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Siembra Medea (para disponer el robo del Vellocino) dientes de sierpes en Cólchos, y nacen escuadrones de hombres armados, que, batallando entre sí, se consumian. Siembran algunos príncipes y repúblicas (Medeas dañosas del mundo) discordias entre los príncipes, y cogen guerras y inquietudes en sus estados 1. Creen gozar en ellos el reposo que turban en los ajenos, y les sale contrario el desinio. Del equilibrio del mundo dicen los cosmógrafos que es tan ajustado al centro, que cualquier peso mueve la tierra lo mismo sucede en las guerras; ninguna tan distante, que no haga mudar de centro al reposo de los demás reinos. Fuego es la guerra, que se enciende en una parte y pasa á otras, y muchas veces á la propia casa, segun soplan los vientos. El labrador prudente teme en su heredad la tempestad que ve armarse en las cimas de los montes, aunque estén muy distantes; con mayor razon las debe temer quien las ceba con vapores. Los que fomentan la potencia de Holanda podrá ser que con el tiempo la lloren sujetos al yugo de servidumbre, como sucedió á los que ayudaron á levantar la grandeza romana. Celosos los venecianos de que los portugueses con sus navegaciones les quitaban el comercio del mar Pérsico y de las provincias orientales 2, enviaron al Cairo un embajador contra ellos, y maestros de fundir artillería y hacer navíos para armar al rey de Calicut, persuadiendo á los holandeses que por el cabo de Buena-Esperanza se opusiesen á aquella navegacion. Pero habiendo estos ejecutado el consejo, y introducido sus fatorías y comercio, se le quitaron á la república, á quien hubiera estado mejor que fuese libre la na4 Ventum seminabunt, et turbinem metent. (Os., 8, 7.) Zurit., Anal. de Arag.

vegacion de los portugueses y valerse de sus naves, COmo de cargadores de las riquezas de Oriente, y cuando estuviesen en los puertos de aquel reino aprovecharse de su trabajo, y con mas industria y ganancia esparcillas por Europa. Los mismos instrumentos y medios que dispone la prudencia humana para seguridad propia con daño ajeno, son los que después causan su ruina. Pensaron los duques de Saboya y Parma mantener la guerra dentro del estado de Milan, y el uno abrasó el suyo, y el otro le hizo asiento de la guerra. Un mal consejo impreso en la bondad del rey de Francia, y señalado en las divinas letras, le tiene temeroso de sí, difidente de su madre y hermano y de todo el reino, persuadido á que sin la guerra no puede mantenerse, y que su conservacion pende de la ruina de la casa de Austria; y para este fin levanta con los vapores de la sangre de la nobleza de aquel reino, derramada en discordias domésticas, nubes que formen una tempestad general contra la cristiandad, convocados el Reno, la Mosa, el Danubio y el Albis 3. Fomenta las nieblas de Ingalaterra, Holanda y Dinamarca; rompe los hielos de Suecia, para que por el mar Báltico pasen aquellos osos del norte á daño del imperio 4; deshace las nieves de esguízaros y grisones, y las derrama por Alemania y Italia; vierte las urnas del Po sobre el estado de Milan, convocando en su favor al Tibre y al Adriático 5; concita las exhalaciones de Africa, Persia, Turquía,

3 Quis est iste, qui quasi flumen ascendit, et veluti fluviorum intumescunt gurgites ejus? (Jerem., 46, 7.)

4 Manum suam extendit super mare, conturbavit regna. (Isai., 23, 11.)

5 Leoni gentium assimilatus es, et draconi, qui est in mari: et ventilabas cornu in fluminibus tuis, et conturbabas aquas pedibus tuis. (Ezech., 32, 2.)

