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Parte septentrional de la provincia de Toledo: sierras que la separan de Ávila y Extremadura. Illescas: Consuegra (a)

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E levante á poniente, siguiendo la di

rección del caudaloso Ta

jo, dilátase la circunscrita zona, donde tan sólo domina hoy como capital la que antes lo fuera de tan vasta

monarquía. Al norte y al Este sus términos apenas se distinguen de las llanuras de Madrid y de la tierra baja de Cuenca, que se

(a) Los doce partidos en que está dividida la provincia son, además de la capital, Escalona, Illescas, Lillo, Madridejos, Navahermosa, Ocaña, Orgaz, Puente del Arzobispo, Quintanar de la Orden, Talavera y Torrijos.

desmembraron de su antiguo reino; mientras que al sur una prolongada cordillera la divide de la espaciosa Mancha, cruzándose hacia dentro en cien ramales, que forman los ásperos montes de Toledo. Su frontera occidental, aislándola de Extremadura y de la Vieja Castilla con doble parapeto, se afianza como en fuertes estribos, por un lado en la sierra de Ávila, por otro en la de Guadalupe. Polvorosos campos y difíciles quebradas, rasos horizontes y enmarañadas selvas, vienen desde las extremidades á fundirse gradualmente en el centro de la provincia, y como á deponer sus diferencias y á rendir homenaje al pié de los muros de la ciudad imperial. Humilde sin duda es la corte que le hacen las villas comarcanas; pero se consuela al menos con prestarles su luz cual á dóciles planetas, resumiendo su pasada historia y su importancia presente, sin que ninguna insulte con improvisado fausto la decaída grandeza de la metrópoli.

Las hay, sí, que con cierto brillo la reflejan aun en medio de su actual abatimiento. Á la mitad del camino, que corre doce leguas desde la antigua hasta la nueva corte, dejando á la derecha la populosa Bargas, y á la izquierda la amena Olías, no distante de Magán, ambas llenas de generosos recuerdos del rey conquistador (1), levanta Illescas la excelsa torre de su parroquia adornada con numerosos órdenes de ventanas y relieves arabigos, y por bajo de dos arcos del mismo carácter introduce á su despoblado recinto. En vano será buscar allí el regio alcázar, donde tan á menudo se hospedaron los monarcas, desde que en 1124 adquirió la villa Alfonso VII por cambio con el obispo de Segovia, hasta que fué derruído en el siglo XVI (2):

(1) En Olías tuvo lugar la heróica sorpresa con que Alfonso VI renovó á su huésped Almenón los juramentos de su alianza, tal como en la página 44`la referimos; y en Magán le salieron al encuentro los sometidos moros de la capital para desarmar el enojo del monarca contra la reina y el arzobispo por la usurpación de la mezquita, de que hablamos en la página 47.

(2) Durante los alborotos de las Comunidades obtenía la tenencia de este alcázar el noble madrileño Juan Arias, quien á las intimaciones de los sediciosos para que entregase la fortaleza ó la artillería, y á sus amenazas de muerte, contes

pero aún existe la suntuosa posada, cuyos artesonados techos recogieron el sí de esposo que el rey Francisco I otorgó á la hermana de su vencedor al salir del cautiverio; todavía aparecen arcos góticos incrustados en su caserío, y subsiste el convento de terciarias que fundó Cisneros, y el santuario ostentoso que trazó hacia 1600 el Greco para la Virgen de la Caridad, y que él enriqueció con sus cuadros, y los augustos Felipes con sus preseas. Su templo principal renovado de la cabecera al púlpito, oyó, si no miente la moderna memoria de tradición añeja, que contiene una de las capillas, la terrible voz del ángel que amenazó con proféticos castigos á Alfonso VIII inflamado de amor impuro hacia la hermosa judía. Illescas, ora descienda de la carpetana Ilarcuris, ora recibiera de los voluptuosos agarenos un nombre que suena placer ó deleite, figura ya como tal en la carta-puebla de 1152 y en la donación que de ella hizo en 1176 el ciego amante de Raquel á la iglesia toledana.

