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y mostrarse finos, afectan el descubrille por parecer advertidos ó íntimos, y á veces por hacer de los celosos. Unos se miran á otros, y encogiéndose, sin hablar se hablan. Hierve en sus pechos el secreto al fuego del deseo de manifestalle 19, hasta que rebosa. Andan las bocas por las orejas. Este se juramenta con aquel y se lo dice, y aquel con el otro, y sin sabello nadie, lo saben todos, bajando el murmurio en un punto de los retretes á las cocinas, y dellas á las esquinas y plazas. ¿Qué mucho que suceda esto en los domésticos, si de sí mismos no están seguros los príncipes en el secreto de sus vicios y tiranías? Porque las confiesan en el tormento de sus conciencias propias, como le sucedió á Tiberio, que no pudo encubrir al Senado la miseria á que le habian reducido sus delitos 20.

Pero no se desconsuelen los príncipes, si su atencion y cuidado en las acciones no pudiere satisfacer á todos, porque esta empresa es imposible, siendo de diferentes naturalezas los que han de juzgar dellas, y tan flaca la nuestra, que no puede obrar sin algunos errores. ¿Quién mas solícito en ilustrar al mundo, quién mas perfecto que ese príncipe de la luz, ese luminar mayor, que da ser y hermosura á las cosas? Y la curiosidad le halla manchas y escuridades, á pesar de sus

rayos.

Este cuidado del príncipe en la justificacion de su vida y acciones, se ha de extender tambien á las de sus ministros, que representan su persona, porque dellas le harán tambien cargo Dios y los hombres. No es defecto de la luna el que padece en el eclipse, sino de la tierra, que interpone su sombra entre ella y el sol, y con todo

19 Neque loquar ultra in nomine illius, et factus est in corde meo quasi ignis exaestuans. (Jerem., 20, 9.)

20 Quippe Tiberium non fortuna, non solitudines protegebant, quin tormenta pectoris, suasque ipse poenas fateretur. (Tac., lib. 1, Ann.)

eso, se lo atribuye el mundo, y basta á escurecelle sus rayos, y á causar inconvenientes y daños á las cosas criadas. En los vicios del príncipe se culpa su depravada voluntad, y en la omision de castigar los de sus ministros, su poco valor. Alguna especie de disculpa puede hallarse en los vicios propios por la fuerza de los afectos y pasiones; ninguna hay para permitillos en otros. Un príncipe malo puede tener buenos ministros; pero si es omiso, él y ellos serán malos. De aquí nace que algunas veces es bueno el gobierno de un príncipe malo, que no consiente que los demás lo sean; porque este rigor no da lugar á la adulacion para imitalle, ni á la inclinacion natural de parecernos á los príncipes con el remedo de sus acciones; será malo para sí, pero bueno para la república. Dejar correr libremente á los ministros es soltar las riendas al gobierno.

La convalecencia de los príncipes malos es tan difícil como la de los pulmones dañados, que no se les pueden aplicar los remedios; porque estos consisten en oir, y no quieren oir, consisten en ver, y no quieren ver, ni aun que otros oigan ni vean 21; ó no se lo consienten los mismos domésticos y ministros, los cuales le aplauden en los vicios, y como solian los antiguos sonar varios metales y instrumentos cuando se eclipsaba la luna 22, le traen divertido con músicas y entretenimientos, procurando tener ocupadas sus orejas, sin que puedan entrar por ellas los susurros de la murmuracion y las voces de la verdad y del desengaño, para que siendo el príncipe y ellos cómplices en los vicios, no haya quien los reprehenda y corrija.

al Qui dicunt videntibus: Nolite videre: et aspicientibus: Nolite aspicere nobis ea, quae recta sunt: loquimini nobis placentia. (Isai., 30, 10.)

22 Igitur aeris sono, tubarum cornuumque conceptu strepere : prout splendidior, obscuriorve, laetari, aut moerere. (Tac., lib. 6, Ann.)

