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Magno: Nihil cunctando; porque aquello se entiende en los negocios de la paz, y esto en los de la guerra, en que tanto importa la celeridad, con la cual se acaban las mayores cosas. Todo le sucedia bien á Cerial, porque resolvia y ejecutaba presto 7. Pero, si bien en la guerra obra grandes efetos el ímpetu, no ha de ser ímpetu ciego y inconsulto, el cual empieza furioso, y con el tiempo se deshace 8. Cuando el caso da lugar á la consulta, mas se obra con ella que con la temeridad 9. Si bien en lo uno y en lo otro ha de medir la prudencia el tiempo, para que ni por falta dél nazcan los consejos ciegos, como los perros; ni con espinas de dificultades y inconvenientes, como los herizos, por detenerse mucho.

Cuando pues salieren de la mano del príncipe las resoluciones, sean perfectas, sin que haya confusion ni duda en su ejecucion. Porque los ministros, aunque sean muy prudentes, nunca podrán aplicar en la obra misma las órdenes que les llegaren rudas y mal formadas. Al que manda toca dar la forma, y al que obedece el ejecutalla; y si en lo uno ó en lo otro no fueren distintos los oficios, quedará imperfecta la obra. Sea el príncipe el artífice, y el ministro su ejecutor. El príncipe que lo deja todo á la disposicion de los ministros, ó lo ignora, ó quiere despojarse del oficio de príncipe. Desconcertado es el gobierno donde muchos tienen arbitrio. No es imperio el que no se reduce á uno. Faltaria el respeto y el órden del gobierno si pudiesen arbitrar los ministros. Solamente pueden y deben suspender la ejecucion de las órdenes cuando les constare con evidencia de su injusticia; porque primero nacieron para Dios que para su príncipe. Cuando las órdenes son muy dañosas al patrimonio ó reputacion del principe, ó son de grave inconveniente al buen gobierno, y penden de noticias particulares del hecho, y ó por la distancia ó por otros accidentes hallan mudado el estado de las cosas, y se puede inferir que si el Príncipe le entendiera antes, no las hubiera dado, y no hay peligro considerable en la dilacion, se pueden suspender, y replicar al príncipe, pero con sencillez y guardando el respeto debido á su autoridad y arbitrio, esperando á que, mejor informado, mande lo que se hubiere de ejecutar, como lo hizo el Gran Capitan, deteniéndose en Nápoles, contra las órdenes del rey don Fernando el Católico; considerando que los potentados de Italia estaban á la mira de lo que resultaba de las vistas del rey don Fernando con el rey don Filipe el Primero, su yerno, y que peligrarian las cosas de Nápoles si las dejase en aquel tiempo. Pero cuando sabe el ministro que el príncipe es tan enamorado de sus consejos, que quiere mas errar en ellos que ser advertido, podrá excusar la réplica; porque fuera imprudencia aventurarse sin esperanza del

7 Sanè Cerialis parum temporis ad exequenda imperia dabat: subitus consiliis, sed eventu clarus. (Tac., lib. 5, Hist.)

8 Omnia inconsulti impetus coepta, initiis valida, spatio languescunt. (Tac., lib. 3, Hist.)

• Duces providendo, consultando, cunctatione saepius, quam temeritate prodesse. (Tac., ibid.)

remedio. Corbulon se habia ya empeñado en algunas empresas importantes; y habiéndole escrito el emperador Claudio que las dejase, se retiró; porque, aunque veia que no eran bien dadas aquellas órdenes, no quiso perderse dejando de obedecer 10.

