severidad grave es menester que halle el súbdito en la frente del príncipe, y algo extraordinario en la compostura y movimiento real, que señale la potestad suprema, mezclada de tal suerte la severidad con el agrado, que obren efectos de amor y respeto en los súbditos, no de temor 7. Muchas veces en Francia se atrevió el hierro á la majestad real, demasiadamente comunicable. Ni la afabilidad disminuye la autoridad, ni la severidad el amor 8, que es lo que admiró en Agrícola Cornelio Tácito, y alabó en el emperador Tito; el cual, aunque se mostraba apacible á sus soldados y andaba entre ellos, no perdia el decoro dé general 9. Componga el príncipe de tal suerte el semblante, que, conservando la autoridad, aficione; que parezca grave, no desabrido; que anime, no desespere; bañado siempre con un decoro risueño y agradable, con palabras benignas y gravemente amorosas. No les parece á algunos que son príncipes si no ostentan ciertos desvíos y asperezas en las palabras, en el semblante y movimiento del cuerpo, fuera del uso comun de los demás hombres; así como los estatuarios ignorantes, que piensan consiste el arte y la perfeccion de un coloso en que tenga los carrillos hinchados, los labios eminentes, las cejas caidas, revueltos y torcidos los ojos. Celsa potestatis species non voce feroci, Non alto simulata gradu, non improba gestu. (Claud.) Tan terrible se mostró en una audiencia el rey Asuero á la reina Ester, que cayó desmayada 10, y fué menester para que volviese en sí, que, reducido por Dios á mansedumbre su espíritu descompuesto 11, le hiciese tocar el ceptro 12, para que viese que no era mas que un leño dorado, y él hombre, y no vision, como habia imaginado 13. Si esto obra en una reina la majestad demasiadamente severa y desconforme, ¿qué hará en un negociante pobre y necesitado? Médico llaman las divinas letras al príncipe 14, y tambien padre 15; y ni aquel cura ni este gobierna con desagrado. Si alguna vez con ocasion se turbare la frente del príncipe y se cubriere de nubes contra el vasallo, repréndale con tales palabras, que entre primero alabando sus virtudes, y después afeando aquello en que falta, para que se encienda en generosa vergüenza, 7 Et videri velle non asperum, sed cum gravitate honestum, et talem ut eum non timeant obvii, sed magis revereantur. (Arist., lib. 5, Pol., c. 11.) 8 Nec illi, quod rarissimum est, aut facilitas auctoritatem, aut severitas amorem diminuit. (Tac., in vita Agric.) 9 Atque ipse, ut super fortunam crederetur, decorum se promptumque armis ostentabat, comitate et alloquiis officia provocans, ac plerumque in opere, in agmine gregario militi mixtus, incorrupto Ducis honore. (Tac., lib. 5, Hist.) 10 Eratque terribilis aspectu. Cumque elevasset faciem, et ardentibus oculis furorem pectoris indicasset, Regina corruit. (Esth., 15, 9 et 10.) 4 Convertitque Deus spiritum Regis in mansuetudinem. (Ibid., ▼. 11.) 12 Accede igitur, et tange sceptrum. (Ibid., v. 14.) 13 Vidi te Domine quasi Angelum Dei, et conturbatum est cor meum. (Esth., 15, 16.) 44 Non sum Medicus, nolite constituere me Principem. (Isai., 3, 7.) 18 In judicando esto pupillis misericors, ut pater. (Eccl., 4, 10.) descubriéndose mas á la luz de la virtud la sombra del vicio. No sea tan pesada la reprension y tan pública, que, perdida la reputacion, no le quede al vasallo esperanza de restauralla, y se obstine mas en la culpa. Estén así mezcladas la ira y la benignidad, el premio y el castigo, como en el Tuson están los eslabones enlazados con los pedernales, y entre ellos llamas de fuego, significando que el corazon del príncipe ha de ser un pedernal que tenga ocultas y sin ofensa las centellas de su ira; pero de tal suerte dispuesto, que si alguna vez le hiriere la ofensa ó el desacato, se encienda en llamas de venganza ó justicia, aunque no tan ejecutivas, que no tengan á la mano el rocío del vellocino para extinguillas ó moderallas. A Ecequías dijo Dios que le habia formado el rostro de diamante y de pedernal 16, significando en aquel la constancia de la justicia, y en este el fuego de la piedad. Si no pudiere vencer el príncipe su natural áspero y intratable, tenga tan benigna familia, que lo supla, agasajando á los negociantes y