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Apenas hay instrumento que por sí solo deje perfetas | paño. La censura ajena compone las costumbres pro

as obras. Lo que no pudo el martillo, perficiona la li

ma. Los defectos del telar corrige la tijera (cuerpo des

ta empresa), y deja con mayor lustre y hermosura el

pias. Llenas estuvieran de motas si no las tundiera la lengua. Lo que no alcanza á contener ó reformar la ley, se alcanza con el temor de la murmuracion, la cual es

acicate de la virtud, y rienda que la obliga á no torcer del camino justo. Las murmuraciones en las orejas obedientes de un príncipe prudente son arracadas de oro yperlas resplandecientes (como dijo Salomon 1), que le hermosean y perficionan. No tiene el vicio mayor enemigo que la censura. No obra tanto la exhortacion ó la dotrina como esta, porque aquella propone para después la fama y la gloria; esta acusa lo torpe, y castiga Juego divulgando la infamia. La una es para lo que se ha de obrar bien, la otra para lo que se ha obrado mal, y mas fácilmente se retira el ánimo de lo ignominioso que acomete lo arduo y honesto. Y así, con razon está constituido el honor en la opinion ajena, para que la temamos, y dependiendo nuestras acciones del juicio y censura de los demás, procuremos satisfacer á todos obrando bien. Y así, aunque la murmuracion es en sí mala, es buena para la república, porque no hay otra fuerza mayor sobre el magistrado ó sobre el príncipe. ¿Qué no acometiera el poder si no tuviera delante á la murmuracion? ¿Por qué errores no pasara sin ella? Ningunos consejeros mejores que las murmuraciones, porque nacen de la experiencia de los daños. Si las oyeran los príncipes, acertarian mas. No me atreveré á aproballas en las sátiras y libelos, porque suelen exceder de la verdad, ó causar con ella escándalos, tumultos y sediciones; pero se podria disimular algo por los buenos efetos dichos. La murmuracion es argumento de la libertad de la república, porque en la tiranizada no se permite. Feliz aquella donde se puede sentir lo que se quiere y decir lo que se siente 2. Injusta pretension fuera del que manda querer con candados los labios de los súbditos, y que no se quejen y murmuren debajo del yugo de la servidumbre. Dejadlos murmurar, pues nos dejan mandar, decia Sixto V á quien le referia cuán mal se hablaba dél por Roma. No sentir las murmuraciones fuera haber perdido la estimacion del honor, que es el peor estado á que puede llegar un príncipe cuando tiene por deleite la infamia; pero sea un sentimiento que le obligue á aprender en ellas, no á vengallas. Quien no sabe disimular estas cosas ligeras, no sabrá las mayores3. No fué menor valor en el Gran Capitan sufrir las murmuraciones de su ejército en el Garellano, que mantener firme el pié contra la evidencia del peligro. Ni es posible poder reprimir la licencia y libertad del pueblo. Viven engañados los príncipes que piensan extinguir con la potencia presente la memoria futura 4, ó que su grandeza se extiende á poder dorar las acciones malas. Con diversas trazas de dádivas y devociones no pudo Neron desmentir la sospecha ni disimular la tiranía de haber abrasado á Roma 5. La lisonja podrá obrar que no llegue

Inauris aurea, et margaritum fulgens, qui arguit sapientem, et aurem obedientem. (Prov. 25, 12.)

Rara temporum felicitas, ubi sentire quae velis, et quae sentas dicere licet. (Tac., lib. 1, Hist.)

3 Magnarum rerum curas non dissimulatures, qui animum etiam levissimis adverterent. (Tac., lib. 13, ann.)

• Quo magis socordiam eorum irridere libet, qui praesenti potentia credunt extingui posse etiam sequentis aevi memoriam. (Tac., lib. 4, Ann.)

