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milas, collares, coronas, anillos, sellos; toda suerte de utensilios, instrumentos de artes liberales ó mecánicas; y finalmente, cualesquiera cosas, aun desconocidas, reputadas por antigüas, ya sean púnicas, romanas, cristianas, ya godas, árabes y de la baja edad.

Continuando pues este fomento, esta proteccion á las letras hasta los últimos años de este segundo período, tal vez mas pronunciado aún que en el primero, al catálogo de obras científicas y literarias que en aquél salieron á luz y de que dimos en el citado capítulo VI una ligera muestra, podríamos añadir ahora otro mas largo y numeroso de las que en los primeros siete años de este siglo se dieron á la estampa, sobre los diversos ramos del saber humano, si nuestra mision fuera ha cer la historia literaria de aquella época, y no la de apuntar solamente lo que baste para conocer su espíritu. En este concepto cúmplenos indicar, que la geografía, las matemáticas, la astronomía y otras ciencias análogas se ilustraron con las producciones de hombres tan doctos como Antillon, Giannini, Lopez, Chaix, Rodriguez Gilman, y Padilla. La historia de la marina española y de sus varones ilustres ocupó la fecunda pluma de Vargas Ponce, y los estudios elementales de aquel ramo fueron tratados con maestría por don Gabriel Ciscar, ilustre marino y uno de los sábios que concurrieron á París á establecer el tipo universal de los pesos y medidas, sobre lo cual escribió tambien. una memoria fundada en el sistema decimal. Escolar,

La Ruga, y Llaguno, publicaban obras sobre economía política, y sobre materias de comercio, aranceles, fabricacion y minas. Daba Mazarredo de los Rios un tratado de navegacion, las tablas logarítmicas y los métodos para calcular las longitudes; y escribian sobre estas y otras parecidas materias Alcalá Galiano, Lopez Royo, y Macarte. La química, la botánica, la farmacia y la medicina tuvieron cultivadores como Piguillon, los hermanos Boutelou, Lacaba, Isaura, Garnerio, Galvez, Pabon, Ruiz, Rojas Clemente, Lagasca, y otros, ademas de los ya mencionados y célebres Mutis y Cavanilles, que enriquecieron estas ciencias con obras, ya originales, ya traducidas.

Este mismo movimiento, esta misma actividad se observa, con éxito mas ó menos feliz, en otros ramos del saber. Bosarte comenzaba la publicacion de su Viage artístico á varios pueblos de España, y Villanueva llegaba ya al tercer tomo de su Viage literario á las iglesias del reino. Cárlos Andrés iba ya en el noveno de la traduccion del Orígen, progresos y estado de toda la literatura, de su hermano el abate Juan Andrés. La filologia y la ideologia eran tratadas por hombres tan entendidos como don Ramon de Campos y don Lorenzo Hervás, y se completaba el Teatro histórico y crítico de la elocuencia española. Al mismo tiempo que se hacian colecciones de Pláticas dogmático-morales, y se traducian las Conferencias eclesiásticas de Angers, y el Catecismo de Pouget, publicaba Pellicer un Tratado his

tórico sobre el orígen y progresos de la comedia y del histrionismo en España, y García de Villanueva escribia sobre el Orígen, épocas y progresos del teatro español. Escusado es ponderar lo que en elegancia y buen gusto, en brio y robustez mejoró la poesía en aquella época, estando, como están, tan presentes y tan grabados en la memoria de nuestros contemporáneos asi los nombres como las bellas y envidiables producciones de Melendez, de Jovellanos, de Moratin, de Cienfuegos, de Arriaza, de Sanchez, de Maury, de Reinoso, de Trigueros, de Mor de Fuentes, de Arjona, de Gallego, de Lista y de Quintana, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros, y aun hemos tenido la fortuna de poderlos contar entre nuestros amigos. Escritores no menos ilustres tenia la ciencia del derecho, de algunos de los cuales hemos hecho mérito en el principio de este capítulo, y la literatura histórica nos dejó en herencia investigadores laboriosos y entendidos, y críticos de gran valía que tambien hemos tenido ocasion de mencionar.

