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bien pudiera decirse que jamás se habian hospedado en su suelo las amables hijas de Apolo.

Sin embargo, el siglo xvi, en lugar de ceder al anterior le aventajaba en mucho, y aun en la parte de que vamos tratando le iguala seguramente, si no le excede.

Comparando estos tres siglos no me detendré en darle la preferencia sobre los otros dos, principalmente si atendemos á las felices circunstancias que en él se reunieron.

Las artes, y sobre todo las bellas letras, conocimientos que dependen directamente del buen gusto, no hicieron más que mudar de suelo.

Los franceses, que solo parece habian tardado en entrar en el camino de la ilustracion para adelantarse á cuantos les habian precedido, y servir de modelo á los que le siguiesen, tomaron de los españoles é italianos el gusto á las letras, y se perfeccionaron como ellos en la escuela de la docta antigüedad.

Continuó perfeccionándose la política y el arte funesto, pero tal vez necesario, de la guerra.

La naturaleza, que en la época anterior parecia haber limitado sus favores á la Italia y á la España, en esta los derramó con pródiga mano sobre las demás naciones, y principalmente sobre la Francia, que reunió en su seno una brillante pléyade de grandes hombres.

Podemos, pues, fijar el principio del alto grado de perfeccion á que en el siglo xvш y en el nuestro han llegado las ciencias, podemos fijarle, repetimos en el siglo XVII, el cual abandonando el rumbo antiguo, y tomando por única guia la observacion y la esperiencia, halló el verdadero camino del saber.

Pertenece tambien á su gloria el haber sobresalido casi igualmente en las ciencias que en las letras, pues ya en las primeras, ya en las segundas, creó é hizo renacer muchos ramos, adelantando y perfeccionando otros varios.

Verulamio abrió en aquella dichosa época el templo de la ciencia; la lógica y la metafísica tuvieron principio en las obras de Descartes, de Leibnitz y de Locke.

La astronomía nació con Kleper y Galileo.

Newton, el ingenio mas asombroso que ha florecido en los tiempos modernos, creó la verdadera fisica y dió grande impulso al desarrollo de las matemáticas.

No deben menos estas ciencias á su rival Descartes, el cual formó el lenguaje algebraico y redujo la dioptrica á un cuerpo regular de doctrina. En fin, al siglo xvii pertenecen casi todos los descubrimientos é invenciones que tanto han contribuido al desarrollo de la civilizacion que hoy gozamos.

Puestos ya en el verdadero camino de las ciencias, nos ha sido fácil hacer en ellas rápidos y brillantes progresos, hasta llegar al mayor grado de perfeccion en algunas; pero el mérito y la gloria principal se debe siempre al siglo XVII y al

estado de las ciencias mismas.

V.

Preparado el lector con los recuerdos que habrán despertado en su alma los cuadros que acabo de presentar á sus ojos, identificado ya con mi propósito de llevarle por los senderos mas amenos que encuentre, al edificio donde ha de ha

llar la numerosa galería de retratos que han de constituir esta obra, ha de perdonarme algunas digresiones necesarias, si no ha de ser mi libro un mero pasatiempo; porque al final pienso decirle mi opinion, un tanto nueva y acaso estrafalaria, pero que me parece que hallará eco en todas las personas honradas.

CAPÍTULO II.

Un foco de luz.-Los hombres del siglo XIX y los del siglo XVI.-Un buen consejo. La lamentable série de equivocaciones.-Carlos II el Hechizado y su córte.-Aquello y esto.-Apogeo de la familia de Borbon.-Felipe V.La guerra de sucesion.-La princesa de los Ursinos.-Alberoni.-La política y el estómago.-El baron de Ripperdá.-Fernando VI.—Música.—Brillantes y doblones.-Una fortuna acuestas.

I.

Aunque es verdad que en la época á que hemos llegado, duraba mas el viaje de Madrid á Bayona que desde Cádiz á las Indias, no lo es menos que los adelantos en España, no necesitaban de las facilidades de comunicacion que en estos tiempos debemos al vapor y á la electricidad.

España en aquella época, atrasada y oscura para nosotros, era para las naciones estrangeras un foco de luz.

Rica moral y materialmente nuestra nacion, con el oro que enviaban las Indias daba impulso al comercio y á la industria, producia el bienestar en las clases; y con el tesoro de sus letras y sus ciencias daba abundantes semillas á Alemania, para que cultivadas mas tarde con la cachaza y pertinacia alemanas, pudiesen desde allí llegar á Francia, recorrer el mundo y volver en nuestros adelantados tiempos á España; en donde, preciso es confesarlo, los hombres del siglo XIX

nos hemos quedado con la boca abierta al ver lo que desperdiciaban los hombres del siglo XVII y de una buena parte del siglo xviii.

Tengan Vds. alguna paciencia, mis queridos lectores, cierren Vds. el libro cuantas veces lo tengan por conveniente y descansen, que aunque al andar conmigo les parezca árido el camino, ya encontraremos el suspirado manantial oculto entre los árboles, y asistiremos á aventuras no menos pintorescas que las de D. Quijote, aunque no tan bien contadas.

Que hemos de llegar al fin, si Dios quiere, es seguro, y como puede ser que logre demostrar la lamentable série de equivocaciones que nos han traido al barranco en donde se ha atascado nuestro coche, bueno es que conozcamos el camino para no pecar de ignorancia, que es en política un pecado mortal. ¿De qué manera comenzó para España el siglo XVIII? ¿Qué pasó en él?

-¿Y las respuestas á las preguntas anteriores? dirá el lector.

Para apreciar los efectos, hay que conocer bien las causas. El siglo xviii encontró en España un trono vacío, cubierto con el velo de la ignorancia y del fanatismo.

II.

Muerto Felipe IV, heredó su corona su hijo D. Cárlos, niño de cuatro años.

La reina su madre compartió la regencia con el jesuita Everardo Nithard y el favorito Valenzuela.

El país estaba como pueden Vds. figurarse.

TOMO I.

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