* Non ope humana, uon largitionibus, aut Deum placamentis,

á los oidos del príncipe lo que se murmura dél; pero no que deje de ser murmurado. El príncipe que prohibe el discurso de sus acciones, las hace sospechas, y como siempre se presume lo peor, se publican por malas. Menos se exageran las cosas de que no se hace caso. No queria Vitellio que se hablase del mal estado de las suyas, y crecia la murmuracion con la prohibicion, publicándose peores 6. Por las alabanzas y murmuraciones se ha de pasar, sin dejarse halagar de aquellas ni vencer destas. Si se detiene el príncipe en las alabanzas, y les da oidos, todos procurarán ganalle el corazon con la lisonja. Si se perturba con las murmuraciones, desistirá de lo arduo y glorioso, y será flojo en el gobierno. Desvanecerse con los loores propios es ligereza del juicio. Ofenderse de cualquier cosa es de particulares; disimular mucho, de príncipes; no perdonar nada, de tiranos. Así lo conocieron aquellos grandes emperadores Teodosio, Arcadio y Honorio, cuando ordenaron al prefecto pretorio Rufino que no castigase las murmuraciones del pueblo contra ellos; porque si nacian de ligereza, se debian despreciar; si de furor ó locura, compadecer, y si de malicia, perdonar7. Estando el emperador Cárlos V en Barcelona, le trujeron un proceso fulminado contra algunos que murmuraban sus acciones, para consultar la sentencia con él; y mostrándose indignado contra quien le traia, echó en el fuego (donde se estaba calentando) el proceso. Es de príncipes sabello todo; pero indigna de un corazon magnánimo la puntualidad en fiscaleer las palabras 8. La república romana las despreciaba, y solamente atendia á los hechos 9. Hay gran distancia de la ligereza de la lengua á la voluntad de las obras 10. Espinosa seria la corona que se resintiese de cualquier cosa. O no ofende él agravio, ó es menor su ofensa en quien no se da por entendido. Facilidad es en el príncipe dejarse llevar de los rumores, y poca fe de sí mismo. La mala conciencia suele estimular el ánimo al castigo del que murmura; la segura le desprecia. Si es verdad lo que se nota en el príncipe, deshágalo con la enmienda; si falso, por sí mismo se deshará. El resentirse es reconocerse agraviado. Con el desprecio cae luego la vozil. El senado romano mandó quemar los anales de Cremucio por libres; pero los escondió, y divulgó mas el apetito de leellos, como sucedió tambien á los codicilos infamatorios de Veyento, buscados y leidos mientras fueron prohibidos, y olvidados cuando los dejaron correr 12. La curiodecedebat infamia, quin jussum incendium crederetur. (Tac., lib. 13, Aun.)

6 Prohibiti per civitatem sermones, eoque plures, ac si liceret vera narraturi, quia vetabantur, atrociora vulgabant. (Tac., lib. 3, Hist.)

7 Quoniam si id ex levitate processerit, contemnendum est: si ex insania, miseratione diguissimum: si ab injuria, remittendum. (L. unic., C. Si quis Imp. maledix.)

• Omnia scire, non omnia exequi. (Tac., in vit. Agric.)

9 Facta arguebantur, dicta impunè erant. (Tac., lib. 1, Ann.) 10 Vana à scelestis, dicta à maleficiis diferunt. (Tac., lib. 3, Ann.)

11 Namque spreta exolescunt, si irascare, agnita videntur. (Tac., lib. 4, Ann.)

12 Conquisitis, lectitatisque, donec cum periculo parabantur, mox licentia habendi, oblivionem attulit. Tac., lib. 4, A un.)

sepa lo que pasa en su palacio, en sus consejos y en sus tribunales, donde el temor cierra los labios, y á veces las mercedes recibidas de los ministros con la misma mano del príncipe inducen á callar y aun á encubrir sus faltas y errores, teniéndose por reconocimiento y gratitud lo que es alevosía y traicion; porque la obligacion de desengañar al príncipe engañado 6 mal servido, es obligacion de fidelidad mucho mayor que todas las demás. Esta es natural en el vasallo, las otras accidentales.

S, Y

Considerando las repúblicas antiguas la conveniencia de las sátiras para refrenar con el temor de la infamia los vicios, se permitieron, dándoles lugar en los teatros; pero poco a poco, de aquella reprehension comun de las costumbres se pasó á la murmuracion particular, tocando en el honor, de donde resultaron los bandos, destos las disensiones populares; porque (como dijo el Espíritu Santo) una lengua maldiciente es la turbacion de la paz, y la ruina de las familias y de las ciudades 22. Y así, para que la correccion de las costumbres no pendiese de la malicia de la lengua ó de la pluma, se formó el oficio de censores, los cuales con autoridad pública notasen y corrigiesen las costumbres. Este oficio fué entonces muy provechoso, y pudo mantenerse, porque la vergüenza y la moderacion de los ánimos mantenian su jurisdiccion; pero hoy no se podria ejecutar, porque se atreverian á él la soberbia y desenvoltura, como se atreven al mismo magistrado, aunque armado con las leyes y con la autoridad suprema, y serian risa y burla del pueblo los censores con peligro del gobierno; porque ninguna cosa mas dañosa, ni que mas haga insolentes los vicios, que ponelles remedios que sean despreciados.

