esplendor de la suprema jurisdicion. Una fuerza que se hace respetar y obedecer. Es guarda y salud del principado. La opinion y la fama le dan ser, el amor seguridad, el temor autoridad, la ostentacion grandeza, la cerimonia reverencia, la severidad respeto, el adorno estimacion. El retiro la hace venerable. Peligra en el desprecio y en el odio. Ni se puede igualar ni dividir, porque consiste en la admiracion y en la unidad. En ambas fortunas es constante; el culto la afirma, las armás y las leyes la mantienen. Ni dura en la soberbia ni cabe en la humildad. Vive con la prudencia y la beneficencia, y muere á manos del ímpetu y del vicio. El vulgo de cuerdas desta arpa del reino es el pueblo. Su naturaleza es monstruosa en todo y desigual á sí misma, inconstante y varia. Se gobierna por las apariencias sin penetrar el fondo. Con el rumor se consulta. És pobre de medios y de consejo, sin saber discernir lo falso de lo verdadero. Inclinado siempre á lo peor. Una misma hora le ve vestido de dos afectos contrarios. Mas se deja llevar dellos que de la razon, mas del ímpetu que de la prudencia, mas de las sombras que de la verdad. Con el castigo se deja enfrenar. En las adulaciones es disforme, mezclando alabanzas verdaderas y falsas. No sabe contenerse en los medios; ó ama ó aborrece con extremo, ó es sumamente agradecido ó sumamente ingrato, ó teme ó se hace temer, y en temiendo, sin riesgo se desprecia. Los peligros menores le perturban si los ve presentes, y no le espantan los grandes si están léjos. O sirve con humildad ó manda con soberbia. Ni sabe ser libre ni deja de serlo. En las amenazas es valiente y, en las obras cobarde. Con ligeras causas se altera y con ligeros medios se compone. Sigue, no guia. Las mismas demostraciones hace por uno que por otro. Mas fácilmente se deja violentar que persuadir. En la fortuna próspera es arrogante y impío, en la adversa rendido y religioso. Tan fácil á la crueldad como á la misericordia. Con el mismo furor que favorece á uno, le persigue después. Abusa de la demasiada clemencia, y se precipita con el demasiado rigor. Si una vez se atreve á los buenos, no le detienen la razon ni la vergüenza. Fomenta los rumores, los finge, y crédulo, acrecienta su fama. Desprecia la voz de pocos y sigue la de muchos. Los malos sucesos atribuye á la malicia del magistrado, y las calamidades á los pecados del príncipe. Ninguna cosa le tiene mas obediente que la abundancia, en quien solamente pone su cuidado. El interés ó el deshonor le conmueven fácilmente. Agravado cae, y aliviado cocea. Ama los ingenios fogosos y precipitados, y el gobierno ambicioso y turbulento. Nunca se satisface del presente, y siempre desea mudanzas en él. Imita las virtudes ó vicios de los que mandan. Invidia los ricos y poderosos y maquina contra ellos. Ama los juegos y divertimientos, y con ninguna cosa mas que con ellos se gana su gracia. Es supersticioso en la religion, y antes obedece á los sacerdotes que á sus príncipes. Estas son las principales condiciones y calidades de la multitud. Pero advierta el príncipe que no hay comunidad ó consejo gran de, por grave que sea y de varones selectos, en que no haya vulgo y sea en muchas cosas parecido al popular. Parte es tambien desta arpa, y no la menos principal, el palacio, cuyas cuerdas, si con mucha prudencia y destreza no las tocare el príncipe, harán disonante todo el gobierno; y así, para tenellas bien templadas conviene conocer estas calidades de su naturaleza. Es presuntuoso y vario. Por instantes muda colores, como el camaleon, segun se le ofrece delante la fortuna próspera ó adversa. Aunque su lenguaje es comun á todos, no todos le entienden. Adora al príncipe que nace, y no se cura del que trasmonta. Espía y murmura sus acciones. Se acomoda á sus costumbres y remeda sus faltas. Siempre anda á caza de su gracia con las redes de la lisonja y adulacion, atento á la ambicion y al interés. Se alimenta con la mentira y aborrece la verdad. Con facilidad cree lo malo, con dificultad lo bueno. Desea las mudanzas y novedades. Todo lo teme y de todo desconfia. Soberbio en mandar y humilde