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puestas á sus lados en dos alas, y la del Salvador del mundo arrimada á la pilastra que divide las hojas de la puerta; preciso es observar aún más atentamente el exquisito relieve de San Ildefonso recibiendo de la Virgen la santa vestidura, que dignamente llena el testero del arco, para comprender el movimiento y emulación que allí hervía por los años de 1418 entre los artistas empleados en los ricos detalles de la fachada. Sobre el activo enjambre de entalladores y estatuarios, todos ellos conocidos por el nombre, descuella el de Álvar Gómez, que al parecer dirigía los trabajos; y en los libros de fábrica apenas se habla sino de imágenes y tabernáculos, de entablamientos y torrejones (1). Transcurrió sin embargo la edad de oro de la gótica arquitectura sin ver terminada todavía su admirable obra, donde no sólo el siglo XVI en su mitad primera, sino hasta el xviii en el ardor de su reacción exclusivista se atrevieron á poner la mano con la presunción de mejorarla y darle complemento. En efecto, más allá del frontispicio, que arrancando del arquivolto exterior de la portada resalta sobre el lienzo bordado de arquería, sólo aparecen cuerpos reformados ó añadidos, que á pesar de sus esfuerzos

(1) De estas obras hallamos mención repetida en el libro 1418 y siguientes. Consta en ellos la cuenta detallada de los artífices, cuyo trabajo se medía por cuerdas, y á veces el precio de cada obra en particular: el maestro Álvar Martínez presentó un tabernáculo por 600 mrs. y dos entablamientos de encima de los torrejones; el aparejador Alonso Fernández de Sahagún otro tabernáculo por igual precio y dos imágenes de profetas á 200 reales cada una; el pedrero Miguel Ruiz á más de otro tabernáculo una imagen por 500 mrs.: la piedra se sacaba de las canteras de Regachuelo y Miraglo. Entre los que á 25 de Junio del citado año asentaron en la puerta del Perdón, nómbranse los pedreros Pedro Gutiérrez, Antonio López, Álvar Gómez, Ferrán Gómez, y Alonso Díaz; y en otros parajes se menciona al maestro Álvar Martínez, á los aparejadores Alonso Ferrández, Diego Martínez, García Martínez y Juan Alonso, hijo de Fernando Alonso. Á los ya citados añade Ceán Bermúdez los nombres de Álvar González, aparejador de la cantera de Olihuelas, Cristóbal Rodríguez, Juan Fernández, Alonso Rodríguez, Juan Rodríguez, Martín Sánchez, Diego Fernández, Francisco Díaz, Pedro Rodríguez, Juan Ruiz, Juan Sánchez, Ferrán Sánchez, Alvar Rodríguez y Ferrán García. Debieron los trabajos adelantarse mucho, pues en el mismo libro de 1418 se trata ya de limpiar las gargolas de la puerta del Perdón y de poner el león y las ruedas para el bacín del agua frente la capilla de Ntra. Sra. de la Estrella (la del trascoro). Los libros de fábrica anteriores al 1418, si es que los hubo, no se conservan; por esto no existe noticia detallada de las obras más antiguas.

de imitación destruyen la unidad armónica del conjunto. Al menos las bellas estatuas del apostolado presidido en el centro por Jesucristo como en la cena, templan la clásica desnudez de la galería cuyos nichos ocupan en el segundo cuerpo; y las dos ojivas que avanzan formando ángulo en el tercero para dar luz á la gran claraboya, hacen perdonar la moderna balaustrada de su remate, á cuyo extremo se eleva la figura de Santa Leocadia: pero nada disimula la frialdad del frontón greco-romano, que con sus piramidales acroterias corona el edificio. Y en verdad que no debía aún esperarse tanto de la época de 1787, y que D. Eugenio Durango, autor de la restauración, mostró más respeto ó tolerancia siquiera con la gótica barbarie que la mayor parte de sus contemporáneos.

Del pavoroso relieve esculpido sobre la puerta del derecho lado, toma ésta el nombre del Juicio, y la otra por contraposición acaso el del Infierno (1), ambas guarnecidas en sus tres arquivoltos por figuras y doseletes nada inferiores en belleza á los de la principal. Sus dos cuerpos superiores se elevan á menor altura que los del centro; y por su disonancia menos notable con el gusto de las portadas, parecen formar parte de la obra que en 1530 se continuó á impulso del arzobispo Fonseca. Los nichos de la galería que cobijan á cada lado cinco estatuas de reyes y de santos, se abren en arcos de tres curvas según el estilo de la gótica decadencia, y el orden jónico de su tercer cuerpo lleva por remate una faja de calados arabescos. Igual adorno ciñe los robustos machones istriados y adornados de estatuas en sus tres frentes, que con grandioso efecto se desprenden de la fachada.