pretendientes. Muchas veces es amado ó aborrecido el príncipe por sus criados. Mucho disimulan (como decimos en otra parte) las asperezas de su señor, si son advertidos en templallas 6 en disculpallas con su agrado y discrecion. Algunas naciones celan en las audiencias la majestad real entre velos y sacramentos, sin que se manifieste al pueblo. Inhumano estilo á los reyes, severo y cruel al vasallo, que, cuando no en las manos, en la presencia de su señor halla el consuelo. Podrá este recato hacer mas temido, pero no mas amado al príncipe. Por los ojos y por los oidos entra el amor al corazon. Lo que ni se ve ni se oye, no se ama. Si el príncipe se niega á los ojos y á la lengua, se niega á la necesidad y al remedio. La lengua es un instrumento fácil, porque ha de granjear las voluntades de todos ; no la haga dura é intratable el príncipe. Porque fué corta y embarazada en el rey don Juan el Primero 17, perdió las voluntades de los portugueses cuando pretendia aquella corona por muerte del rey don Pedro. No basta que el príncipe despache memoriales, porque en ellos no se explican bien los sentimientos; no yendo acompañados del suspiro y de la accion lastimosa, llegan en ellos secas las lágrimas del afligido, y no conmueven al príncipe. Siempre están abiertas las puertas de los templos; estén así las de los palacios, pues son los príncipes vicarios de Dios, y aras (como hemos dicho) á las cuales acude el pueblo con sus ruegos y necesidades. No sea al soldado pretendiente mas fácil romper un escuadron de picas que entrar á la audiencia por las puntas de la guarda esguízara y alemana; herizos armados, con los cuales ni se entiende el ruego ni obran las señas del agrado. «Dejad llegar á mí los hombres (decia el emperador Rodulfo); que no soy emperador para estar encerrado en un arca.» El retiramiento hace feroz el 16 Ut adamantem, et ut silicem dedi faciem tuam. (Ezec., 3, 9.) 17 Mar., Hist. Hisp., 1. 18, c. 7. ánimo 18. La atencion al gobierno y la comunicacion ablandan las costumbres y las vuelven amables. Como los azores, se domestican los príncipes con el desvelo en los negocios y con la vista de los hombres. Al rey don Ramiro de Leon el Tercero 19 se le alborotó y levantó el reino por su aspereza y dificultad en las audiencias. El rey don Fernando el Santo á ninguno las negaba, y todos tenian licencia de entrar hasta sus mas retirados retretes á significar sus necesidades. Tres dias en la semana daban audiencia pública los reyes don Alonso XII y don Enrique el Tercero, y tambien los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel. La naturaleza puso puertas á los ojos y á la lengua, y dejó abiertas las orejas para que á todas horas oyesen; y así, no las cierre el príncipe, oiga benignamente. Consuele con el premio ó con la esperanza, porque esta suele ser parte de satisfacion con que se entretiene el mérito. No use siempre de fórmulas ordinarias y respuestas generales; porque las que se dan á todos, á ninguno satisfacen; y es notable desconsuelo que lleve la necesidad sabida la respuesta, y que antes de pronunciada, le suene en los oidos al pretendiente. No siempre escuche el principe, pregunte tal vez 20; porque quien no pregunta, no parece que queda informado. Inquiera y sepa el estado de las cosas. Sea la audiencia enseñanza, y no sola asistencia, como las dieron el rey don Fernando el Santo, el rey don Alonso de Aragon, el rey don Fernan do el Católico y el emperador Cárlos V; con que fueron amados y respetados de sus vasallos y estimados de los extranjeros. Así como conviene que sea fácil la audiencia, así tambien el despacho; porque ninguno es favorable si tarda mucho; aunque hay negocios de tal naturaleza, que es mejor que desengañe el tiempo que el príncipe ó sus ministros; porque casi todos los pretendientes quieren mas ser entretenidos con el engaño que despachados con el desengaño; el cual en las cortes prudentes se toma, pero no se da. No apruebo el dejarse ver el príncipe muy á menudo en las calles y paseos; porque la primera vez le admira el pueblo, la segunda le nota y la tercera le embaraza 21. Lo que no se ve, se venera mas 22. Desprecian los ojos lo que acreditó la opinion. No conviene que llegue el pueblo á reconocer si la cadena de su servidumbre es de hierro ó de oro, haciendo juicio del talento y calidades del príncipe. Mas se respeta lo que está mas léjos 23. Hay naciones que tienen por vicio la facilidad del príncipe en dejarse ver, y su familiaridad y agrado. Otras se ofenden de la severidad y retiramiento, y quieren familiares y afables á sus príncipes, como los portugueses y los franceses. Los extremos en lo uno y en lo otro siempre son peligrosos, y los sabrá templar quien en sus acciones y proceder se acordare que es príncipe y que es hombre. 