en obedecer. Invidioso de sí mismo y de los de afuera. Gran artífice en disimular y celar sus desinios. Encubre el odio con la risa y las cerimonias. En público alaba y en secreto murmura. Es enemigo de sí mismo. Vano en las apariencias y ligero en las ofertas. Conocido pues este instrumento del gobierno y las calidades y consonancias de sus cuerdas, conviene que el príncipe lleve por ellas con tal prudencia la mano, que todas hagan una igual consonancia, en que es menester guardar el movimiento y el tiempo, sin detenerse en favorecer mas una cuerda que otra de aquello que conviene á la armonía que ha de hacer, olvidándose de las demás; porque todas tienen sus veces en el instrumento de la república, aunque desiguales entre sí ; y fácilmente se desconcertarian y harian peligrosas disonancias si el príncipe diese larga mano á los magistrados, favoreciese mucho la plebe ó despreciase la nobleza; si con unos guardase justicia y no con otros, si confundiese los oficios de las armas y letras, si no conociese bien que se mantiene la majestad con el respeto, el reino con el amor, el palacio con la entereza, la nobleza con la estimacion, el pueblo con la abundancia, la justicia con la igualdad, las leyes con el temor, las armas con el premio, el poder con la parsimonia, la guerra con las riquezas y la paz con la opinion. Cada uno de los reinos es instrumento distinto del otro en la naturaleza y disposicion de sus cuerdas, que son los vasallos; y así, con diversa mano y destreza se han de tocar y gobernar. Un reino suele ser como la arpa, que no solamente ha menester lo blando de las yemas de los dedos, sino tambien lo duro de las uñas. Otro es como el clavicordio, en quien cargan ambas manos, para que de la opresion resulte la consonancia. Otro es tan delicado como la citara, que aun no sufre los dedos y con una ligera pluma resuena dulcemente. Yasí, esté el príncipe muy advertido en el conocimiento destos instrumentos de sus reinos y de las cuerdas de sus vasallos, para tenellas bien templadas, sin torcer Artificiosa la abeja, encubre cautamente el arte con que labra los panales. Hierve la obra, y nadie sabe el estado que tiene; y si tal vez la curiosidad quiso acechalla, formando una colmena de vidrio, desmiente lo trasparente con un baño de cera, para que no pueda haber testigos de sus acciones domésticas. ¡Oh prudente república, maestra de las del mundo! Ya te hubieras levantado con el dominio universal de los animales, si, como la naturaleza te dictó medios para tu conservacion, te hubiera dado fuerzas para tu aumento. Aprendan todas de ti la importancia de un oculto silencio y de un impenetrable secreto en las acciones y resoluciones, y el daño de que se descubra el artificio y máximas del gobierno, las negociaciones y tratados, los intentos y fines, los achaques y enfermedades internas. Si hubiera entendido este recato de las abejas el tribuno Druso cuando un arquitecto le ofreció que le dispondria de tal manera las ventanas de su casa que nadie le pudiese sojuzgar, no responderia que antes las abriese tanto, que de todas partes se viese lo que hacia en ella 1. Arrogancia fué de ingenuidad ó confianza de particular, no de ministro ni de príncipe, en cuyo pecho y palacio es menester que haya retretes donde, sin ser visto, se consulten y resuelvan los negocios. Como misterio, se ha de comunicar con pocos el consejo 2. A la deidad que asiste à él levantó aras Roma, pero eran subterráneas, significando cuán ocultos han de ser los consejos 3. Por este recato del secreto pudo crecer y conservarse tanto aquella grandeza, conociendo que el silencio es un seguro vínculo del gobierno 4. Te 1 Tu verò, inquit, si quid in te artis est, ita compone domum meam, ut quidquid agam, ab omnibus perspici possit. (Vell., Pater., lib. 2.) Habuit cum eis mysterium consilii sui. (Judith, 2, 2.) 