Otros príncipes se muestran divertidos en sus acciones, porque se crea que obran acaso. Pero es tal la malicia de la política presente, que, no solamente penetra estas artes, sino calumnia la mas pura sencillez, con grave daño de la verdad y del sosiego público; no ha guran della, le hacen dueño de lo mas íntimo del alma, sin armarse contra él de segundas artes. ¿Qué redes no se han tejido, qué estratagemas no se han pensado contra la astucia y malicia de la raposa? ¿Quién puso asechanzas á la sencillez doméstica de las golondrinas? Los príncipes estimados en el mundo por gobernado-biendo cosa que se interprete derechamente; y como res de mucha prudencia y espíritu, no pueden usar deste arte, porque nadie piensa que obran acaso ó sencillamente. Las demostraciones de su verdad se tienen por apariencias. Lo que en ellos es advertencia, se juzga por malicia; su prudencia por disimulacion, y su recato por engaño. Estos vicios impusieron al Rey Católico, porque con su gran juicio y experiencias en la paz y en la guerra conocia el mal trato y poca fe de aquellos tiempos, y con sagacidad se defendia, obrando de suerte que sus émulos y enemigos quedasen enredados en sus mismas artes, ó que fuesen estas frustradas con el consejo y con el tiempo. Por esto algunos príncipes fingen la sencillez y la modestia para encubrir mas sus fines y que no los alcance la malicia, como lo hacia Domiciano 11. El querer un príncipe mostrarse sabio en todo, es dejar de serlo. El saber ser ignorante á su tiempo, es la mayor prudencia. Ninguna cosa mas conveniente ni mas dificultosa que moderar la sabiduría: en Agrícola lo alabó Tácito 12. Todos se conjuran contra el que mas sabe; ó es invidia ó defensa de la ignorancia, si ya no es que tienen por sospechoso lo que no alcanzan. En reconociendo Saul que era David muy prudente, empezó á guardarse dél 13. 11 Simul simplicitatis, ac modestiae imagine in altitudinem conditus, studiumque litterarum, et amorem carminum simulans, quo velaret animum. (Tac., 1. 4, Hist.) 12 Retinuitque, quod difficillimum est, ex sapientia modum. (Tac., in vit. Agric.) 13. Vidit itaque Saul quod prudens esset nimis, et coepit cavere eum. (1, Reg., 18, 15.) la verdad consiste en un punto, y son infinitos los que están en la circunferencia, donde puede dar la malicia, nacen graves errores en los que buscan á las obras y palabras diferentes sentidos de lo que parecen y suenan; y encontrados así los juicios y las intenciones, se arman de artes unos contra otros, y viven todos en perpetuas desconfianzas y recelos. El mas ingenioso en las sospechas es el que mas léjos da de la verdad, porque con la agudeza penetra adentro mas de lo que ordinariamente se piensa; y creemos por cierto en los otros lo que en nosotros es engaño de la imaginacion. Así al navegante le parece que corren los escollos, y es él quien se mueve. Las sombras de la razon de estado suelen ser mayores que el cuerpo, y tal vez se deja este y se abrazan aquellas; y quedando burlada la imaginacion, se recibe mayor daño con los reparos que el que pudiera hacer lo que se temia. ¡Cuántas veces por recelos vanos se arma un príncipe contra quien no tuvo pensamiento de ofendelle, y se empeñan las armas del uno y del otro, reducido á guerra lo que antes fué ligera y mal fundada presuncion ! A estos sucede lo que á los bajeles, que cuanto mas celosos, mas presto se pierden. No repruebo la disidencia cuando es hija de la prudencia, como decimos en otra parte, sino acuso que falte siempre la buena fe, sin la cual ni habrá amistad ni parentesco firme ni contrato seguro, y quedará sin fuerzas el derecho de las gentes, y el mundo en poder del engaño. No siempre se obra con segundas intenciones. Aun el mas tirano suele tal vez caminar con honestos fines. van encaminados, procurando imitar á aquel gran Gobernador de lo criado, cuyos pasos no hay quien pueda entender2: por esto dos serafines le cubrian los piés con sus alas 3. Con tanto recato deben los príncipes celar sus consejos, que tal vez ni aun sus ministros los penetren; antes los crean diferentes y sean los primeros que queden engañados, para que mas