sidad no está sujeta á los fueros ni teme las penas; mas se atreve contra lo que mas se prohibe. Crece la estimacion de las obras satíricas con la prohibicion, y la gloria enciende los ingenios maldicientes 13. La demostracion pública deja mas infamado al príncipe, y á ellos mas famosos 14. Así como es provechoso al principe saber lo que se murmura, es dañoso el ser ligero en dar oidos á los que murmuran de otros; porque, como fácilmente damos crédito á lo que se acusa en los demás, podrá ser engañado, y tomar injustas resoluciones ó hacer juicios errados. En los palacios es mas peligroso esto, porque la invidia y la competencia sobre las mercedes, los favores y la gracia del príncipe aguzan la calumnia, siendo los cortesanos semejantes á aquellas langostas del Apocalipsi, con rostros de hombres y dientes de leon 15, con que derriban las espigas del honor. A la espada aguda comparó sus lenguas el Espíritu Santo 16, y tambien á las saetas que ocultamente hieren á los buenos 17. David los perseguia como á enemigos 18. Ningun palacio puede estar quieto. donde se consienten. No menos embarazarán al príncipe sus chismes que los negocios públicos. Elremedio es no dalles oidos, teniendo por porteros de sus orejas á la razon y al juicio, para no abrillas sin gran causa. No es menos necesaria la guarda en ellas que en las del palacio; y destas cuidan los príncipes, y se olvidan de aquellas. Quien las abre fácilmente á los murmuradores, los hace. Nadie murmura delante de quien no le oye gratamente. Suele ser tambien remedio el acarreallos con el acusado, publicando lo que refieren dél, para que se avergüencen de ser autores de chismes. Esto parece que dió á entender el Espíritu Santo cuando dijo que estuviesen las orejas cercadas de espinas 19, para que se lastine y quede castigado el que se llegare á ellas con murmuraciones injustas. Por sospechoso ha de tener el príncipe á quien rehusa decir en público lo que dice á la oreja 20; y si bien podrá esta diligencia obrar que no lleguen tantas verdades al príncipe, hay muchas de las domésticas que es mejor ignorallas que sabellas, y pesa mas el atajar las calumnias del palacio; pero cuando las acusaciones no son con malicia, sino con celo del servicio del príncipe, debe oillas y examinallas bien, estimándolas por advertimiento necesario al buen gobierno y á la seguridad de su persona. Elemperador Constantino animó, y aun ofreció premios en una ley á los que con verdad acusaban á sus ministros domésticos 21. Todo es menester para que el príncipe

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13 Punitis judiciis gliscit auctoritas. (Tac., ibid.)

14 Neque aliud externi Reges, aut qui eadem saevitia usi sunt, nisi dedecus sibi, atque illis gloriam peperere. (Tac., ibid.) 13 Dentes earum sicut dentes leonum erant. (Apoc., 9, 8.) 16 Et lingua eorum gladius acutus. (Psalm. 56, 5.)

17 Paraverunt sagittas suas in pharetra, ut sagittent in obscuro rectos corde. (Psalm. 10, 2.)

18 Detrahentem secretò proximo suo, hunc persequebar. (Psalm. 100, 5.)

19 Sepi aures tuas spinis. (Eccl., 28, 28.)

20 Et hanc velim generalem tibi constituas regulam, ut omnem, qui palam veretur dicere, suspectum habeas. (S. Bern., lib. 4, de cons. ad Eug., cap. 6.)

21 Si quis est cujuscumque loci, ordinis, dignitatis, qui se in

Como se inventó la censura para corregir las costumbres, se inventó tambien para los bienes y haciendas, registrando los bienes y alistando las personas; y aunque fué observada con beneficio público de las repúblicas griegas y latinas, seria agora odiosa y de gravísimos inconvenientes; porque el saber el número de los vasallos y la calidad de las haciendas, sirve solamente para cargallos mejor, con tributos. Como á pecado grave castigó Dios la lista que hizo David del pueblo de Israel 23. Ninguna cosa mas dura ni mas inhumana, que descubrir con el registro de los bienes y cosas domésticas las conveniencias de tener oculta la pobreza, y levantar la invidia contra las riquezas 24, exponiéndolas á la cudicia y al robo. Y si en aquellas repúblicas se ejer

quemcumque Judicum, Comitum, Amicorum, et Palatinorum meorum aliquid veraciter, et manifestè probare posse contidit, quod non integrè atque justè gessisse videatur, intrepidus atque securus audeat, interpellet me, ipse audiam omnia, ipse cognoscant, et si fuerit comprobatum, ipse me vindicabo. (L. 4, C. de accus.)

