Fernando el Católico 3: aquel se crió en el palacio, este en la campaña; aquel entre damas, este entre soldados; aquel cuando entró á gobernar le pareció que entraba en un golfo no conocido, y desamparando el timon, le entregó á sus validos; este no se halló nuevo, antes en un reino ajeno se supo gobernar y hacer obedecer; aquel fué despreciado, este respetado; aquel destruyó su reino, y este levantó una monarquía. Considerando esto el rey don Fernando el Santo, crió entre las armas á sus hijos don Alonso y don Fernando 4. ¿Quién hizo grande al emperador Cárlos V sino sus continuas peregrinaciones y fatigas? Cuatro razones movieron á Tiberio á ocupar en los ejércitos la juventud de sus hijos Germánico y Druso: que se hiciesen á las armas, que ganasen la voluntad de los soldados, que se criasen fuera de las delicias de la corte, y que estuviesen en su poder mas seguras las armas 5. En la campaña logra la experiencia el tiempo; en el palacio la gala, la cerimonia y el divertimiento le pierden. Mas estudia el príncipe en los adornos de la persona que en los del ánimo, si bien como se atienda á este, no se debe despreciar el arreo y la gentileza, porque aquel arrebata los ojos, y esta el ánimo y los ojos. Los de Dios se dejaron agradar de la buena disposicion de Saul 6. Los etiopes y los indios (en algunas partes) eligen por rey al mas hermoso, y las abejas á la mas dispuesta y de mas resplandeciente color. El vulgo juzga por la presencia las acciones, y piensa que es mejor príncipe el mas hermoso. Aun los vicios y tiranías de Neron no bastaron á borrar la memoria de su hermosura, y en comparacion suya, aborrecia el pueblo romano á Galba, deforme con la vejez 7. El agradable semblante de Tito Vespasiano, bañado de majestad, aumentaba su fama 8. Esparce de sí la hermosura agradables sobornos á la vista, que participados al corazon, le ganan la voluntad. Es un privilegio particular de la naturaleza, una dulce tiranía de los afectos, y un testimonio de la buena compostura del ánimo. Aunque el Espíritu Santo por mayor seguridad aconseja que no se haga juicio por las exterioridades 9, casi siempre á un corazon augusto acompaña una augusta presencia. A Platon le parecia que así como el círculo no puede estar sin centro, así la hermosura sin virtud interior. Por esto el rey don Alonso el Sabio propone que al príncipe se procure dar mujer muy hermosa 10 : «Por Mar., Hist. Hisp,, 1. 20, c. 11. Mar., Hist. Hisp., l. 13, c. 1. 5 Ut militiae assuescerent; ut exercitus studia pararent; ut procul aulae deliciis educarentur; et denique ut filio utroque legiones obtinente tutior ipse, et securior viveret. (Tac., lib. 2, Ann.) • Stetitque in medio populi, et altior fuit universo populo ab bumero, et sursum. Et ait Samuel ad populum : Certè videtis quem elegit Dominus, quoniam non sit similis illi in omni populo. (1, Reg., 10, 23 et 24.) 7 Ipsa aetas Galbae, et irrisui, et fastidio erat assuetis juventae Neronis, et Imperatores forma, ac decore corporis (ut est mos valgi comparantibus. (Tac., l. 1, Hist.) 8 Augebat famam ipsius decor oris cum quadam majestate. (Tac., lib. 2, Hist.) 9 Non laudes virum in specie sua, neque spernas hominem in visa são: brevis in volatilibus est apis, et initium dulcoris habet fructus illius. (Eccles., 11, 2 et 3.) 