ruedas, y no se verán los efetos de un gobierno levantado y glorioso, como seria el de vuestra alteza si (como espero) procurase en otro libro, como en el de Augusto, notar cada año en cada reino aparte aquellas mismas cosas, añadiendo las fortalezas principales de él, qué presidios tienen, qué varones señalados hay para el gobierno de la paz y de la guerra, sus calidades, partes y servicios, y otras cosas semejantes; haciendo tambien memoria de los negocios grandes que van sucediendo, en qué consistieron sus aciertos ó sus errores, y de otros puntos y advertencias convenientes al buen gobierno. Por este cuidado y atencion es tan admirable la armonía del gobierno de la compañía de Jesus, á cuyo general se envian noticias particulares de todo lo que pasa en ella, con listas secretas de los sugetos; y porque estos mudan con el tiempo sus calidades y costumbres, van renovando de tres en tres años, aunque cada año se envian algunas informaciones, no tan generales, sino de accidentes que conviene tenga entendidos, con lo cual siempre son acertadas las elecciones, ajustando la capacidad de los sugetos á los puestos, no al contrario. Si tuviesen los príncipes estas notas de las cosas y de las personas, no serian engañados en las relaciones y consultas; se harian capaces del arte de reinar, sin de pender en todo de sus ministros; serian servidos con mayor cuidado dellos, sabiendo que todo habia de llegar á su noticia y que todo lo notaban; con que no se cometerian descuidos tan notables como vemos, en no prevenir á tiempo las cosas necesarias para la guerra y la paz; la virtud creceria, y menguaria con el vicio el temor á tales registros. No serán embarazosas estas sumarias relaciones, unas por mano del mismo príncipe y otras por los ministros que ocupan los puestos principales, ó por personas inteligentes, de quien se pueda fiar que las harán puntuales. Pues si, como dijo Ciceron, son necesarias las noticias universales y particulares á un senador 12, que solamente tiene una parte pequeña en el gobierno, ¿cuánto mas serán al príncipe, que atiende al universal? Y si Filipe, rey de Macedonia, hacia que le leyesen cada dia dos veces las capitulaciones de la confederacion con los romanos, ¿por qué se ha de desdeñar el príncipe de ver en un libro abreviado el cuerpo de su imperio, reconociendo en él, como en un pequeño mapa, todas las partes de que consta? 12 Est Senatori necessarium nosse Rempublicam, idque latè patet, quid habeat militum, quid valeat aerario, quos socios Respublica habeat, quos amicos, quos stipendiarios, qua quisque sit lege, conditione, foedere, etc. (Cicer.) Es el honor uno de los principales instrumentos de reinar: si no fuera hijo de lo honesto y glorioso, le tuviera por invencion politica. Firmeza es de los imperios. Ninguno se puede sustentar sin él. Si faltase en el príncipe, faltaria la guarda de sus virtudes, el estímulo de la fama y el vínculo con que se hace amar y respetar. Querer exceder en las riquezas, es de tiranos; en los honores, de reyes 1. No es menos conveniente el honor en los vasallos que en el príncipe, porque no bastarian las leyes á reprimir los pueblos sin él; siendo así que no obliga menos el temor de la infamia que el de 1 Velle pecuniis excellere, tyrannicum est: honoribus verò, magis regium. (Arist., lib. 5, Pol., c. 10.) la pena. Luego se disolveria el órden de república si no se hubiese hecho reputacion la obediencia, la fidelidad, la integridad y fe pública. La ambicion de gloria conserva el respeto á las leyes, y para alcanzalla se vale del trabajo y de las virtudes. No es menos peligrosa la república en quien todos quieren obedecer que aquella en quien todos quieren mandar. Un reino humilde y abatido sirve á la fuerza y desconoce sus obligaciones al señor natural; pero el altivo y preciado del honor desestima los trabajos y los peligros y aun su misma ruina, por conservarse obediente y fiel. ¿Qué guerras, qué calamidades, qué incendios no ha tolerado constante el condado de Borgoña por conservar su obediencia y lealtad á su rey? Ni la tiranía y bárbara crueldad de los enemigos, ni la infeccion de los elementos, conjurados todos contra ella, han podido derribar su constancia. Pudieron quitar á aquellos fieles vasallos las haciendas, las patrias y las vidas, pero