21 Continuus aspectus minus verendos magnos homines ipsa societate facit. (Liv.) 22 Arcebantur aspectu, quo venerationis plus inesset. (Tac., lib. 4, Hist.) 23 Cui major è longinquo reverentia. (Tac., l. 1, Ann.) la obediencia es mas pronta, porque la dádiva en el que puede mandar hace necesidad ó fuerza la obligacion. El vasallaje es agradable al que recibe. Siendo liberal, se hizo amado de todos el rey Cárlos de Navarra, llamado el Noble. El rey don Enrique el Segundo pudo con la generosidad borrar la sangre vertida del rey don Pedro, su hermano, y legitimar su derecho á la corona. ¿Qué no puede una majestad franca? ¿A qué no obliga un ceptro de oro3? Aun la tiranía se disimula y sufre en un principe que sabe dar, principalmente cuando gana el aplauso del pueblo, socorriendo las necesidades públicas y favoreciendo las personas beneméritas. Esta virtud, á mi juicio, conservó en el imperio á Tiberio, porque la ejercitó siempre. Pero ninguna cosa mas dañosa en quien manda que la liberalidad y la bondad (que casi siempre se hallan juntas) si no guardan modo. «Muy bien está (palabras son del rey don Alonso el Sabio5) la liberalidad á todo ome poderoso, é señaladamente al Rey, cuando usa della en tiempo que conviene, é como debe.» El rey de Navarra Garci-Sanchez 6, llamado el Trémulo, perdió el afecto de sus vasallos con la misma liberalidad con que pretendia granjeallos; porque para sustentalla se valia de vejaciones y tributos. La prodigalidad cerca está de ser rapiña ó tiranía; porque es fuerza que si con ambicion se agota el erario, se llene con malos medios 7. «El que da mas de lo que puede (palabras son del rey don Alonso el Sabio8) no es franco, mas es gastador, é de mas avrá por fuerza á tomar de lo ageno, cuando lo suyo no le compliere: é si de la una parte ganare amigos por lo que les diere, de la otra serle han enemigos á quien lo tomare.» Para no caer en esto, representó al rey don Enrique el Cuarto 9 Diego de Arias, su tesorero mayor, el exceso de sus mercedes, y que convenia reformar el número grande de criados y los salarios dados á los que no servian sus oficios ó eran ya inútiles; y respondió: «Yo tambien si fuese Arias tendria mas cuenta con el dinero que con la liberalidad: vos hablais como quien sois, y yo haré como rey, sin temer la pobreza ni exponerme á la necesidad cargando nuevos tributos. El oficio de rey es dar y medir su señorío, no con el particular, sino con el beneficio comun, que es el verdadero fruto de las riquezas. A unos damos porque son buenos, y á otros porque no sean malos. » Dignas palabras de rey si hubiera dado con estas consideraciones; pero sus mercedes fueron excesivas, y sin órden ni atencion á los méritos, de que hizo fe el rey don Fernando, su cuñado, en una ley de la Nueva Recopilacion, diciendo que sus mercedes se habian hecho «por exquisitas y no debidas maneras. Ca 10 á unas personas las fizo sin su 3 Multi colunt personam potentis, et amici sunt dona tribuentis. (Prov. 19, 6.) 4 Quam virtutem diu retinuit, cum caeteras exueret. (Tac., lib. 1, Ann.) 5 L. 18, tit. 5, p. 2. 6 Mar., Hist. Hisp. 7 Ac vellut perfringere aerarium : quod si ambitione exhauserimus, per scelera supplendum erit. (Tac., 1. 2, Ann.) 8 L. 18, tit 5, p. 2. 9 Mar., Hist. Hisp., 1. 22, c. 19. 