Imágenes de páginas
PDF
EPUB

estaban siguiendo en las provincias del Norte por haberse dado asilo á Renovales. No acogió mal el rey, según parece, estas indicaciones, hijas de una ilustrada y previsora lealtad; pero Lozano de Torres puso en juego todos los resortes de su artificioso carácter hasta conseguir que se examinara el asunto por otra nueva junta compuesta de personas de quienes basta decir que fueron elegidas por él y que merecían serlo. Tales son los motivos y la explicación que hemos podido hallar á esta persecución ruidosa, hija al parecer de intrigas palaciegas.

Probablemente se habría prolongado por mucho tiempo el destierro de Heredia en Almería, si no hubiera sobrevenido el restablecimiento de la Constitución de Cadiz, proclamada por el ejército de la Isla, y jurada por el monarca, más que de grado por debilidad y miedo. Al mismo tiempo que la noticia de haberse planteado de nuevo en toda la Península las instituciones liberales, llegó á sus manos una real orden restituyéndole la libertad, y permitiéndole establecerse donde más le conviniera.

Aprovechándose de esta reparación inesperada que le ofrecía un régimen político de que no era por otra parte apasionado, regresó á Madrid donde le llamaban relaciones antiguas y el género de vida á que estaba acostumbrado.

Apenas figuró, si es que fué algo, en los tres años de este segundo período constitucional. Andaban entonces oscurecidos y mal vistos los hombres con quienes estaba más estrechamente ligado en ideas y amistad; no inspiraba suficiente confianza á los que entonces bullian y medraban, ni los errores y desafueros de la época, y su instabilidad y próximo hundimiento podían ocultarse al juicio claro y perspicaz de don Narciso Heredia, para

que se afanase mucho por tener participación en los negocios.

Algo le debió, con todo, al Gobierno Constitucional, si bien por anteriores servicios que no tenían relación con su sistema. En Octubre de 1820 se le concedió la Gran cruz de la orden americana de Isabel la Católica, significando que se premiaban con ella los distinguidos méritos y servicios contraídos en las negociaciones diplomáticas relativas á las provincias de Ultramar, en que había entendido desde 1801. Y como todavía la realización del tratado de las Floridas exigiese su asistencia y trabajos así para la fijación de límites ó línea divisoria entre las provincias españolas y las anglo-americanas, como para todo lo relativo á la defensa de la frontera y reconocimiento de las costas, se le hizo individuo y presidente de una junta consultiva, creada para entender en uno y otro objeto. Esta ocupación unida al desempeño de una de las plazas de la junta de gobierno del Monte Pio Militar en clase de ministro togado, que vino á recaer en él como individuo del extinguido Consejo Supremo de la Guerra, fueron los únicos asuntos en que tomó parte durante la época constitucional.

Despeñábase ésta con pasmosa rapidez hacia su fin, realizando el triste desengaño de que los males y abusos. de la monarquía pura, si bajo algún aspecto desaparecían y cesaban, eran igualados, cuando no sobrepujados, por otros nuevos sin límites ni freno que las revoluciones abortan siempre en su carrera: dura enseñanza que prolongándose hasta nuestros días con abrumador cortejo de males y desgracias, hubiera debido producir mejores resultados si la Providencia no llevase inflexiblemente la ley de la expiación hasta su término.

El régimen constitucional combatido por todos lados

al impulso de armas extrañas y de esfuerzos intestinos auxiliados como de consuno por los escándalos y desaciertos de sus jefes y prohombres en el último período, se desplomó entre la maldición de los amigos, el escarnio de los adversarios, y el humillante desdén de la retada Europa; tal debía de ser su suerte, y tales à vueltas de su suerte, su condenación y su castigo. Si el oficio del biógrafo no fuera el de narrar más bien que el de juzgar, nosotros pediríamos á esos hombres, que también hoy influyen y dominan por desgracia, estrechisima y severa cuenta de sus actos; pero seria usurpar, saliendo de nuestro circulo modesto, sus fueros y derechos á la historia.