no su generosa fe y amor entrañable á su señor natural. Para los males internos suele ser remedio el tener bajo al pueblo, sin honor y reputacion política; de que usan los chinos, que solamente peligran en sí mismos; pero en los demás reinos, expuestos á la invasion, es necesaria la reputacion y gloria de los vasallos, para que puedan repeler á los enemigos; porque donde no hay honra, no hay valor. No es gran príncipe el que no domina á corazones grandes y generosos, ni podrá sin ellos hacerse temer ni dilatar sus dominios. La reputacion en los vasallos les obliga á procuralla en el príncipe, porque de su grandeza pende la dellos. Una sombra vana de honor los hace constantes en los trabajos y animosos en los peligros. ¿Qué tesoros bastarian á comprar la hacienda que derraman, la sangre que vierten por voluntad y caprichos de los príncipes, si no se hubiera introducido esta moneda pública del honor, con que cada uno se paga en su presuncion? Precio es de las hazañas y acciones heróicas, y el precio mas barato que pudieron hallar los príncipes; y así, cuando no fuera por grandeza propia, deben por conveniencia mantener vivo entre los vasallos el punto del honor, disimulando ó castigando ligeramente los delitos que por conservalle se cometen, y animando con premios y demostraciones públicas las acciones grandes y generosas; pero adviertan que es muy dañosa en los súbditos aquella estimacion ligera ó gloria vana fundada en la ligereza de la opinion, y no en la substancia de la virtud; porque della nacen las competencias entre los ministros, á costa del bien público y del servicio del príncipe, los duelos, las injurias y homicidios; de que resultan las sediciones. Con ella es puntuosa y mal sufrida la obediencia, y á veces se ensangrienta en el príncipe, cuando juzgando el vasallo en el tribunal de su opinion ó en el de la voz comun que es tirano y digno de muerte, se la da por sacrificarse por la patria y quedar famoso 2; y así, es menester que el príncipe cure esta supersticion de gloria de sus vasallos, inflamándolos en la verdadera. No se desdeñe la majestad de honrar mucho á los súbditos y á los extranjeros; porque no se menoscaba el honor de los principes aunque honren largamente, bien así como no se disminuye la luz de la hacha que se comunica á otras y las enciende. Por esto comparó Ennio á la llama la piedad del que muestra el camino al que va errado. Ilomo, qui erranti comiter monstrat viam, De cuya comparacion infirió Ciceron que todo lo que 2 Itaque Monarchas, non ut sibi vendicent Monarchiam, invadunt; sed ut famam et gloriam adipiscantur. (Arist., lib. 5, Pol., c. 10.) se pudiere sin daño nuestro se debe hacer por los demás, aunque no sean conocidos 3. De ambas sentencias se sacó el cuerpo desta empresa en el blandon con la antorcha encendida, símbolo de la divinidad é insignia del supremo magistrado; de la cual se toma la luz, para significar cuán sin detrimento de la llama de su honor le distribuyen los príncipes entre los beneméritos. Prestada, y no propia, tiene la honra quien teme que le ha de faltar si la pusiere en otro. Los manantiales naturales siempre dan y siempre tienen que dar; inexhausto es el dote del honor en los príncipes, por mas liberales que sean. Todos los houran como á depositarios que han de repartir los honores que reciben; bien así como la tierra refresca con sus vapores el aire, el cual se los vuelve en rocíos que la mantienen. Esta recíproca correspondencia entre el príncipe y sus vasallos advirtió el rey don Alonso el Sabio 4, diciendo «que honrando al Rey, honran á sí mismos, é á la tierra donde son, é fazen lealtad conocida; porque deben aver bien, é honra dél ». Cuando se corresponden así, florece la paz y la guerra y se establece la dominacion. En ninguna cosa muestra mas el príncipe su grandeza que en honrar; cuanto mas nobles son los cuerpos de la naturaleza, tanto mas pródigos en repartir sus calidades y dones. Dar la hacienda es caudal humano; dar honras poder de Dios ó de aquellos que están mas cerca dél. En estas máximas generosas deseo ver á vuestra alteza muy instruido, y que con particular estudio honre vuestra alteza la nobleza, principal columna de la monarquía. Os cavalleiros tende em muita estima, Oiga vuestra alteza sobre esto á su glorioso