En las órdenes sobre materias de estado debe el ministro ser mas puntual y obedecellas, si no concurrieren las circunstancias dichas, y fuere notable y evidente el perjuicio de la ejecucion, sin dejarse llevar de sus motivos y razones; porque muchas veces los desinios de los príncipes echan tan profundas raíces, que no las ve el discurso del ministro, ó no quieren que las vea ni que las desentrañe; y así, en duda, ha de estar siempre de parte de las órdenes, y creer de la prudencia de su príncipe que convienen. Por esto Dolabella, habiéndole mandado Tiberio que enviase la legion nona, que estaba en Africa, obedeció luego, aunque se le ofrecieron razones para replicar 11. Si cada uno hubiese de ser juez de lo que se le ordena, se confundiria tódo y pasarian las ocasiones. Es el reino (como hemos dicho) un instrumento, cuya consonancia y conformidad de cuerdas dispone el príncipe, el cual pone la mano en todas; no el ministro, que solamente toca una, y como no oye las demás, no puede saber si está alta ó baja, y se engañaria fácilmente si la templase á su modo. El conde de Fuentes, con la licencia que le daban su edad, su celo, sus servicios y experiencias coronadas con tantos trofeos y vitorias, suspendió alguna vez (cuando gobernaba el estado de Milan) las órdenes del rey Filipe III, juzgando que no convenian, y que habian nacido mas de interés ó ignorancia de los ministros que de la mente del Rey: ejemplo que después siguieron otros, no sin daño del público sosiego y de la autoridad real. Grandes inconvenientes nacerán siempre que los ministros se pusieren á dudar si es ó no voluntad de su príncipe lo que les ordena; á que suele dar ocasion el saberse que no es su mano la que corta y pule las piedras para el edificio de su gobierno. Pero, aunque sea ajena, siempre se deben respetar y obedecer las órdenes como si fuesen nacidas del juicio y voluntad del príncipe, porque de otra inanera se perturbaria y confundiria todo. La obediencia prudente y celosa solo mira á la firma y al sello de su príncipe.

Cuando los príncipes se hallan léjos, y se puede temer que llegarán las resoluciones después de los sucesos, ó que la variedad de los accidentes (principalmente en las cosas de la guerra) no dará tiempo á la consulta, y se ve claramente que pasarian entre tanto las ocasiones, prudencia es dar las órdenes con libre arbitrio de obrar segun aconsejare el tiempo y la ocasion, porque no suceda lo que á Vespasiano en la guerra civil contra Vitellio, que llegaban los consejos después

10 Jam castra in hostili solo molienti Corbuloni, hae litterae redduntur. Ille re subita, quanquam multa simul offenderentur, metus ex Imperatore, contemptio ex barbaris, ludibrium apud socios; nihil aliud prolocutus, quam beatos quosdam Duces Romanos, signum receptui dedit. (Tac., lib. 11, Ann.)

11 Jussa Principis magis, quam incerta belli metuens. (Tac., lib. 4, Ann.)

plo de Augusto, que volvió contra Roma las armas que le habia entregado para su defensa 15, pusieron freno á sus generales.

de los casos 12. Por este inconveniente, enviando Tiberio á Druso á gobernar las legiones de Alemania, le puso al lado consejeros prudentes y experimentados, con los cuales se consultase, y le dió comision general y arbitraria seguu la ocasion 13. Cuando se envió á Helvidio Prisco á Armenia, se le ordenó que se aconsejase con el tiempo 14. Estilo fué del senado romano fiallo todo del juicio y valor de sus generales, y solamente les encomendaba por mayor que advirtiesen bien no recibiese algun daño la república. No le imitaron las de Venecia y Florencia; las cuales, celosas de que su libertad peudiese del arbitrio de uno, y advertidas en el ejem

12 Ex distantibus terrarum spatiis consilia post res afferebantur. (Tac., lib. 3, Hist.)

13 Nullis satis certis mandatis, ex re consulturum. (Tac., lib. 1, Ann.)

14 Rebus turbidis pro tempore, ut consuleret. (Tac., lib. 12, Ann.)

Esta autoridad libre suelen limitar los ministros que están cerca de los reyes, porque todo depende dellos. De donde nace el consumirse mucho tiempo en las consultas, y el llegar tan tarde las resoluciones, que, ó no se pueden ejecutar, ó no consiguen sus efetos, perdiéndose el gasto y el trabajo de las prevenciones. Sucede tambien que, como entre los casos y las noticias y consultas dellos interviene tanto tiempo, sobrevienen después nuevos avisos con nuevas circunstancias del estado de las cosas, y es menester mudar las resoluciones, y así se pasan los años sin hacer nada donde se consulta ni donde se obra.