22 Susurro et bilinguis maledictus: multos enim turbavit pacem habentes. Lingua tertia multos conmovit, et dispersit illes de gente in gentem civitates muratas divitum destruxit, et domos magnatorum effodit. (Eccl., 28, 15.)

25 Percussit autem cor David eum, postquam numeratus est populus, et dixit Davit ad Dominum: Peccavi valde in hoc facto. (2, Reg., 24, 10.)

24 Quid enim tam durum, tamque inhumanum est, quam pu

citó la censura sin estos inconvenientes, fué porque la | recibieron en su primera institucion, ó porque no estaban los ánimos tan altivos y rebeldes á la razon como en estos tiempos.

blicatione, pompaque rerum familiarium, et paupertatis detegi utiJitatem, et invidiae exponere divitias. (L. 2, C. quand. et quib. quart. pars.)

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El símbolo desta empresa quisiera ver en los pechos gloriosos de los príncipes, y que, como los fuegos artificiales arrojados por el aire imitan los astros y lucen desde que salen de la mano hasta que se convierten en cenizas, así en ellos (pues los compara el Espíritu Santo á un fuego resplandeciente 1) ardiese siempre el deseo de la fama y la antorcha de la gloria 2, sin reparar en que la actividad es á costa de la materia, y que lo que mas arde, mas presto se acaba; porque, aunque es comun con los animales aquella ansia natural de prorogar la vida, es en ellos su fin la conservacion, en el hombre el obrar bien. No está la felicidad en vivir, sino en saber vivir. Ni vive mas el que mas vive, sino el que mejor vive; porque no mide el tiempo la vida, sino el empleo. La que como lucero entre nieblas, ó como luna creciente, luce á otros por el espacio de sus dias con rayos de beneficencia3, siempre es larga; como corta la que en sí misma se consume, aunque dure mucho. Los beneficios y aumentos que recibe del principe la república, numeran sus dias 4. Si estos pasan sin hacellos, los descuenta el olvido 5. El emperador Tito Vespasiano, acordándose que se le habia pasado un dia sin hacer bien, dijo que le habia perdido. Y el rey don Pedro de Portugal 6, que no merecia ser rey el que cada dia no hacia merced ó beneficio á su reino. No hay vida tan corta, que no tenga bastante espacio para obrar generosamente. Un breve instante resuelve una accion heróica, y pocos la perficionan. ¿Qué importa

! Quasi ignis effulgens. (Eccl., 50, 9.)

* Fax mentis honestae gloria. (Sil.)

3 Quasi stella matutina in medio nebulae, et quasi luna plena

ia diebus suis lucet. (Ecl., 50, 6.)

Bonae vitae numerus dierum; bonum autem nomen permanebit in aevum. (Ecl., 41, 16.)

5 Et numerus annorum incertus est tyranidis ejus. (Job, 15, 20.) Mar., Hist. Hisp.

que con ella se acabe la vida, si se transfiere á otra eterna por medio de la memoria? La que dentro de la fama se contiene, solamente se puede llamar vida; no la que consiste en el cuerpo y espíritus vitales, que desde que nace, muere. Es comun á todos la muerte, y solamente se diferencia en el olvido ó en la gloria que

deja á la posteridad. El que muriendo substituye en la fama su vida, deja de ser, pero vive. Gran fuerza de la virtud, que á pesar de la naturaleza, hace inmortalmente glorioso lo caduco. No le pareció á Tácito que habia vivido poco Agrícola, aunque le arrebató la muerte en lo mejor de sus años, porque en sus glorias se prolongó su vida 7.

No se juzgue por vana la fama que resulta después de la vida, que, pues la apetece el ánimo, conoce que la podrá gozar entonces. Yerran los que piensan que basta dejalla en las estatuas ó en la sucesion; porque en aquellas es caduca, y en esta ajena, y solamente propia y eterna la que nace de las obras. Si estas son medianas, no topará con ellas la alabanza, porque la fama es hija de la admiracion. Nacer para ser número, es de la plebe; para la singularidad, de los príncipes. Los particulares obran para sí, los príncipes para la eternidad 8. La cudicia llena el pecho de aquellos, la ambicion de gloria enciende el de estos 9.

Igneus est nostris vigor, et coelestis origo principibus.

(Virg.)

7 Quamquam medio in spatio integrae aetatis ereptus: nam quantum ad gloriam longissimum aevum peregit. (Tac., in vit. Agric.)

