Persuade tambien la ambicion desordenada el oprimir la libertad del pueblo, á bajar la nobleza, deshacer los poderosos, y reducillo todo á la autoridad real, juzgando que entonces estará mas segura cuando fuere absoluta, y estuviere mas reducido el pueblo á la servidumbre engaño con que la lisonja granjea la voluntad de los príncipes y los pone en grandes peligros. La modestia es la que conserva los imperios, teniendo el príncipe tan corregida su ambicion, que mantenga dentro de los límites de la razon la potestad de su dignidad, el grado de la nobleza y la libertad del pueblo; porque no es durable la monarquía que no está mezclada y consta de la aristocracia y democracia 9. El poder absoluto es tiranía; quien le procura, procura su ruina. No ha de gobernar el príncipe como señor, sino como padre, como administrador y tutor de sus estados 10. Estos desórdenes de ambicion los cria el largo uso de la dominacion, que todo lo quiere para sí, en que es menester que los príncipes se venzau á sí mismos, y se rindan á la razon, aunque es bien dificultosa empresa; porque muchos pudieron vencer á otros, pocos á sí mismos. Aquella es vitoria de la fuerza, esta de la razon. No está la valentía en vencer las batallas, sino en vencer las pasiones. A los súbditos hace modestos la obediencia y la necesidad; á los principes ensoberbece la superioridad y el poder. Mas reinos derribó la soberbia que la espada; mas príncipes se perdieron por sí mismos que por otros. El remedio consiste en el conocimiento propio, entrando el príncipe dentro de sí mismo, y considerando que, si bien le diferencia el ceptro de los súbditos, le exceden muchos en las calidades del ánimo, mas nobles que su grandeza ; que si pudiera valer la razon, habia de mandar el mas perfecto; que la mano con que gobierna el mundo es de barro, sujeta á la lepra y á las miserias humanas, como Dios se lo dió á entender á Moisés 11, para que, conociendo su miseria, se compadeciese de los demás 12; que la corona es la posesion menos segura, porque entre la mayor altura y el mas profundo precipicio no se interpone algun espacio 15; que pende de la voluntad ajena, pues si no le quisiesen obedecer, quedaria como los demás. Cuanto mayor fuere el príncipe, mas debe preciarse desta modestia, pues Dios no se desdeña della 14. La modestia que procura encubrir dentro de sí á la grandeza, queda sobre ella como un rico esmalte sobre el oro, dándole mayor precio y estimacion. Ningun artificio • Quae ex pluribus constat Respublica, melior est. (Arist., lib. 2, Pol., c. 4.) 10 Huc enim sunt omnia reducenda, ut iis, qui sub imperio sunt, non tyrannum, sed patremfamilias, aut Regem agere videatur, et rem non quasi dominus, sed quasi procurator, et praefectus administrare, ac moderate vivere, nec quod nimium est sectari. (Arist., lib. 5, Pol., c. 11.) 1 Mitte manum tuam in sinum tuum: quam cum mississet in sinum, protulit leprosam instar nivis. (Exod., 4, 6.) 12 Qui condolere possit iis, qui ignorant, et errant: quoniam et ipse circundatus est infirmitate. (Ad Hebr., 5, 2.) 43 Quod regnum est, cui parata non sit ruina, et procuratio, et dominus, et carnifex? Nec ista intervallis divissa, sed horae momentum interest inter solium et aliena genua. (Senec.) 14 Modestiae fama, quae neque summis mortalium spernenda est, et a Diis aestimatur. (Tac., lib. 15, Ann.) mas astuto en Tiberio que mostrarse modesto para hacerse mas estimar; reprendió severamente á los que llamaban divinas sus ocupaciones y le daban título de señor 15. Cuando iba á los tribunales no quitaba su lugar al presidente, antes se sentaba en una esquina dél 16. El que llegó al supremo grado entre los hombres, solamente humillándose puede crecer. Aprendan todos los príncipes á ser modestos, del emperador don Fernando el Segundo, tan familiar con todos, que primero se dejaba amar que venerar: en él la benignidad y modestia se veian, y la majestad se consideraba. No era águila imperial, que con dos severos rostros, desnudas las garras, amenazaba á todas partes, sino amoroso pelícano, siempre el picó en las entrañas para dallas á todos como á hijos propios. No le costaba cuidado el encogerse en su grandeza y igualarse á los demás; no era señor, sino padre del mundo; y aunque el exceso en la modestia demasiada suele causar desprecio, y aun la ruina de los