Tartaria y Moscovia, para que en nubes de saetas órayos acometan á Europa; suelta por los secretos arcaduces de la tierra terremotos que perturben el Brasil y las Indias Orientales; despacha por todas partes furiosos huracanes, que unan esta tempestad y la reduzgan á efeto; y turbado al fin el cielo con tantas diligencias y artes, vibró fuego, granizó plomo y llovió sangre sobre la tierra 6. Tembló el uno y otro polo con los tiros de artillería, y con el tropel de los caballos mas veloces (descuido ó malicia de algunos) que las águilas imperiales 8. En todas partes se oyeron sus relinchos, y se vió Marte armado, polvoroso y sangriento 9, experimentándose en el autor de tantas guerras lo que dijo Isaías de Lucifer, que conturbó la tierra, aterró los reinos, despobló el mundo y destruyó sus ciudades 10; porque cuando Dios se vale de uno para azote de los demás, le da su mismo poder, con que sale con todo lo que intenta mientras dura su ira divina 11. A Moisen dijo que le habia hecho dios sobre Faraon 12, y así como Dios, obró milagros en su castigo y en el de su reino 13. Pero no sé si me atreva á decir que en el mismo Faraon y en su reino parece que está figurado el de Francia, y el castigo que le amenaza aquel divino Sol de justicia, y que debemos esperar, en fe de otras milagrosas demostraciones hechas por la conservacion y grandeza de la casa de Austria 14, que, serenando su enojo contra ella, deshará poco á poco las nieblas que escurecen sus augustos chapiteles, descubriéndose sobre ellos triunfante el águila imperial; la cual, aguzadas sus presas y su pico en la misma resistencia de las armas, y renovadas sus plumas en las aguas de su perturbacion, las enjugará á aquellos divinos rayos, para ella de luz, y de fuego para Francia, cayendo sobre esta toda la tempestad que habia armado contra los demás reinos. En sí mismo se consumirá el espíritu de tantas tempestades, precipitado su consejo 15. Pelearán franceses contra franceses, el amigo contra el amigo, el hermano contra el hermano, la ciudad contra la ciudad y el reino contra el reino 16; con que será sangriento teatro de la guerra quien la procuró á las demás provincias 17. Tales consejos son telas de arañas, tramadas con hilos de las propias entrañas; merecida pe

6 Ecce quasi nubes ascendet, et quasi tempestas currus ejus. (Jerem., 4, 13.)

7 Commota est omnis terra. (Jerem., 8, 16.)

8 Velociores aquilis equi ejus. (Jerem., 4, 15.)

9 Auditus est fremfitus equorum ejus, à voce hinnituum pugnatorum ejus. (Jerem., 8, 16.)

10 Qui conturbavit terram, qui concussit regna, qui possuit orbem desertum, et urbes ejus destruxit. (Isai., 14, 16.)

14 Vae Assur, virga furoris mei, et baculus ipse est, in manu eorum indignatio mea. (Isai., 10, 5.)

12 Ecce constitui te Deum Pharaonis. (Exod., 7, 1.) 13 Data est Moysi authoritas, et potestas, qua velut Deus Pharaonem terreret, puniret. (Hilar., 1. 7, de Trin.)

14 In mente haberent adjutoria sibi facta de coelo, et nunc sperarent ab Omnipotente sibi affuturam victoriam. (2, Mach., 15, 8.) 15 Et disrumpetur spiritus Aegypti in visceribus ejus, et consilium ejus praecipitabo. (Isai., 19, 3.)

16 Et concurrere faciam Aegyptios adversus Aegiptios: et pugnabit vir contra fratrem suum, et vir contra amicum suum, civitas adversus civitatem, regnum adversus regnum. (Ibid., v. 2.) 17 Daboque terram Aegypti in solitudines, et gladio dissipatam. (Ezech., 29, 10.)