antecesor el rey don Alonso el Sabio, el cual, amaestrando á los reyes sus sucesores, dice 6: «Otrosi, deben amar é honrar á los ricos omes, porque son nobleza é honra de sus cortes é de sus reynos; é amar é honrar deben los cavalleros, porque son guarda é amparamiento de la tierra. Ca non se deben recelar de recibir muerte por guardarla é acrecentarla Los servicios mueren sin el premio; con él viven y dejan glorioso el reinado; porque en tiempo de un principe desagradecido no se acometen cosas grandes ni quedan ejemplos gloriosos á la posteridad. Apenas hicieron otra hazaña aquellos tres valientes soldados que, rompiendo por los escuadrones, tomaron el agua de la cisterna; porque no los premió David 7. El príncipe que honra los méritos de una familia, funda en ella un vínculo perpetuo de obligaciones y un mayorazgo de servicios. No menos mueve á obrar gloriosamente á los 3 Ut quidquid sine detrimento accommodari possit, id tribuatur, vel ignoto. (Cicer.) nobles lo que sirvieron sus progenitores y las honras que recibieron de los reyes, que las que esperan. Estas consideraciones obligaron á los antecesores de vuestra alteza á señalar con eternas memorias de honor los servicios de las casas grandes de España. El rey don Juan el Segundo premió y honró los que hicieron los condes de Ribadeo, concediéndoles que comiesen á la mesa de los reyes el dia de los Reyes, y se les diese el vestido que trajese el Rey aquel dia. El Rey Católico hizo la misma merced á los condes de Cádiz del que vistiesen los reyes en la festividad de la inmaculada Vírgen nuestra Señora por setiembre; á los marqueses de Moya, la copa en que bebiesen el dia de Santa Lucía; á los de la casa de Vera, condes de la Roca 8, que pudiesen cada año hacer exentos de tributos á treinta todos los sucesores en ella; y cuando el mismo rey don Fernando 9 se vió en Saona con el rey de Francia, asentó á su mesa al Gran Capitan, á cuya casa se fué á apear cuando entró en Nápoles. ¿Qué mucho, si le debia un reino, y España la felicidad y gloria de sus armas? Por quien pudo decir lo que Tácito del otro valeroso capitan, que en su cuerpo estaba todo el esplendor de los cheruscos, y en sus consejos cuanto se habia hecho y sucedido prósperamente 10. El valor y prudencia de un ministro solo suele ser el fundamento y exaltacion de una monarquía. La que se levantó en América se debe á Hernan Cortés y á los Pizarros. El valor y destreza del marqués de Aytona mantuvo quietos los estados de Flandes, muerta la señora infanta doña Isabel. Instrumentos principales han sido de la continuacion del imperio en la augustisima casa de Austria, y de la seguridad y conservacion de Italia, algunos ministros presentes, en los cuales los mayores premios serán deuda y centella de emulacion gloriosa á los demás. Con la paga de unos servicios se compran otros muchos; usura es generosa con que se enriquecen los príncipes, y adelantan y aseguran sus estados. El imperio otomano se mantiene premiando y exaltando el valor donde se halla. La fábrica de la monarquía de España creció tanto porque el rey don Fernando el Católico, y después Carlos V y el rey Filipe II, supieron cortar y labrar las piedras mas á propósito para su grandeza. Quéjanse los príncipes de que es su siglo estéril de sugetos; y no advierten que ellos le hacen estéril porque no los buscan, ó porque, si los hallan, no los saben hacer lucir con el honor y el empleo, y solamente levantan á aquellos que nacen ó viven cerca dellos, en que tiene mas parte el acaso que la eleccion. Siempre la naturaleza produce grandes varones; pero no siempre se valen dellos los príncipes. ¿Cuántos excelentes ingenios, cuántos ánimos generosos nacen y mueren desconocidos, que, si los hubieran empleado y ejercitado, fueran admiracion del mundo? En la capellanía de la iglesia de san Luis en Roma hubiera muerto Osat sin 8 Puente, Trat. del linaje de los Veras. 9 Mar., Hist. Hisp., 1. 29, c. 9. 