5 Rosin., 2, Ant. Rom. 4 Taciturnitas optimum atque tutissimum rerum administrandarum vinculum. (Val. Max., lib. 2, c. 2.) nia aquel senado tan fiel y profundo pecho, que jamás se derramaron sus consultas y resoluciones. En muchos siglos no hubo senador que las manifestase. En todos habia orejas para oir, en ninguno lengua para referir. No sé si se podria contar lo mismo de las monarquías y repúblicas presentes. Lo que ayer se trató en sus consejos, hoy se publica en los estrados de las damas, á cuyos halagos (contra el consejo del profeta Miqueas 5) se descubren fácilmente los maridos, y ellas luego á otras, como sucedió en el secreto que fió Máximo á su mujer Marcia 6. Por estos arcaduces pasan luego los secretos á los embajadores de príncipes, á cuya atencion ninguno se reserva. Espías son públicas y buzanos de profundidades. Discreta aquella república que no los admite de asiento. Mas dañosos que útiles son al público sosiego. Mas guerras han levantado que compuesto paces. Siempre fabrican colmenas de vidrio para acechar lo que se resuelve en los consejos. Viva pues el príncipe cuidadoso en dar baños á los resquicios de sus consejos, para que no se asome por ellos la curiosidad; porque, si los penetra el enemigo, fácilmente los contramina y se arma contra ellos, como hacia Germánico sabiendo los desinios del enemigo 7. En esto se fundó el consejo que dió Sallustio Crispo á Livia, que no se divulgasen los secretos de la casa, los consejos de los amigos ni los misterios de la milicia 8. En descubriendo Sanson á Dalida dónde tenia sus fuerzas 9, dió ocasion 5 Ab ea, quae dormit in sinu tuo, custodi claustra oris tui. (Mich., 7, 5.) 6 Quod Maximus uxori Martiae aperuit, illa Liviae. (Tac., lib. 1, Ann.) 7 Nihil ex iis Caesari incognitum: consilia, locos, prompta, occulta noverat, astusque hostium in perniciem ipsis vertebat. (Tac., lib. 2, Ann.) 8 Ne arcana domus, ne consilia amicorum, ministeria militum vulgarentur. (Tac., lib. 1, Ann.) 9 Si rasum fuerit caput meum, recedet à me fortitudo mea, et deficiam, eroque sicut caeteri homines. (Judic., 16, 17.) á la malicia y las perdió 10. Los desinios ocultos llenan á todos de temor, y llevan consigo el crédito; y aunque sean mal fundados, les halla después causas razonables el discurso, en fe de la buena opinion. Perderiamos el concepto que tenemos de los príncipes y de las repúblicas si supiésemos internamente lo que pasa dentro de sus consejos. Gigantes son de bulto, que se ofrecen altos y poderosos á la vista, y mas atemorizan que ofenden; pero si los reconoce el miedo, hallará que son fantásticos, gobernados y sustentados de hombres de no mayor estatura que los demás. Los imperios ocultos en sus consejos y desinios causan respeto; los demás desprecio. ¡ Qué hermoso se muestra un rio profundo 11! Qué feo el que descubre las piedras y las obras de su madre! A aquel ninguno se atreve á vadear, á este todos. Las grandezas que se conciben con la opinion se pierden con la vista. Desde léjos es mayor la reverencia 12. Por eso Dios en aquellas conferencias con Moisen en el monte Sinaí sobre la ley y gobierno del pueblo, no solamente puso guardas de fuego á la cumbre, sino la cubrió con espesas nubes 13 para que nadie los acechase; mandando que ninguno se arrimase á la falda, so pena de muerte 14. Aun para las consultas y órdenes de Dios convino hacellas misteriosas con el retiro; ¿qué será pues en las humanas, nó habiendo consejo de sabios sin ignorancias? Cuando salen en público.sus resoluciones, parecen compuestas y ordenadas con gran juicio. Representan la majestad y la prudencia del príncipe, y en ellas suponemos consideraciones y causas que no alcanzamos, y á veces les damos muchas que no tuvieron. Si se oyera la conferencia, los fundamentos y los desinios, nos riéramos dellas. Así sucede en los teatros, donde salen compuestos los personajes y causan respeto, y allá dentro en el escenario se reconoce su vileza, todo está revuelto y confuso. Por lo cual es de mayor inconveniente que los misterios del gobierno se comuniquen á forasteros, á los cuales tenia por sospechosos el rey don Enrique el Segundo 15; y aunque muchos serán fieles, lo mas seguro es no admitillos al manejo de estado ó de hacienda cuando no son vasallos ó de igual calidad 16. Si el príncipe quisiere que se guarde secreto en sus consejos, déles ejemplo con su silencio y recato en celar sus desinios. Imite á Metello, el cual decia (como tagıbien el rey don Pedro de Aragon) que quemaria su camisa si supiese sus secretos. Haga estudio particular en encubrir su ánimo; porque quien fuere dueño de su intencion lo será del principal instrumento de reinar. Conociendo esto Tiberio, aunque de su natural era oculto, puso mayor cuidado en serlo cuando 40 Quia nunc mihi aperuit cor suum. (Judic., v. 18.) 