príncipes, en él causaba mayor respeto, y obligaba á todas las naciones á su servicio y defensa fuerza de una verdadera bondad y de un corazon magnánimo, que triunfa de sí mismo, superior á la fortuna. De todas estas calidades dejó un vivo retrato en el presente emperador su hijo, con que roba los corazones de amigos y enemigos. Ninguna virtud mas conveniente en el príncipe que la modestia; porque todas serian locas en él, si ella no les compusiese el semblante y las acciones, sin consentilles que salgan de sí. En el gobierno es muy conveniente no tocar en los extremos; porque no es menos peligrosa la remision que la suma entereza y puntualidad. Las comunidades monásticas pueden sufrir la estrechez de la obediencia, no las populares; á pocos tendrá en duro freno el rigor exacto, no á muchos. La felicidad civil consiste en la virtud, y está en el medio; así tambien la vida civil y el manejo de los estados, siendo tal el gobierno, que le puedan llevar los pueblos, sin que se pierdan por la demasiada licencia, ó se obstinen por el demasiado rigor. No ha de ser la entereza del gobierno como deberia ser, sino como puede ser 17; aun el de Dios se acomoda á la flaqueza humana. Entre los extremos tambien se han de constituir las partes del cuerpo de la república, procurando que en las calidades de los ciudadanos no haya gran diferencia; porque del exceso y desigualdad en las riquezas ó en la nobleza, si fuera mucha, nace en unos la soberbia y en otros la invidia, y dellas las enemistades y sediciones 18, no pudiendo haber amistad ó concordia civil entre los que son muy desconformes en condición y estado, porque aborrecen todos la igualdad, y quieren mas, ó mandar siendo vencedores, ú obedecer siendo 15 Acerbèque increpuit eos, qui divinas suas occupationes, ipsumque dominum dixerant. (Tac., lib. 2, Ann.) 16 Assidebat in cornu Tribunalis. (Tac., l. 1, Ann.) 17 Non enim solum Respublica, quae optima sit, considerari debet, sed etiam quae constitui possit, praeterea quae facilior, et cunctis civitatibus communior habeatur. (Arist., lib. 4, Pol., c. 1.) 18 Praeterea seditiones non modo propter fortunarum, sed etiam propter bonorum inaequalitatem existunt. (Arist., lib. 2, c. 5.) vencidos 19. Unos por altivos pierden el respeto á las leyes y desprecian la obediencia; los otros por abatidos no la saben sustentar, ni tienen temor á la infamia ni á la pena, y viene á ser una comunidad de señores y esclavos, pero sin respeto entre sí, porque no se miden con su condicion. Los de menos calidad pretenden ser como los mayores; los que en alguna son iguales ó exceden, se imaginan que tambien son iguales ó que exceden en las demás; los que en todas se aventajan, no saben contenerse, y con desprecio de los demás, todo lo quisieran gobernar, sin acomodarse á la obediencia de quien manda ni á la constitucion y estilos de la república; de donde nace su ruina y conversion en otras formas, porque todos anhelan y viven inquietos en ella 20; y si bien es imposible el dejar de haber este contraste en las repúblicas, por la diferencia en la calidad de las partes de que constan todas, con el mismo se sustentan, si es regulado, ó se pierden, si es demasiado; como sucede á los cuerpos con los cuatro humo 19 Sed jam haec consuetudo in civitatibus invaluit, ut homines aequalitatem odio habeant, et malint, aut imperio potiri, aut si victi fuerint, imperio subesse. (Arist., lib. 4, Pol., c. 11.) 20 Nam qui virtute praestant, iniquo animo sibi indigniores aequari paterentur: quamobrem saepè conspirare, et seditiones commovere notantur. (Arist., lib. 2, Pol., c. 5.) res, que, aunque la sangre es mas noble, y mas podérosa la cólera que los demás, se mantienen entre sí mientras no es grande la desigualdad de alguno dellos; por lo cual, solo aquella república durará mucho que constare de partes medianas y no muy desiguales entre sí. El exceso de las riquezas en algunos ciudadanos causó la ruina de la república de Florencia y es hoy causa de las inquietudes de Génova. Por estar en Venecia mejor repartidas se sustenta por tantos siglos; y si hay peligro ó inconveniente en su gobierno, es por la mucha pobreza de algunos del magistrado. Si se conserva con este desórden y exceso de sus partes alguna república, es á fuerza de la prudencia y industria de quien gobierna, entreteniéndola