10 Illo in corpore decus omne Cheruscorum, illius consiliis gesta, quae prospere ceciderint, testabatur. (Tac., lib. 3, Ann.) gloria y sin haber hecho señalados servicios á Francia, si el rey Enrique IV, teniendo noticia de su gran talento, no le hubiera propuesto para cardenal. Si á un sugeto grande deja el príncipe entre el vulgo, vive y muere oculto como uno del vulgo, sin acertar á obrar. Retírase Cristo al monte Tabor con tres discípulos, dejando á los demás con la turba, y como á desfavorecidos, se les entorpeció la fe 11 y no pudieron curar á un endemoniado 12. No crecen ó no dan flores los ingenios si no los cultiva y los riega el favor; y así, el príncipe que sembrare honores, cogerá grandes ministros; pero es menester sembrallos con tiempo, y tenellos hechos para la ocasion, porque en ella dificilmente se hallan. En esto suelen descuidarse los grandes príncipes cuando viven en paz y sosiego, creyendo que no tendrán necesidad dellos. No solamente deben los príncipes honrar á los nobles y grandes ministros, sino tambien á los demás vasallos, como lo encargó el rey don Alonso el Sabio 13 en una ley de las Partidas, diciendo: «É aun deben honrar á los Maestros de los grandes saberes. Ca por ellos se fazen muchos de omes buenos, é por cuyo consejo se mantienen, é se enderezan muchas vegadas los reynos é los grandes señores. Ca asi, como dixeron los sabios antiguos, la sabiduria de los derechos es otra manera de cavalleria, con que se quebrantan los atrevimientos, é se enderezan los tuertos. É aun deben amar é honrar á los ciudadanos, porque ellos son como tesoreros é raiz de los reynos. É eso mismo deben fazer á los Mercaderes, que traen de otras partes á sus señorios las cosas que son y menester. É amar é amparar deben otrosi á los menestrales, y á los labradores, porque de sus menesteres, é de sus labranzas se ayudan, é se gobiernan los Reyes, é todos los otros de sus señorios, é ninguno non puede sin ellos vivir. É otrosi, todos estos sobre dichos, é cada uno en su estado debe amar é honrar al Rey, é al reyno, é guardar é acrecentar sus derechos, é servirle cada uno en la manera que debe, como á su señor natural, que es cabeza, é vida é mantenimiento dellos. É quando el Rey esto ficiere con su pueblo, avrá abondo en su reyno, é será rico por ello, é ayudarseha de los bienes que y fueren, quando los huviere menester, é será tenido por de buen seso, é amarlohan todos comunalmente, é será temido tambien de los extraños como de los suyos. » En la distribucion de los honores ha de estar muy atento el Príncipe, considerando el tiempo, la calidad y partes del sugeto, para que ni excedan de su mérito, ni falten; porque distinguen los grados, bien así como los fondos el valor de los diamantes. Si todos fueran iguales, bajaria en todos la estimacion. Especie es de tirauía no premiar á los beneméritos, y la que mas irrita al pueblo contra el príncipe. Mucho se perturba la 11 Nam Domino in monte demorante, et ipsis cum turbis resi dentibus, quidam tepor eorum fidem retardaverat. (Hil., c. 17, sup. Matth.) 12 Obtuli eum Discipulis et non potuerunt curare eum. (Matth., 17, 15.) 13 L. 3, tit. 30, p. 2. república cuando se reparten mal las honras. Las desiguales al mérito son de nota á quien las recibe y de desden á los que las merecen. Queda uno premiado, y ofendidos muchos. Igualarlos á todos es no premiar alguno. No crece la virtud con la igualdad, ni se arriesga el valor que no ha de ser señalado. Una estatua levantada á uno hace gloriosos á muchos que trabajaron por merecella. La demostracion de un honor en un ministro benemérito es para él espuela, para los demás aliento y para el pueblo obediencia. Si bien ninguna cosa afirma é ilustra mas al Príncipe que el hacer honras, debe estar muy atento en no dar á otros aquellas que son propias de la dignidad, y le diferencian de los demás; porque estas no son como la Juz, que, pasando á otra materia, queda entera en la suya; antes todas las que diere, dejarán de lucir en él, y quedará oscura la majestad, acudiendo todos á recibilla de aquel que la tuviere. Aun en su misma madre Livia no consintió Tiberio las demostraciones particulares de honra que le queria hacer el Senado, porque pertenecian al imperio, y juzgaba que disminuian su autoridad 14. Ni aun las cerimonias que introdujo el aca14 Caeterum anxius invidia, et muliebre fastigium in diminu so ó la lisonja, y son ya propias del príncipe, han de ser comunes á otras; porque, si bien son vanas, señalan al respeto los confines de la majestad. Tiberio sintió mucho que se hiciesen por Neron y Druso las mismas oraciones públicas y plegarias que por