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Respecto de los primeros parece que no se cumplió la voluntad del soberano hasta el reinado de Enrique III, en que abolida la sinagoga fué dada á Gonzalo de Soto y vendida por éste en 1398 á Juan Rodríguez, tesorero de la casa-moneda de Toledo, siendo erigida al año siguiente en convento de Santo Domingo. De éste ni ruinas quedan; del de San Francisco, convertido en cuartel, sólo dejó en pié la restauración moderna una puerta gótica en el claustro; y únicamente la vasta iglesia de mercenarios en el centro de la población se mantiene abierta al culto, mientras la de carmelitas descalzos á la salida de la puerta de Toledo protesta con la regularidad y lucimiento de su fachada contra el abandono que la consume. Los tres conventos de religiosas nada presentan de antiguo, á no ser los toscos cubos de piedra que fortalecen el exterior de la renovada iglesia de dominicas.

II

Los alrededores de la capital de la Mancha desmienten la proverbial desnudez y monotonía de aquel territorio; y sorprendido agradablemente el viajero al atravesar sus campos listados de viñas y olivares que entre sí alternan en anchos surcos su variada pompa, ó al cruzar en Junio sus undosos mares de rubias espigas, se siente casi reconciliado con las llanuras. Sólo un cerro los domina, una memoria los consagra y un monumento los ennoblece; y este cerro y este monumento es el de Alarcos, distante una legua al poniente de Ciudad Real. Conocida en la antigua Oretania con el nombre de Laccuris (1) y con el de

(1) No debe confundirse la Laccuris oretana con la carpetana Ilarcuris que muchos reducen á Illescas. En Malagon se halló una lápida de Publio Cornelio, natural de Laccuris, y entre los restos de Alarcos se descubren indicios de obras

romanas.

Alarcuris en la Edad-media, cedida por Benabet, rey de Sevilla, á su yerno Alfonso VI como dote de su hija, ganada nuevamente por Alfonso VII, repoblada en 1178 por el VIII, á cuya existencia y trono diez y siete años después por poco sirvió de tumba, recobrada por los vencedores de las Navas que no lograron ya levantarla de su abatimiento, ¿qué es lo que resta de la tristemente famosa villa y de su disputado castillo? Cimientos

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de casas que á flor de tierra asoman al rededor de la colina, y en su cúspide rodeado de almenada cerca un pequeño santuario, como cruz funeral puesta en memoria de un gran desastre, como capilla de aquel ominoso cementerio de cristianos. Aquella fué la parroquia que la tradición supone respetada por el victorioso califa en medio del general asolamiento de 1195, y que más bien parece construída en el siglo XIII después de recobrada Alarcos, cuando se trataba de infundir un nuevo soplo de vida en los dispersos escombros. Y en efecto caracterizan el estilo de transición

por entonces dominante las anchas ojivas, los bajos pilares, las bizantinas columnas de los arcos de comunicación entre las reducidas naves del templo, los viejos capiteles de su cobertizo pobremente apuntalado, las dos puertas orladas de sencillas molduras, todo primitivo, todo humilde, á excepción de una bella claraboya de calados rosetones engastada cual presea dentro un recuadro en el rudo lienzo de la fachada. Adusta y solitaria se envuelve la ermita en sus fúnebres recuerdos durante la estación de las nieves; pero al volver la primavera llenando de flores el suelo y de aromas el aire, reanímala con las alegres romerías que acuden á festejar á la Virgen desde tan antiguo venerada; y la solícita piedad conserva lo que como vana curiosidad histórica habría ya perecido.