Aldeas fueron de Illescas casi todos los pueblos de su feraz distrito, entre ellos el de Esquivias, al cual calificando Cervantes de lugar famoso por sus ilustres linajes é ilustrisimos vinos añadió un nuevo título de celebridad, escogiendo en ella virtuosa consorte y modesto domicilio. En las frescas márgenes del Tajo desde Aranjuez hasta Toledo, apenas surge otro lugar notable que el de Añover, fundado en 1222 con licencia de Fernando el Santo, y emancipado de la capital á mediados del siglo XVI; más adentro verdean los excelentes viñedos y asoma la bella parroquia de Yepes, cuya romana etimología de Hypo es tan cierta como la hebraica de Fope (1). En medio de las vastas llanuras orientales presiden á sus respectivas comarcas Ocaña, Lillo,

tó: «la vida que tengo es solamente mía, mas la honra y buen nombre es de mis pasados, y herencia forzosa de los que me han de suceder.» En premio de su lealtad y de los servicios que prestó en aquellas guerras, dióle Carlos V el título de conde de Puñonrostro.

(1) Á la primera etimología da alguna verosimilitud el texto de Tito Livio (Dec. IV, lib. 9): haud procul Hypone et Toleto urbibus ieter pabulatores pugna orta est. Morales sin embargo rechaza como infundada esta reducción de Hypo á Yepes.

Quintanar de la Orden y Madridejos, que encerró en la provincia de Toledo la división administrativa, y que á la Mancha adjudica sin embargo la índole del territorio y de sus habitantes.

Al sudeste de la capital empieza á encresparse el suelo; las poblaciones se recuestan á la sombra de colinas, en cuya cima velaba un castillo para protegerlas en edad más belicosa. Piedras miliarias son aquellas del triunfal camino que se abrieron los conquistadores castellanos para los verjeles de Andalucía; pero no fué obra de prolijas y trabajosas campañas la rendición de esta línea de fortalezas, que de una en otra como el fuego de las atalayas se transmitió la enseña de la cruz, vacilando todas con la gran caída de Toledo. Sobre la arábiga Almonacid (huerta del Señor) todavía levanta sus gallardos torreones el destrozado castillo que reedificó el arzobispo Tenorio (1), y donde tuvo preso bajo su custodia al revoltoso conde de Gijón, hijo natural de Enrique II; tal vez deplora aún su ocupación por las huestes francesas y la retirada de las españolas en el aciago 11 de Agosto de 1809. Mayor estrago presenta en su robusta mole el castillo de Mora, antigua prisión de ilustres personajes, que el desheredado conde de Urgel hubo de desocupar en 1421 para ceder el puesto á un hijo de su feliz competidor, al infante de Aragón D. Enrique. La villa, que D. Rodrigo apellida Maura, cedida en 1175 á la orden de Santiago, conserva restos de su opulencia antigua; y al observar en su parroquia los últimos destellos del arte gótico, aparece ser la misma que en Abril de 1521 sirvió de postrer reducto á los vencidos comuneros contra la gente de Antonio de Zúñiga, prior de San Juan, y que envolvió atroz incendio, pereciendo tres mil víctimas, inocentes niños y tímidas mujeres, entre las llamas y los escombros. Sobre la derecha asoma la fortaleza de Orgaz, famoso título de condado y cabeza de vasto y montuoso distrito; y más adelante en ameno valle se descubre á Marjaliza, conocida sólo por su antiguo templo de

(1) Véase la cabecera de este capítulo.

Santa Quiteria y por los subterráneos tañidos de campanas, que en sus contornos creyó percibir la credulidad, y que explican portentosas tradiciones (1).

Cierra por aquel lado la frontera Consuegra la famosa, la que por los cimientos romanos de su castillo y sus vestigios de

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anfiteatro y acueducto aspira á ser reconocida por la Consaburum de Plinio y la Condábora de Tolomeo á pesar de su diferente situación geográfica; la que en crónicas y romances aparece como posesión ó feudo del traidor D. Julián, y como

(1) Por ellas probablemente se guiaron los forjadores de los falsos cronicones, suponiendo estos ruidos procedentes de conventos godos de religiosas que á petición de las mismas tragó la tierra antes que los invasores sarracenos violasen su pudor. Así dice el supuesto Luitprando en el año 744 de sus anales: In Carpetaniæ finibus multæ virgines moniales benedictina, ne violarentur à Mauris, à Deo consecutae sunt ut à terra absorberentur; quaedamque campanula statis diei horis, qua vocante conveniebant ad preces, auditur. Y Julián Pérez añade: Frequenter in quibusdam Hispaniae locis audiuntur subtus terram sonilus campanorum, ubi creduntur fuisse monasteria... ut prope Margelizam in templo S. Quiteriae, et alibi.

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