na caer en las mismas redes que se tejen contra otros 18. Inventó Perillo el toro de bronce para ejercicio de la tiranía, y fué el primero que abrasado bramó en él. No es firme posesion la de los despojos ajenos. A la liga de Cambray contra la república de Venecia persuadió un embajador de Francia, representando que ponia disensiones entre los príncipes para fabricar su fortuna con las ruinas de todos, y unidos muchos, la despojaron de lo adquirido en tierra firme. Pudo ser que aquellos tiempos requiriesen tales artes, ó que los varones prudentes, de que siempre está ilustrado aquel senado, reconociesen los inconvenientes y no pudiesen oponerse á ellos, ó por ser furioso el torrente de la multitud, ó por no parecer sospechosos con la oposicion. Esta es la infelicidad de las repúblicas, que en ellas la malicia, la tiranía, el fomentar los odios y adelantar las conveniencias sin reparar en la injusticia, suele ser el voto mas seguro, y el que se estima por celo y amor á la patria, quedando encogidos los buenos. En ellas los sabios cuidan de su quietud y conservacion, y los ligeros que no miran á lo futuro, aspiran á empresas vanas y peligrosas 19; y como en las resoluciones se cuentan, y no se estiman los votos, y en todas las comunidades son mas los inexpertos y arrojados que los cuerdos, suelen nacer gravísimos inconvenientes. Ya hoy con aplauso del sosiego público vemos ejecutadas las buenas máximas políticas en aquella república, y que atiende á la paz universal y á la buena correspondencia con los príncipes confinantes, sin haberse querido rendir á las continuas instancias de Francia ni mezclarse en las guerras presentes; con que no solamente ha obligado á la casa de Austria, sino se ha librado deste influjo general de Marte, en que ha ganado mas que pudiera con la espada. No siempre es dañosa la vecindad de la mayor potencia: á veces es como el mar, que se retira, y deja provincias enteras al confinante. No son pocos los príncipes y repúblicas que deben su conservacion y su grandeza á esta monarquía. Peligrosa empresa seria tratar siempre de hacer guerra al mas poderoso, armándose contra él las menores potencias, como decimos en otra parte. Mas poderosas son las repúblicas con los príncipes por la buena correspondencia que por la fuerza. Damas son astutas que fácilmente les ganan el corazon y la voluntad, y gobiernan sus acciones encaminándolas á sus fines particulares. Como á damas, les sufren mas que á otros príncipes, conociendo la naturaleza del magistrado, en que no tienen culpa los buenos. No les inquiete pues el ver algunas veces á los príncipes airados, porque tales iras, como iras de amantes, son reintegracion del amor. Culpen á sus mismas sombras y recelos, con que ponen en duda la correspondencia de sus amigos; vicio de la multitud, que no mide las cosas por la razon, sino por el recelo, las mas

veces vano.

18 Qui fodit foveam, incidet in eam, et qui volvit lapidem, revertetur ad eum. (Prov., 26, 27.)

19 Sapientibus quietis, et Reipublicae cura: levissimus quisque, et futuri improvidus, spe vana tumens. (Tac., lib. 1, Hist.)

Estas artes de sembrar discordias y procurar levantarse unos con la caida de otros, son muy usadas en las cortes y palacios, nacidas de la ambicion; porque estando ya repartidos los premios, y no pudiéndose introducir nuevas formas sin la corrupcion de otras, se procuran por medio de la calumnia ó de la violencia. Otras veces es invidia de unos ministros á otros por la excelencia de las calidades del ánimo, procurando que no estén en puesto donde puedan lucir, ó que el mundo pierda el concepto que tiene dellas, haciéndoles cargos injustos. Y cuando no se puede escurecer la verdad, se valen de la risa falsa, de la burla y del mote, debajo de especie de amistad, para que, desacreditado el sugeto en las cosas ligeras, lo quede en las grandes. Tan maliciosos y aleves artificios son siempre peligrosos al mismo que los usa, como lo advirtió Tácito en Hispon y en los que le siguieron 20. Y si bien Lucinio Próculo se 20 Perniciem aliis ac postremum sibi invenere. (Tac., lib. 1, Ann.)

hizo lugar criminando á otros, y se adelantó á los buenos y modestos 21, esto suele suceder cuando la bondad y modestia son tan encogidas, que viven consigo mismas, despreciando los honores y la gracia de los príncipes, siendo por su poco esparcimiento inútiles para el manejo de los negocios y para las demás cosas. A estos la malicia advertida y atenta en granjear voluntades arrebata los premios debidos á la virtud, como hacia Tigellino 22. Pero tales artes caen con la celeridad que suben ejemplo fué el mismo Tigellino, muerto infamemente con sus propias manos 23.