15 Armaque, quae in Antonium acceperit, contra Rempublicam versa. (Tac., lib. 1, Ann.)

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Todas las potencias tienen fuerzas limitadas; la ambicion infinitas: vicio comun de la naturaleza humana, que cuanto mas adquiere, mas desea, siendo un apetito fogoso que exhala el corazón, y mas se ceba y crece en la materia á que se aplica. En los príncipes es mayor que en los demás, porque á la ambicion de tener se arrima lá gloria de mandar, y ambas ni se rinden á la razon ni al peligro, ni se saben medir con el poder. Por tanto debe el príncipe pesar bien lo que puede herir su espada, y defender su escudo, advirtiendo que es su corona un círculo limitado. El rey don Fernando el Católico consideraba en sus empresas la causa, la disposicion, el tiempo, los medios y los fines. Invencible parecerá el que solamente emprendiere lo que pudiere alcanzar. Quien aspira á lo imposible ó demasiadamente dificultoso, deja señalados los confines de su poder. Los intentos defraudados son instrumentos públicos de su flaqueza. No hay monarquía tan poderosa, que no la sustente mas la opinion que la verdad, mas la estimacion que la fuerza. El apetito de gloria y de dominar nos precipita, facilitando las empresas, y des

pués topamos en ellas con los inconvenientes no advertidos antes. Casi todas las guerras se excusarian si en sus principios se representasen sùs medios y fines; y así, antes de emprendellas conviene que tenga el príncipe reconocidas sus fuerzas, las ofensivas y defensivas, las calidades de su milicia, los cabos que han de gobernalla, la substancia de sus erarios, qué contribuciones puede esperar de sus vasallos, si será peligrosa ó no su fidelidad en una fortuna adversa. Tenga notados con el estudio, con la lecion y comunicacion la disposicion y sitio de las provincias, las costumbres de las naciones, los naturales de sus enemigos, sus riquezas, asistencias y confederaciones. Mida la espada de cada uno, y en qué consisten sus fuerzas: El rey don Enrique el Doliente 1, si bien agravado de achaques, no se descuidó en esto, y envió embajadores á Asia que le trujesen relacion de las costumbres y fuerzas de aquellas provincias. Lo mismo hizo Moisen antes de entrar en la tierra de promision 2. Y porque el príncipe que forma estas

4 Mar., Hist. Hisp., 1. 19, c. 11.

2 Considerate terram, qualis sit: et populum qui habitator est

empresas no echie menos esta materia, tocaré aquí algunos puntos generales della con la brevedad que pide

el asunto.

La naturaleza, que en la variedad quiso mostrar su hermosura y su poder, no solamente diferenció los rostros, sino tambien los ánimos de los hombres, siendo diversas entre sí las costumbres y calidades de las naciones. Dispuso para ello las causas, las cuales, ó juntas obran todas en algunas provincias, ó unas en estas y otras en aquellas. Los geógrafos dividieron el orbe de la tierra en diversos climas, sujeto cada uno al dominio de un planeta, como á causa de su diferencia entre los demás; y porque el primer clima, que pasa por Meroe, insula del Nilo y ciudad de Africa, está sujeto á Saturno, dicen que son los habitadores que caen debajo dél negros, bárbaros, rudos, sospechosos y traidores, que se sustentan de carne humana.

Los del segundo clima, que se atribuye á Júpiter, y pasa por Siene, ciudad de Egipto, religiosos, graves, honestos y sabios.

Los del tercero, sujeto á Marte, que pasa por Alejandría, inquietos y belicosos.

Los del cuarto, sujeto al Sol, que pasa por la isla de Ródas y por en medio de Grecia, letrados, elocuentes, poetas y hábiles en todas artes.

Los del quinto, que pasa por Roma, cortando á Italia y á Saboya, y se atribuye á Vénus, deliciosos, entregados á la música y al regalo.

Los del sexto, en que domina Mercurio y pasa por Francia, mudables, inconstantes y dados á las sciencias.