con el temor á la ley, con no injuriar ni quitar sus privilegios y comodidades á los menores, con divertir en la administracion y cargos á mayores, con no oprimir, antes cebar con esperanzas, á los de gran espíritu; pero esto durará mientras lubiere prudentes gobernadores, y las repúblicas no pueden vivir con remedios temporáneos, que penden del acaso; conveniente es que en la primera institucion dellas esté prevenido el modo con que se corrijan estos excesos antes que sucedan. A la benignidad del presente pontífice Urbano VIII debo el cuerpo desta empresa, habiéndose dignado su beatitud de mostrarme en una piedra preciosa, esculpida desde el tiempo de los romanos, dos abejas que tiraban un arado, hallada en esta edad; presagio de la exaltacion de su noble y antigua familia, uncidas al yugo triunfante de la Iglesia las insignias de sus armas; y cargando yo la consideración, se me representó aquel prodigio del rey Wamba 1, cuando estándole ungiendo el arzobispo de Toledo, se vió que le salia una abeja de la cabeza, que voló hácia el cielo, anuncio de la dulzura de su gobierno; de donde inferí que quisieron los 1 Chron. Gottic., Reg., Mar., de rebus Hisp., lib. 6. antiguos mostrar con este símbolo cuánto convenia saber mezclar lo útil con lo dulce, el arte de melificar con el de la cultura, y que le convendria por mote el principio de aquel verso de Horacio : Omne tullit punctum, qui miscuit utile dulci. En esto consiste el arte de reinar; esta fué en el mundo la primer política. Así lo dió á entender la filosofía antigua, fingiendo que Orfeo con su lira traia á sí los animales, y que las piedras corrian al son de la arpa de Anfion, con que edificó los muros de la ciudad de Tébas, para significar que la dulce enseñanza de aquellos grandes varones fué bastante para reducir los hombres, no menos fieros que las fieras, y con menos sentimiento de razon que las piedras, á la armonía de las leyes y á la compañía civil. Silvestres homines sacer interpresque Deorum Destas artes han usado todas las repúblicas para instruir el pueblo, mezclándole la enseñanza con lo dulce de los juegos y regocijos públicos. Al monte Olimpo concurria toda Grecia á hallarse en las contiendas olimpias, pitias, nemeas, y istmias: unos por la curiosidad de verlas, y otros por ganar los premios propuestos; y con esta ocasion se ejercitaban las fuerzas, se hacian sacrificiosá los dioses, y se trataban los negocios mas importantes al gobierno de aquellas provincias. Las comedias y tragedias se inventaron para purgar los afectos; los gladiatores en tiempo de los romanos y los toros en España (que tambien lo terrible divierte y entretiene), para afirmar el ánimo, que ni la sangre vertida ni los espectáculos de la muerte le atemoricen; las luchas, los torneos, las cañas y otras fiestas semejantes, escuela son donde se aprenden los artes militares, y juntamente son de gusto y divertimiento al ánimo. Así conviene traer al pueblo con dulzura á las conveniencias del príncipe y á sus desinios; caballo es que se rinde al halago, y pasándole suavemente la mano, se deja domar, admite el bocado, y sufre después el peso, la vara y el hierro. No puede el pueblo tolerar el demasiado rigor ni la demasiada blandura; tan peligroso en él es el exceso de la servidumbre como el de la libertad 2. Los principes que faltaron á esta consideracion experimentaron los efetos de la multitud irritada; no siempre se pueden curar con el hierro y el fuego las enfermedades envejecidas: menester son medicinas suaves, ó cuando fuere fuerza que sean píldoras amargas, es bien dorallas, y engañar la vista y el gusto; pero no conviene que sepa el pueblo los ingredientes de las resoluciones y consejos del príncipe hasta que los beba con algun pretexto aparente. Lo peligroso y duro de la guerra se hace suave al que obedece, con la blandura del que manda; así Germáni-·| co, para tener obedientes las legiones de Alemania y mas dispuestas á la batalla, solia visitar los soldados heridos, y mirando sus heridas, alababa sus hechos, y á unos con la esperanza, á otros con la gloria, y á todos Imperaturus es hominibus, qui nec totam servitutem pati possunt, nec totam libertatem. (Tac., lib. 1, Hist.) con las palabras y el cuidado, granjeaba para sí y animaba para la batalla 3. Esta benignidad no obra por sí sola; menester