10 L. 17, tit. 10, lib. 5, Recop. voluntad y grado, salvo por salir de las necesidades, procuradas por los que las tales mercedes recibieron; y otras las fizo por pequeños servicios que no eran dignos de tanta remuneracion; y aun algunos destos tenian oficios y cargos, con cuyas rentas y salarios se debian tener por bien contentos y satisfechos; y á otros dió las dichas mercedes por intercesion de algunas personas, queriendo pagar con las rentas reales los servicios que algunos dellos abian recibido de los tales. » De cuyas palabras se pueden inferir la consideracion con que debe el príncipe hacer mercedes, sin dar ocasion á que mas le tengan por señor para recibir dél que para obedecelle. Un vasallo pródigo se destruye á sí mismo; un príncipe á sí y á sus estados. No bastarian los erarios si el príncipe fuese largamente liberal, y no considerase que aquellos son depósitos de las necesidades públicas. No usa mal el monte de la nieve de su cumbre, producida de los vapores que contribuyeron los campos y valles; antes la conserva para el estío, y poco á poco la va repartiendo (suelta en arroyos) entre los mismos que la contribuyeron. Ni vierte de una vez el caudal de sus fuentes, porque faltaria á su obligacion y le despreciarian después como á inútil, porque la liberalidad se consume con la liberalidad. No las confunde luego con los rios dejando secos á los valles y campos, como suele ser condicion de los príncipes, que dan á los poderosos lo que se debe á los pobres, dejando las arenas secas y sedientas del agua, por dalla á los lagos abundantes, que no la han menester. Gran delito es granjear la gracia de los poderosos á costa de los pobres, ó que suspire el estado por lo que se da vanamente, siendo su ruina el fausto y pompa de pocos. Indignado mira el pueblo desperdiciadas sin provecho las fuerzas del poder con que habia de ser defendido, y respetada la dignidad de príncipe. Las mercedes del pródigo no se estiman, porque son comunes y nacen del vicio de la prodigalidad, y no de la virtud de la liberalidad; y dándolo todo á pocos, deja disgustados á muchos, y lo que se da á aquellos, falta á todos. El que da sin atencion enriquece, pero no premia. Para dar á los que lo merecen es menester ser corto con los demás. Y así, debe atender el príncipe con gran prudencia á la distribucion justa de los premios 11; porque, si son bien distribuidos, aunque toquen á pocos, dejan animados á muchos. Las sagradas letras mandaron que las ofrendas fuesen con sal 12, que es lo mismo que con prudencia, preservadas de la prodigalidad y de la avaricia. Pero, porque es menester que el príncipe sea liberal con todos, imite á la aurora, que, rodeando la tierra, siempre le va dando, pero rocíos y flores, satisfaciendo tambien con la risa. Dé á todos con tal templanza, que, sin quedar imposibilitado para dar mas, los deje contentos, á unos con la dádiva, y á otros con las palabras, con la esperanza y con el agrado 15; porque suelen dar mas los ojos que las manos. Sola esta virtud de la liberalidad será á veces 13. conveniente que esté mas en la opinion de los otros que en el príncipe, afectando algunas demostraciones con tal arte, que sea estimado por liberal; y así, excuse las negativas, porque es gran desconsuelo oillas del príncipe. Lo que no pudiera dar hoy, podrá mañana; y si no, mejor es que desengañe el tiempo, como hemos dicho. El que niega ó no reconoce los méritos, ó manifiesta la falta de su poder ó de su ánimo, y ninguna destas declaraciones conviene al príncipe contra quien, pidiendo, confiesa su grandeza. Sea el príncipe largo en premiar la virtud, pero con los cargos y oficios y con otras rentas destinadas ya para dote de la liberalidad, no con el patrimonio real ni con los tesoros conservados para mayores empleos. El rey don Fernando el Católico muchas mercedes hizo, pero ninguna en daño de la corona. Suspensos tuvo (cuando entró á reinar) los oficios, para atraer con ellos los ánimos y premiar á los que siguiesen su partido. Con gran prudencia y política supo mezclar la liberalidad con la parsimonia. De lo cual, no solamente dejó su ejemplo, sino tambien una ley en la Recopilacion, diciendo así 14: «No conviene á los Reyes usar de tanta franqueza y largueza, que sea convertida en vicio de destruicion porque la franqueza debe ser usada con ordenada intencion, no menguando la corona real ni la real dignidad. Conservar para emplear bien, no es avaricia, sino prevenida liberalidad. Dar inconsideradamente, ó es vanidad 6 locura. Con esta parsimonia levantó la monarquía, y por su profusa largueza perdió la corona el rey don Alonso el Sabio, habiendo sido uno de