10 L. 1, tit. 6, part. II. que los fijos que della hubiere, serán mas fermosos, é mas apuestos, lo que conviene mucho á los fijos de los Reyes, que sean tales, que parezcan bien entre los otros homes.» Los lacedemonios multaron á su rey Archiadino, habiéndose casado con una mujer pequeña, sin que bastase la excusa graciosa que daba de haber eligido del mal el menor. Es la hermosura del cuerpo una imágen del ánimo, y un retrato de su bondad 11, aunque alguna vez la naturaleza, divertida en las per fecciones externas, se descuida de las internas. En el rey don Pedro el Cruel una agradable presencia encubria un natural áspero y feroz. La soberbia y altivez de la hermosura suele descomponer la modestia de las virtudes; y así, no debe el príncipe preciarse de la afectada y femenil, la cual es incitam ento de la ajena lascivia; sino de aquella que acompaña las buenas calidades del ánimo; porque no se ha de adornar el alma con la belleza del cuerpo, sino al contrario, el cuerpo con la del alma 12. Mas ha menester la república que su príncipe tenga la perfeccion en la mente que en la frente; si bien es gran ornamento que en él se hallen juntas la una y la otra, como se hallan en la palma lo gentil de su tronco y lo hermoso de sus ramos con lo sabroso de su fruto y con otras nobles calidades, siendo árbol tan útil á los hombres, que en él notaron los babilonios (como refiere Plutarco) trecientas y sesenta virtudes. Por ellas se entiende aquel requiebro del Esposo: «Tu estatura es semejante á la palma 13 ;» en que no quiso alabar solamente la gallardía del cuerpo, sino tambien las calidades del ánimo, comprehendidas en la palma, símbolo de la justicia por el equilibrio de sus hojas, y de la fortaleza por la constancia de sus ramos, que se levantan con el peso; y jeroglífico tambien de las vitorias, siendo la corona deste árbol comun á todos los juegos y contiendas sagradas de los antiguos. No mereció este honor el ciprés, aunque con tanta gallardía, conservando su verdor, se levanta al cielo en forma de obelisco, porque es vana aquella hermosura, sin virtud que la adorne; antes en nacer es tardo, en su fruto vano, en sus hojas amargo, en su olor violento, y su sombra pesada. ¿Qué importa que el príncipe sea dispuesto y hermoso, si solamente satisface á los ojos, y no al gobierno? Basta en él una graciosa armonía natural en sus partes, que descubra un ánimo bien dispuesto y varonil, á quien el arte dé movimiento y brio; porque sin él las acciones del príncipe serian torpes y moverian el pueblo á risa y á desprecio, aunque tal vez no bastan las gracias á hacelle amable cuando está destemplado el Estado y se desea en él mudanza de dominio, como experimentó en sí el rey don Fernando de Nápoles. Suele tambien ser desgraciada la virtud, y aborrecido un príncipe con las mismas buenas partes que otro fué amado, y á veces la gracia que con dificultad alcanza el arte, se consigue con la ignavia y floje Species enim corporis simulacrum est mentis, figuraque probitatis. (D. Amb., 2, de Virg.) 12 Omnis gloria ejus ab intus in fimbris aureis. (Psal. 44, 14.) 13 Statura tua assimilata est palmae. (Cant. 7, 7.) dad, como sucedió á Vitelio 14. Con todo eso, generalmente se rinde la voluntad á lo mas perfeto, y así debe el príncipe poner gran estudio en los ejercicios de la sala y de la plaza, ó para suplir, ó para perficionar con ellos los favores de la naturaleza, fortalecer la juventud, criar espíritus generosos, y parecer bien al pueblo 15, el cual se complace de obedecer por señor á quien entre todos aclama por mas diestro. Lo robusto y suelto en la caza del Rey nuestro señor, padre de vuestra alteza, su brio y destreza en los ejercicios militares, su gracia y airoso movimiento en las acciones públicas, ¿qué voluntad no ha granjeado? Con estas dotes naturales y adquiridas se hicieron amar de sus vasallos y estimar de los ajenos el rey don Fernando el Santo, el rey don Enrique el Segundo, el rey don Feruando el Católico y el emperador Cárlos V 16; en los cuales la hermosura y buena disposicion se acompañaron con el arte, con la virtud y el valor. Estos ejercicios se aprenden mejor en compañía, donde la emulacion enciende el ánimo y despierta la industria; y así, los reyes godos criaban en su palacio á los hijos de los españoles mas nobles, no solo para granjear las voluntades de sus familias, sino tambien para que con ellos se educasen y ejercitasen en las artes los príncipes sus