naturalmente y con mayor eficacia, sin el peligro de la disimulacion, que fácilmente se descubre, afirmen y acrediten lo que no tienen por cierto, y beba el pueblo dellos el engaño, con que se esparza y corra por todas partes. Así lo hizo Tiberio cuando, murmurando de que no pasaba á quietar las legiones amotinadas en Hungría y Germania, fingió que queria partir; y engañando primero á los prudentes, engañó tambien al pueblo y á las provincias 4. Así tambien lo hacia el rey Filipe II, encubriendo sus fines á sus embajadores, y señalándoles otros cuando convenia que los creyesen y persuadiesen á los demás. Destas artes no podrá valerse el príncipe si su ingenuidad no es tan recatada, que no dé lugar á que se puedan averiguar los movimientos de su ánimo en las acciones del gobierno, ni á que le ganen el corazon los émulos y enemigos; antes se les deslice de las manos cuando piensen que le tienen asido. Esta disposicion del hecho en que el otro queda engañado, mas es defensa que malicia, usándose della cuando convenga, como la usaron grandes varones. ¿Qué obligacion hay de descubrir el corazon, á quien no acaso escondió la naturaleza en el retrete del pecho? Aun en las cosas ligeras ó muy distantes es dañosa la publicidad, porque dan ocasion al discurso para rastreallas. Con estar tan retirado el corazon, se conocen sus achaques y enfermedades por solo el movimiento que participa á las arterias. Pierde la ejecucion su fuerza, con descrédito de la prudencia del príncipe, si se publican sus resoluciones. Los desinios ignorados amenazan á todas partes y sirven de diversion al enemigo. En la guerra, mas que en las demás cosas del gobierno, conviene celallos. Pocas empresas descubiertas tienen feliz suceso. ¡Qué embarazado se halla el que primero se vió herir que relucir el acero, y el que dispertó al ruido de las armas! Esto se ha de entender en las guerras contra infieles, no en las que se hacen contra cristianos, en que se debieran intimar primero para dar tiempo á la satisfacion, con que se excusarian muchas muertes; siendo esta diligencia parte de justificacion. En esto fueron muy loables los romanos, que constituyeron un colegio de veinte sacerdotes, que llamaban feciales, para intimar las guerras y concluir la paz y hacer ligas; los cuales eran jueces de semejantes causas, y las justificaban, procurando que se diese satisfacion de los agravios y ofensas recibidas, señalando treinta y tres dias de término, en el cual, si no se componian las diferen *Et vias illius quis intelligit? (Eccl., 16, 21.) 3 Et duabus alis velabant pedes ejus. (Isai., 6, 2.) ▲ Primo prudentes, dein vulgum, diutissimé provincias fefellit. (Tac., lib. 1, Ann.) cias por via de justicia ó amigable composicion, se intimaba la guerra, tomándolo por testimonio de tres hombres ancianos, y arrojando en el país enemigo una lanza herrada. El baculum intorquens emittit in auras, Desde aquel dia comenzaban las hostilidades y correrías. Desta intimacion tenemos muchos ejemplos en las sagradas letras. Eligido Jeph por príncipe de los israelitas contra los ammonitas, no levantó las armas hasta haberles enviado embajadores á saber la causa que los movia á aquella guerra 6. No se usa en nuestros tiempos tan humano y generoso estilo. Primero se ven los efetos de la guerra que se sepa la causa ni se penetre el desinio. La invasion impensada hace mayor el agravio y irreconciliables los ánimos; lo cual nace de que las armas no se levantan por recompensa de ofensas ó por satisfaccion de daños, sino por ambicion ciega de ensanchar los dominios, en que ni á la religion ni á la sangre ni á la amistad se perdona, confundidos los derechos de la naturaleza y de las gentes. En las sospechas de infidelidad conviene tal vez que tenga el príncipe sereno el semblante, sin darse por entendido dellas; antes debe confirmar los ánimos con el halago y el honor y obligallos á la lealtad. No es siempre seguro ni conveniente medio el del extremo rigor : las ramas que se cortan, se pierden, porque no pueden reverdecer. Esto obligó á Marcello á disimular con Lucio Bancio de Nola, hombre rico y de gran parcialidad; y