él, aunque eran sus hijos y sucesores en el imperio 15. Los honores de los príncipes quedan desestimados si los hace vulgares la adulacion 16; si bien cuando los ministros representan en ausencia la persona real, se les pueden participar aquellos honores y cerimonias que tocarian al príncipe si se hallase presente, como se pratica con los vireyes y tribunales supremos, á imitacion de las estrellas, las cuales en ausencia del sol lucen; pero no en su presencia, porque entonces aquellas demostraciones miran á la dignidad real, representada en los ministros, que son retratos de la majestad y reflejos de su poder. tionem sui accipiens, ne lictorem quidem ei decerni passus est. (Tac., lib. 1, Ann.) 15 Tum verò aequari adolescentes senectae suae, impacienter indoluit. (Tac., lib. 4, Ann.) 16 Vanescit Principum honor, si promiscuis adulationibus vulgatur. (Tac., ibid.) Advertida la naturaleza, distinguió las provincias, y las cercó, ya con murallas de montes, ya con fusos de rios y ya con las soberbias olas del mar, para dificultar sus intentos á la ambicion humana. Con este fin constituyó la diversidad de climas, de naturales, de lenguas y estilos; con lo cual diferenciada esta nacion de aquella, se uniese cada una para su conservacion, sin rendirse fácilmente al poder y tiranía de los extranjeros. Pero no bastaron los reparos de estos límites y términos naturales para que no los violase el apetito insaciable de dominar; porque lá ambicion es tan poderosa en el corazon humano, que juzga por estrechas las cinco zonas de la tierra. Alejandro Magno lloraba porque no podia conquistar muchos mundos. Aun los bienes de la vida, y la misma vída, se desprecian contra el deseo natural de prolongalla por un breve espacio de reinar. Pretendia Humaya el reino de Córdoba; representábanle sus amigos el peligro, y respondió 1: « Llamadme hoy rey, y matadme mañana. » Ninguna pasion mas ciega y peligrosa en el hombre que esta. Muchos por ella perdieron la vida y el Estado, queriendo amplialle. Tenia un principe de Tartaria un vaso con que bebia, labrado en los cascos de la cabeza de otro príncipe de Muscovia, el cual, queriéndole quitar el Estado, habia perdido el suyo y la vida; y corria por la orla del vaso este letrero: Hic aliena appetendo, propria amisit. 1 Mar., Hist. Hisp., 1. 8, c. 10. Casi lo mismo sucedió al rey don Sancho por haber querido despojar á sus hermanos de los reinos que dividió entre ellos el rey don Fernando, su padre. Peligra la ambicion si alarga fuera de su reino el brazo; como la tortuga, que, en sacando la cabeza del pavés de su conchia, queda expuesta al peligro 2. Y aunque, como dijo el rey Tiridates, es de particulares mantener lo propio y de reyes batallar por lo ajeno 3, debe entenderse esto cuando la razon y prudencia lo aconsejan, no teniendo el poder otro tribunal sino el de las armas; porque quien injustamente quita á otro su estado, da accion y derecho para que le quiten el suyo. Primero ha de considerar el príncipe el peligro de los propios que los medios para conquistar los ajenos 4. Por esto el emperador Rodulfo el Primero solia decir que era mejor gobernar bien que ampliar el imperio. Si hubiera seguido este consejo el rey don Alonso el Sabio, no se hubiera dejado llevar de la pretension del imperio5 con peligro de su reino, haciendo cierta la sentencia del rey don Alonso de Nápoles, que comparaba los tales á los jugadores, los cuales, con vana esperanza de aumentar su hacienda, la perdian. El conservar el estado propio es obligacion; el conquistar el ajeno es voluntario. La ambicion lleva á muchos engañosamente á la novedad y al peligro 6. Cuanto uno alcanza mas, mas desea. Crece con el imperio la ambicion de aumentalle 7. Las ocasiones y la facilidad de las empresas arrebatan los ojos y los corazones de los príncipes, sin advertir que no todo lo que se puede alcanzar se ha de pretender. La bizarría del ánimo se ha de ajustar á la razon y justicia. No se conserva mejor el que mas posee, sino el que mas justamente posee. La demasiada potencia, causando celos y invidia, dobla los peligros, uniéndose todos y armándose contra el mas poderoso; como lo hicieron los reyes de España contra el rey don Alonso el Tercero 8, cuya prosperidad y-grandeza les era sospechosa; por lo cual conviene mas tener en disposicion que en ejercicio el poder, porque no hay menos peligro en adquirir que en haber adquirido. Cuando falten enemigos externos, la misina opulencia derriba los cuerpos, como se experimentó en la grandeza romana 9; lo cual antevisto de Augusto, trató de remediallo poniendo límites al imperio romano 10, como después lo ejecutó el emperador Adriano. Ponga el príncipe freno á su felicidad si la quiere regir bien 11. Testudinem, ubi collecta in suum tegmen est, tutam ad omnes ictas esse; ubi exerit partes aliquas, quodcumque nudavit, obnoxium atque infirmum habere. (Livius.) 