—Precauciones de los leridanos.—Batalla de Lérida.-Lamotte virrey.-Carta del rey Luis.-Caída del conde-duque de Olivares.

(DE 1.o DE ABRIL A FIN DE 1642.)

Acababa de festejarse en Barcelona el triunfo alcanzado y de recibirse á los vencidos como pocos lo hayan sido nunca de sus vencedores, cuando se recibieron cartas del rey Luis XIII y noticia de otra victoria. A los primeros de Abril se apoderaron los franceses de la plaza de Colibre, y en libertad entonces La Meilleraye para emplear todas sus fuerzas contra Perpiñán, propuso á Luis XIII, que continuaba en Narbona, someter dicha ciudad por las armas; pero el monarca prefirió ganarla por hambre 1.

Treinta meses hacía que Perpiñán se hallaba reducido al estado más miserable que darse pueda. La falta de víveres era excesiva, y si bien hasta entonces algunas irrupciones hechas por los lugares de los alrededores habían procurado socorros, después de la toma de Colibre comenzó á hacerse tan rigoroso el bloqueo, que no hubo medio de reemplazar los escasos víveres que quedaban por consumir.

1 Henry, lib. IV, cap. IV.

TOMO XVI

7

Conociendo el rey Luis toda la importancia de Perpiñán, plaza tenida entonces por inexpugnable, y queriendo á toda costa alcanzar la gloria de apoderarse de ella, fué á situarse en San Esteban, pequeño villorrio inmediato á la ciudad, en cuanto supo la toma de Colibre. Las operaciones del sitio se emprendieron con todo rigor, y la guarnición de Perpiñán, compuesta sólo de 3.000 hombres de buenas y veteranas tropas al mando del marqués Flores de Avila y de D. Diego Caballero, conoció bien pronto que no podía tardar en ceder al empeño y fuerza del enemigo.

Mientras esto pasaba en el Rosellón, Lamotte, anhelando añadir nuevos lauros á los recién conquistados, había hecho una tentativa sobre Tortosa; pero estaba la plaza bien guarnecida, y vióse obligado á retirarse con pérdida de 800 hombres, cediendo á la vigorosa defensa de los sitiados. Pasó entonces á las fronteras de Aragón, volvió á ocupar á Tamarit y conquistó á Monzón, rendido con buenos pactos el 15 de Junio 1.

Adelantábase ya la armada real de. España que al mando del duque de Ciudad Real se enviaba en auxilio del Rosellón, y al cruzar por delante de Barcelona á últimos de Junio, salió á encontrarla el duque de Brezé con la escuadra francesa, que á la sazón se hallaba surta en nuestro puerto. Embistiéronse las dos armadas á la vista misma de Barcelona el día 30 de Junio, peleando entrambas con valor notable, quedando la capitana de Francia y tres bajeles muy maltratados, y quemados cuatro burlotes de la castellana y presa la galera Santo Tomás 2.

Las historias generales de España suponen que este

1 Feliu de la Peña, lib. XX, cap. VII.

2 Estas noticias y las del otro combate que sigue están sacadas de una relación contemporánea impresa, que tengo á la vista. Feliu de la Peña está acorde con ella.

combate fué una derrota completa para los franceses 1; pero no debió ser así, pues hallo que inmediatamente, á 1.o de Julio, volvieron á embestirse las escuadras delante de Sitges. Hubo en este otro combate el incidente de que hallándose la capitana de Guisa aferrada con un bajel español, quiso pegarle fuego y perecieron entrambos buques. Los días 3 y 5 intentaron proseguir la lucha; impidiólo el mal estado de la mar, viéndose obligada la española á retirarse á las Baleares y la francesa á Barcelona.

Conviene advertir ahora que Felipe IV, movido sin duda por el ejemplo de Luis XIII, había decidido salir de su inacción, manifestando su firme propósito de trasladarse al teatro de la guerra. A pesar de que se procuraba tener al rey alejado de los negocios y á oscuras de lo que sucedía, el descontento era tan general y tan grande la aversión contra el conde-duque, que algo hubo de traslucir el monarca, llegando sin duda hasta él los clandestinos libelos y los epigramáticos versos de los poetas, que se hacían el eco de la opinión pública 2. Contra la

1 Véase Ortiz de la Vega en sus Anales, lib. X, cap. XVI, y otros autores.

2 Léanse en prueba los siguientes soneto y décima del célebre Don Francisco de Quevedo, que con mucha oportunidad traslada también á sus páginas Jaime Tió (lib. VII de su continuación al Melo):

SONETO.