Los del sétimo, sujeto á la Luna, que pasa por Alemania, por los Países-Bajos y por Ingalaterra, flemáticos, inclinados á los banquetes, á la pesca y á la negociacion. Pero no parece que esta causa sola sea uniforme ni bastante; porque debajo de un mismo paralelo ó clima, con una misma altura de polo, con iguales nacimientos y ocasos de los astros, vemos encontrados los efetos, y principalmente en los climas del hemisferio inferior. En Etiopia abrasa el sol y vuelve en color de carbones los cuerpos ; y en el Brasil, que tiene la misma latitud, son blancos, y el temple apacible. Los antiguos tuvieron por inhabitada la tórrida zona por su destemplanza, y en América es muy templada y habitada; y así, aunque tengan aquellas luces eternas alguna fuerza, obra mas la disposicion de la tierra, siendo segun la colocacion de los montes y valles, mayores ó diferentes los efelos de los rayos celestes, templados tambien con los rios y lagos. Verdad es que suele ser milagrosa en sus obras la naturaleza, y que parece que, buyendo de la curiosidad del ingenio humano, obra algunas veces fuera del órden de la razon y de las causas. ¿Quién la podrá dar á lo que se ve en Malavar, donde está Calicut 5? Dividen aquella provincia unos montes muy levantados, que se rematan en el cabo de Coma

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rin, llamado antiguamente el promontorio Cori; yaunque la una y otra parte está en la misma altura de polo, comienza el invierno en esta parte cuando en la otra el

verano.

Esta pues diversidad de climas, de colocaciones de provincias, de temples, de aires y de pastos, diferencian las complexiones de los hombres, y estas varían sus naturales; porque las costumbres del ánimo siguen el temperamento y disposicion del cuerpo. Los septentrionales, por la ausencia del sol y frialdad del país, son sanguinos, y así, robustos y animosos 4, de donde nace el haber casi siempre dominado á las naciones meridionales; los asirios á los caldeos, los medos á los asirios, los partos á los griegos, los turcos á los árabes, los godos á los alemanes, los romanos á los africanos, los ingleses á los franceses, y los escoceses á los ingleses. Aman la libertad, y lo mismo hacen los que habitan los montes, como los esguízaros, grisones y vizcaínos, porque su temple es semejante al del norte. En las naciones muy vecinas al sol deseca la destemplanza del calor la sangre, y son melancólicos y profundos en penetrar los secretos de la naturaleza; y así, de los egipcios y árabes recibieron los misterios de las ciencias las demás naciones septentrionales. Las provincias colocadas entre las dos zonas destempladas gozan de un benigno cielo, y en ellas florece la religion, la justicia y la prudencia 5. Pero, porque cada una de las naciones se diferencia de las demás en muchas cosas particulares, aunque estén debajo de un mismo clima, diré dellas lo que he notado con la comunicacion y el estudio, porque no le falte esta parte principal á vuestra alteza, que ha de mandar á casi todas.

Los españoles aman la religion y la justicia, son constantes en los trabajos, profundos en los consejos, y así, tardos en la ejecucion. Tan altivos, que ni los desvanece la fortuna próspera ni los humilla la adversa. Esto, que en ellos es nativa gloria y elacion de ánimo, se atribuye á soberbia y desprecio de las demás naciones, siendo la que mas bien se halla con todas y mas las estima 6, y la que mas obedece á la razon y depone con ella mas fácilmente sus afetos ó pasiones.

Los africanos son astutos, falaces, supersticiosos, bárbaros, que no observan alguna disciplina militar. Los italianos son advertidos y prudentes. No hay especie ó imágen de virtud que no representen en su trato y palabras para encaminar sus fines y conveniencias. Gloriosa nacion, que antes con el imperio temporal, y agora con el espiritual domina el mundo. No son de menor fortaleza para mandar que para saber obedecer. Los ánimos y los ingenios, grandes en las artes de

Homines, qui frigida loca, Europamque habitant, sunt illi quidem animosi. (Arist., lib. 7, Pol., c. 7.)