aunque sabia que hacia las partes de Aníbal, le llamó, y le dijo cuán emulado era su valor y cuán conocido de los capitanes romanos, que habian sido testigos de sus hazañas en la batalla de Cánas. Hónrale con palabras y le mantiene con esperanzas; ordena que se le dé libre entrada en las audiencias, y de tal suerte le deja confundido y obligado, que no tuvo después la república romana mas fiel amigo. y Esta disimulacion ha de ser con gran atencion y prudencia; porque, si cayese en ella el que maquina, creeria que era arte para castigalle después, y daria mas presto fuego á la mina, ó se preservaria con otros medios violentos; lo cual es mas de temer en los tumultos delitos de la multitud. Por esto Fabio Valente, aunque no castigó los autores de una sedicion, dejó que algunos fuesen acusados 7. Pero, como quiera que difícilmente se limpia el ánimo de las traiciones concebidas, y que las ofensas á la majestad no se deben dejar sin castigo, parece que solamente conviene disimular cuando es mayor el peligro de la declaracion ó imposible el castigar á muchos. Esto consideraria Julio César cuando, habiendo desbalijado un correo despachado á Pompeyo con cartas de la nobleza romana contra él, mandó quemar la balija, teniendo por dulce manera de perdon ignorar el delito. Gran acto de magnani5 Virg., 1. 9, Aeneid. 6 Et misit nuntios ad Regem filiorum Ammon, qui ex persona sua dicerent: Quid mihi et tibi est, quia venisti contra me, ut vastares terram meam? (Jud., 11, 12.) 7 Ne dissimulans suspectior foret. (Tac., lib. 2, Ilist.) midad y gran prudencia, no pudiendo castigar á tantos, no obligarse á disimular con ellos. Podríase tambien hacer luego la demostracion del castigo con los de baja condicion y disimular con los ilustres, esperando mas segura ocasion para castigallos 8; pero cuando no hay peligro en el castigo, mejor es asegurar con él que confiar en la disimulacion; porque esta suele dar mayor brio para la traicion. Trataba Hanon de dar veneno al senado de Cartago; y sabida la traicion, pareció á aquellos senadores que bastaba acudir al remedio, promulgando una ley que ponia tasa á los convites; lo cual dió ocasion á Hanon para que intentase otra nueva traicion contra ellos. no llegase á conocer que penetraban sus artes 11. Abor- El arte y astucia mas conveniente en el príncipe, y la disimulacion mas permitida y necesaria, es aquella que de tal suerte sosiega y compone el rostro, las palabras y acciones contra quien disimuladamente trata de engañalle, que no conozca haber sido entendido; porque se gana tiempo para penetrar mejor y castigar ó burlar el engaño, haciendo esta disimulacion menos solícito al agresor, el cual, una vez descubierto, entra en temor, y le parece que no puede asegurarse sino es llevando al cabo sus engaños; que es lo que obligó á Agrippina á no darse por entendida de la muerte que le habia trazado su hijo Neron, juzgando que en esto consistia su vida 9. Esta disimulacion ó fingida simplicidad es muy necesaria en los ministros que asisten á prínci-juicio se estuvieron quedos mirando á Neron, porque - pes demasiadamente astutos y doblados, que hacen estudio de que no sean penetradas sus artes; en que fué gran maestro Tiberio 10. Della se valieron los senadores de Roma cuando el mismo Tiberio, muerto Augusto, les dió á entender (para descubrir sus ánimos) que no queria acetar el imperio porque era grave su peso; y ellos con estudiosa ignorancia y con provocadas lágrimas procuraban inducille á que le acetase, temiendo 8 Unde tenuioribus statim irrogata supplicia, adversus illustres dissimulatum ad praesens, et mox redditum odium. (Tac., l. 16, Ann.) 9 Solum insidiarum remedium esse, si non intelligerentur. (Tac., lib. 14, Ann.) 10 Consulto ambiguus. (Tac., lib. 13, Ann.) no se infiriese que conocian la violencia de aquella muerte, sino que la tenian por natural 17. 11 Quibus unus metus, si intelligere viderentur. (Tac., lib. 1, Ann.) 12 Intelligebantur artes; sed pars obsequii in eo, ne deprehenderentur. (Tac., lib. 4, Hist.) 13 Abditos Principis sensus, et si quid occultius parat exquirere illicitum, anceps; nec ideò assequare. (Tac., lib. 6, Ann.) 44 Eò aegrius accepit recludi, quae premeret. (Tac. 1. 