Imágenes de páginas
PDF
EPUB

minó Sancho IV en 1290 esta diversidad de razas y gobiernos, quitando á los unos el antiguo fuero juzgo y á los otros el de Castilla para someterlos por igual al fuero de León, y señalando á cada alcalde un distrito, al primero la villa, al segundo los arrabales (1). Ignoramos si tal mudanza tuvo relación alguna con. la tragedia horrible que el año anterior asombró á Talavera, y que graba con caracteres de sangre en sus anales el nombre de Sancho el Bravo: fiel la población á Alfonso X contra su rebelde hijo y proclamando el derecho de D. Alfonso de la Cerda, vió su arrabal destruído por las huestes del fiero príncipe, y pendientes de aquella puerta de Cuartos, que conserva aún su siniestro título y redondos torreones (¡espectáculo pavoroso!), los miembros palpitantes de cuatrocientos caballeros (2).

Con el siglo XIV empezó Talavera á reconocer otros señoríos que el de la corona. Dióla Fernando IV á su anciano tío D. Enrique, que la gozó por breve tiempo; dióla Alfonso XI á su consorte D. María de Portugal, de quien tomó la villa el sobrenombre de la Reina, recibiendo con grandes festejos á los soberanos consortes, y obteniendo de ellos notables mercedes y exención de tributos por once años. Mas apenas en 1350 cerró los ojos el monarca, vino allí presa su favorita D.a Leonor de Guzmán,

(1) De este privilegio expedido en Burgos cita el erudito P. Burriel las siguientes cláusulas: «Tenemos por bien que d'aquí adelante non aya departimiento algu no entre ellos por razon que digan los unos que son muzarabes nin los otros castellanos, mas que sean todos unos llamados de Talavera, et que ayan todos el fuero del libro judgo de Leon e que se judguen por él. Et que ayen dos alcalles, uno de los que moraren en la villa que judgue á Sta. María, el otro de los que moraren en los arravaldes que judgue á S. Salvador.»>

(2) La destrucción del arrabal y el suplicio de los caballeros no deben confundirse como un hecho solo; pues aquella sucedió en 1283, cuando D. Sancho, todavía príncipe, tremolaba contra su padre la bandera de la rebelión, según afirman los Anales Toledanos terceros: «et eodem anno (1283) el arrabal de Talavera fuit destructus, eo quod tenebant et ferebant partem regis Alfonsi, et fuit ille locus destructus XVII.» En cuanto á la matanza de los caballeros, que trae Mariana como cosa recibida de mano en mano de los antepasados sin que haya autor ni testimonio más bastante, refiérese al año 1289 en que D. Alfonso de la Cerda con el apoyo de Aragón renovó sus pretensiones à la corona que ceñía ya su tío Sancho IV. El mismo año y por la misma causa de orden del propio rey fueron pasados á cuchillo en Badajoz cuatro mil del partido de los Bejaranos.

donde como en dominio propio satisfizo la implacable reina sus celosos agravios y los pasados desdenes de su marido, enviando la muerte por mano de Alonso de Olmedo á aquella desdichada hermosura, cuya agonía sofocaron los muros del calabozo (1). Pronto la índole del rey D. Pedro, que tan bien secundó esta vez la maternal venganza, inspiró temor á la misma D.a María; y su villa de Talavera tomó parte en la liga para contener los feroces desmanes de su hijo, y sirvió de cuartel y plaza de armas á los propios hijos de la Guzmán D. Fadrique y D. Enriqué en sus expediciones á Toledo. Su señora dejó de poseerla en 1357, retirándose á Portugal, donde infausta muerte la aguardaba, y la población quedó abandonada á los furores de D. Pedro; pero doce años después pasó al señorío de otra reina, D.a Juana, esposa de Enrique II, quien apenas la obtuvo sino para trocarla en 1371 por la villa de Alcaraz con D. Gómez Manrique, arzobispo de Toledo. Nada perdió en el cambio Talavera, embelleciéndose y prosperando bajo la munificencia más que real del gran Tenorio, cuyo ejemplo imitaron los prelados. sucesores visitándola á menudo; en ella terminaron sus días don Juan de Cerezuela, el hermano de Luna, á 4 de Febrero de 1442, y D. Gutierre de Toledo á 4 de Diciembre de 1445. En aquellos tiempos desgraciados para la regia autoridad, vió la villa arzobispal con ostentoso fausto celebradas en Noviembre de 1420, á presencia de Juan II, las bodas de su hermana D.a Catalina con el infante de Aragón D. Enrique, que se hacía su cuñado para mejor oprimirle, y de cuya sujeción intolerable hubo de sustraerse el débil rey con la fuga. Nueva humillación sufrió en 1442 el mismo soberano á las puertas de Talavera, de la cual apoderado á la muerte de Cerezuela el hijo del señor de Oropesa Pedro Xuárez de Toledo (2), no le permitió la entrada en ella

(1) Según cierta nota del archivo capitular escrita en 1777, los restos de D. Leonor de Guzmán están depositados dentro de una urna en la sala de contaduría contigua al claustro.