21 Ut cuique erat, criminando, quod facillimum factu est, pravus et callidus, bonos et modestos anteibat. (Tac., lib. 1, Hist.) 22 Praefecturam vigilum, et praetorii, et alia praemia virtutum velocius erat vitiis adeptus. (Tac., ibid.)

23 Inter stupra concubinarum, et oscula, et deformes moras, sectis novaculae faucibus, infamem vitam foedavit, etiam exitu sero et inhonesto. (Tac., ibid.)

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Envia el sol sus rayos de luz al espejo cóncavo, y salen de él rayos de fuego: cuerpo es de esta empresa, significándose por ella que en la buena ó mala intencion de los ministros está la paz ó la guerra. Peligrosa es la reverberacion de las órdenes que reciben. Si tuvieren el pecho de cristal llano y cándido, saldrán dél las órdenes con la misma pureza que entraron, y á veces con mayor; pero si le tuvieren de acero, abrasarán la tierra con guerras. Por esto deben estar advertidos los príncipes que desean la paz, de no servirse en ella de ministros marciales; porque estos, librando su gloria ó su conveniencia en las armas, hacen nacer la ocasion de ejercitallas. No lloraria la corona de Francia tantas discordias, ni Europa tantas guerras, si en ellas no consistiera la conservacion de la gracia de aquel rey. En las sagradas letras hallamos que se entregaban á los sacerdotes las trompetas con que se denunciaba la guerra 1, porque la modestia y compostura de su oficio no 1 Filii autem Aaron Sacerdotes clangent tubis: eritque hoc legitimum sempiternum in generationibus vestris. (Num. 10, 8.)

usaria dellas sin gran ocasion. Son los pechos de los príncipes golfos que se levantan en montes de olas, cuando sus ministros son cierzos furiosos; pero si son céfiros apacibles, viven en serena calma; porque un ánimo generoso, amigo de la paz y buena correspondencia, templa las órdenes arrojadas y peligrosas, reduciéndolas á bien; semejante al sol, cuyos rayos, aunque pasen por ángulos, procuran deshacerse de aquella forina imperfeta, y volver en su reverberacion á la esférica. Y no basta algunas veces que sean de buena intencion, si son tenidos por belicosos; porque, ó nadie cree que perderán tiempo sus brios, ó el temor se arma contra su bizarría, ó la malicia la toma por pretexto. Reconoce el conde de Fuentes lo que habia de resultar en Valtelina de las revueltas de grisones por la liga con la república de Venecia, y levanta un fuerte en las bocas del Ada para seguridad del estado de Milan. Entra en aquel valle el duque de Feria, llamado de los católicos para defendellos de los herejes. Procura el duque de Osuna con una armada en el Adriático divertir las armas de

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venecianos en el Friuli, y se atribuyeron á estos tres ministros las guerras que nacieron después por la inquietud del duque de Saboya.