No queremos fatigar más á nuestros lectores, ni faltar á nuestro propósito de concretarnos á trazar un sucinto bosquejo, tál como pudiera bastar para formar juicio, sobre el movimiento intelectual de este reinado "". Debemos, sí, observar que hasta cierto pun

(1) Por lo mismo deberá dispensársenos si hemos omitido otros nombres tan dignos como los que hemos citado, puesto que

hemos mencionado solo los que nos han venido mas fácilmente á la memoria, sin ánimo ni intencion de privar á otros del lugar

to no deja de ser exacto el juicio de uno de los ilustrados académicos que citamos al principio, cuando dice: <no se verá ya en los escritos de est os nuevos políticos ni el mal gusto literario, ni la vulgar y empalagosa erudicion, ni las cansadas divagaciones, ni el apego á los detalles minuciosos y de poco valer que todavía deslustraban muchos de la misma clase publicados en el anterior reinado. Habia en aquél mas erudicion que filosofía, mas paciencia para reunir los hechos que sagacidad para apreciarlos, y deducir de su exámen consecuencias generales; ántes la constancia del compilador que el espíritu analítico del crítico, y primero el detenimiento en los pormenores que las apreciaciones generales y el buen ordenamiento del conjunto. Ahora encontramos otra importancia en las miras, la intencion filosófica que las dirige, mejor eleccion en las tareas; las apreciaciones útiles que ántes desaparecian en la balumba de las citas y de las controversias fatigosas, y de la erudicion prodigada sin tasa ni medida, para sacar del olvido hechos sin consecuencia, ó dar cierto valor á cosas fútiles y valadíes (").» Habria no obstante, si en este exámen entrásemos, que hacer no pocas y muy honrosas escepciones en favor de es

que por su mérito les corresponde en la galería literaria de aquella época. Tampoco hemos citado sino algunas obras que al paso nos han ocurrido, pues fuera prolija tarea, y no muy propia de la índole de nuestro trabajo, enumerar las muchas de mas ó me

nos interés, mérito y utilidad que en los diversos y múltiples ramos del saber aquellos y otros ingenios produjeron.

(1) Caveda, Estado político, económico é intelectual del reinado de Carlos IV.

critores muy profundos y filosóficos del reinado anterior, á quienes esta crítica no podria ser aplicada. Hay, sí, que reconocer que si este movimiento literario puede parecernos hoy reducido é incompleto, relativamente al que en nuestros dias se ha desenvuelto y hemos alcanzado, fué el mas cumplido que entonces el estado de las luces permitia, y admirable atendida la situacion económica y política del reino.

Con este progreso intelectual guardaban consonancia ciertas reformas que se emprendieron, y ciertas medidas que se tomaron para corregir abusos ó costumbres perjudiciales, y que prueban se marchaba en la vía de la civilizacion y la cultura. Cárlos III, á pesar de lo mandado en su real cédula de 3 de abril de 1787, no habia logrado desterrar la nociva costumbre de sepultar los cadáveres dentro de los templos. Abrigando aquel mismo deseo los hombres del gobierno de Cárlos IV, supieron aprovechar la consternacion y el espanto de los pueblos producido por las epidemias y la mortandad de los primeros años del siglo, para persuadirles de la conveniencia de construir cementerios ó campos santos en sitios ventilados fuera de las poblaciones, inclinarlos á adoptar esta reforma saludable, é ir deponiendo la añeja preocupacion, sostenida por un fondo de mal entendida piedad, de mirar como una profanacion el enterrar fuera de las iglesias. Asi fué que las reales órdenes é instrucciones de 26 de abril y 28 de junio de 1804, mandando proceder á la cons

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