Los ingleses, señor, y los persianos
Han conquistado á Ormuz, las Filipinas
De holandeses padecen graves ruinas,
Lima está con las armas en las manos,
El Brasil en poder de lusitanos,
Temerosas las islas sus vecinas
Y Bartolina y treinta Bartolinas
Serán del turco en siendo del romano.
La Liga junta y todo el Oriente
Nuestro imperio pretenden se trabuque,
El daño es pronto y el remedio tardo.

419513

voluntad de sus consejeros y la oposición del conde-duque, Felipe IV decidió partir y efectivamente se puso en camino, pero fué sólo la suya una ligera ráfaga de energía. Habiendo salido de Madrid el 24 de Abril, hasta el 27 de Julio no llegó á Zaragoza: tres meses empleó en el camino, divertido en fiestas y regocijos, mientras sus pueblos lloraban lágrimas de sangre. Cuéntase que por el camino tropezó el rey con un correo enviado por el marqués de Leganés, y haciéndose entregar los despachos que llevaba, adquirió con su lectura la convicción de que se le engañaba acerca de la situación de los negocios: las cartas que le eran personalmente dirigidas daban las mayores esperanzas, mientras que, por el contrario, las que iban al ministerio presentaban las cosas bajo un punto de vista desesperado. Semejante descubrimiento hubiera sido una lección útil para cualquier otro monarca. A Felipe IV le faltó valor para aprovecharse de ella; el ministro prosiguió siendo su favorito, y continuó él tranquilamente su camino en medio de fiestas y alegrías, pareciendo haber salido sólo de Madrid para darse el placer de un paseo triunfal. Su viaje, que hubiera debido hacerse con toda la celeridad y todo el aparato militar exigido por lo grave de las circunstancias que lo habían hecho emprender, hízose con la

Responde el rey, destierren luego á Puente,
Llamen al conde de Olivares duque,

Case á su hija y vámonos al Pardo.

DÉCIMA.

Cataluña lastimada

Con mortales desafueros
Suplicando por sus fueros

Está ya desaforada,

Que suele tal vez negada
Á los vasallos la audiencia,

Apurada la paciencia
Y cansada la lealtad,
Perder å la majestad

El respeto y la obediencia.

más desconsoladora lentitud y con una compañía de cómicos para divertir al indolente monarca en todos los puntos de descanso. Por esto se decía por todas partes en alta voz, que mientras el rey de España asistía á la comedia, el de Francia le preparaba la tragedia 1.

Perpiñán seguía sosteniéndose con una constancia y valor verdaderamente heróicos; se había decidido formar dos cuerpos de ejército, uno á las órdenes del marqués de Leganés, que fué nombrado virrey de Cataluña, para oponerlo al mariscal Lamotte, y otro á las del marqués de Torrecusa para forzar el paso de los Pirineos y socorrer el Rosellón. Un historiador francés ya citado dice con mucha justicia que es verdaderamente inconcebible aquella ceguedad de querer hacer llegar por la vía de tierra las tropas al Rosellón, que estaba por todas partes cerrado, cuando existía la del mar siempre abierta, y cuando, desembarcando aquellas tropas en las playas de Canet ó de Colibre, se tenía en su favor todas las esperanzas de buen éxito. Decidióse, sin embargo, lo contrario de lo que la razón y la lógica recomendaban, y hubieron de sufrirse las consecuencias de semejante error.

Torrecusa, habiendo unido sus fuerzas con las del marqués de Mortara, que mandaba en Aragón, y contando así con un ejército de 16.000 hombres, pasó á Tarragona, y disponíase con valor á atravesar todo un país enemigo, cuando le llegó la noticia de que ya era tarde. Perpiñán, en el extremo de su miseria, y no pudiendo ya más resistir con humanas fuerzas, había abierto sus puertas al francés, consiguiendo de éste por su valor y sufrimiento el mérito de una honrosísima capitulación. Ya entonces el rey Luis no estaba en el campo, pues se había visto obligado á retirarse á causa de

1 Mercurio, de Víctor Siri.

« AnteriorContinuar »