En los que intervienen en tratados de paz suele ser mayor este peligro, obrando cada uno segun su natural ó pasion, y no segun la buena intencion dél príncipe. Ofendido don Lope de Haro del rey don Sancho el Fuerte, se vengó en los tratados de acuerdo entre aquel rey y el rey don Pedro de Aragon el Tercero 2, refiriendo diversamente las respuestas de ambos; con que los dejó mas indignados que antes. La mayor infelicidad de los príncipes consiste en que, no pudiendo por sí mismos asistir á todas las cosas, es fuerza que se gobiernen por relaciones, las cuales son como las fuentes, que reciben las calidades de los minerales por donde pasan, y casi siempre llegan inficionadas de la malicia, de la pasion ó afecto de los ministros, y saben á sus conveniencias y fines. Con ellas procuran lisonjear al príncipe, ordenándolas de suerte que sean conformes á su gusto y inclinacion. Los ministros, y principalmente los embajadores que quieren parecer hacendosos, y que lo penetran todo, se dejan llevar de sus discursos, y refieren á sus príncipes por cierto, no lo que es, sino lo que imaginan que puede ser. Précianse de vivos en las sospechas, y de cualquier sombra las levantan y les dan crédito; de donde nacen grandes equivocaciones y errores, y la causa principal de muchos disgustos y guerras entre los príncipes; porque para las disensiones y discordias cualquier ministro tiene mucha fuerza 3; y así, es menester que los príncipes no se dejen llevar ligeramente de los primeros avisos de sus ministros, sino que los confronten con otros, y que para hacer mas cierto juicio de lo que escribieren, tengan muy conocidos sus ingenios y naturales, su modo de concebir las cosas, si se mueven por pasiones ó afectos particulares; porque á veces cobra el ministro amor al país y al príncipe con quien trata, y todo le parece bien, y otras se deja obligar de sus agasajos y favores, y naturalmente agradecido, está siempre de su parte y hace su causa. Suele tambien engañarse con apariencias vanas y con avisos contrarios introducidos con arte, y fácilmente engaña tambien á su príncipe, porque ninguno mas dispuesto para hacer beber á otros los engaños que quien ya los ha bebido. Muchos ministros se mueven por causas ligeras, ό por alguna pasion ó aversion propia, que les perturban las

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especies del juicio, y todo lo atribuyen á mal. Hay tambien naturales inclinados á maliciar las acciones y los desinios; como otros tan sencillos, que nada les parece que se obra con intencion doblada. Unos y otros son dañosos, y estos últimos no menos que los demás.

Otras veces, creyendo el ministro que es fineza descubrille al príncipe enemigos y difidentes, y que por este medio ganará opinion de celoso y de inteligente, pone su desvelo en las sospechas, y ninguno está seguro de su pluma ni de su lengua; y para que sean ciertas sus sombras y aprensiones, da ocasion con desconfianzas á que los amigos se vuelvan enemigos, haciéndose porfía la causa, con grande daño del príncipe, á quien estuviera mejor una buena fe de todos, 6 que el ministro aplicase remedios para que se curen, no para que enfermen los ánimos y las voluntades.

Tambien se cansan los ministros de las embajadas; y para que los retiren á las comodidades de sus casas, no reparan en introducir un rompimiento con el príncipe á quien asisten, ó en aconsejar otras resoluciones poco convenientes.

Engáñanse mucho los príncipes que piensan que sus ministros obran siempre como ministros, y no como hombres. Si así fuese, estarian mas bien servidos, y se verian menos inconvenientes; pero son hombres, y no los desnudó el ministerio de la inclinacion natural al reposo y á las delicias del amor, de la ira, de la venganza y de otros afectos y pasiones, á las cuales no siempre basta á corregir el celo ni la obligacion.

Pero estén muy advertidos los príncipes en que los que no pueden engañar á los ministros buenos y celosos, que estando sobre el hecho, conocen sus artes y desinios y lo que es ó no servicio de su príncipe, los acusan de inconfidentes y apasionados, de duros y intratables, procurando sacalles de las manos los negocios que les tocan, y que pasen por otras menos informadas, ó tratallos con él inmediatamente, haciéndole espaciosas proposiciones, con que le obligan á resoluciones muy perjudiciales. Nadie ha de pensar que puede mudar el curso de los negocios ni descomponer los ministros; porque, en pudiéndolo pensar, será mal servido el príncipe, porque la confianza causa desprecio ó inobediencia en quien acusa, y el temor acobarda al ministro. De menor inconveniente es el error destos que admitir contra ellos las acusaciones, principalmente si son de forasteros; y cuando sean verdaderas, mas prudencia es suspender el remedio hasta que no lo pueda atribuir á sí quien las hizo.