8 Caeteris mortalibus in eo stare consilia, quid sibi conducere putent Principum diversam esse sortem, quibus praecipua rerum ad famam dirigenda. (Tac., lib. 4, Ann.)

9 Argentum quidem, et pecunia est communis omnium possessio; at honestum, et ex eo laus et gloria, Deorum est, aut eorum, qui à Diis proximi censentur. (Polybius.)

no sabia lo que habia de escribir), que tembló y quedó descoyuntado 13; pero si á Dios ó á la fama pierden el respeto, no podrán acertar, porque en despreciando la fama, desprecian las virtudes. La ambicion honesta teme mancharse con lo vicioso ó con lo injusto. No hay fiera mas peligrosa que un príncipe á quien ni remuerde la conciencia ni incita la gloria; pero tambien peligra la reputacion y el Estado en la gloria, porque su esplendor suele cegar á los príncipes, y da con ellos en la temeridad. Lo que parece glorioso deseo, es vanidad ó locura, que algunas veces es soberbia, otras invidia, y muchas ambicion y tiranía. Ponen los ojos en altas empresas, lisonjeados de sus ministros con lo glorioso, sin advertilles la injusticia é inconvenientes de los medios; y hallándose después empeñados, se pierden. Y así, dijo el rey don Alonso 14 que « soberanas honras, é sin pro, non debe el Rey cobdiciar en su corazon, antes se debe mucho guardar dellas, porque lo que es además, non puede durar, é perdiéndose, é menguando, torna en deshonra. E la honra que es desta guisa, siempre previene daño della al que la sigue, nasciéndole ende trabajos é costas grandes, é sin razon, menoscabando lo que tiene por lo que cobdicia aver». Aquella gloria es segura, que nace de la generosidad y se contiene dentro de la razon y del poder.

Un espíritu grande mira á lo extremo: ó á ser César ó nada, ó á ser estrella ó ceniza. No menos lucirá esta sobre los obeliscos, si gloriosamente se consumió, que aquella, porque no es gran espíritu el que, como el salitre preparado y encendido, no gasta aprisa el vaso del cuerpo. Pequeño campo es el pecho á un corazon ardiente. El rey de Navarra Garci-Sanchez temblaba al entrar en las batallas, y después se mostraba valeroso. No podia sufrir el cuerpo el aprieto en que le habia de poner el corazon. Apetezca pues el príncipe una vida gloriosa, que sea luz en el mundo 10; las demás cosas fácilmente las alcanzará la fama, no sin atencion y trabajo 11. Y si en los principios del gobierno perdiere la buena opinion, no la cobrará fácilmente después. Lo que una vez concibiere el pueblo dél, siempre lo retendrá. Ponga todo su estudio en adquirir gloria, aunque aventure su vida. Quien desea vivir, rehusa el trabajo y el peligro, y sin ambos no se puede alcanzar la fama. En el rey Marabodo, echado de su reino y torpemente ocioso en Italia, lo notó Tácito 12. De tal suerte la de navegar el príncipe en la bonanza y en las borrascas de su reinado, que se muestre siempre luciente el farol de la gloria, considerando (para no cometer ni pensar cosa indigna de su persona) que della y de todas sus obras y acciones ha de hablar siempre y con todas las naciones la historia. Los príncipes no tienen otros superiores sino á Dios y á la fama, que los obliga á obrar bien por temor á la pena y á la infamia; y así, mas temen á los historiadores que á sus enemigos; mas á la pluma que al acero. El rey Baltasar se turbó tanto de ver armados los dedos con la pluma (aunque

10 Sic luceat lux vestra coram hominibus, ut videant opera vestra bona. (Matth., 5, 16.)

11 Caetera Principi statim adsunt: unum insatiabiliter parandum, prospera sui memoria, (Tac., lib. 4, Ann.)

12 Consenuitque multum imminuta claritate, ob nimiam vivendi cupidinem. (Tac., lib. 2, Ann.)

Siendo la fama y la infamia las que obligan á obrar bien 15, y conservándose ambas con la historia, conviene animar con premios á los historiadores, y favorecer las imprentas, tesorerías de la gloria, donde sobre el depósito de los siglos se libran los premios de las hazañas generosas.

13 Facies Regis commutata est, et cogitationes ejus conturbabant eum et compages renum ejus solvebantur, et genua ejus ad se invicem collidebantur. (Daniel, 5, 6.)

14 L. 3, tit. 3, part. 2.

15 Ad cogitationem post se futurorum plerique gravius moventur. (Quint., declam. 274.)

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