hijos. Lo mismo hacian los reyes de Macedonia, cuyo palacio era seminario de grandes varones 17. Este estilo, ó se ha olvidado ó se ha despreciado en la corte de España, siendo hoy mas conveniente para granjear los ánimos de los principes extranjeros, trayendo á ellas sus hijos, formando un seminario, donde por el espacio de tres años fuesen instruidos en las artes y ejercicio de caballero, con que los hijos de los reyes se criarian y se harian á las costumbres y trato de las naciones, y tendrian muchos en ellas que con particular afecto y reconocimiento los sirviesen. que se ha de ayudar. É aquellas que son para guarda, halas de traer é usar, para poderlas mejor sofrir quando fuere menester; de manera, que por agravamiento dellas no cayga en peligro ni en vergüenza, é de las que son para lidiar, así como la lanza é espada é porra, é las otras con que los homes lidian amanteniente, ha de ser muy mañoso para ferir con ellas. É todas estas armas que dicho avemos, tambien de las que ha de vestir, como de las otras, ha menester que las tenga tales, que él se apodere dellas, é no ellas dél. É aun antiguamente mostravan á los Reyes á tirar de arco, é de ballesta, é de subir aína en cavallo, é saber nadar, é de todas las otras cosas que tocasen á ligereza é valentía. É esto fazian por dos razones. La una, porque ellos se sopiesen bien ayudar dellas quando les fuesc menester. La otra, porque los homes tomasen ende buen exemplo para quererlo fazer é usar. Onde si el Rey, así como dicho avemos, non usase de las armas, sin el daño que ende le vernia, porque sus gentes desusarian dellas por razon dél, podria el mismo venir á tal peligro, porque perderia el cuerpo, é caeria en gran vergüenza.» Para mayor disposicion de estos ejercicios es muy á propósito el de la caza. En ella la juventud se desenvuelve, cobra fuerzas y ligereza, se pratican las artes militares, se reconoce el terreno, se mide el tiempo de esperar, acometer y herir, se aprende el uso de los casos y de las estratagemas. Allí el aspecto de la sangre vertida de las fieras, y de sus disformes movimientos en la muerte, purga los afectos, fortalece el ánimo, y cria generosos espíritus, que desprecian constantes las sombras del miedo. Aquel mudo silencio de los bosques levanta la consideracion á acciones gloriosas 19, «y ayuda mucho la caza (como dijo el rey don Alonso) 20 á menguar los pensamientos, é la saña, que es mas menester al Rey que a otro home. É sin todo aquesto da salud; ca el trabajo que se toma, si es con mesura, face comer, é dormir bien, que es la mayor cosa de la vida del home.» Pero advierte dos cosas: « Que non debe meter tanta costa, que mengüe en lo que ha de complir, nin use tanto della, que le embargue los otros fechos.»>, Porque el rey don Alonso el Sabio, agüelo de vuestra alteza, dejó escritos en una ley de las Partidas los ejercicios en que debian ocuparse los hijos de los reyes, y harán mas impresion en vuestra alteza sus mismas palabras, las pongo aquí 18 : « Aprender debe el Rey otras maneras, sin las que diximos en las leyes antes desta, que conviene mucho. Estas son en dos maneras, las unas que tamen en fecho de armas, para ayudarse dellas, quando menester fuere, é las otras para aver sabor é placer, con que pueda mejor sofrir los trabajos é los pesares, quando los hoviere. Ca en fecho de cavallería conviene que sea sabidor, para poder mejor amparar lo suyo, é conquerir lo de los enemigos. É por ende debe saber cavalcar bien, é prestamente, é usar toda manera de armas, tambien de aquellas que ha dedel ánimo á las del cuerpo 21. vestir para guardar su cuerpo, como de las otras con 14 Studia exercitus rarò cuiquam bonis artibus quaesita perinde adfuere, quam huic per ignaviam. (Tac., 1. 5, Hist.) 15 Persona Principis non solùm animis, sed etiam oculis servire debet civium. (Cicer., phil. 8.) 16 Mar., Hist. Hisp., 1. 