5 Graecorum autem genus, ut locorum medium tenet, sic ex utraque natura praeditum, quippe animo simul et intelligentia valet. (Arist., lib. 7, Pol., c. 7.)

6 Advenientes enim externos benignè hospitio excipiunt, adeò ut aemulatione quadam invicem pro illorum honore certent. Quos advenae sequuntur, hos laudant, amicosque Deorum putant. (Diod. Sic., lib. 6, c. 9.)

la paz y de la guerra. El ser muy judiciosos los hace sospechosos en su daño y en el de las demás naciones. Siempre recelosos de las mayores fuerzas y siempre estudiosos en librallas. No se empuña espada ó se arbola pica en las demás provincias, que en la fragua de Italia no se haya forjado primero y dado filos á su acero y aguzado su hierro.

En Alemania la variedad de religiones, las guerras civiles, las naciones que militan en ella, han corrompido la candidez de sus ánimos y su ingenuidad antigua; y como las materias mas delicadas, si se corrompen quedan mas dañadas, así donde ha tocado la malicia extranjera ha dejado mas sospechosos los ánimos y mas pervertido el buen trato. Falta en algunos la fe pública; las injurias y los beneficios escriben en cera, y lo que se les promete en bronce. El horror de tantos males ha encrudecido los ánimos, y ni aman ni se compadecen. No sin lágrimas se puede hacer paralelo entre lo que fué esta ilustre y heróica nacion y lo que es, destruida no menos con los vicios que con las armas de las otras; si bien en muchos no ha podido mas el ejemplo que la naturaleza, y conservan la candidez y generoso trato de sus antepasados, cuyos estilos antiguos muestran en nuestro tiempo su bondad y nobleza. Pero, aunque está así Alemania, no le podemos negar que generalmente son mas poderosas en ella las buenas costumbres que en otras partes las buenas leyes 7. Todas las artes se ejercitan con gran primor. La nobleza se conserva con mucha atencion; de que puede gloriarse entre todas las naciones. La obediencia en la guerra y la tolerancia es grande, y los corazones animosos y fuertes. Hase perdido el respeto al imperio, habiendo este, pródigo de sí mismo, repartido su grandeza entre los príncipes, y disimulado la usurpacion de muchas provincias y la demasiada libertad de las ciudades libres, causa de sus mismas inquietudes, por la desunion deste cuerpo poderoso.

Los franceses son corteses, afables y belicosos. Con la misma celeridad que se encienden sus primeros ímpetus, se apagan. Ni saben contenerse en su país ni mantenerse en el ajeno impacientes y ligeros. A los ojos son amables, al trato insufribles; no pudiéndose conformar la viveza y libertad de sus acciones con el sosiego de las demás naciones. Florecen entre ellos todas las sciencias y las artes.

Los ingleses son graves y severos: satisfechos de sí mismos se arrojan gloriosamente á la muerte, aunque tal vez suele movellos mas un ímpetu feroz y resuelto que la eleccion. En la mar son valientes, y tambien en la tierra cuando el largo uso los ha hecho á las armas. Los hiberneses son sufridos en los trabajos; desprecian las artes, jactanciosos de su nobleza.

Los escoceses, constantes y fieles á sus reyes, habiendo hasta esta edad conservado por veinte siglos la corona en una familia. El tribunal de sus iras y venganzas es la espada.

7 Plusque ibi boni mores valent, quam alibi bonae leges. (Tac., de more Germ.)

Los flamencos, industriosos, de ánimos cándidos y sencillos, aptos para las artes de la paz y de la guerra, en las cuales da siempre grandes varones aquel país. Aman la religión y la libertad. No saben engañar ni sufren ser engañados. Sus naturales blandos son metales deshechos, que helados retienen siempre las impresiones de sus sospechas; y así, el ingenio y arte del conde Mauricio los pudo inducir al odio contra los españoles, y con apariencias de libertad, los redujo á la opresion en que hoy viven las Provincias-Unidas.

Las demás naciones septentrionales son fieras y indómitas. Saben vencer y conservar.