los principales cargos que le hizo el reino, el haber dado á la emperatriz Marta treinta mil marcos de plata para rescatar á su marido Balduino, á quien tenia preso el soldan de Epipto, consultándose mas con la vanidad que con la prudencia. El rey don Enrique el Se44 L. 3, tit. 10, lib. 5, Recop. gundo conoció el daño de haber enflaquecido el poder de su corona con las mercedes que habia hecho, y las revocó por su testamento. Las ocasiones y los tiempos han de gobernar la liberalidad de los príncipes. A veces conviene que sea templada, cuando los gastos de las guerras ó las necesidades públicas son grandes; y á veces es menester redimir con ella los peligros ó facilitar los fines, en que suele ahorrar mucho el que mas pródigamente arroja el dinero; porque quien da ó gasta poco a poco, no consigue su intento y consume su hacienda. Una guerra se excusa, y una vitoria ó una paz se compra con la generosidad 15. La prodigalidad del príncipe se corrige teniendo en el manejo de la hacienda ministros económicos, como la avaricia teniéndolos liberales. Tal vez conviene mostralle al príncipe la suma que da, porque el decretar libranzas se hace sin consideracion; y si hubiese de contar lo que ofrece, la moderaria; y no es siempre liberalidad el decretarlas; porque se suele cansar la avaricia con la importunidad ó con la batalla que padece consigo misma, y desesperada, se arroja á firmallas. Es condicion natural de los príncipes el dar mas al que mas tiene: no sé si es temor ó estimacion al poder. Bien lo tenia conocido aquel gran cortesano Josef, cuando, llamando á sus padres y hermanos á Egipto, ofreciéndoles en nombre de Faraon los bienes de aquel reino 16, les encargó que trujesen consigo todas sus alhajas y riquezas 17, reconociendo que si los viese ricos el Rey, seria mas liberal con ellos; y así, el que pide mercedes al príncipe no le hajde representar pobrezas y miserias. Ningun medio mejor para tener, que tener 18. 45 Victoriam et honorem acquiret, qui dat munera: animam autem aufert accipientium. (Prov., 22, 9.) 16 Ego dabo vobis omnia bona Aegipti, ut comedatis medullam terrae. (Gen., 45, 18.) 17 Ne dimittatis quidquam de supellectili vestra, quia omnes opes Aegypti vestrae erunt. (Ibid., v. 20.) 18 Omni habenti dabitur, et abundabit. (Luc., 19, 26.) de mantener todo lo que se pudiera adquirir. La grandeza de los imperios carga sobre ellos mismos, y siempre está porfiando por caer, trabajada de su mismo peso. Procure pues el príncipe mantener el estado que le dió ó la sucesion ó la eleccion; y si se le presentare alguna ocasion justa de aumentalle, gócela con las cautelas que enseña el acaso á la prudencia. mana, sino divina, digna de ser esculpida en las coronas, ceptros y anillos de los príncipes. A ella se reduce toda la sciencia de reinar, que huye de las extremidades, y consiste en el medio de las cosas, donde tienen su esfera las virtudes. Preguntaron á Sócrates que cuál virtud era mas conveniente á un mancebo, y respondió: Ne quid nimis; con que las comprendió todas. A este mote parece que cuadra el cuerpo desta empresa, derribadas las mieses con el peso de las grandes lluvias caidas fuera de sazon, cuando bastaban benignos rocíos 1. Honores hay que por grandes no se ajustan al sugeto, y mas le afrentan que ilustran. Beneficios hay tan fuera de modo, que se reputan por injuria. ¿Qué importa que llueva mercedes el príncipe, si parece que apedrea, descompuesto el rostro y las palabras, cuando las hace; si llegan fuera de tiempo, y no se pueden lo grar? Piérdese el beneficio y el agradecimiento, y se aborrece la mano que le hizo. Por esto dijo el rey don Alonso el Sabio2 «que debia ser tal el galardon, é dado á tiempo, que se pueda aprovechar dél aquel á quien lo diere». Como se peca en la destemplanza de los premios y mercedes, se peca tambien en el exceso de los castigos. Una exacta puntualidad y rigor, mas es de ministro de justicia que de príncipe. En aquel no hay arbitrio; este tiene las llaves de las leyes. No es justicia la que excede, ni clemencia la que no se modera; y así las demás virtudes. Esta misma moderacion ha de guardar el príncipe en las artes de la paz y de la guerra, gobernando de tal suerte el carro del gobierno, que, como