4, Ann.) 15 Haud cunctatus est ultra Germanicus, quanquam fingi ea, seque per invidiam parto jam decori abstrahi intelligeret. (Tac.. lib. 2, Ann.) 46 Si intelligere crederetur, vim metuens, in urbem properat. (Tac., ibid.) 17 Trepidatum à circumsedentibus: diffugiunt imprudentes ; at quibus altior intellectus, resistunt defixi, et Neronem intuentes, (Tac., lib. 13, Ann.) El leon (cuerpo de esta empresa) fué entre los egipcios símbolo de la vigilancia, como son los que se poneu en los frontispicios y puertas de los templos. Por esto se hizo esculpir Alejandro Magno en las monedas con una piel de leon en la cabeza, significando que en él no era menor el cuidado que el valor; pues cuando convenia no gastar mucho tiempo en el sueño, dormia tendido el brazo fuera de la cama con una bola de plata en la mano, que en durmiéndose le dispertase cayendo sobre una bacía de bronce. No fuera señor del mundo si se durmiera y descuidara, porque no ha de dormir profundamente quien cuida del gobierno de muchos. Non decet ignavum tota producere somnum Como el leon se reconoce rey de los animales, ó duerme poco, ó si duerme, tiene abiertos los ojos; no fia tanto de su imperio ni se asegura tanto de su majestad, que no le parezca necesario fingirse dispierto cuando está dormido. Fuerza es que se entreguen los sentidos al reposo; pero conviene que se piense de los reyes que siempre están velando. Un rey dormido en nada se diferencia de los demás hombres. Aun esta pasion ha de encubrir á sus vasallos y á sus enemigos. Duerma, pero crean que está dispierto. No se prometa tanto de su grandeza y poder, que cierre los ojos al cuidado. Astucia y disimulacion es en el leon el dormir con los ojos abiertos; pero no intencion de engañar, sino de disimular la enajenacion de sus sentidos; y si se engañare quien le armaba asechanzas pensando hallarle dormido, y creyere que está dispierto, suyo será el engaño, no del leon, ni indigna esta prevencion de su corazon magnánimo, como ni tampoco aquella advertencia de borrar con la cola las huellas para desmentillas al cazador. No hay fortaleza segura si no está vigilante el recato. El mayor monarca con mayor cuidado ha de coronar su frente, no con la candidez de las palo mas sencillas, sino con la prudencia de las recatadas serpientes; porque, no de otra suerte que cuando se presenta en la campaña el leon se retiran de sus contiendas los animales, deponiendo sus enemistades naturales, y coligados entre sí, se conjuran contra él, así todos se arman y ponen asechanzas al mas poderoso. Ninguna grandeza mas peligrosa al reino de Ingalaterra (como tambien á todos los principados) que la de los holandeses, porque le quitan el arbitrio del mar. Ninguna cosa mas dañosa á franceses que la potencia de aquellos estados rebeldes, la cual, rotos los diques opuestos de España, inundaria el reino de Francia, como lo reconoció la prudencia del rey Enrico IV; y pudiendo mas que sus peligros en ambas coronas el odio y temor á la monarquía de España, acrecientan aquellas fuerzas, que algun dia, con la mudanza y turbacion de los tiempos, podrán temer contra sí. Los peligros presentes dan mas cuidado que los futuros, aunque estos sean mayores. El temor embaraza los sentidos, y no deja al entendimiento discurrir en lo que ha de ser. Una vana desconfianza prevalece contra la mayor razon de estado. El arbitrio de la corona de España en Italia es preservativo de los achaques que padece la libertad de Génova, y quien asegura el principado de Toscana. El imperio espiritual de la Iglesia se dilata y se conserva por medio de la potencia austriaca con ella viven seguros los venecianos de la tiranía del turco, y no sé si lo conocen así algunos consejeros destos príncipes, ó si obran siempre en conformidad desta conveniencia propia. Tales celos, ciegos á la razon, trabajan en su misma ruina. Los que creyeron asegurarse desarmando al emperador Ferdinando II, se vieron después necesitados de las armas que le obligaron á licenciar. Muchas provincias que por razon de estado procuraron derribar