es que tambien se halle en el que manda alguna excelencia de virtud, para que, si por aquella es amado, sea por esta estimado. Muchas veces es un príncipe amado por su gran bondad, y juntamente despreciado por su insuficiencia. No nace el respeto de lo que se ama, sino de lo que se admira; á mucho obliga el que, teniendo valor para hacerse temer, se hace amar; el que, sabiendo ser justiciero, sabe tambien ser clemente. A flojedad y ignorancia se interpreta la benignidad en quien no tiene otras virtudes excelentes de gran gobernador. Tanto pueden estas en un príncipe, que hacen tolerable su aspereza y rigor, recompensado con ellas; aun los vicios grandes se excusan ó se disimulan en quien tiene tambien grandes virtudes. En las negociaciones es muy conveniente mezclar la dulzura con la gravedad y las burlas con las veras, como sean á tiempo y sin ofensa del decoro ni de la gravedad de la materia; en que fué muy sazonado el emperador Tiberio 4. No hay quien pueda sufrir una severidad melancólica, tiradas siempre las cejas en los negocios, pesadas las palabras y medido el movimiento. A su tiempo es gran prudencia interponer en los consejos algo de locura 5, y entonces es sabiduría un despropósito 6. Lo festivo del ingenio y un mote en su ocasion suele granjear los ánimos y reducir los mas ásperos negocios al fin deseado; y tal vez encubre la intencion, burla la malicia, divierte la ofensa, y desempeña el responder á propósito en lo que no conviene. Tambien se han de mezclar las negociaciones con la conveniencia del que procuramos persuadir, interesándole en ellas; porque todos se mueven por las comodidades propias, pocos por sola obligacion ó gloria. Para incitar Seyano á Druso á la muerte de su hermano Neron, le arrojó delante la esperanza del imperio 7. La destreza de un prudente ministro consiste en facilitar los negocios con los intereses ajenos, disponiendo de suerte el tratado, que estos y los de su príncipe vengan á ser unos mismos. Querer negociar con solas conveniencias propias es subir el agua por arcaduces rotos; cuando unos la reciben de otros, ayudan todos. 3 Circumire saucios, facta singulorum extollere, vulnera intuens, alium spe, alium gloria, cunctos alloquio, et cura sibique et praelio firmabat. (Tac., l. 1, Ann.) Ann.) Tiberius tamen ludibria seriis permiscere solitus. (Tac., 1. 6, 5 Miscere stultitiam consiliis brevem. (Horat.) 6 Pretiosior est sapientia, et gloria, parva, et ad tempus stultitia. (Eccles., 10, 1.) 7 Qui fratrem quoque Neronis Drusum traxit in partes, spe objecta Principis loci. (Tac., lib. 4, Ann.) Todas las cosas animadas ó inanimadas son hojas | juzgando que vive de merced el príncipe á quien solo lo deste gran libro del mundo, obra de la naturaleza, donde la divina Sabiduría escribió todas las sciencias para que nos enseñasen y amonestasen á obrar. No hay virtud moral que no se halle en los animales. Con ellos mismos nace la prudencia prática; en nosotros se adquiere con la enseñanza y la experiencia. De los animales podemos aprender sin confusion ó vergüenza de nuestra rudeza, porque quien enseña en ellos es el mismo Autor de las cosas. Pero el vestirnos de sus naturalezas, ó querer imitallas para obrar, segun ellos, irracionalmente, llevados del apetito de los afectos y pasiones, seria hacer injuria á la razon, dote propio del hombre, con que se distingue de los demás animales y merece el imperio de todos. En ellos, faltando la razon, falta la justicia, y cada uno atiende solamente á su conservacion, sin reparar en la Injuria ajena. El hombre justifica sus acciones y las mide con la equidad, no queriendo para otro lo que no quisiera para sí. De donde se infiere cuán impío y feroz es el intento de Macavelo, forma á su príncipe con otro supuesto, ó naturaleza de leon ó de raposa, para que lo que no pudiere alcanzar con la razon, alcance con la fuerza y el engaño; en que tuvo por maestro á Lisandro, general de los lacedemonios, que aconsejaba al príncipe que donde no llegase la piel de leon, lo supliese cosiendo la de raposa 1 y valiéndose de sus artes y engaños. Antigua fué esta dotrina. Polibio la refiere de su edad y de las pasadas, y la reprende 2. El rey Saul la pudo enseñar á todos. Esta máxima con el tiempo ha crecido, pues no hay injusticia ni indignidad que no parezca honesta á los políticos como sea en órden á dominar 3, que 1 Quo leonis pellis attingere non potest, Principi assuendam vulpinam. (Plutarch.) 