Los polacos son belicosos, pero mas para conservar que para adquirir.

Los húngaros, altivos y conservadores de sus privilegios. Mantienen muchas costumbres de las naciones que han guerreado contra ellos ó en su favor.

Los esclavones son feroces.

Los griegos, vanos, supersticiosos y de ninguna fe, olvidados de lo que antes fueron.

Los asiáticos, esclavos de quien los domina y de sus vicios y supersticiones. Mas levantó y sustenta agora aquel gran imperio nuestra ignavia que su valor, mas nuestro castigo que sus méritos.

Los moscovitas y tártaros, nacidos para servir, acometen en la guerra con celeridad y huyen con confusion.

Estas observaciones generales no comprenden siempre á todos los individuos, pues en la nacion mas infiel y ingrata se hallan hombres gratos y fieles. Ni son perpetuas, porque la mudanza de dominios, la trasmigracion de unas naciones á otras, el trato, los casamientos, la guerra y la paz, y tambien esos movimientos de las esferas, que apartan de los polos y del zodiaco del primer móvil las imágenes celestes, mudan los estilos y costumbres y aun la naturaleza, pues si consultamos las historias, hallarémos notados los alemanes de muy altos y los italianos de muy pequeños, y hoy no se conoce esta diferencia. Dominaron por veces las naciones, y mientras duró en ellas la monarquía florecieron las virtudes, las artes y las armas; las cuales despues cubrió de cenizas la ruina de su imperio, y renacieron con él en otra parte. Con todo eso, siempre quedan en las naciones unas inclinaciones y calidades particulares á cada una, que aun en los forasteros (si habitan largo tiempo) se imprimen.

Conocidas pues las costumbres de las naciones, podrá mejor el príncipe encaminar las negociaciones de Ja paz ó de la guerra, y sabrá gobernar las provincias extranjeras, porque cada una dellas es inclinada á un modo de gobierno conforme á su naturaleza 8. No es uniforme á todas la razon de estado, como no lo es la medicina con que se curan; en que suelen engañarse mucho los consejeros inexpertos, que piensan se pue

8 Natura enim quoddam hominum genus proclive est, ut Imperio herili gubernetur, aliud, ut regio, aliud, ut civili, et hora imperiorum cujusque aliud est jus, et alia commoditas. (Aris, lib. 3, Pol., c. 12.)

den gobernar con los estilos y máximas de los estados donde asisten. El freno fácil á los españoles no lo es á los italianos y flamencos; y como es diferente el modo con que se curan, tratan y manejan los caballos españoles y los napolitanos y húngaros, con ser una especie misma; así tambien se han de gobernar las naciones segun sus naturalezas, costumbres y estilos. Desta diversidad de condiciones de las gentes se infiere la atencion que debe tener el príncipe en enviar embajadores que, no solamente tengan todas las partes requisitas para representar su persona y usar de su potestad, sino tambien que sus naturales, su ingenio y trato se confronten con los de aquella nacion donde han de asistir; porque, en faltando esta confrontacion, mas son á propósito para intimar una guerra que para mantener una paz; mas para levantar odios que para granjear voluntades. Por esto tuvo dudoso á Dios la eleccion de un ministro á propósito para hacer una embajada á su pueblo, y se consultó consigo mismo 9. Cada una de las cortes ha menester ministro conforme á su naturaleza. En la de Roma prueban bien aquellos ingenios atentos que conocen las artes y disimulan, sin que en las palabras ni en el semblante se descubra pasion alguna; que parecen sencillos, y son astutos y recatados; que saben obligar y no prendarse; apacibles en las negociaciones, fáciles en los partidos, ocultos en los desinios y constantes en las resoluciones; amigos de todos, y con ninguno intrínsecos.

La corte cesárea ha menester á quien sin soberbia mantenga la autoridad, quien con sencillez discurra, con bondad proponga, con verdad satisfaga y con flema espere; quien no anticipe los accidentes, antes use dellos como fueren sucediendo; quien sea cauto en prometer y puntual en cumplir.