13, c. 8.) 17 Haec cohors, velut seminarium Ducum, Prefectorumque apud Macedonas fuit. (Curt.) 18 L. 3, tit. 5, part. II. Todos estos ejercicios se han de usar con tal discrecion, que no hagan fiero y torpe el ánimo, porque no menos que el cuerpo, se endurece y cria callos con el demasiado trabajo, el cual hace rústicos los hombres. Conviene tambien que las operaciones del cuerpo y del ánimo sean en tiempos distintos, porque obran efectos opuestos. Las del cuerpo impiden á las del ánimo, y las 19 Nam et sylvae solitudo, ipsumque illud silentium, quod venationi datur, magna cogitationis incitamenta sunt. (Plin., lib. 1, epist. ad Corn. Tac.) 20 L. 22, tit. 5, part. 11. 21 Nam simul mentem, et corpus laboribus fatigare non conve nit, quoniam hi labores contrariarum rerum efficientes sunt. Labor enim corporis menti est impedimento, mentis autem corpori. (Arist. Pol., lib. 8, c. 4.) Para mandar es menester sciencia, para obedecer basta una discrecion natural, y á veces la ignorancia sola. En la planta de un edificio trabaja el ingenio, en la fábrica la mano. El mando es estudioso y perspicaz, la obediencia casi siempre ruda y ciega. Por naturaleza manda el que tiene mayor inteligencia 1; el otro por sucesion, por eleccion ó por la fuerza, en que tiene mas parte el acaso que la razon ; y así, se deben contar las sciencias entre los instrumentos políticos de reinar. A Justiniano le pareció que no solamente con armas, sino tambien con leyes habia de estar ilustrada la majestad imperial, para saberse gobernar en la guerra y en la paz 2. Esto significa esta empresa en la pieza de artillería nivelada (para acertar mejor) con la escuadra, símbolo de las leyes y de la justicia (como dirémos), porque con esta se ha de ajustar la paz y la guerra, sin que la una ni la otra se aparten de lo justo, y ambas miren derechamente al blanco de la razon por medio de la prudencia y sabiduría. Por esto el rey don Alonso de Nápoles y Aragon, preguntado que á quién debia mas, á las armas ó las letras, respondió: «En los libros he aprendido las armas y los derechos de las armas 3.>> Alguno podria entender este ornamento de las letras mas en el cuerpo de la república, significado por la majestad, que en la persona del príncipe, cuya asistencia á los negocios no se puede divertir al estudio de las letras, y que bastará que atienda á favorecer y premiar los ingenios, para que en sus reinos florezcan las sciencias, como sucedió al mismo emperador Justiniano, que aunque desnudo dellas, hizo glorioso su gobierno con los varones doctos que tuvo cerca de sí. Bien creo, y aun lo muestran muchas experiencias, que pueden ballarse grandes gobernadores sin la cultura de las sciencias, como fué el rey don Fernando el Católico; pero solamente sucede esto en aquellos ingenios des 1 Praest autem naturae, ac dominus natura est, qui valet intelligentia praevidere. (Arist. Pol., lib. 1, c. 1.) 2 Imperatoriam majestatem non solum armis decoratam, sed etiam legibus oportet esse armatam, ut utrumque tempus et belJorum, et pacis rectè possit gubernari. (In proaem. Inst.) Ex libris se arma, et armorum jura didicisse. (Panorm., 1. 4.) piertos con muchas experiencias, y tan favorecidos de la naturaleza de un rico mineral de juicio, que se les ofrece luego la verdad de las cosas, sin que haga mucha falta la especulacion y el estudio; si bien este siempre es necesario para mayor perfeccion 4; porque aunque la prudencia natural sea grande, ha menester el conocimiento de las cosas para saber eligillas ó reproballas, y tambien la observacion de los ejemplos pasados y presentes, lo cual no se adquiere perfectamente sin el estudio; y así, es precisamente necesario en el príncipe el ornamento y luz de las artes; « Ca por la mengua de non saber estas cosas (dice el rey don Alonso) 5, avria por fuerza meter otro consigo que lo sopiese. É poderle ya avenir