3 Et sua retinere, privatae domus : de alienis certare, regiam laudem esse. (Tac., lib. 15, Ann.) ♦ Suam quisque fortunam in consilio habeat, cum de aliena deliberat. (Curtius.) 5 Mar., Hist. Hisp., I. 13, c. 10. • Quibus nova, et ancipitia praecolere, avida, et plerumque fallax ambitio est. (Tac., lib. 4, Ann.) 7 Vetus, ac jam pridem insita mortalibus potentiae cupido cum imperii magnitudine adolevit, erupitque. (Tac., lib. 2, Hist.) 8 Mar., Hist. Hisp. 9 Et quae ab exiguis profecta initiis, eo creverat, ut jam magnitudine laboraret sua. ( Livius, lib. 1.) 10 Addideratque consilium coercendi intra terminos Imperii. (Tac., lib. 1, Ann.) 11 Impone felicitati tuae fraenos, facilius reges. (Curt.) El levantar ó ampliar las monarquías no es muy dificultoso á la injusticia y tiranía armada con la fuerza. La dificultad está en la conservacion, siendo mas dificultoso el arte de gobernar que el de vencer 12, porque en las armas obra las mas veces el acaso, y en el gobierno siempre el consejo. La felicidad suele entrarse por los portales sin que la llame el mérito ó la diligencia; pero el detenella no sucede sin gran prudencia 13. El rey don Alonso el Sabio 14 da la razon de que no es menor virtud la que mantiene que la que adquiere « Porque la guardia aviene por seso, é la ganancia por aventura. » Fácilmente se escapa la fortuna de las manos si con ambas no se detiene 15. El hallar un espin (que es el cuerpo de esta empresa) no es difícil; el detenelle ha menester el consejo para aplicar la mano con tal arte, que les coja el tiempo á sus puas, con las cuales parece un cerrado escuadron de picas. Fert omnia secum, Se pharetra, sese jaculo, sese utitur arcu. (Claud.) Apenas se retiraron de los Países-Bajos las armas españolas (en tiempo del señor don Juan de Austria), cuando se cubrieron dellas los rebeldes. Fácil fué al rey de Francia apoderarse injustamente del estado de Lorena; pero el retenelle le cuesta muchos gastos y peligros, y siempre habrá de tener sobre él armada la mano. Las causas que concurren para adquirir no asisten siempre para mantener; pero una vez mantenido, lo sustenta el tiempo; y así, uno solo gobierna los estados que con gran dificultad fabricaron muchos príncipes. Siendo pues el principal oficio del príncipe conservar sus estados, pondré aquí los medios con que se mantienen, ó ya sean adquiridos por la sucesion, por la eleccion ó por la espada, suponiendo tres causas universales que concurren en adquirir y conservar, que son: Dios, cuando se tiene propicio con la religion y la justicia; la ocasion, cuando un concurso de causas abre camino á la grandeza ; la prudencia en hacer nacer las ocasiones, ó ya nacidas por sí mismas, saber usar dellas. Otros instrumentos hay comunes á la sciencia de conservar estos son el valor y aplicacion del príncipe, su consejo, la estimacion, el respeto y amor á su persona, la reputacion de la corona, el poder de las armas, la unidad de la religion, la observancia de la justicia, la autoridad de las leyes, la distribucion de los premios, la severidad del castigo, la integridad del magistrado, la buena eleccion de los ministros, la conservacion de los privilegios y costumbres, la educacion de la juventud, la modestia de la nobleza, la pureza de la moneda, el aumento del comercio y buenas artes, la obediencia del pueblo, la concordia, la abundancia y la riqueza de los erarios. Con estas artes se mantienen los estados; y aunque en todos se requiere mucha atencion, no han menester 12 Facilius est quaedam vincere, quàm tenere. (Curt.) 13 Fortunam magnam citius invenies, quam retineas. (Publ.) 14 L. 3, tit. 3, p. 2. 15 Fortunam tuam pressis manibus tene, lubrica est. (Curtius.) |