41 Sicut aqua profunda, sic consilium in corde viri. (Prov., 20, 5.) 12 Major è longinquo reverentia. (Tac., lib. 1, Aun.) 43 Ecce coeperunt audiri tonitrua, ac micare fulgura, et nubes densissima operire montem. (Exod., 19, 16.) 14 Cavete, ne ascendatis in montem, ne tangatis fines illius : omnis qui tetigerit montem, morte morietur. (Ibid, v. 12.) 15 Ley 4, tit. 3, lib. 1, Recop. 46 Ne alieni regni, quod non convenit, scrutentur arcana. (L. Mercatores, C. de Commer.) trató de suceder á Augusto en el imperio 17. Los secretos no se han de comunicar á todos los ministros aunque sean muy fieles, sino á aquellos que han de tener parte en ellos ó que sin mayor inconveniente no se puede excusar el hacellos partícipes. Cuando Cristo quiso que no se publicase un milagro suyo, solamente se fió de tres apóstoles, porque en todos no estaria seguro el secreto 18. Mucho cuidado es menester para guardalle; porque, si bien está en nuestro arbitrio el callar 19, no está aquel movimiento interno de los afectos y pasiones ó aquella sangre ligera de la vergüenza que en el rostro y en los ojos representa lo que está oculto en el pecho 20. Suele el ánimo pasarse como el papel, y se lee por encima lo que está escrito dentro dél, como en el de Agrippina se traslucia la muerte de Británico, sin que pudiese encubrilla el cuidado 21. Advertidos desto Tiberio y Augusto, no les pareció que podrian disimular el gusto que tenian de la muerte de Germánico, y no se dejaron ver en público 22. No es sola la lengua quien manifiesta lo que oculta el corazon, otras muchas cosas hay no menos parleras que ella; estas son el amor, que, como es fuego, alumbra y deja patentes los retretes del pecho; la ira, que hierve y rebosa; el temor á la pena, la fuerza del dolor, el interés, el honor ó la infamia; la vanagloria de lo que se concibe, deseosa que se sepa antes que se ejecute; y la enajenacion de los sentidos ó por el vino ó por otro accidente. No hay cuidado que pueda desmentir estas espías naturales; antes con el mismo se descubren mas, como sucedió á Scevino en la conjuracion que maquinaba; cuyo semblante, cargado de imaginaciones, manifestaba su intento y le acusaba, aunque con vagos razonamientos se mostraba alegre 23. Y si bien con el largo uso se puede corregir la naturaleza y enseñalla al secreto y recato, como aprendió Octavia (aunque era de poca edad) á tener escondido su dolor ó su afecto 24, y Neron perficionó su natural astuto en celar sus odios y disfrazallos con halagos engañosos 25, no siempre puede estar el arte tan en sí, que no se descuide y deje correr al movimiento natural, principalmente cuando la malicia le despierta y incita. Esto sucede de diferentes maneras, las cuales señalaré aquí para que el príncipe esté advertido, y no se deje abrir el pecho y reconocer lo que en él se oculta. 17 Tiberioque etiam in rebus, quas non occuleret, seu natura, sive asuetudine suspensa semper et obscura verba: tunc verò, nitenti ut sensus suos penitus abderet. (Tac., lib. 1, Ann.) 18 Non permisit intrare secum quemquam nisi Petrum, et Jacobum, et Joannem. (Luc., 8, 51.) 19 Si tam in nostra potestate esset oblivisci, quàm tacere. (Tac., in vita Agric.) 20 Quoniam nequitiae in habitaculis eorum, in medio eorum. (Psal. 54, 16.) 