lo que dixo el rey Salomon, que el que mete su poridad en poder de otro, fázese su siervo, é quien la sabe guardar, es señor de su corazon, lo que conviene mucho al Rey.» Bien ha menester el oficio de rey un entendimiento grande ilustrado de las letras ; « Ca sin duda (como en la misma ley dijo el rey don Alonso) tan gran fecho como este non lo podria ningun home complir, á menos de buen entendimiento, y de gran sabiduria: onde el Rey que despreciase de aprender los saberes, despreciaria á Dios, de quien vienen todos. » Algunas sciencias hemos visto infusas en muchos, y solamente en Salomon la política. Para la cultura de los campos da reglas ciertas la agricultura, y tambien las hay para domar las fieras; pero ningunas son bastantemente seguras para gobernar los hombres, en que es menester mucha sciencia 6. No sin gran caudal, estudio y experiencia se puede hacer anatomía de la diversidad de ingenios y costumbres de los súbditos, tan necesaria en quien manda; y así, á ninguno mas que al príncipe conviene la sabiduría 7. Ella es la que hace felices los reinos, respetado y temido al príncipe. Entonces lo fué Salomon, cuando se divulgó 4 Etsi prudentia quosdam impetus à natura sumat, tamen perficienda doctrina est. (Quint., lib. 12, c. 12.) 5 L. 16, tit. 5, part. II. 6 Omni animali faciliùs imperabis, quàm homini, ideò sapientissimum esse oportet, qui homines regere velit. (Xenoph.) 7 Nullus est, cui sapientia magis conveniat, quam principi, cujus doctrina omnibus debet prodesse subditis. (Veget.) la suya por el mundo. Mas se teme en los príncipes el saber que el poder. Un príncipe sabio es la seguridad de sus vasallos 8, y un ignorante la ruina 9. De donde se infiere cuán bárbara fué la sentencia del emperador Lucinio, que llamaba á las sciencias peste pública, y á los filósofos y oradores venenos de las repúblicas. No fué menos bárbara la reprehension de los godos á la madre del rey Alerico, porque le instruia en las buenas letras, diciendo que le hacia inhábil para las materias políticas. A diferente luz las miraba Eneo Silvio, cuando dijo que á los plebeyos eran plata, á los nobles oro, y á los príncipes piedras preciosas. Refirieron al rey don Alfonso de Nápoles haber dicho un rey que no estaban bien las letras á los príncipes, y respondió: «Esa mas fué voz de buey que palabra de hombre 10,» Por esto dijo el rey don Alonso 11 : « Acucioso debe el Rey ser en aprender los saberes; ca por ellos entenderá las cosas de reyes, y sabrá mejor obrar en ellas.» Igualmente se preciaba Julio César de las armas y de las letras; y así, se hizo esculpir sobre el globo del mundo con la espada en una mano y un libro en la otra, y este mote: Ex utroque Caesar; mostrando que con la espada y las letras adquirió y conservó el imperio. No las juzgó por tan importantes el rey de Francia Ludovico XI, pues no permitió á su hijo Cárlos VIII que estudiase, porque habia reconocido en sí mismo que la sciencia le hacia pertinaz y obstinado en su pare cer, sin admitir el consejo de otros; pero no le salió bien, porque quedó el rey Cárlos incapaz, y se dejó gobernar de todos, con grave daño de su reputacion y de su reino. Los extremos en esta materia son dañosos. La profunda ignorancia causa desprecio é irrision y comete disformes errores, y la demasiada aplicacion á los estudios arrebata los ánimos, y los divierte del gobierno. Es la conversacion de las musas muy dulce y apacible, y se deja mal por asistir á lo pesado de las audiencias y á lo molesto de los consejos. Ajustó el rey don Alonso el Sabio el movimiento de trepidacion, y no pudo el gobierno de sus reinos 12. Penetró con su ingenio los orbes, y ni supo conservar el imperio ofrecido ni la corona heredada. Los reyes muy scientíficos ganan reputacion con los extraños, y la pierden con sus vasallos. A aquellos es de admiracion su sciencia, y á estos de