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Esos dos faroles del dia y de la noche, esos príncipes luminares, cuanto mas apartados entre sí, mas concordes y llenos de luz alumbran; pero si llegan á juntarse, no basta el ser hermanos para que la presencia no ofenda sus rayos, y nazcan de tal eclipse sombras y inconvenientes á la tierra. Conservan los príncipes amistad entre sí por medio de ministros y de cartas; mas si llegan á comunicarse, nacen luego de las vistas sombras de sospechas y disgustos; porque nunca halla el uno en el otro lo que antes se prometia, ni se mide cada uno con lo que le toca, no habiendo quien no pretenda mas de lo que se le debe. Un duelo son las vistas de dos príncipes, en que se batalla con las cerimonias, procurando cada uno preceder y salir vencedor del otro. Asisten á él las familias de ambos como dos encontrados escuadrones, deseando cada uno que su príncipe triunfe del otro en las partes personales y en la grandeza; y como en tantos no puede haber prudencia, cualquier mote o desprecio fácilmente divulgado causa mala satisfaccion en los otros. Así sucedió en las vistas del rey don Enrique y del rey Luis XI de Francia 1, en que excediendo el lustre y pompa de los españoles, y motejando el descuido y desaliño de los franceses, se retiraron enemigas aquellas naciones, que hasta entonces habian mantenido entre sí estrecha correspondencia. Los odios de Germánico y Pison fueron ocultos hasta que se vieron 2. Las vistas del rey de Castilla don Fernaudo el Cuarto y del de Portugal don Dionisio, su suegro 3, causaron mayores disgustos, como nacieron tambien de las del rey Filipe el Primero con el rey don Fernando; y si bien de las vistas del rey don Jaime el Primero con el rey don Alonso, y de otras muchas, resultaron muy buenos efectos, lo mas seguro es que los principes traten los negocios por sus einbajadores.

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Algunas veces los validos, como hemos dicho, tienen apartados y en discord as á sus príncipes con los que son de su sangre, de que hay muchos ejemplos en nuestras historias. Don Lope de Haro procuraba la desunion entre el rey don Sancho el Fuerte y la reina su mujer. Los criados de la reina doña Catalina, madre del rey don Juan el Segundo, la indignaban contra el infante don Fernando. Don Alvaro de Lara intentó (para mantenerse en el gobierno del reino) persuadir al rey don Enrique el Primero que su hermana la reina doña Berenguela trataba de dalle veneno. Los interesados en las discordias entre el infante don Sancho y el rey don Alonso el Sabio, su padre, procuraron que no se viesen y acordasen. Los grandes de Castilla impedian la concordia entre el rey don Juan el Segundo y su hijo don Enrique 5. Don Alvaro de Luna la del rey don Juan de Navarra con su hijo el príncipe don Cárlos de Viana. Los privados del rey don Filipe el Primero disuadian las vistas con el rey don Fernando. Tales artes hemos visto usadas en Francia en estos tiempos con daño del sosiego de aquel reino y de toda la cristiandad: el remedio dellas es despreciar las dificultades y inconvenientes que representan los criados favorecidos, y llegar á las vistas, donde, obrando la sangre, se sinceran los ánimos y se descubre la malicia de los que procuraban la desunion. Estas razones movieron al rey don Fernando á verse en Segovia con el rey don Enrique el Cuarto, su cuñado 6, sin reparar en el peligro de entregarse á un rey ofendido, que, ó por amor natural ó por disimular su infamia, procuraba la sucesion de doña Juana, su hija, en la corona; porque, si bien se le representaron estos peligros, pesó mas en la balanza de su prudencia la consideracion de que ninguna fuerza ni negociacion obraria mas que la presencia.

4 Mar., Hist. Hisp.

2 Id., id., I. 22, c. 4.

6 Mar., Hist. Hisp.

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