21 At Agrippinae is pavor, ea consternatio mentis, quamvis vultu premeretur, emicuit. Tac., lib. 15, Ann.) 22 An ne omnium oculis vultum eorum scrutantibus, falsi intelligerentur. (Tac., lib. 3, Ann.) 25 Atque ipse moestus, et magnae cogitationis manifestus erat, quamvis laetitiam vagis sermonibus simularet. (Tac., lib. 15, Ann.) 24 Octavia quoque, quamvis rudibus annis, dolorem, charitatem omnis affectus abscondere didicerat. Tac., ibid.) 25 Factus natura, et consuetudine exercitus, velare odium fallacibus blanditiis. (Tac., lib. 14, Ann.) Suele pues la malicia tocar astutamente en el humor pecante para que salte afuera y manifieste los pensamientos 26. Así lo hizo Seyano, induciendo á los parientes de Agrippina que encendiesen sus espíritus altivos, y la obligasen á descubrir su deseo de reinar 27; con que fuese sospechosa á Tiberio.. Lo mismo se consigue con las injurias, las cuales son llaves del corazon. Muy cerrado era Tiberio, y no pudo contenerse cuando le injurió Agrippina 28. Quien encubriendo sus intentos da á entender otros contrarios, descubre lo que se siente dellos; artificio de que se valió el mismo emperador Tiberio cuando, para penetrar el ánimo de los senadores, mostró que no queria aceptar el imperio 29. Es tambien astuto ardid entrar á lo largo en las materias alabando ó vituperando lo que se quiere descubrir, y haciéndose cómplice en el delito, ganar la confianza y obligar á descubrir el sentimiento y opinjon. Con esta traza Laziar, alabando á Germánico, compadeciéndose de Agrippina y acusando á Seyano, se hizo confidente de Sabino y descubrió en él su aborrecimiento y odio contra Seyano o Muchas preguntas juntas son como muchos golpes tirados á un mismo tiempo, que no los puede reparar el cuidado, y desarman el pecho mas cerrado, conio las que hizo Tiberio al hijo de Pison 31. Hechas tambien de 31 26 Qui pungit cor, profert sensum. (Eccl., 22, 24.) 27 Agrippinae quoque proximi inliciebantur pravis sermonibus, tumidos spiritus perstimulare. (Tac., lib. 4, Ann.) 28 Audita baec raram occulti pectoris vocem elicuere, correptamque Graeco versu admonuit: ideo laedi, quia non regnaret. (Tac., lib. 4, Ann.) 29 Postea cognitum est, ad introspiciendas etiam procerum voluntates, inductam dubitationem. (Tac., lib. 1, Ann.) 30 Simul honora de Germanico, Agrippinam miserans, disserebat. Et postquam Sabinus, ut sunt molles in calamitate mortaliam animi, effudit lacrymas, junxit questus; audentius jam onerat Sejanum, saevitiam, superbiam, spes ejus, ne in Tiberium quidem convitio abstinet. lique sermones, tanquam vetita miscuissent, speciem actae amicitiae fecere. Ac jam ultro Sabinus,quaerere Latiarem, ventitare domum, dolores suos quasi ad fidissimum deferre. (Tac., lib. 4, Ann.) 31 Crebris interrogationibus exquirit, qualem Piso diem súpremum, noctemque exegisset. Atque illo pleraque sapienter, quaedam inconsultius respondente. (Tac., lib. 3, Ann.) repente, turban el ánimo, como las de Asinio Gallo á Tiberio 32 2, que, aunque tomó tiempo para responder, no pudo ocultar tanto su enojo, que no le conociese Asinio 33. La autoridad del príncipe y el respeto á la majestad obliga mucho á decir la verdad, aunque alguna vez tambien á la mentira por hacer buena su pregunta; así sucedia cuando el mismo emperador Tiberio examinaba á los reos 34. Por las palabras caidas en diversos razonamientos y conversaciones introducidas con destreza se lee el ánimo, como por los pedazos juntos de una carta rota se lee lo que contiene; con esta observacion conocieron los conjurados contra Neron que tendrian de su parte á Fenio Rufo 35. De todo esto podrá el príncipe inferir el peligro de los secretos, y que si en nosotros mismos no están seguros, menos lo estarán en otros. Por lo cual no los debe fiar de alguno si fuere posible, porque son como las minas, que en teniendo muchas bocas se exhala por ellas el fuego, y no hacen efeto; pero si la necesidad obligare á fiallos de sus ministros, y viendo que se revelan, quisiere saber en quién está la culpa, finja diversos secretos misteriosos, y diga á cada uno dellos un secreto diferente, y por el que se divulgare, conocerá quien los descubre. No parezcan ligeras estas advertencias, pues de causas muy pequeñas nacen los mayores movimientos de las cosas 56. Los diques de los imperios mas poderosos están sujetos á que los deshaga el mar por un pequeño resquicio de la curiosidad. Si esta roe las raíces del secreto, dará en tierra con el árbol mas levantado. 