daño; verificándose en ellos aquella sentencia de Tucídides, que los rudos ordinariamente son mejores para gobernar que los muy agudos 13. El soldan de Egipto, movido de la fama del rey don Alonso, le envió embajadores con grandes presentes, y casi todas las ciudades de Castilla le tuvieron en poco y le negaron la obediencia. Los ingenios muy entregados á la especulacion de las sciencias son tardos en obrar y tímidos en resolver; porque á todo hallan razones dife rentes que los ciegan y confunden. Si la vista mira las cosas á la reverberacion del sol, las conoce cómo son; pero si pretende mirar derechamente á sus rayos, quedan los ojos tan ofuscados, que no pueden distinguir sus formas. Así los ingenios muy dados al resplandor de las sciencias salen dellas inhábiles para el manejo de los negocios. Mas desembarazado obra un juicio natural, libre de las disputas y sutilezas de las escuelas. El rey Salomon tiene por muy mala esta ocupacion, habiéndola experimentado 14; y Aristóteles juzgó por dañoso el entregarse demasiadamente los príncipes á algunas de las sciencias liberales, aunque les concede el llegar á gustallas 15. Por lo cual es muy conveniente que la prudencia detenga el apetito glorioso de saber, que en los grandes ingenios suele ser vehemente, como lo hacia la madre de Agrícola, moderando su ardor al estudio, mayor de lo que convenia á un caballero romano y á un senador 16, con que supo tener modo en la sabiduría 17. No menos se excede en los estudios que en los vicios. Tan enfermedad suelen ser aquellos del ánimo, como estos del cuerpo; y así, basta en el príncipe un esbozo de las sciencias y artes y un conocimiento de sus efectos práticos, y principalmente de aquellas que conducen al gobierno de la paz y de la guerra, tomando dellas lo que baste á ilustralle el entendimiento y formalle el juicio, dejando á los inferiores la gloria de aventajarse. Conténtese con ocupar el ocio con tan noble ejercicio, como en Elvidio Prisco lo alaba Tácito 18. Supuesto este fin, no son mejores para maestros de los principes los ingenios mas scientíficos, que ordinariamente suelen ser retirados del trato de los hombres, encogidos, irresolutos é inhábiles para los negocios, sino aquellos práticos que tienen conocimiento y experiencia de las cosas del mundo, y pueden enseñar al príncipe las artes de reinar, juntamente con las sciencias. Lo primero que ha de enseñar el maestro al príncipe es el temor de Dios, porque es principio de la sabiduría 19. Quien está en Dios, está en la fuente de las sciencias. Lo que parece saber humano, es ignorancia hija de la malicia, por quien se pierden los príncipes y los estados. La elocuencia es muy necesaria en el príncipe, siendo sola la tiranía que puede usar para atraer á sí dulcemente los ánimos, y hacerse obedecer y respetar. Reconociendo esta importancia Moisen, se excusaba con 44 Et proposui in animo meo quaerere, et investigare sapienter de omnibus, quae fiunt sub sole. Hanc occupationem pessimam dedit Deus filiis hominum, ut occuparentur in ea. (Eccles., 1, 13.) 15 Sunt enim quaedam ex liberalibus scientiis, quas usque ad aliquid discere honestius sit, penitus verò sese illis tradere, atque usque ad extremum persequi velle, valde noxium. (Arist. Pol., lib. 8.) 16 Sed in prima juventa studium Philosophiae acrius ultra quam concessum Rom. ac Senatori hausisse, nisi prudentia matris incensum, ac flagrantem animum coercuisset. (Tac., in vit. Agric.) 17 Retinuitque (quod est difficillimum) ex sapientia modum. (Ibid.) 18 Ingenium illustre altioribus studiis juvenis admodum dedit, non ut plerique, ut nomine magnifico segne otium velaret, sed quo firmior adversus fortuita Rempublicam capesseret. (Tac., lib. 4, Hist.) 19 Timor Domini initium sapientiae. (Psalm. 