2 Fuit, cui in tractandis negotiis dolus malus placeret, quem Regi convenire sane nemo dixerit, etsi non desunt, qui in tam crebo usu hodie doli mali, necessarium eum esse dicant ad publicarum rerum administrationem. (Polyb., lib. 13, Hist.) 3 Nihil gloriosum nisi tutum, et omnia retinendae dominationis honesta. (Salust.) justo es lícito 4; con que ni se repara en romper la palabra ni en faltar á la fe y á la religion, como convenga á la conservacion y aumento del Estado. Sobre estos fundamentos falsos quiso edificar su fortuna el duque Valentin; pero antes de vella levantada, cayó tan deshecha sobre él, que ni aun fragmentos ó ruinas quedaron della. ¿Qué puede durar lo que se funda sobre el engaño y la mentira? ¿Cómo puede subsistir lo violento? ¿Qué firmeza habrá en los contratos si el príncipe, que ha de ser la seguridad dellos, falta á la fe pública? ¿Quién se fiará dél? ¿Cómo durará el imperio en quien, ó no cree que hay Providencia divina, ó fia mas de sus artes que della? No por esto quiero al príncipe tan benigno, que nunca use de la fuerza, ni tan cándido y sencillo, que ni sepa disimular ni cautelarse contra el engaño; porque viviria expuesto á la malicia, y todos se burlarian dél. Antes en esta empresa deseo que tenga valor; pero no aquel bestial y irracional de las fieras, sino el que se acompaña con la justicia, significado en la piel del leon, símbolo de la virtud, que por esto la dedicaron á Hércules. Tal vez conviene al príncipe cubrir de severidad la frente y oponerse al engaño. No siempre ha de parecer humano. Ocasiones hay en que es menester que se revista de la piel del leon, y que sus vasallos y sus enemigos le vean con garras y tan severo, que no se le atreva el engaño con las palabras halagueñas de que se vale para domesticar el ánimo de los príncipes. Esto parece que quisieron dar á entender los egipcios poniendo una imágen de leon sobre la cabeza de su príncipe. No hay respeto ni reverencia donde no hay algun temor. En penetrando el pueblo que no sabe enojarse el príncipe y que ha de hallar siempre en él un semblante apacible y benigno, le desprecia; pero no siempre ha de pasar á ejecucion esta severidad, cuando basta que como amenaza obre, y enton 4 Ubicumque tantum honesta dominandi licent, precario regnatur. (Senec., in Trag. Thyest.) ces no se ha de perturbar el ánimo del príncipe; sírvase solamente de lo severo de la frente. Sin descomponerse elleon ni pensar en el daño de los animales, los atemoriza con su vista solamente 5: tal es la fuerza de la majestad de sus ojos. Pero porque alguna vez conviene cubrir la fuerza con la astucia, y la indignacion con la benignidad, disimulando y acomodándose al tiempo y á las personas, se corona en esta empresa la frente del leon, no con las artes de la raposa, viles y fraudulentas, indignas de la generosidad y corazon magnánimo del príncipe, sino con las sierpes, símbolo del imperio y de la majestad prudente y vigilante, y jeroglífico en las sagradas letras de la prudencia; porque su astucia en defender la cabeza, en cerrar las orejas al encanto, y en las demás cosas, mira á su defensa propia, no al daño ajeno. Con este fin y para semejantes casos se dió á esta empresa el mote : Ut sciat regnare; sacado de aquella sentencia que el rey Ludovico XI de Francia quiso que solamente aprendiese su hijo Carlos VIII: Qui nescit dissimulare, nescit regnare; en que se incluye toda la sciencia de reinar. Pero es menester gran advertencia, para que ni la fuerza pase á ser tiranía, ni la disimulacion ó astucia á engaño, porque son medios muy vecinos al vicio. Justo Lipsio 6, difiniendo en los casos políticos el engaño, dice que es un agudo consejo que declina de la virtud y de las leyes por bien del rey y del reino; y huyendo de los extremos de Macavelo, y pareciéndole que no podria gobernar el príncipe sin alguna fraude ó engaño, persuadió el leve, toleró el medio y condenó el grave; peligrosos confines para el príncipe. ¿Quién se los podrá señalar ajustadamente? No han de ponerse tan vecinos los escollos á la navegacion política. Harto obra en muchos la malicia del poder y la ambicion de reinar. Si es vicioso el engaño, vicioso será en sus partes, por pequeñas que