Vasto horizonte de ondulosas llanuras se despliega en torno de la monumental colina: allá al norte muy adentro el castillo de Malagón, al nordoeste el de Piedrabuena y Luciana, al sur el magnífico y desmoronado de Caracuel, compañeros casi siempre del de Alarcos en sus vicisitudes; á su pié el Guadiana torciendo de norte á oeste desparramado en riachuelos; un puente, frondosas alamedas, molinos y huertas en primer término; y por sombras de aquel cuadro cerros oscuros, campos rojizos, y á los ojos del impresionado espectador, como sangrientos. Seis siglos y medio van transcurridos desde el 19 de Julio de 1195 para los cristianos tan funesto, desde el 9 de xaban de la hégira 591 tan glorioso para los musulmanes; y ante los ojos de la fantasía desfila aún el espectáculo de la terrible jornada. He allí asomando al sur el ejército innumerable que consume los pastos, agota los ríos, ensancha las peñascosas sendas con las uñas de sus caballos (1): el amir de los creyentes Jacub-aben-Jucef ha sacado el

(1) Tales son los bellísimos y orientales rasgos con que el arzobispo D. Rodrigo pinta la muchedumbre de los sarracenos y la desgracia de Alarcos, valle de sangre como lo nombra en otra parte. Surrexit princeps, dice en el lib. VII, cap. 29 de su historia, in multitudine magna et variis vocibus replevit campestria. Parthus, Arabs, Afer, Ethiops, Almohat iu exercitu ejus, et Valdus Bæticæ ad nutum illius.

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TOMO III

pabellón rojo y la espada grande para la guerra santa, lanzando sobre Castilla al África entera y empujando de camino á la Andalucía; ¿qué haces, oh Alfonso, ahí acampado al abrigo de la fortaleza, que sin aguardar el auxilio de navarros y leoneses, te aventuras solo con tus trescientos mil hombres, escasa hueste contra tamaña muchedumbre? Mira desplegadas ya las haces al mando del intrépido visir Abu-Yahia-ben-Hafas, los voluntarios almohades con su bandera verde, los andaluces acaudillados por el bravo Senanid; cuenta si puedes las tribus africanas agrupadas cada una en torno de su pendón. ¡Victoria! ocho mil de tus jinetes, cubiertos de hierro ellos y sus caballos, han acometido por tres veces el centro de los infieles escuadrones, y lo han desbaratado á la tercera con espantosa matanza, derribando al mismo Abu-Yahia: pero ¡ah! que el enemigo con sus formidables alas los envuelve por todas partes, y atacando el collado en que te atrincheras, te obliga á pelear por la vida más bien que por el triunfo. Ya D. Diego de Haro con sus vizcaínos se ha salido de la batalla; ya los diez mil caballeros de tu escolta, que juraron perecer antes que huir, han cumplido todos su juramento; y todavía no ha entrado en combate la retaguardia del califa, que avanza ya con atronador estruendo enarbolando el blanco estandarte del profeta (1). Sálvate, que aún es tiempo, sálvate dentro de los muros de Alarcos; pero no te detengas allí un momento, que el sarraceno se precipita sobre ella con el acero

Exercitus ejus innumerabilis, multitudo illius ut arena maris: firmavit vultum versus Alarcuris, et faciem indignationis ad regnum Toleti; plana Tolosæ nudavit pascuis, et scopulorum semitas ampliavit ungulis; transivit montis supercilia, et in multitudine nimia siccavit rivos. Fama volatilis perfudit sæcula, et celer rumor pulsavit Hispaniam; in auditu nuncii lætati sunt multi, et adventus hostium provocavit plurimos. ¡ Ignorat homo viam Altissimi, et filii Adæ consilia celsi! Cumque congressi fuissent exercitus, succubuit exercitus christianus; et nobilis rex à suis violenter eductus à bello, suorum industria est salvatus, licet ipse mori potius eligeret quam salvari. Nuestras historias escasean de pormenores acerca de la batalla, y la mayor parte de los que damos son debidos á los escritores musulmanes. (1) Brillaba en el pendón esta leyenda : lé Alá ilė Alá, Muhamad rasul Alá, lé galib ilé Alá; no es Dios sino Dios, Mahomad enviado de Dios, no es vencedor sino Dios.

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