Derrocada, pues, la Constitución de Cadiz, expedido el decreto monstruosamente reaccionario de primero de Octubre que anuló de una plumada todos los actos legislativos y gubernativos consumados en tres años anteriores, proclamado Fernando VII entre venganzas, persecuciones y rencores el Monarca más absoluto del orbe, fuéle ya preciso organizar un ministerio que pugnara por esclarecer y desembrollar algún tanto el caos político en que se hallaba la nación como resultado de tantos sacudimientos y trastornos. A este fin y cediendo en parte á los reiterados consejos de la Francia, su aliada, dió de mano á los ministros que habían sido instrumento de sus iras en los primeros meses de la reacción; y los sustituyó con un gabinete compuesto de personas que profesaban opiniones templadas y hasta cierto punto conciliadoras. Cúpole en este gabinete el ministerio de Gracia y Justicia á D. Narciso de Heredia, (ya conde de Ofalia por su segundo enlace) (1) que debió su nom

(1) Sigue usando este título después de la muerte de su

[ocr errors]

bramiento á D. Antonio Ugarte, hombre de cortos alcances y apelmazado juicio, pero de grande influencia con el rey; los otros ministerios recayeron en el marqués de Casa-Irujo, de quien hemos hablado anteriormente, el acreditado rentista Ballesteros y los generales Cruz y Salazar. Habiendo fallecido pocos días después CasaIrujo, pasó el conde á la Secretaría de Estado, ocupando su lugar en la de Gracia y Justicia D. Francisco Tadeo Calomarde.

Aquel ministerio y en especial el conde y el general Cruz propendían á que se concediese una amnistia general con limitadas excepciones relativas á algunos de los que habían emigrado del reino; solo de esta manera creían asequible una tranquilidad duradera, calmada algún tanto la efervescencia de los ánimos después de la victoria. Siguiendo esta idea se acordó una ley parcial de amnistia, á fin de tentar el vado y preparar el camino para medidas ulteriores en el mismo sesgo. Mas hubo de atajarlos en su buen propósito un obstáculo que no era difícil antever. Alarmados los ultra-realistas con la tendencia del gobierno y siendo ellos los más poderosos en fuerza de las circunstancias, no perdonaron medio de arruinarle é hicieron suyo el valimiento decisivo de Ugarte, infundiendo en su ánimo temores y sospechas que comenzaron á ponerle en desacuerdo con el Conde hasta dar ocasión y motivo á su caída.

Habían ocurrido en una reunión del Consejo de Ministros, de que era secretario Ugarte, ciertas contestaciones harto acaloradas á sazón de que el rey se hallaba

segunda esposa, porque lo previno así una real orden atendiendo á que es conocido fuera de España como diplomático bajo esta denominación, como ya dijimos en otro lugar.

en Cuenca, y sin más plazo que el preciso para la ida y vuelta del parte diario, vino la exoneración del Conde y su confinamiento á la plaza de Almería. No era él por cierto el hombre de Estado que anhelaban para sus fines los llamados apostólicos. Se le acusó entonces de no sabemos qué conatos y tentativas para cambiar la forma de gobierno; pero es bien seguro que nada estaba más distante de su ánimo ni más fuera de sus ideas como ministro y hombre público.

Por lo demás como el odio de los ultra-realistas era el odio ciego y mortal del fanatismo, este segundo destierro puso en grave riesgo la existencia del ex-ministro. Había recibido avisos que luego resultaron ciertos, de que se trataba de atropellarle en el camino, y así lo expuso, aunque sin utilidad y fruto.

Caminaba en su coche amparado por una escolta de caballería que debió á la atención del Capitán General de Granada, cuando á distancia de dos leguas y media de Almería, cerca de la villa de Gador y en los momentos de haber oscurecido, aparecieron emboscados en una arboleda á la orilla del río como unos cuarenta hombres. Diéronles el quién vive y á pesar de haber respondido el comandante de la partida en términos regulares, y enseñado su pasaporte, le llenaron de insultos, hicieron apear al Conde violentamente, despojaron á la escolta de sus armas y caballos, y poniéndoles á cada instante los fusiles al pecho, los llevaron en esta forma hacia Gador, repitiendo á cada paso que eran voluntarios realistas de Almería y tenían orden de su gobernador para conducir preso al ex-ministro, aun cuando llevase pasaporte de S. M. mismo. Pero como no fuesen los realistas de Almería los únicos que estaban en acecho para prender al Conde, sucedió que otra partida

« AnteriorContinuar »