Agrúpanse con ella pintorescamente las dos soberbias construcciones que al uno y al otro lado se levantan, dignas cada una por sí sola del homenaje de un artista: á la izquierda la torre puesta de pié, majestuosa y esbelta, rasgando los aires con su

(1) Ésta se llama también de la Torre por su proximidad á ella; y la del Juicio es más conocida con el nombre de la de Escribanos, y antiguamente de David.

agudo chapitel; á la derecha la grave cúpula anchamente sentada sobre los pardos muros de la mozárabe capilla. Cuadrado y con dobles estribos en sus ángulos el primer cuerpo de la torre, sobrepuja él solo notablemente al resto del edificio; y varios compartimientos sobrepuestos adornan la robustez maciza de sus

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muros, empezando desde la altura de las portadas: en el inferior prolongados recuadros, gótica arquería en el segundo, aplanados arcos en el tercero, y en el cuarto dos ventanas por lado abiertas en semicírculo entre las cuales asienta una estatua, constituyen los diversos órdenes en que la vista sucesivamente tropieza hasta la cornisa de gruesos modillones y el calado antepecho de su remate. Desde allí y entre cuatro agujas de crestería colocadas en los ángulos, sube en forma octógona el segundo cuerpo; y los delicados pilares que flanquean sus aristas, y los arbotantes

que sostienen su empuje afianzados por aéreos botareles, y las ojivas que taladran sus ocho frentes, cuajadas de arabescos en su parte superior y partidas por una columna que estriba sobre redondos arcos, y los agudos frontones que las coronan erizados de follajes y rematando en florón al pié de las ménsulas recortadas en semicírculo, y las graciosas labores de su segundo antepecho, todo imita el sutil y primoroso trabajo de aquellas joyas de filigrana con que enriquecían el tabernáculo los primorosos plateros del siglo xv. Cúpole por suerte á la torre nacer en esta época venturosa y deber su ornato quizás á las manos mismas que esculpieron la contigua portada (1): no así el chapitel también octogono y piramidal, que incendiado en 1680 ha sufrido. distintas reparaciones; y sin embargo, los tres círculos de rayos que lo ciñen á manera de tiara, y las bolas engarzadas en su delgadísima veleta, prestan al moderno remate una feliz originalidad (2).

Colateral al basamento de la torre es el primer cuerpo cuadrado de la capilla mozárabe, coronado gentilmente por doble franja de trepados encajes; y de su centro se levanta la octógona cúpula cuyos lados adornan dos elegantes ventanas góticas, marcadas todas encima del arco con las armas del inmortal Cisneros, cuyos ángulos refuerzan ocho pilares, y cuya frente ciñe otro

(1) La fábrica de la torre, principiada hacia 1380 en tiempo del arzobispo Tenorio y terminada en 1440, corría por los años de 1425 bajo la dirección del aparejador Álvar Gómez, distinguiéndose á sus órdenes los adornistas Pedro Gutiérrez Nieto, Alonso Gómez, Juan Ruiz, Garcia Martínez y Diego Rodríguez. Según los libros de aquel año, la piedra se sacaba de las canteras de Guadajaraz. Al mismo tiempo se habla en ellos de la torre del reloj, y de las imágenes con que debía adornarla Gutiérrez Nieto, y de la nueva máquina que construía frey Pedro, maestro de relojes. Dícese que antiguamente señalaba las horas un gigante armado con una clava.

(2) Tiene la torre 329 piés de altura repartidos en esta forma: 174 el primer cuerpo, 70 el segundo y 85 el chapitel juntamente con la cruz. Encierra en sus dos cuerpos hasta doce campanas, de las cuales la llamada Calderona data de 1479, distinguiéndose sobre todas la famosa de San Eugenio, que fundida por primera vez en 1569, la segunda en 1637 por Pedro de la Sota, la tercera en 1753 por Alejandro Gargollo, y aumentando cada vez de volumen, pesa 1543 arrobas, y aunque rajada atruena con su terrible vibración.

rico antepecho calado sobre el cual se mecen agujas de crestería. En aquel punto dejó la obra suspendida hacia 1519 el famoso Enrique Egas, quien después de inaugurar en el hospital de Santa Cruz el nuevo estilo plateresco, quiso dejarnos al parecer en esta construcción una muestra de su destreza y primor en el antiguo (1). En 1631 vino Jorge Theotocópuli, hijo del célebre Greco, y aplastó con un macizo cuerpo dórico vestido de pilastras y recuadros aquella graciosa ligereza, y asentó sobre él la media naranja pesada por su desnudez á pesar de la regularidad de sus líneas; y aunque en parte corrigió su mal efecto cerrándola con airosa linterna, todavía contrasta desairadamente la mitad posterior de la cúpula con su mitad primera, separadas tan sólo por el intermedio de un siglo.

Si entrada suntuosa descubren hacia poniente los piés del magnífico templo, grave la presentan al norte é incomparablemente bella al mediodía los brazos de su crucero, notándose bien marcada entre ambas puertas de la Feria y de los Leones la diversidad de las dos épocas que en el interior del edificio á menudo veremos hermanadas, la de su fundación primera en el siglo XIII, la de su complemento y ornato en el xv. Rudo aún é inexperto el arte gótico abrió la grandiosa ojiva de la puerta de la Feria, cubriendo el arquivolto exterior de historias del Viejo Testamento toscamente figuradas, los tres arcos en degradación de multitud de ángeles y ancianos bajo doseletes, y el testero del fondo con cuatro filas de relieves divididos por repisas, cuyas figuras procesionalmente colocadas, sin arte en los grupos, sin proporción en las formas, pero con cierta belleza á veces en el semblante, representan á su modo varios misterios de la Virgen y del Niño-Dios. De las estatuas que flanquean el ingreso sólo permite ver un moderno cancel á una reina con un libro, un palafrenero llevando tres caballos de las riendas y á dos mujeres

(1) Á las órdenes de Egas trabajaron Juan de Arteaga y Francisco Vargas, á quienes en 1503 habían precedido los alharifes moriscos Mohamad y Farax.

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