110, 10.) Dios de que era tarda é impedida su lengua, cuando le envió á Egipto á gobernar su pueblo 20; cuya excusa no reprobó Dios, antes le aseguró que asistiria á sus labios y le enseñaria lo que habia de hablar 21. Por esto Salomon se alababa de que con su elocuencia se haria reverenciar de los poderosos y que le oyesen con el dedo en la boca 22. Si aun pobre y desnuda la elocuencia es poderosa á arrebatar el pueblo, ¿qué hará armada del poder y vestida de la púrpura? Un príncipe que ha menester que otro hable por él, mas es estatua de la majestad que príncipe. Neron fué notado de ser el primero que necesitase de la facundia ajena 23. 20 Obsecro Domine, non sum eloquens ab heri, et nudiustestius, et ex quo locutus es ad servum tuum, impeditioris, et tardioris linguae sum. (Exod., 4, 10.) 21 Perge igitur, et ego ero in ore tuo, doceboque te quid loquaris. (Exod., 4, 12.) In conspectu potentium admirabilis ero, et facies principum mirabuntur me: tacentem me sustinebunt, et loquentem me respicient, et sermocinante me plura, manus ori suo imponent. (Sapient., 8, 12.) 25 Primum ex iis, qui rerum potiti essent, Neronem alienae facundiae eguisse. (Tac., lib. 13, ann.) 24 Verissimam disciplinam, exercitationemque ad politicas actiones, historiam esse. (Polyb., lib. 1.) pasados y la prudencia y juicio de los que fueron 25. Consejero es que á todas horas está con él. De la jurisprudencia tome el príncipe aquella parte que pertenece al gobierno, leyendo las leyes y constituciones de sus estados que tratan dél, las cuales halló la razon de estado, y aprobó el largo uso. En las sciencias de Dios no se entremeta el príncipe, porque en ellas es peligroso el saber y el poder, como lo experimentó Ingalaterra en el rey Jacobo, y basta que tenga una fe constante y á su lado varones santos y doctos. En la astrología judiciaria se suelen perder los príncipes, porque el apetito de saber lo futuro es vehemente en todos, y en ellos mas, porque les importaria mucho, y porque anhelan por parecerse á Dios y hacer sobrenatural su poder; y así, pasan á otras artes supersticiosas y aborrecidas del pueblo, llegando á creer que todo se obra por las causas segundas; con que niegan la Providencia divina, dando en agüeros y sortilegios; y como dependen mas del acaso que de la prudencia é industria humana, son remisos en resolverse y obrar, y se consultan mas con los astrólogos que con sus consejeros. 25 Hominumque multorum mens in unum collecta. (S. Gregor. Nazian. ad Nic.) Las letras tienen amargas las raíces, si bien son dulces sus frutos. Nuestra naturaleza las aborrece, y ningun trabajo siente mas que el de sus primeros rudimentos. ¡Qué congojas, qué sudores cuestan á la juventud! Y así por esto, como porque ha menester el estudio una continua asistencia, que ofende á la salud, y no se puede hallar en las ocupaciones, cerimonias y divertimientos del palacio, es menester la industria y arte del maestro, procurando que en ellos y en los juegos pueriles vaya tan disfrazada la enseñanza, que la beba el príncipe sin sentir, como se podria hacer para que aprendiese á leer, formándole un juego de veinte y cuatro dados en que estuviesen esculpidas las letras, y ganase el que arrojados pintase una ó muchas sílabas ó formase entero el vocablo; cuyo cebo de la ganancia, y cuyo entretenimiento le daria fácilmente el conocimiento de las letras, pues mas hay que aprender en los naipes, y los juegan luego los niños. Aprenda á escribir teniendo grabadas en una lámina sútil las letras; la cual puesta sobre el papel, lleve por ella como por surcos segura la mano y la pluma, ejercitándose mucho en habituarse en aquellas letras de quien se forman las demás; con que se enamorará del trabajo, atribuyendo á su ingenio la industria de la lámina. El conocimiento de diversas lenguas es muy necesario en el príncipe, porque el oir por intérprete ó leer traducciones está sujeto á engaños ó á que la verdad pierda su fuerza y energía, y es gran desconsuelo del |