en los juegos antiguos, no toquen sus ruedas en las metas, donde se romperian luego. La destreza consistia en medir la distancia, de suerte que pasasen vecinas, y no apartadas. En lo que mas ha menester el príncipe este cuidado, es en la moderacion de los afectos, gobernándolos con tal prudencia, que nada desee, espere, ame ó aborrezca con demasiado ardor y violencia, llevado de la voluntad, y no de la razon. Los deseos de los particulares fácilmente se pueden llenar, los de los príncipes no; porque aquellos son proporcionados á su estado, y estos ordinariamente mayores que las fuerzas de la grandeza, queriendo llegar á los extremos. Casi todos los príncipes que ó se pierden ó dan en graves inconvenientes, es por el exceso en la ambicion, siendo infinito el deseo de adquirir en los hombres, y limitada la posibilidad; y pocas veces se mide esta con aquel, ó entre ambos se interpone la justicia. De aquí nace el buscar pretextos y títulos aparentes para despojar al vecino y aun al mas amigo, anhelando siempre por ampliar los estados, sin medir sus cuerpos con sus fuerzas, y su gobierno con la capacidad humana, la cual no pue 1 Magni animi est magna contemnere, prudentis est mediocra malle, quam nimia: ista enim utilia sunt, illa quòd superfluunt, nocent. Sic segetem nimia sternit ubertas, sic rami onere franguntur, sic ad maturitatem non pervenit nimia foecunditas. (Sen., epist. 59.) 2 L. 1, tit. 21, p. 2. No es menos peligrosa la ambicion en el exceso de sus temores que de sus apetitos, principalmente en lo adquirido con violencia. Ningun medio ofrece el temor, que no se aplique para su conservacion; ninguno de la línea del despojado, ó del que tiene pretension al Estado, tan remoto, que no se tema. La tiranía ordinaria propone la extirpacion de todos; así lo praticó Muciano haciendo matar al hijo de Vitellio 3, y lo aconseja la escuela de Macavelo, cuyos discípulos, olvidados delejemplo de David, que buscó los de la sangre de Saul para usar con ellos de su misericordia 4, se valen de los de algunos tiranos, como si no se hubieran perdido todos con estas malas artes. Si alguno se conservó, fué (como dirémos) trocándolas en buenas. La mayor parte de los reinos se aumentaron con la usurpacion, y después se mantuvieron con la justicia, y se legitimaron con el tiempo. Una extrema violencia es un extremo peligro. Ocupó Ciro la Lidia, y despojó al rey Creso; si tuviera por consejero algun político destos tiempos, le propondria por conveniente quitalle tambien la vida para asegurarse mas; pero Ciro le restituyó una ciudad y parte de su patrimonio, con que sustentase la dignidad real; y es cierto que provocara el odio y las armas de toda la Grecia si se hubiera mostrado cruel 5. A Dios y á los hombres tiene contra sí la tiranía; y no faltan en estos casos medios suaves con que divertir el ánimo, confundir la sangre, cortar la sucesion, disminuir ó trasplantar la grandeza, y retirar de los ojos del pueblo á quien puede aspirar al Estado y ser aclamado señor; lo cual si se hubiera advertido en Portugal, no viéramos rebelados aquellos vasallos. Cuando es tan evidente el peligro, que obligue á la defensa y conservacion natural, se le han de cortar las raíces para que no pueda renacer, velando siempre sobre él, porque no suceda lo que á los príncipes de Filistea; los cuales, cortado el cabello á Sanson, de donde le procedian las fuerzas, se burlaban dél, sin prevenir que habia de volver á nacer, como sucedió 6; y abrazado con las colunas del templo, le derribó sobre ellos 7, con que mató muchos mas enemigos muriendo, que antes vivo 8. 3 Mansuram discordiam obtendens, ni semina belli restrinxisset. (Tac., lib. 4, Hist.) 4 Numquid superest aliquis de domo Saul, ut faciam cum eo misericordiam Dei? (2, Reg., 9, 2.) 5 Haec clementia non minus victori, quàm victo utilis fuit: tantus enim Craesi amor apud omnes urbes erat, ut passurus Cyrus grave bellum Graeciae fuisset, si quid crudelius in Craesum consuluisset. (Just., Hist, l. 1.) 6 Jamque capilli ejus renasci coeperant. (Judic., 16, 22.) 7 Concussisque fortiter columnis, cecidit domus super omnes Principes. (Ibid., v. 50.) 8 Multoque plures interfecit moriens, quam ante vivus occiderat. (Judic., 16, 30.) |