la monarquía romana, perdieron la libertad con su caida. No se fie el príncipe poderoso en las demostraciones con que los demás le reverencian; porque todo es fingimiento y diferente de lo que parece. El agrado es lisonja, la adoracion miedo, el respeto fuerza y la amistad necesidad. Todos con astucia ponen asechanzas á su sencilla generosidad, con que juzga á los demás 1. Todos le miran á las garras y le cuentan las presas. Todos velan por vencelle con el ingenio, no pudiendo con la fuerza. Pocos ó ninguno le tratan verdad, porque al que se teme no se dice; y así, no debe dormir en confianza de su poder. Deshaga el arte con el arte y la fuerza con la fuerza. El pecho magnánimo prevenga disimulado y cauto, y resista valeroso y fuerte, los peligros. Aunque en esta empresa permitimos y aun juzgamos 1 Aures Principum simplices, et ex sua natura alios aestimantes, callida fraude decipiunt. (Esth., 16, 6.) necesarias las artes de la disimulacion con las circunstancias dichas, mejor están (cuando se pueden excusar) en los ministros que en los príncipes; porque en estos hay una oculta divinidad que se ofende deste cuidado. Es ordinariamente la disimulacion hija del temor y de la ambicion; y ni esta ni aquel se han de descubrir en el príncipe. Lo que ha de cautelar la disimulacion, cautele el silencio recatado y la gravedad advertida. Mas amado es el príncipe á quien tienen todos por cauto, pero que obra con sencillez real. Todos aborrecen el artificio, y á todos es grato el proceder naturalmente con una bondad ingenua, como en Petronio lo advirtió Tácito 2. 2 Ac dicta factaque ejus quanto solutiora, et quandam sui negligentiam praeferentia, tanto gratius in speciem simplicitatis aecipiebantur. (Tac., lib. 16, Ann.) A la vista se ofrece torcido y quebrado el remo debajo de las aguas, cuya refraccion causa este efecto : así nos engaña muchas veces la opinion de las cosas. Por esto la academia de los filósofos escépticos lo dudaba todo, sin resolverse á afirmar por cierta alguna cosa. ¡Cuerda modestia y advertida desconfianza del juicio humano! Y no sin algun fundamento; porque para el conocimiento cierto de las cosas, dos disposiciones son necesarias: de quien conoce y del sugeto que ha de ser conocido. Quien conoce es el entendimiento, el cual se vale de los sentidos externos y internos, instrumentos por los cuales se forman las fantasías. Los externos se alteran y mudan por diversas afecciones, cargando mas ó menos los humores. Los internos padecen tambien variaciones, ó por la misma causa ó por sus diversas organizaciones; de donde nacen tan desconformes opiniones y pareceres como hay en los hombres, comprendiendo cada uno diversamente las cosas, en las cuales tambien hallarémos la misma incertidumbre y variacion; porque, puestas aquí ó allí, cambian sus colores y formas, ó por la distancia ó por la vecindad, ó porque ninguna es perfectamente simple, ó por las mixtiones naturales y especies que se ofrecen entre los sentidos y las cosas sensibles; y así, dellas no podemos afirmar que son, sino decir solamente que parecen, formando opinion, y no sciencia. Mayor incertidumbre hallaba Platon en ellas, considerando que en ninguna estaba aquella naturaleza purísima y perfectísima que está en Dios; de las cuales, viviendo, no podiamos tener conocimiento cierto, y solamente veiamos estas cosas presentes, que eran reflejos y sombras de aquellas, y que así, era imposible reducillas á sciencia. No deseo que el príncipe sea de la escuela de los escépticos, porque quien todo lo duda, nada resuelve, y ninguna cosa mas dañosa al gobierno que la indeterminacion en resolver y ejecutar. Solamente le advierto que con recato político esté indiferente en las opiniones, y crea que puede ser engañado en el juicio que hiciere dellas, ó por amor ó pasion propia, ó por siniestra informacion, ó por los halagos de la lisonja, ó porque le es odiosa la verdad que le limita el poder y da leyes á su voluntad, ó por la incertidumbre de nuestro modo de aprender, ó porque pocas cosas son como parecen, principalmente las políticas, habiéndose ya hecho la razon de estado un arte de en |