En la corte de Francia probarán bien los sugetos alegres y festivos, que mezclen las veras con las burlas; que ni desprecien ni estimen las promesas; que se valgan de las mudanzas del tiempo, y mas del presente que del futuro.

En Ingalaterra son buenos los ingenios graves y severos, que negocian y resuelven de espacio.

En Venecia los facundos y elocuentes, fáciles en la invencion de los medios, ingeniosos en los discursos y proposiciones y astutos en penetrar desinios.

En Génova los caseros y parciales, mas amigos de componer que de romper; que sin fausto mantengan la autoridad; que sufran y contemporicen, sirviendo al tiempo y á la ocasion.

En esguízaros los dispuestos á deponer á su tiempo la gravedad y domesticarse, granjear los ánimos con las dádivas y la esperanza, sufrir y esperar; porque ha de tratar con naciones cautas y recelosas, opuestas entre sí en la religion, en las facciones y en los institutos del gobierno; que se unen para las resoluciones, eligen las medidas, y después cada una las ejecuta á su modo.

• Quem mittam, et quis ibit nobis? (Isai., 6, 8.)

Pero si bien estas calidades son á propósito para cada una de las cortes dichas, en todas son convenientes las del agrado, cortesía y esplendidez, acompañadas con buena disposicion y presencia, y con algun esmalte de letras y conocimiento de las lenguas, principalmente de la latina; porque estas cosas ganan las voluntades, el aplauso y la estimacion de los extranjeros, y acreditan la nacion propia.

Así como son diferentes las costumbres de las naciones, son tambien sus fuerzas. Las de la Iglesia consisten en el respeto y obediencia de los fieles; las del Imperio, en la estimacion de la dignidad; las de España, en la infantería; las de Francia, en la nobleza; las de Ingalaterra, en la mar; las del Turco, en la multitud; las de Polonia, en la caballería; las de Venecia, en la prudencia, y las de Saboya, en el arbitrio.

Casi todas las naciones se diferencian en las armas ofensivas y defensivas, acomodadas al genio de cada una y á la disposicion del país; en que se debe considerar cuáles son mas comunes y generales, y si las propias del país son desiguales ó no á las otras para ejercitar las mas poderosas; porque la excelencia en una especie de armas ó la novedad de las inventadas de improviso, quita ó da los imperios: el suyo extendieron los partos cuando se usó de las saetas; los franceses y los septentrionales con los hierros de las lanzas, impelidas de la velocidad de la caballería, abrieron camino á su fortuna; la destreza en la espada ejercitada en los juegos gladiatorios (en que vale mucho el juicio) hizo á los romanos señores del mundo; otro nuevo pudieron conquistar los españoles con la invencion de las armas de fuego, y fundar monarquía en Europa; porque en ellas es menester la fortaleza de ánimo y la constancia, virtudes desta nacion. A este elemento del fuego se opuso el de la tierra (que ya todos cuatro sirven á la ruina del hombre); y introducida la zapa, bastó la industria de los holandeses á resistir al valor de Esрайа.

En el contrapeso de las potencias se suelen engañar mucho los ingenios, y principalmente algunos de los italianos, que vanamente procuran tenellas en equilibrio, porque no es la mas peligrosa ni la mas fuerte la que tiene mayores estados y vasallos, sino la que mas sabe usar del poder. Puestas las fuerzas en dos balanzas, aunque caiga la una y quede la otra en el aire, la igualará y aun la vencerá esta si se le añadiere un adarme de prudencia y valor, ó si en ella fuere mayor la ambicion y tiranía. Los que se levantaron con el mundo y le dominaron, tuvieron flacos principios. Celos daba la grandeza de la casa de Austria, y todos procuraban humillalla, sin que alguno se acordase de Suecia, de donde hubiera nacido á Alemania su servidumbre, y quizá á Italia, si no lo hubiera atajado la muerte de aquel rey. Mas se han de temer las potencias que empiezan á crecer que las ya crecidas, porque es natural en estas su declinacion y en aquellas su aumento. Las unas atienden á conservarse con el sosiego público, y las otras á subir con la perturbacion de los do

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