(2) Descendian los señores de Oropesa de Garci Álvarez de Toledo, maestre

sino después de negociada la impunidad para sí y para sus cómplices. Abandonada la población á merced de los turbulentos magnates, coaligáronse para defenderla sus hidalgos formando la hermandad de los treinta; hasta que por fin le aseguraron el sosiego los Reyes Católicos, acabando de organizar su gobierno municipal compuesto de doce regidores y cuatro jurados, y poniendo á su frente un corregidor. Llegó para Talavera en el siglo xvi la época de los hombres insignes (1); llególe en el xvi el apogeo de la industria, que á pesar de su decadencia aún la vivifica (2): y su fidelidad á Felipe V en la guerra de Sucesión, y la gloriosa batalla de 27 de Julio de 1809 que cubrió de laureles á Cuesta y á Wellington, y al intruso rey José de abatimiento, renuevan el brillo de su histórico nombre en los modernos anales.

Tendida en anchurosa vega, no dominada por colina alguna, y sólo al sur por el Tajo defendida, ¿cómo se comprendieran los belicosos destinos y militar importancia de Talavera, sin contem

que fué de Santiago en tiempo del rey D. Pedro, á quien en cambio de la renuncia de su dignidad y de haberse pasado á su servicio dió Enrique II los estados de Oropesa y Valdecorneja. Heredó estos últimos su hermano, de cuya línea procedieron los duques de Alba; á sus hijos transmitió los de Oropesa, erigidos en condado por Enrique IV á favor de Fernando Álvarez. La villa de este nombre, sita sobre la carretera de Extremadura en los confines de la provincia, seis leguas al occidente de Talavera, conserva grandiosos restos de su feudal castillo.

(1) Ilustraron á Talavera, casi todos en la indicada centuria, entre los prelados de la iglesia Fr. Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada; Fr. García de Loaysa, arzobispo de Sevilla; D. García de Loaysa, arzobispo de Toledo y sabio escritor; D. Juan de Meneses, obispo de Zamora, y D. Juan Suárez de Carvajal, obispo de Lugo; entre los magistrados y jurisconsultos más famosos, Antonio Gómez y Hernán Gómez Arias, D. Bartolomé Frías de Albornoz, D. Antonio Padilla y Meneses, y D. Rodrigo de Cepeda; cntre los militares, D. Bernardino de Meneses, uno de los caudillos de la expedición á Orán, y Francisco Verdugo, que escribió comentarios de la guerra de Frisia; entre los literatos basta nombrar á uno solo, al P. Juan de Mariana, que si bien nacido allí en 1536 de padres desconocidos y habiendo salido del país natal desde su mocedad primera, le nombra siempre en sus escritos con singular predilección.

(2) La gran fábrica de sederías se estableció en 1748 á expensas de la real hacienda, y siguió floreciente hasta fines del siglo pasado; desde 1785 corre al cuidado de los Cinco Gremios de Madrid, existiendo además otras dos de propiedad particular. Hubo también en Talavera celebradas industrias de sombreros, alfarería y curtidos que aún subsisten más o menos abatidas.

[graphic]
[ocr errors]

TALAVERA.-CALLE DEL CHARCÓN

plar los venerables restos de fortificación con que suplió el arte á su natural desabrigo? Las tapias que cercan su dilatado recinto, abriendo paso por siete puertas, han debido sufrir renovaciones sin cuento, desde que en el centro de la población permanecen, trazando su primitivo núcleo, los muros formidables de su inmóvil ciudadela. Sobre el caserío que creció á sus plantas arrimado, descuella á portentosa altura su desigual y opaca sillería reforzada por torreones de diversas formas: la grandiosidad de la obra y algunas lápidas romanas puestas allí sin orden evocan el recuerdo de los señores del mundo; otros en su apilamiento creen ver la estructura de los godos, ni falta quien la atribuya á los sarracenos; lo más probablé es que todas las razas conquistadoras tengan allí su parte de construcción como la tuvieron en la ruina, y que repararan con los antiguos escombros cuando señores lo que batieran cuando enemigos. Á manera de baluartes destacanse del muro á trechos gruesos contrafuertes ó torres albarranas, que se contaban en número de diez y siete, de fábrica menos remota pero muy distante de ser moderna, algunas almenadas, la mayor parte taladradas transversalmente por un arco grandioso, bajo cuyo hueco se abriga á menudo una casa entera, tocando apenas con el techo el arranque del semicírculo. Pintorescas y extrañas perspectivas ofrece esta monumental fortaleza de recientes mansiones incrustada, siguiendo su circuito desde el arco de Sevilla (1) hacia sudeste, á lo largo de la Carnecería y del Mercado y de la frecuentada Corredera, y de allí torciendo á espaldas del Salvador en dirección á las Benitas, y corriendo de norte á sur por cima de San Clemente á buscar otra vez la ribera del río. Tan sólo por este lado asoman derruídos torreones é informes ruinas cual masas de tierra próximas á desmoronarse, vestigios del alcázar fundado por Alfonso VII, cuyo

(1) Da salida este arco sobre la margen del río, y es de ladrillo con almenas, indicando su inscripción casi borrada que fué construído en tiempo del cardenal Quiroga, arzobispo de Toledo, á fines del siglo XVI.

« AnteriorContinuar »