sean, y indigno del príncipe. No sufre mancha alguna lo precioso de la púrpura real. No hay átomo tan sútil, que no se descubra y afee los rayos destos soles de la tierra. ¿Cómo se puede permitir una accion que declina de la virtud y de las leyes, en quien es alma dellas? No puede haber engaño que no se componga de la malicia y de la mentira, y ambas son opuestas á la magnanimidad real; y aunque dijo Platon que la mentira era sobrada en los dioses, porque no necesitaban de alguno, pero no en los príncipes, que han menester á muchos, y que así se les podia conceder alguna vez, lo que es ilícito nunca se debe permitir, ni basta sea el fin honesto para usar de un medio por su naturaleza malo. Solamente puede ser lícita la disimulacion y astucia cuando ni engañan ni dejan manchado el crédito del príncipe; y entonces no las juzgo por vicios, antes ó por prudencia, ó por virtudes hijas della, convenientes y necesarias en el que gobierna. Esto sucede cuando la prudencia, advertida en su conservacion, se vale de la astucia para ocultar las cosas segun las circunstan Leo fortissimus bestiarum, ad nullius pavebit occursum. (Prov., 30, 30.) Lips., de civil. doct., lib. 4, c. 14. cias del tiempo, del lugar y de las personas, conservando una consonancia entre el corazon y la lengua, entre el entendimiento y las palabras. Aquella disimulacion se debe huir que con fines engañosos miente con las cosas mismas ; la que mira á que el otro entienda lo que no es, no la que solamente pretende que no entienda lo que es; y así, bien se puede usar de palabras indiferentes y equívocas, y poner una cosa en lugar de otra con diversa significacion, no para engañar, sino para cautelarse ó prevenir el engaño, ó para otros fines lícitos. El dar á entender el mismo Maestro de la verdad á sus discípulos que queria pasar mas adelante del castillo de Emaús 7, las locuras fingidas de David delante del rey Achis 8, el pretexto del sacrificio de Samuel9, y las pieles revueltas á las manos de Jacob 10, fueron disimulaciones lícitas, porque no tuvieron por fin el engaño, sino encubrir otro intento; y no dejan de ser lícitas porque se conozca que dellas se ha de seguir el engaño ajeno; porque este conocimiento no es ma. licia, sino advertimiento. Estas artes y trazas son muy necesarias cuando se trata con príncipes astutos y fraudulentos; porque eu tales casos la severidad y recato, la disimulacion en el semblante, la generalidad y equivocacion advertida en las palabras para que no dejen empeñado al príncipe ni den lugar á los desinios ó al engaño, usando de semejantes artes, no para ofender ni para burlar la fe pública, ¿qué otra cosa es sino doblar las guardas at ánimo? Necia seria la ingenuidad que descubríese el corazon, y peligroso el imperio sin el recato. Decir siempre la verdad seria peligrosa sencillez, siendo el silencio el principal instrumento de reinar. Quien la entrega ligeramente á otro, le entrega su misma corona. Mentir no debe un príncipe; pero se le permite callar ó celar la verdad, y no ser ligero en el crédito ni en la confianza, sino maduro y tardo, para que, dando lugar á la consideracion, no pueda ser engañado: parte muy necesaria en el príncipe, sin la cual estaria sujeto á grandes peligros. El que sabe mas y ha visto mas, cree y fia menos, porque ó la especulacion, ó la prática y experiencia le hacen recatado. Sea pues el ánimo del príncipe cándido y sencillo, pero advertido en las artes y fraudes ajenas. La misma experiencia dictará los casos en que ha de usar el príncipe destas artes, cuando reconociere que la malicia y doblez de los que tratan con él obliga á ellas; porque en las demás acciones siempre se ha de descubrir en el príncipe una candidez real, de la cual tal vez es muy conveniente usar aun con los mismos que le quieren engañar; porque estos, si la interpretan á segundos fines, se perturban y desatinan, y es generoso engaño el de la verdad, y si se ase 7 Et ipse se finxit longius ire. (Luc., 24, 28.) 8 Et immutavit os suum coram eis, et collabebatur inter manus eorum, et impingebat in ostia portae, defluebantque salivae ejus in barbam. (1, Reg., 21, 13.) 9 Vitulum de armento tolles in manu tua, et dices: Ad immolandum Domino veni. (1, Reg., 16, 2.) 40 Pelliculasque haedorum circundedit manibus, et colli nuda, protexit. (Gen., 27, 16.) |