32 Perculsus improvisa interrogatione, paululum reticuit. (Tac., lib. 1, Ann.) 33 Etenim vultu offensionem conjectaverat. (Tac., ibid.) 34 Non temperante Tiberio, quin premeret voce, vultu, eo quod ipse creberrime interrogabat: neque refellere, aut eludere dabatur ac saepè etiam confitendum erat, ne frustra quaesivisset. (Tac., lib. 3, Ann.) 35 Crebro ipsius sermonac facta fides. (Tac., lib. 15, Ann.) Non tamen sine usu fuerit, introspicere illa primo aspectu levia, ex quibus magnarum saepè rerum motus oriuntur. (Tac., lib. 1, Ann.) A sí mismas deben corresponder las obras en sus principios y fines. Perficiónese la forma que han de tomar, sin variar en ella. No deja el alfarero correr tan libre la rueda ni lleva tan inconsiderada la mano, que empiece un vaso y saque otro diferente. Sea una la obra, parecida y conforme á sí misma. Amphora coepit Institui currente rola, cur urceus exit? Ninguna cosa mas dañosa ni mas peligrosa en los príncipes que la desigualdad de sus acciones y gobierno, cuando no corresponden los principios á los fines. Despreciado queda el que empezó á gobernar cuidadoso y se descuidó después. Mejor le estuviera haber seguido siempre un mismo paso, aunque fuese flojo. La alabanza que merecieron sus principios, acusa sus fines. Perdió Galba el crédito porque entró ofreciendo la reformacion de la milicia, y levantó después en ella personas indignas 1. Muchos príncipes parecen buenos y son malos. Muchos discurren con prudencia y obran sin ella. Algunos ofrecen mucho y cumplen poco. Otros son valientes en la paz y cobardes en la guerra, y otros lo intentan todo y nada perficionan. Esta disonancia es indigna de la majestad, en quien se ha de ver siempre una constancia segura en las obras y palabras. Ni el amor ni la obediencia están firmes en un príncipe desigual á sí mismo. Por tanto, debe considerar antes de resolverse si en la ejecucion de sus consejos corresponderán los medios á los principios y fines, como lo advirtió Gofredo: A quei, che sono alti principii orditi La tela del gobierno no será buena, por mas realces que tenga, si no fuere igual. No basta mirar cómo se ha de empezar, sino cómo se ha de acabar un negocio. Por la popa y proa de un navío entendian los antiguos un perfecto consejo, bien considerado en su principio 1 Nec enim ad hanc formam caetera erant. (Tac., lib. 1, Ilist.) 2 Tass., cant. 1. y fin 3. De donde tomó ocasion el cuerpo desta empresa, significando en ella un consejo prudente, atento á sus principios y fines por la nave que con dos áncoras por proa y popa se asegura de la tempestad. Poco importaria la una sola en la proa, si jugase el viento con la popa y diese con ella en los escollos. Tres cosas se requieren en las resoluciones: prudencia para deliberallas, destreza para disponellas y constancia para acaballas. Vano fuera el trabajo y ardor en sus principios si dejásemos (como suele suceder) inadvertidos los fines 4. Con ambas áncoras es menester que las asegure la prudencia. Y porque esta solamente tiene ojos para lo pasado y presente, y no para lo futuro, y deste penden todos los negocios, por eso es menester que por ilaciones y discursos conjeture y pronostique lo que por estos ó aquellos medios se puede conseguir, y que para ello se valga de la conferencia y del consejo, el cual (como dijo el rey don Alonso el Sabió 5) « es buen antevidimiento que ome toma sobre cosas dudosas ». En él se han de considerar otras tres cosas: lo fácil, lo honesto y lo provechoso; y en quien aconseja, qué capacidad y experiencia tiene, si le mueven intereses ó fines particulares, si se ofrece al peligro y dificultades de la ejecucion, y por quién correrá la infamia ó la gloria del suceso 6. Hecho este exámen, y resuelto el consejo, se deben aplicar medios proporcionados á las calidades dichas, porque no será honesto ni provechoso lo que se alcanzare por medios 5 Mihi prora, et puppis, ut Graecorum proverbium est, fuit à me tui dimittendi, ut rationes meas explicares. Prora itaque, et puppi summam consilii nostri significamus, propterea quod à pro'ra, et puppi, tanquam à capite, et calce, pendeat tota navis. (Cicero.) 4 Acribus ut ferme talia, initiis, incurioso fine. (Tac., lib. 6, Ann.) |